CHÁVEZ Y EL POPULISMO LATINOAMERICANO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Chávez pretende ser el heredero de Castro en la dirección del movimiento revolucionario del continente y algunos grupos de izquierda ya lo han coronado. fotoFidel Castro sabía exactamente que revolución quería: el fin del capitalismo, la instauración de la propiedad estatal de los medios de producción y la dictadura del proletariado (o del partido, para ser más exactos). ¿Qué significa revolución en el caso de Chávez, en cambio?

La declinación del movimiento socialista ha permitido que el populismo latinoamericano tenga el potencial de transformarse en una fuerza mayoritaria en la política de la izquierda contemporánea, a pesar de que todavía permanece a la sombra del socialismo tradicional.

Conceptualmente es una noción difícil de fijar, siempre cambiante, según circunstancias y contextos. Lo que le da su característica peculiar es el considerar a la sociedad separada o dividida en dos grupos antagónicos: el pueblo contra la elite corrompida.

La acción política, dentro de esta dicotomía, es solo la expresión de la voluntad del pueblo. El populismo careciendo de una ideología sólida se combina fácilmente con ideologías más consistentes como el conservatismo o el socialismo.

Por razones de desarrollo histórico es posible distinguir en nuestro continente sistemas de partidos elitístas (Colombia, El Salvador) en donde estos se organizan de acuerdo a los privilegios socio-económicos y los países con movilización laboral (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, México) que se organizan partidariamente alrededor de clases sociales con mayor densidad sindical y con organizaciones de movimiento social previos a los años 80 y 90. En los últimos, la izquierda es una fuerza confiable en la búsqueda del poder.

Esta distinción puede explicar porque la izquierda es más populista en algunos países (Venezuela, Bolivia) y débil en otros (Chile, Brasil). En los últimos, la izquierda ha adoptado programas de centro izquierda (reformas neo-liberales, relaciones pragmáticas con EEUU). Los primeros han combinado una oposición radical al neo-liberalismo y EEUU, al elitísmo político y se caracterizan por el personalismo y el centralismo populista.

Hugo Chávez es el modelo arquetípico anti-institucionalista que se expresa en una permanente revolución de movilización social y confrontación. Evo Morales, en Bolivia, llega al poder, también, con una imagen populista arquetípica enfatizando su origen humilde y reclamando ser el candidato de los mas desdeñados y discriminados.

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¿Cuál es la atracción en ambos casos? Su forma especifica y sus efectos dependen en gran medida del contexto. La relativa independencia que sus fuentes de energía le proporciona a Venezuela y Bolivia le permiten a sus líderes prometer beneficios económicos y promover autarquía. Pero son sólo las reservas de petróleo de Venezuela las que le dan a Chávez la maniobrabilidad real para oponerse a las élites económicas regionales e internacionales. Morales, en cambio, se ha visto forzado a moderar su retórica anti-imperialista.

El populismo actual, a pesar de que emerge como una respuesta especifica a crisis de legitimidad política (Venezuela, Argentina), tiene raíces en el pasado de Latinoamérica. Chávez le debe más al peronismo del pasado que al socialismo del siglo XXI, que dice construir. La izquierda, que se ha orientado en la dirección de un anti-populismo moderado, emerge de tradiciones socialistas más ortodoxas que han sufrido la represión violenta de gobiernos dictatoriales. Este es el caso del partido socialista de Chile.

La política de Chávez ha dividido la opinión izquierdista debido a la marginalización de ciertos sectores del movimiento de trabajadores y sus sindicatos.

El populismo es una crítica a las deficiencias de la democrácia liberal o de la democrácia representativa, dirigida especialmente a las limitaciones constitucionales de la expresión de la voluntad general y a la brecha implícita que existe entre los representantes del pueblo y el pueblo mismo. El populismo es la sombra de la democrácia porque el abismo entre promesa y realización es un estímulo permanente para la movilización populista.

El déficit democrático en el mundo contemporáneo –debido al creciente papel de los medios de comunicación, la globalización, la limitada capacidad el Estado tradicional y el debilitamiento critico de las ideologías de izquierda– le proveen al populismo la oportunidad para llenar el vació con la autoridad carismática del líder. El populismo se ha transformado en el discurso político contemporáneo al proveer representación a los excluidos, por muy incorfortble que le sea a las élites políticas. Pero no debemos confundirlo.

Aunque radical en su retórica, es reformista en su orientación. Es una crítica a la democrácia y al capitalismo, pero no una alternativa a ellos.

Potencialmente es profundamente destabilizante porque sus aspiraciones democráticas elevan las esperanza de las masas que los actores populistas se ven incapacitados de hacer realidad (debido a la falta de organización, de orientación programática consistente y de un modelo claro de cómo una democracia popular puede operar), originando un ciclo permanente de movilización y desmovilización popular –en Venezuela, para mantener el momento revolucionario, las instituciones tienen que ser constantemente re-configuradas y las masa tienen que estar en estado de constante agitación–.

El problema de los actores políticos que basan su razón de ser en la crítica del orden establecido se presenta cuando, una vez en el poder, no son capaces de representar a la totalidad del pueblo. El populismo, cuando se asocia a líderes carismáticos y a un programa de desinstitucionalización, tiende a una dirección mesiánica y autoritaria que transforma al pueblo en una masa pasiva.

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¿Es el populismo un modelo transitorio, derivado de la inmadurez de los actores sociales y destinados a ser superado, o es una dimensión constante de la acción política que necesariamente surge, con diferentes grados, en todo discurso político, desafiando y complicando las operaciones de las llamadas ideologías mas maduras?

Como fenómeno político el populismo, en lugar de ser considerado exclusivamente como un exceso peligroso cuya lógica debe ser excluida, puede ser también considerado como una vía a través de la cual es posible entender la constitución de lo político como tal. La simplistica dicotomía del espacio político, característica común de la movilización populista, no debe ser entendida como un producto exclusivo de la política populista. Es la condición misma de toda acción política.

Si la racionalidad política es encapsulada en la lógica de la antagonizacion, entonces, lo que caracteriza al populismo es, justamente, el énfasis especial en una lógica política que como tal es su ingrediente necesario.

El ambiente político contemporáneo es propicio a la emergencia de una izquierda populista centrada en un líder carismático debido a la desigualdad económica y el desencanto con el neoliberalismo y las políticas de EEUU. Sin embargo, hay razones para creer que el populismo de izquierda permanecerá a la sombra del socialismo contemporáneo.

La izquierda se ha ubicado como un contendor poderoso y permanente dentro del sistema político latinoamericano. Pero el populismo de izquierda, reclamando la articulación y movilización de las esperazas del pueblo, esta aquí para quedarse.

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* Escritores y docentes. Residen en Canadá.

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