Chile. – DEUDAS PENDIENTES

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

LO QUE DEBE EL PODER JUDICIAL

Lucía Sepúlveda Ruiz

La visita a Chile de los magistrados españoles Baltasar Garzón y Carlos Castresana puso de relieve las deudas del poder judicial chileno con su pueblo, al recordarnos a todos que las gotas de justicia obtenidas hasta ahora sólo fueron posibles después de la prisión de Pinochet en Londres el 16 de octubre de 1998 , a requerimiento de Garzón.

Esta es una deuda acumulativa, que en muchos casos se arrastra por más de 30 años. A pocos días de otro aniversario del golpe de Estado, y cuando el gobierno de la presidenta Bachelet busca acordar con la oposición el nombramiento de nuevos ministros de la Corte Suprema , es pertinente recordar algunas cosas. Decir, por ejemplo que sólo a partir del año 2001, el año en que el gobierno de la época pidió a la Corte Suprema nombrar jueces especiales, se comenzaron a investigar realmente los crímenes de la DINA.

El resultado de aquello es muy dispar, ya que si bien se ha avanzado notablemente en cuanto a la verdad, no es posible decir lo mismo en cuanto a la justicia. Hasta ahora no hay fallos sobre casos de ejecuciones, salvo para los llamados casos emblemáticos, como el de Tucapel Jiménez o los degollados. Varios jueces investigaron con dedicación los secuestros, pero muy poco de ellos dieron el paso lógico siguiente: emitir sentencia. Los ministros Alejandro Solís y Joaquín Billard están entre aquellos que completaron el ciclo de la justicia. El juez Juan Guzmán, por el contrario, dictó muchas encargatorias de reo pero ni una sola sentencia, y luego de su jubilación, sus causas –Caravana de la Muerte , Operación Colombo, caso calle Conferencia y otros– pasaron al ministro Víctor Montiglio , que ya en dos oportunidades intentó sin éxito aplicar la amnistía.

Veinte años de impunidad

El actual ministro de la Corte Suprema Hugo Dolmetsch, que se ha ganado buena reputación como investigador, también hizo una verónica a su responsabilidad como ministro del fuero, ya que se fue sin dictar sentencia en el crimen del periodista José Carrasco Tapia, que esclareció luego de cinco años de investigación, con las respectivas encargatorias de reos y confesiones. Este mes de septiembre de 2006 se cumplen 20 años de ese crimen, sin embargo el juez dejó inconclusa su tarea, e incumplido su compromiso formulado repetidas veces ante el gremio periodístico de hacer justicia, demanda que la orden ha reiterado cada año.

Por otra parte, recientemente se han conocido las condenas en primera instancia dictadas por el ministro Jorge Zepeda para Paul Schaeffer , el dirigente de Colonia Dignidad, de siete años en tanto que los ex jerarcas Kart van den Berg yKurt Schnellenkamp recibieron cinco años de condena. La sentencia afecta también al ex vocero del enclave, doctor Harmut Hopp , quien recibió 541 días de cárcel como encubridor.

Se trata de sentencias de una benevolencia extraordinaria en relación a los crímenes cometidos: siete años por la tenencia y fabricación del más poderoso arsenal encontrado en Chile hasta ahora en manos de privados. A diferencia de lo que ocurre con los campesinos mapuche , en cuanto a Dignidad nadie habla de terrorismo y se aplica una ley que favorece al ex enclave alemán y que es elocuente sobre su pertinaz influencia y poder.

La negra cuenta de los jueces

Otro hecho a anotar en la negra cuenta del poder judicial, es que algunos de estos ministros se están inclinando ahora en sus fallos de casos de derechos humanos, por la aplicación de la media prescripción –rebaja de pena de acuerdo a los tiempos en que prescribe un delito común– desconociendo los tratados internacionales de derechos humanos suscritos por Chile. Así lo hizo el propio Dolmetsch al fallar en el caso del asesinato de Jecar Neghme , lo que permitió a cuatro de los cinco criminales salir en libertad condicional.

