Casi un siglo de lucha antifascista y por la libertad: Cuéntenles a sus hijos quién era Marcos Ana

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Marcos Ana, poeta y comunista convencido, ha fallecido a los 96 años en Madrid. Fue el preso que pasó más tiempo en una cárcel franquista y allí comenzó a escribir sus poemas. Sufrió torturas en prisión, donde estuvo recluido durante 23 años, desde que tenía solo 19 hasta que, gracias a la entonces recién fundada Amnistía Internacional, fue liberado a los 42. Pero todavía tuvo tiempo para seguir luchando por sus ideas. Su nombre real era Fernando Macarro. Nacido en Salamanca en 1920, se alistó en el bando republicano cuando estalló la Guerra Civil, después de tener que recoger el cadáver de su padre de entre los escombros de una casa destruida por la contienda.  En 1939 fue detenido en Alicante por el bando franquista y condenado a muerte .

Isaac Rosa- eldiario|

Cuéntenles a sus hijas e hijos quién es Marcos Ana. Porque de lo contrario, salvo que hayan tenido la suerte de conocerlo en alguna de sus visitas a colegios e institutos, es probable que no sepan quién es. Pese a algunos homenajes y reconocimientos recientes, este jueves eran muchos los que buscaban en Google quién es ese tal Marcos Ana. Y esa ignorancia da la medida de los agujeros que sigue teniendo la memoria colectiva de este país, sobre todo con los antifascistas, y más con los comunistas.

Y si sus hijos no saben quién es Marcos Ana, quizás tampoco sepan que hace ochenta años hubo mujeres y hombres que lucharon contra el fascismo, algunos casi niños, como él. Y que decenas de miles fueron condenados a muerte, fusilados, pasados a garrote. A punto estuvo Ana, condenado a muerte dos veces. Quizás sus hijos han oído algo de la dictadura, pero no conocen cómo eran las durísimas cárceles de la posguerra, donde Marcos Ana se dejó 23 años. Porlier, Ocaña, Burgos. Repítanles la cifra a sus hijos: 23 años. Toda la juventud, entrar adolescente y salir adulto.

Si tienen edad para ello, cuéntenles también cómo torturaba el franquismo, las palizas que Ana y tantos antifascistas se llevaron en esas cárceles o en la Puerta del Sol madrileña, donde sigue sin haber una placa que los recuerde.

junto a Asención Mendela
junto a Asención Mendela

Cuéntenles a sus hijas e hijos quién es Marcos Ana, denles a leer sus memorias, para que conozcan cómo trabajadoras y trabajadores de todo el mundo fueron solidarios con los presos españoles y contra la dictadura. Todos esos países donde acogieron a Ana en los quince años que pasó llevando por el mundo la lucha por la libertad y los derechos humanos en España.

Aunque quizás sus hijas, sus hijos, les sorprenden: claro que saben quién es Marcos Ana. El revolucionario, el comunista, el poeta. Lo conocieron en Sol, cuando el 15M. Lo han visto en manifestaciones, en concentraciones, en huelgas, en actos solidarios. Puede que hasta hayan ido a su casa, su piso en Retiro que siempre ha estado abierto, donde si vas coincides siempre con varias visitas a la vez, jóvenes sobre todo. La casa abierta de quien estuvo 23 años encerrado y decidió que “si salgo un día a la vida / mi casa no tendrá llaves”.

No solo a sus hijos: cuenten a todo el mundo quién es Marcos Ana, porque vamos a necesitar mucha gente para mantener viva toda la memoria que llevaba encima. La suya, la de sus padres, Marcos y Ana. La de sus camaradas caídos. La de tantas mujeres y hombres que conoció en la guerra, en la ratonera trágica del puerto de Alicante, en el terrible Campo de los Almendros, en las cárceles donde había sacas diarias y frío, hambre, enfermedad y palizas; en el exilio del que muchos ya no tuvieron tiempo para volver.

De todos es memoria Marcos Ana, de todos lleva décadas hablando en plural, siendo “nosotros”, leal y generoso. Hoy ha muerto, ya no podrá seguir recuperando los años que le quitó la cárcel. Y vamos a necesitar mucha gente buena para mantener viva su resistencia, que es la de miles de mujeres y hombres desde hace un siglo.

Marcos Ana y su gira por Sudamérica de 1963

esp-marcos-ana-luna-parkPatricia Campelo|Público.es

Leían sus versos que salían de España en tubos de pasta dentífrica y, desde París, se exportaban editados a medio mundo. Jóvenes universitarios argentinos de la década de los años 60 situaron en la figura del poeta Fernando Macarro (Salamanca, 1920) a su principal referente intelectual gracias a recopilatorios como Poemas de la prisión y de la vida. Tal devoción llevó a tres estudiantes de Medicina a invitar al ex preso político del franquismo a un recital público en el aula magna de la facultad, el 23 de septiembre de 1963. Sobre él sabían que había resistido 23 años en cárceles de la dictadura, más tiempo que ningún otro, que su alias se formaba con los nombres de su padre, Marcos, y de su madre, Ana, y consideraban la lucha por la República que el poeta encarnaba como “un hecho fundamental” en su ideario político.

53 años después de aquel recital en Buenos Aires, dos de los estudiantes que conformaban la terna organizadora, Rubén Efrón (74 años) y Jorge Jerez (77 años) –el tercero era Ricardo Saisgh- han vuelto a encontrarse con su admirado poeta, esta vez, en un restaurante del madrileño barrio de Hortaleza. Allí, no hubo recitales, y sí una tarta de cumpleaños para celebrar los 96 años cumplidos por el poeta el pasado 20 de enero.

