Caracas: la ética se llama Toyota y el empresario-criminal Guillermo Zuloaga

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Gabriela Araud*

“Que todo el mundo sienta que cuando alguien destruye un árbol, que cuando alguien mata un pájaro, que cuando alguien arruina en alguna forma un recurso natural renovable, nos está empobreciendo a todos, nos está mutilando a todos, está haciendo más pequeña y precaria la vida de todos…" señaló una vez Arturo Uslar Pietri.
Lo que más impresiona, por ello, es el silencio discreto de las organizaciones y fundaciones ecologistas, conservacionistas y protectoras de animales.
 

El silencio de los medios de comunicación en torno a los (por ahora) 26 nuevos y flamantes vehículos Toyota que se descubrieron “estacionados” en el jardín de la “morgue de Guillermo Zuloaga” no me sorprende mucho, aunque me llama la atención en un mercado donde supuestamente no se pueden adquirir vehículos nuevos por falta de disponibilidad.

Lo que si me impresiona es la discreción de las organizaciones ecologistas, sociedades conservacionistas, protectoras de animales, Green Peace, tal vez la Fundación Phelps y tantos otros que no han elevado su grito de protesta o indignación ante la afrenta que representan decenas, tal vez cientos, de “trofeos de caza”, que no son mas que decenas, tal vez cientos, de animales abatidos por Guillermo Zuloaga y exhibidos en las paredes de su mansión-oficina como para demostrarnos que sus millones de dólares y sus tentáculos de poder llegan tan lejos que hasta puede matar a mansalva la fauna de otros continentes.

Me pregunto: ¿cómo puede una persona para quien la muerte es un trofeo, tener la concesión de la señal de un canal de televisión supuestamente informativo? ¿Informativo de qué, por qué y para qué?

En su canal Globovisión, con total indiferencia, irresponsabilidad y frialdad nos presentan domingo a domingo el programa Funrace, donde somos testigos de cómo se destruyen nuestros mas hermosos parajes, invitando a nuestros jóvenes a acabar con nuestros paisajes vírgenes a bordo de sus flamantes y full equipados Toyotas (¡claro, ahora sabemos que vendidos por el mismo dueño del canal!, lo que convierte a este programa en un vulgar “trust” también prohibido y sancionados por las leyes de la mayor parte de los países).

No se escuchan consignas de “Con mis animales no te metas” o “Con mi planeta no te metas”. Estamos condenados a ser los observadores inertes de la destrucción mientras a través la programación de Globovisión y la actitud personal de Zuloaga “nos va empobreciendo a todos, nos mutila a todos, nos hace más pequeña y precaria la vida de todos”.

¿Dónde están los acuciosos pretendidos periodistas de Globovisión y sus códigos de ética que no nos bombardean con un trabajito de “Caso de investigación" desenmascarando la verdad? De pronto responden a otro tipo de ética con la consigna de “Con mi amo no te metas”.

Entonces, si el Sr. Zuloaga puede seguir impunemente con su exhibicionismo mórbido y sus negocios redondos de publicidad televisiva y venta automovilística, por lo menos que tenga la decencia de no presentarse con sus ínfulas de demócrata ejemplar para lo cual no tiene el mas mínimo respaldo moral.

Las imágenes de la “morgue de Zuloaga” pueden verse aquí

* Ciudadana.

Addenda

A mayor abundamiento: el escándalo explotó hace una semana. Primero, porque en Venezuela no se pueden comprar automóviles nuevos porque dicen que no hay. Hay que inscribrse en listas de espera administradas por los concesionarios. Pero, por supuesto, con contactos, palancas y sobreprecios aparece el que quieras comprar.

Resulta que la semana pasada fueron encontrados en el jardín de una mansión 26 carros Toyota últimos modelos. La primera sorpresa fue que dicha mansión era propiedad de Guillermo Zuluaga el dueño de Globivisión quien declaro que era su oficina y distribuidora de vehículos –en zona residencial.

La segunda sorpresa es que estos carros tenían tres meses de sacados de la planta, vendidos y revendidos entre Toyoclub, Toyosan y CIC, todas empresas pertenecientes al mismo Zuluaga y con las mismas direcciones sociales.

En una palabra: una rosca de acaparamiento de carros para revenderlos sobrefacturados.

Por supuesto Globovision –propiedad de Zuloaga– pegó gritos al cielo por lo que consideró persecusión política contra la "libertad de expresión".

Para completar el panorama: cuando las cámaras entraron en la supuesta oficina registraron las paredes tapizadas por centenares de "trofeos": venados, tigres, leones, etc.

Tras la natural estupefacción la opinión publica se indignó; ahora esta clara y Globovision puede cantar lo que quiera. El hecho es que el "Sieur Zuloaga" apareció como lo que es: un patán mafioso.

J.A.

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