La percepción de aquellos directamente afectados por la persistente denegación de justicia asoma en esta declaración de la familia Vergara dada a conocer a fines de agosto: “Los carabineros asesinos de nuestros amados hijos Eduardo y Rafael, Alex Ambler Hijonosa , Francisco Toledo Puente y Marcelo Muñoz Cifuentes , después de poco menos de un mes de ser encargados reos han sido dejados en libertad bajo fianza por $ 200.000.

«El cuarto integrante de la patrulla asesina, Jorge Marín Jiménez, el desgraciado que recibió la orden de rematar a Rafael de un disparo en la nuca con apoyo de arma en la piel, simplemente nunca se presentó para ser notificado… Nosotros hicimos todo lo humanamente posible para que esto no ocurriera, advirtiéndole a los jueces el peligro en que nos ponen como familia si dejaban en libertad a estos asesinos.

«Ambler Hinojosa es un sujeto peligroso, es miembro de la CNI y además tiene mucho poder en la institución de Carabineros, ya que desde un comienzo empezó quebrándole la mano al Juez Gajardo, no presentándose en los Tribunales de Justicia para ser notificado de su encargatoria de reo, sino que tuvo que presentarse la actuaria del Juez en el edificio de la Mutual de la institución y en el anexo del Hospital de Carabineros para notificar a Toledo y Muñoz”.

Más de 177 crímenes comprobados

Si bien los principales oficiales de la DINA cumplen una cómoda prisión desde 2005 en el penal Cordillera, las penas son en general bajas, por lo que es necesario se dicten las sentencias pendientes por sus restantes crímenes. Quien encabeza el «ránking» de encargatorias de reo, con 177 encausamientos , es el ex jefe de la DINA , Manuel Contreras, que no cesa de idear maniobras para impedir nuevos fallos en su contra. Actualmente cumple dos condenas por el secuestro y desaparición de Miguel Angel Sandoval y Diana Aron; apeló por otras 7 sentencias y está encargado reo en 177 causas de desaparecidos.

Ya cumplió otra condena en Punta Peuco por el asesinato del ex canciller Orlando Letelier. De las futuras sentencias dependerá el tiempo de la estancia del otrora poderoso general en el penal de la comuna de Peñalolén. Aun con privilegios, por ahora al menos, está encarcelado como reo rematado sólo por dos causas de desaparición de miristas. Derrotada la tesis de la amnistía, Contreras y los otros criminales están procurando que se institucionalice la prescripción, un subterfugio que le permitió rebajar a la mitad la condena que Contreras debía recibir por el secuestro y desaparición de los socialistas Víctor Olea y el joven Mario Carrasco.

La macabra cuenta

Su subordinado, Miguel Krassnoff , el jefe de la Agrupación Halcón (ex brigadier de ejército) cumple dos condenas, apeló cinco sentencias y tiene otras 52 encargatorias de reo. Por su parte, Marcelo Morén Brito, ex coronel de ejército, jefe de la casa de torturas de Londres 38 y del recinto clandestino de detención Villa Grimaldi, y jefe de la Brigada Caupolicán cumple también dos condenas, apeló de ocho y tiene otras 98 encargatorias de reo. Otro ex miembro de la DINA, Fernando Laureani (ex brigadier de ejército) jefe de la agrupación Vampiro ya cumple una condena pero está encargado reo en otros 32 casos. Basclay Zapata (suboficial de ejército) y miembro de la agrupación Halcón , no tiene condenas a firme y está apelando de seis sentencias; tiene otras 43 encargatorias de reo.

Por su parte, Osvaldo Romo, señalado por sobrevivientes y familiares como uno de los más despiadados agentes, está encargado reo, entre otras causas, por 46 casos de la Lista de los 119 y cumple dos condenas –por Diana Aron y Jorge Espinosa–, apela por 4 sentencias y tiene en total 89 encargatorias de reo. El pasado dos de agosto, la Corte Suprema confirmó la condena de siete años de presidio para Romo por el secuestro calificado del militante del MIR Jorge Espinosa Méndez, ocurrido el 18 de junio de 1974, e incluido por la DINA en la Lista de los 119.