“Qué bien estás. Recuperaste los años que te robaron”, le expresa Efrón a Marcos Ana tras el reencuentro. “La verdadera edad es la que se ejerce”, le responde el poeta, que asomaba minutos antes por el restaurante con una ‘ushanka’, o gorro ruso, sobre su cabeza despejada y una bufanda con los colores de la bandera republicana.

Conectados por el hilo invisible de la memoria, el anecdotario les sitúa en el Buenos Aires de septiembre del 63. “Les hablé de lo que había significado para mí la cárcel, que había sido como una universidad, dedicando tiempo a estudiar, o en comisiones de clandestinidad y con una voluntad de hierro”, detalla Marcos Ana, cuyo periplo carcelario discurrió por las prisiones de Porlier, Ocaña y Burgos, con dos condenas a muerte, más tarde conmutadas, después de que el franquismo le atribuyera los asesinatos de tres personas en Alcalá de Henares.

En Burgos, convivió con el poeta con Mota, el encuadernador, que encolaba las páginas de los libros que prohibió el franquismo entre las hojas de ejemplares que sí se permitían en prisión: “Era un manitas. Había un libro, el de Genoveva de Brabante, que dentro llevaba el Canto general, de Neruda”. Marcos Ana acabó regalando ese peculiar libro al poeta chileno.

Homenaje carcelario a Miguel Hernándezesp-marcos-ana-joven
“También nos contaste lo del concierto de homenaje a Miguel Hernández”, le apunta Efrón sobre una improvisada función posibilitada en parte por la apatía de los guardias de las prisiones de Franco. “Cuenta cómo hacíais la música”, le insiste. A lo que Marcos Ana revive: “Pese a la vigilancia, teníamos una vida política intensa, e hicimos varios homenajes, entre ellos, el de Miguel Hernández. Construimos un escenario sobre el que aparecía, como decía Neruda, ‘el fuego azul de la poesía’. Y partíamos en trozos los palos de las escobas, que eran huecos, y así hacíamos las flautas”.

Junto a la música y la poesía, sólo se escuchaban las alertas de los centinelas, recuerda el salmantino sobre una especie de pose que tomaban estos trabajadores de prisiones. “Les oías decir ‘alerta 1, alerta 2…’, y así toda la noche desde las garitas del recinto. Lo hacían para que el sargento de guardia supiera que no se había dormido ninguno ni había incidentes”. En ese ambiente, considera hoy Marcos Ana que hacían “milagros”, como la tertulia política que fundó, ‘La aldaba’.

La publicidad franquista que llenó el Luna Park
Chile, Argentina, Paraguay y Urugay fueron los países que visitó Marcos Ana en su gira del otoño del 63. De Chile recordó a la ‘novia de Valparaíso’, Sara Vial, que le presentó Neruda, y la montería donde le llevó Salvador Allende.

En Argentina, el homenaje de los estudiantes de la facultad de Medicina precedió a otro multitudinario que abarrotó el Luna Park y que obligó a la organización a colocar megafonía en la calle para las personas que se quedaron fuera del estadio. “Recuerdo que hubo una campaña enorme por parte de la embajada franquista contra mí, y eso hizo que me conociera más gente. Cuando intervine comencé dando las gracias a la embajada por su perversa contribución a aquel acto”, relata el ex preso entre risas.

Un poemario con la paloma de Picasso en la portada fue publicado en aquella época, con motivo de la visita del poeta a Buenos Aires. También hubo episodios grises, como el intento de atentado. “Un grupo fascista trató de sabotear el acto, pero varios compañeros atraparon a uno que llevaba el arma y lo entregaron a la policía”, detalla Jerez.

Otro de los recuerdos que le trajeron los argentinos a Marcos Ana durante el encuentro llegó en forma de nombre, el de Manuel Lamana, quien protagonizó, junto a Nicolás Sánchez-Albornoz , una sonada fuga del Valle de los Caídos en 1948. Allí cumplían condena por haber realizado una pintada en un muro de la facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Lamana, ya fallecido, fue íntimo amigo de Efrón. Ahora, una iniciativa promovida por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica -que también organizó el encuentro de ayer entre Marcos Ana y los argentinos- llevará próximamente a Sánchez-Albornoz al muro donde Lamana realizó aquella pintada para volver a reescribirla.

Con todo, tras el fervor por la visita bonaerense del 63, los argentinos le fueron perdiendo la pista. Hasta hace ocho años, cuando un amigo regaló a Efrón la autobiografía de Marcos Ana, Decidme cómo es un árbol. Y algo se le movió por dentro al argentino. “Casi me da un infarto”, confiesa. Pocos días después, los tres amigos visitaron al poeta en su domicilio, un gesto cotidiano para Marcos Ana, que lo cuenta recordando uno de sus versos más conocidos:

“Mi casa y mi corazón / nunca cerrados / que pasen los pájaros, los amigos / el sol y el aire”.
*Publicado por el diario Público el 25 de enero de 2016, con motivo del 96 cumpleaños de Marcos Ana

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En octubre de 2015, eldiario.es entrevistó al poeta y militante comunista, en una conversación en la que analizaba la situación de la izquierda y reflexionaba sobre la vida, la poesía, el amor y el activismo: «Nunca he querido venganza. La única venganza que quiero es que triunfen nuestras ideas».
“La transición fue un decreto por la impunidad”, dijo.

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