Chile: Consumo y seducción

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En las sociedades occidentales se han ensayado muchos diagnósticos psico-sociales que merecen nuestra atención. Se trata, por cierto, de determinar un cierto “carácter social” (Riesman), es decir, un perfil sociogenético, un modo de ser inducido por un orden social y un “ethos”, en un momento histórico.

Destaquemos, entre los clásicos a Erich Fromm y su “Pisocoanálisis de la sociedad contemporánea”, durante la década de los cincuenta y, desde luego, Gilles Lipovetsky durante los ochenta con un libro cuyo título es ya elocuente “La era del vacío”.

La pregunta sobre un cierto “carácter social” en la sociedad chilena de hoy parece pertinente, en un momento de malestar y efervescencia. No podemos negar que desde hace ya casi cuatro décadas nuestro país ha vivido bajo la impronta de una “sociedad de consumidores”, rostro cotidiano del llamado tardo capitalismo global de cuño neoliberal. Este diseño social y cultural ha construido un “carácter social” en buena parte de la población, cuestión que no podemos soslayar en la hora presente.

Digamos, por de pronto, que el capitalismo de consumo desplaza la clásica noción marxista de “fetiche” por aquella de “fantasmagoría”  En el capitalismo contemporáneo, muchas de las contradicciones se juegan más en los escaparates que en las fábricas. El capital se ha transformado en imagen y lenguaje, esto es, el capital habita la subjetividad de las masas, travestidas en ilusorios individuos, consumidores. Es más, la lógica del capital, hoy por hoy, acumula tiempo, el tiempo-vida de cada uno de nosotros.

En este sentido, el conservadurismo político de la derecha chilena no es sino el voraz apetito de perpetuar una ficción hegemónica, capitalizando el tiempo histórico a favor de su dominación. Aclaremos, la derecha conservadora desea postergar – acaso indefinidamente –  el cambio. Hasta el presente, ha logrado mantenerse en una posición de privilegio por cuarenta años, utilizando para ello el expediente militar o la democracia como mera performance estadística y fasto mediático ,o bien, la seducción del consumo.

En el Chile de hoy, ni siquiera los discursos contestatarios pueden eximirse de una dimensión de queja de consumidores. Esto es así porque el “carácter social” de tipo fáustico, propio de la modernidad, ha sido sustituido por un perfil de tipo “narcisista” que enaltece el individualismo por sobre cualquier forma de comunitarismo, cualquier imperativo afincado en el “deber” por una afán de “placer”  individualizado. En pocas palabras, cualquier forma de “convicción”  por cualquier forma de “seducción” La sociedad chilena vive hoy lo que se ha dado en llamar el “capitalismo libidinal”, una forma social y cultural que responde, en lo esencial, a las pulsiones del deseo. Desde una perspectiva psico social, estamos ante el desplazamiento desde el síndrome neurótico hacia los trastornos narcisistas de personalidad.

La interrogante que se instala en una sociedad tal es si acaso se puede conjugar el deseo con el cambio social. Es claro que en la sociedad chilena actual hay un alto grado de frustración. La cuestión es que si tal malestar respecto de la desigualdad social, expresada en el grado diferenciado de acceso al consumo, posee un contenido de politicidad capaz de transformar el actual estado de cosas. La emergencia de movimientos sociales en los últimos años, todavía en estado larvario, parece responder afirmativamente a la pregunta sobre su potencial transformador en el porvenir.
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Digamos, para terminar, que una sociedad que se afirma en el deseo y la desigualdad no puede sino desembocar en una profunda frustración de masas que ve negada la promesa del consumo suntuario. Esto nos lleva a la inversión de la tesis canónica en cuanto que una sociedad en que las “condiciones objetivas” hacen imposible un vuelco de la situación, pero las “condiciones subjetivas” reclaman su realización; sólo podría desembocar en una “revuelta”, propio de las sociedades enfermas…  como la sociedad chilena de hoy. Un malestar de la ciudadanía que no encuentra un cauce político, conduce tarde o temprano, ineluctablemente, a una indignación ciudadana anhelante que busca expresarse a través de la mera “rebelión ciudadana”, como ya ha ocurrido en distintas partes del mundo.

*Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS

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