El joven secuestrado

Jorge Espinosa era estudiante de tercer año de Filosofía en la Universidad de Chile, y ex alumno del Liceo de Aplicación donde integró el grupo musical Fenders. Había sido indultado por el Presidente Allende el 4 de enero de 1971, junto a Dagoberto Pérez y otros líderes del MIR detenidos por acciones armadas de épocas anteriores a las elecciones en que triunfó la Unidad Popular.

Jorge había estado ligado a las luchas poblacionales en la comuna de San Miguel, al sur de Santiago, donde participó en la toma de terrenos del campamento Magali Honorato. Durante el gobierno de Allende, ese campamento fue parte de la fundación de la población Nueva Habana –hoy Nuevo Amanecer–, un referente político de la lucha de los sin casa en esa época. Poco después de su detención fue secuestrado su hermano “Juancho”, jefe de la Fuerza Central del MIR de esos años, quien sobrevivió. Jorge fue visto en la casa de torturas de Londres 38, y su madre lo buscó hasta su muerte en 1988. Falleció de cáncer, como muchas madres de desaparecidos.

Algunos avances

El ministro Alejandro Solís anunció en agosto el cierre del sumario por el asesinato del General Prats y su cónyuge Sofía Cuthbert el 30 de septiembre de 1974, lo cual implica la pronta formulación de acusación contra el ex director de la Dina , Manuel Contreras y los brigadieres (r) Pedro Espinoza , José Zara y Cristoph Willike , el general (r) Raúl Iturriaga Neumann , el suboficial Reginaldo Valdés y los civiles Mariana Callejas y Jorge Iturriaga Neumann, todos procesados por esos crímenes.

La segunda sala de la Corte de Apelaciones acaba de quitar el beneficio de media prescripción a los integrantes del comando conjunto responsables del secuestro de Carlos Contreras Maluje (1976). La Corte aumentó las penas que Fuentes dio a los inculpados, el general de brigada aérea Freddy Ruiz, el coronel retirado Juan Saavedra Loyola, el capitán de fragata retirado Daniel Guimper y los oficiales FACH Manuel Muñoz Gamboa y César Palma Ramírez.

Condenas apeladas

Contreras y Krasnoff están apelando de las condenas en primera instancia que comparten por los casos de Luis Guajardo y Sergio Tormen, los hermanos M. Elena y Galo González, Dagoberto San Martín, Víctor Olea y Mario Carrasco, todos relacionados con la Operación Colombo o Lista de los 119. Krasnoff lo hace además por la pena que obtuvo por Manuel Cortez Joo y Jorge Espinosa, también de la lista.

Además del crimen del ex comandante en jefe del ejército, que tuvo lugar en el barrio Palermo de Buenos Aires, el ex jefe de la DINA y Miguel Krasnoff están enjuiciados por la Operación Cóndor , una asociación criminal internacional de la policía secreta chilena para asesinar en el exterior a opositores a la dictadura, con el apoyo de sus pares de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia. Los dos altos jerarcas de la DINA fueron encausados por las desapariciones de Patricio Biedma, Jean Claudet , los dirigentes del MIR Edgardo Enríquez yJorge Fuentes, así como por Víctor Oliva, Juan Hernández, y Manuel Tamayo, detenidos en Argentina, y Paraguay y trasladados a Chile.

La Operación Colombo fue un montaje mediático armado por la DINA con el fin de amedrentar y desconcertar a los familiares de los desaparecidos y a los organismos de derechos humanos, encubrir los secuestros presentándolos como hechos delictuales ocurridos en el extranjero, y desprestigiar la lucha de resistencia.

