Carta Abierta a Michelle Bachelet por la huelga de hambre de los ex presos políticos

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Excelentísima señora: Me permito escribirle esta carta abierta ante la situación de miseria e indefensión que afecta a miles de chilenas y chilenos que sufrieron la crueldad represora de la dictadura, crueldad que asqueó al mundo entero, y que hoy han sido sencillamente olvidados o considerados una molesta presencia en un país intencionadamente amnésico.

Me permito recordarle que las Comisiones Valech I y II calificaron como víctimas de prisión por motivos políticos y torturas a 38.254 chilenas y chilenos. Usted y yo integramos esa atroz cifra, y por eso mismo no podemos permanecer impasibles ante el drama de esos hombres y mujeres que se jugaron, que lo dieron todo por defender el gobierno constitucional de Salvador Allende, y luego por recuperar la libertad, la dignidad y la democracia. Ellas y ellos lucharon, una palabra, un verbo que debería ser conjugado con honor, pero hoy, para las instituciones chilenas, el haber luchado los estigmatiza, los convierte en molestos ancianos de un pasado que estorba la prosperidad de unos pocos.

Según el Informe Oficial del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, fechado el año 2014, de esos 38.254 hombres y mujeres que sufrieron cárcel y torturas, han muerto cerca de ocho mil, y han muerto pobres, en la miseria, con pensiones que no solventan más que lo imprescindible y por unos pocos días.

Excelentísima Señora; usted sabe que una huelga de hambre es el último recurso, es la última acción, el último grito de hombres y mujeres, todos mayores de sesenta años, cuyas vidas peligran a cada minuto, y lo único que piden es que se cumpla el compromiso estatal de concederles pensiones dignas, que solventen sus necesidades humanas y los apremios de la ancianidad. Las víctimas de la cárcel y la tortura no están pidiendo una limosna: están
reclamando un derecho.

Luis Sepúlveda
Luis Sepúlveda

Usted sabe perfectamente que esos hombres y mujeres vieron cercenadas sus vidas y sus sueños, pagaron el precio por defender y soñar con una sociedad justa, y ahora que mantienen ya por 18 días una huelga de hambre en diferentes ciudades de Chile, nos están demostrando un valor que debería ser motivo de admiración, porque esos ancianos nos recuerdan que no los doblegó la cárcel ni la tortura, y nos dicen que tampoco se dejan doblegar por el abandono y la miseria.

Excelentísima Señora Presidenta; en sus manos está terminar con esta situación dramática e injusta. Le ruego encarecidamente que tome de inmediato las medidas necesarias para que estos sobrevivientes de la dictadura reciban las pensiones que les fueron ofrecidas por el Estado chileno antes que sea demasiado tarde. Y por favor no tome esta carta abierta como un desacato a su legítima autoridad, sino como las palabras dolidas de un escritor, ex
prisionero político, a la ex prisionera política que hoy ocupa por voluntad popular la más alta magistratura de Chile.
Con mi mayor estima y consideración,  Luis Sepúlveda (escritor, ex prisionero político).

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1 comentario
  1. Antonio Casalduero Recuero dice

    Adhiero profundamente a las palabras del gran Luis Sepúlveda, un maestro en el efecto artístico de la palabra escrita. Cabe comentar de que yo también padecí la prisión, pero no fue nada comparado con lo que sufrieron la gran mayoría, a mí me dieron una paliza fenomenal, quedé orinando sangre por tres o cuatro días, hasta el día de hoy tengo una hipoacusia en el oído izquierdo, producto de cuando me aplicaban el «teléfono», un violento golpe propinado en los oídos con las manos abiertas los carabineros de la entonces Sexta Comisaría, la que estaba a la entrada de la calle San Isidro, hoy creo que tiene otra denominación. Mi delito fue haber asistido a una conmemoración de un Primero de Mayo y me tomaron detenido a golpes de luma en la espalda, alcancé a estar solamente tres días detenido, por eso siempre he considerado que mi sufrimiento no fue nada comparado a la tortura con corriente de la gran mayoría, por ejemplo, entre otros tipos de flagelación. Los manifestantes tienen todo el derecho moral del mundo para plantear sus exigencias, todo Chile debería ponerse de pie y reconocer su cometido del pasado, empezando por la misma presidenta.

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