Contreras está encargado reo en 68 casos de la llamada Lista de los 119. Manuel Contreras fue encargado reo junto a Osvaldo Romo por el montaje de falsos enfrentamientos con cobertura de Televisión Nacional (en la voz del periodista Julio López Blanco) el 19 de noviembre de 1975, en los cerros de La Rinconada de Maipú . A ese lugar rural cercano a Santiago, fueron llevados los miembros de la familia Gallardo luego de ser interrogados y torturados en Villa Grimaldi. El procesamiento es por los homicidios de Catalina, Roberto y Alberto Gallardo, Luis Gangas, Mónica Pacheco. Este hecho está siendo investigado también por el tribunal de ética del Colegio de Periodistas, ante quien los familiares de los asesinados han interpuesto una demanda sobre el rol de la prensa en ese crimen. El año pasado la entidad que agrupa a los profesionales de la prensa sancionó a los ex directores de medios que participaron en el montaje de la Operación Colombo.

También está procesado el ex jefe de la DINA por el asesinato del dirigente socialista Ezequiel Ponce (1975) ,así como por la desaparición del sacerdote español Antonio Llidó y de David Silberman , hechos ocurridos en 1974. Marcelo Morén Brito también es reo por Lumi Videla y Llidó.

Otros episodios

En la intersección de calles Conferencia con Alejandro del Fierro, en Santiago, hace más de 30 años, el 12 de mayo de 1976, la DINA llevó a cabo un operativo que secuestró en el inmueble a miembros de la dirección del Partido Comunista y a otras personas que llegaron allí. Contreras, Krasnoff y Morén Brito son reos por la desaparición de Bernardo Araya , Jaime Avendaño, Lenin Díaz, Víctor Díaz, Uldarico Donaire, Elisa Escobar, Eliana Espinoza , Jorge Muñoz, Mario Zamorano y Marta Ugarte.

Manuel Contreras, Krasnoff, Morén Brito, Laureani, Basclay Zapata y Osvaldo Romo están además encargados reos por torturas en Villa Grimaldi (22 casos de sobrevivientes) y Contreras también lo está por torturas en Tejas Verdes (22 casos). Hasta ahora no ha habido condenas por tortura en los tribunales chilenos, que por largos años se resistieron a acoger causas presentadas por los ex presos políticos.

Con posterioridad a la constitución de la Comisión Valech, que reconoció oficialmente que en Chile hubo torturados, se ha podido observar un cambio de actitud en algunos sectores judiciales. Ello pese a que el gobierno se negó a entregar la información sobre los torturadores al poder judicial y al país.

LA CONCERTACION
Y VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS DE LA DICTADURA

Felipe Portales*

El conjunto de las políticas sectoriales desarrolladas por los gobiernos concertacionistas se entienden en el marco de su proyecto político-económico global. En este sentido, su política de derechos humanos respecto de la herencia de la dictadura se comprende en el contexto de la profunda transformación del liderazgo de la Concertación, experimentada a fines de los 80 del siglo pasado, en relación a la democracia tutelada y al modelo económico neoliberal impuesto por la dictadura.

En efecto, aquel liderazgo modificó sustancialmente su concepción misma de la democracia. Así, el conglomerado antecesor de la Concertación –la Alianza Democrática- había planteado claramente su rechazo a la Constitución del 80, considerando que sus preceptos permanentes contenían diversos dispositivos esencialmente antidemocráticos que impedían que la Constitución y las leyes fueran el producto de la voluntad mayoritaria del pueblo.

Concretamente, en Julio de 1984, señaló que «no hay democracia posible… dentro del marco de los preceptos permanentes de esa Constitución [de 1980], si no se hace del Congreso Nacional un cuerpo verdaderamente representativo de todos los sectores del pueblo de Chile, elegido íntegramente por sufragio universal y dotado de reales atribuciones legislativas y fiscalizadoras; si no se democratiza la composición del Tribunal Constitucional; si no se deroga la inamovilidad de los Jefes de la Fuerzas Armadas y de Orden y no se limitan las facultades del Consejo de Seguridad Nacional a las propias y específicas de su función; si no se cambian las normas sobre Reforma de la Constitución por otras que la hagan posible, y si no se asegura la efectiva igualdad de derecho de todos los chilenos»1.

Sin embargo, ya en Agosto de 1991, y sin que ninguno de esos cambios se hubiera efectuado, el entonces presidente Aylwin expresó que «la transición ya está hecha. En Chile vivimos en democracia»2. De este modo, lo que en 1984 se consideraba, con toda propiedad, como requisitos ineludibles para la existencia de una democracia, en 1991 se empezó a concebir como simples factores de perfeccionamiento de ella. Así, Aylwin agregó que «esta democracia es susceptible de perfeccionarse, sí, y una de las tareas que tenemos por delante es perfeccionar la democracia y eso exige algunas reformas constitucionales, tarea que mi gobierno ha abordado y que probablemente no va a dejar completada y será tarea del próximo gobierno»3.

En otras palabras, Aylwin y el liderazgo de la Concertación comenzaron a ver a la Constitución de 1980 como democrática, solo que imperfecta. Esto es: transformaron esencialmente su concepto mismo de democracia, al valorar como tal la Constitución impuesta por la dictadura, con todos sus dispositivos autoritarios vigentes e intocados.

Esto explica porqué el liderazgo de la Concertación ha considerado como democrático el sistema político chileno tanto antes como después de la reforma constitucional que el año pasado eliminó la tutela militar formal. Y porqué considera nuestro actual sistema como democrático, pese a que están vigentes aún el sistema electoral binominal y los altos quorums requeridos para modificar la Constitución y las leyes orgánicas constitucionales; todos los cuales impiden que la Constitución y las leyes sean el producto de la voluntad mayoritaria del pueblo.

A su vez, el profundo cambio de concepciones democráticas del liderazgo de la Concertación se explica por el giro copernicano de sus concepciones económicas que tuvo lugar a fines de la década del 80. Así, la eminencia gris de su primer gobierno, Edgardo Boeninger, nos señala que aquel liderazgo asimiló las visiones liberales que inspiraron a la dictadura, llegando a una convergencia con la derecha en este ámbito, «convergencia que políticamente el conglomerado opositor no estaba en condiciones de reconocer»4.

Lo anterior por su parte, explica la aparentemente increíble –y muy ocultada hasta el día de hoy– cesión de la mayoría parlamentaria simple que le aguardaba a Patricio Aylwin en 1990, de haberse mantenido sin cambios la Constitución del 80.

En efecto, sus artículos 65 y 68 establecían –para favorecer a un Pinochet ganador del plebiscito del 88 y presidente hasta el 97– que el futuro presidente tendría mayoría legislativa teniendo solamente mayoría absoluta en una cámara y un tercio en la otra5. Sin embargo la derrota de Pinochet en aquel plebiscito generó la previsión opuesta. La Concertación ganaría la presidencia con Aylwin y obtendría con seguridad la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en un tercio en el Senado6 ¡Y la Concertación aceptó regalar esa mayoría inminente por medio de las reformas de aquellos artículos, las cuales pasaron inadvertidas dentro del paquete de 54 reformas aprobadas por consenso entre Pinochet y el conglomerado opositor y ratificadas por el plebiscito de Julio de 1989!

Este cuadro inédito en la historia de la humanidad en que una coalición política prefiera ser minoritaria en el parlamento, no puede ser explicado ni por la estupidez ni el temor. Es absurdo sostener que un ataque de estulticia cegó simultáneamente a decenas de líderes políticos. También lo es sostener que el temor puede llevar a alguien a cederle poder a quien teme, pues esto lo hace evidentemente más vulnerable a sus eventuales ataques.

La única explicación razonable es la que se deduce del propio Boeninger. Esto es, que la pérdida de la mayoría parlamentaria le permitió plausiblemente al liderazgo de la Concertación culpar a ese hecho de no poder desarrollar un programa de reformas económico-sociales en las que inconfesablemente ya no creía. De otra forma, dicho liderazgo habría quedado desnudo en su falta de consecuencia al no buscar aplicar su programa prometido.

Este abandono de las promesas de cambio social es lo que nos permite entender, también, su negativa a efectuar pactos electorales con la izquierda extraconcertacionista, pese a que dichos pactos le habrían dado mayoría parlamentaria propia en las dos cámaras ya en 19987.

Todo lo anterior quedó patentemente demostrado en el año 2000, durante el gobierno de Lagos, cuando la Concertación quedó con mayoría en las dos cámaras desde agosto de ese año hasta marzo de 2002, por los desafueros de los senadores Pinochet y Francisco Javier Errázuriz. En ese lapso ¡el gobierno no impulsó ningún proyecto destinado a transformar las instituciones económico-sociales impuestas por la dictadura! En realidad la opinión pública ni siquiera se enteró o le importó de que se produjera un vuelco en la mayoría del Congreso Nacional. Se había acostumbrado o resignado a la consolidación del modelo económico efectuado por los propios gobiernos de la Concertación.

Ya a comienzos de esta década ni siquiera causaban asombro verdaderas apologías de la obra económica de la dictadura, efectuadas por connotados líderes concertacionistas, como la realizada por el ex presidente del PDC y actual canciller, Alejandro Foxley, en mayo de 2000, en la que dijo que «Pinochet… realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo. Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización que ocurrió una década después, al cual están tratando de encaramarse todos los países del mundo. Hay que reconocer su capacidad visionaria… de que había que abrir la economía al mundo descentralizar, desregular, etc.

«Esa es una contribución histórica que va perdurar por muchas décadas en Chile y que, quienes fuimos críticos de algunos aspectos de ese proceso en su momento, hoy lo reconocemos como un proceso de importancia histórica para Chile, que ha terminado siendo aceptado prácticamente por todos los sectores. Además, ha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos, para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo, y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar»8.

Ha sido tal el grado de consolidación del modelo neoliberal en esta década y media, que ha provocado en los últimos años reiterados cuestionamientos del episcopado católico por las escandalosas desigualdades sociales que genera. Y, por otro lado, ha suscitado numerosos panegíricos a Lagos y su gobierno por parte de connotados líderes de derecha. Así tenemos las declaraciones de «amor» a Lagos hechas por el presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, Hernán Somerville, con ocasión de la reunión de la APEC en Octubre de 20059; las expresiones del destacado economista de derecha, César Barros, de que Lagos ha sido «el mejor presidente de la derecha de todos los tiempos»10, y la calificación del político de la UDI, Herman Chadwick, de que su gobierno fue «muy bueno»11.

Y en términos más generales, tenemos las expresiones del cientista político, Oscar Godoy, quien consultado si no observa un desconcierto en la derecha por la «capacidad que tuvo la Concertación de apropiarse del modelo económico»; respondió: «Sí. Y creo que eso debería ser un motivo de gran alegría, porque es la satisfacción que le produce a un creyente cuando consigue la conversión del otro. Por eso tengo tantos amigos en la Concertación; en mi tiempo éramos antagonistas y verlos ahora pensar como liberales, comprometidos en un proyecto de desarrollo de una construcción económica liberal, a mí me satisface mucho»12.

La conformidad con el sistema político autoritario y el modelo económico heredados de la dictadura nos permite comprender otros tres elementos insólitos de las políticas concertacionistas desarrolladas en estos 16 años: los intentos por consolidar la impunidad en materia de graves violaciones de derechos humanos; la autodestrucción de los medios de comunicación concertacionistas y la ausencia total de esfuerzos por revitalizar las organizaciones sociales de los sectores medios y populares destruidas por la dictadura. De estos dos últimos solo reseñaremos la idea esencial.

El giro copernicano del liderazgo de la Concertación no se extendía a su base, ni menos a periodistas que habían demostrado una gran consecuencia y valentía en la lucha contra la dictadura y su modelo económico. Por tanto, a esta luz resultan perfectamente comprensibles las políticas gubernamentales de bloqueo de ayudas extranjeras a las revistas concertacionistas13; las de discriminación del gasto público dirigidas contra el conjunto de los medios escritos afines a la Concertación14, y la de impedir la existencia de un diario de centroizquierda como Clarín, vía negarle indemnización a su propietario confiscado por la dictadura15. Políticas que han llevado a la destrucción de la generalidad de los medios escritos concertacionistas o afines.

Otra consecuencia natural de la asimilación del modelo económico neoliberal de la dictadura ha sido la conformidad con sus consecuencias sociales. Esto es, con la atomización de la sociedad y específicamente con la destrucción o irrelevancia del conjunto de organizaciones que articulaban y le daban peso social y político a los sectores medios y populares: los sindicatos; las juntas de vecinos y organizaciones anexas; los colegios profesionales; los gremios de pequeños productores; y el movimiento cooperativo, entre otros.

La asimilación de la herencia de la dictadura nos permite entender, también, las razones de fondo de porqué el liderazgo concertacionista ha abandonado la búsqueda de justicia. Si la obra económica de aquella se visualiza en términos tremendamente positivos; y si se considera que dicha obra no pudo efectuarse sino por medios dictatoriales16, es inevitable que las violaciones de derechos humanos conexas sean percibidas como mucho menos graves.

Ciertamente que esta lógica no tiene porqué llevar a aceptar la brutal escala a que llegaron las violaciones de derechos humanos bajo la dictadura; pero sí a que ellas, en algún grado, representaron un mal necesario o mal menor. Naturalmente que para quien adhiere a la Concertación es impresentable asumir explícitamente esta lógica. Por eso que su liderazgo, al promover concretamente la impunidad, ha recurrido a argumentos de «prudencia», «paz social» o «razones de Estado», argumentos que además pueden adecuarse muy bien a los miedos traumáticos dejados en la sociedad chilena por la aplicación de un terrorismo de Estado durante cerca de 17 años. Sería ética y políticamente insostenible plantearlo de otro modo. Pero lo concreto es que, en la práctica, el liderazgo concertacionista ha promovido sistemáticamente la impunidad, tratando que ésta sea digerible mezclada con algunas dosis mínimas de reconocimiento de la verdad histórica y de reparaciones a las víctimas.

Así, el propio Boeninger reconoce que la consolidación de la impunidad fue un claro objetivo del gobierno de Aylwin: «En el marco de la estrategia del Gobierno una primera decisión fue no intentar la derogación o nulidad de la Ley de Amnistía de 1978, pese a que tal propósito estuvo incluido en el programa de la Concertación. Esto significaba aceptar que no habría castigo por condena penal de los responsables de los crímenes cometidos con anterioridad a su promulgación, con la sola excepción del asesinato de Orlando Letelier, explícitamente exceptuado de dicha ley por el propio gobierno de Pinochet»17. A su vez, cuando el gobierno de Lagos adquirió fortuitamente mayoría parlamentaria –entre agosto de 2000 y marzo de 2002–, se hizo también completamente el leso respecto de dicho compromiso programático.

Además, para fundamentar el abandono de la justicia como objetivo de gobierno, el ministro del Interior de Aylwin, Enrique Krauss, elaboró a comienzos de 1991 una inédita distinción entre una justicia pura que estaría referida a otorgar reparaciones a los familiares de las víctimas; y otra justicia que estaría contaminada por la venganza, que sería la aplicación de sanciones penales a los victimarios18.

Por otro lado, el gobierno concibió también el esclarecimiento de la verdad histórica de los detenidos-desaparecidos como un sucedáneo de la justicia. Por ello que la comisión que se creó para tal efecto fue denominada de «Verdad y Reconciliación»; Enrique Krauss señaló que «la verdad… representa un juicio sereno y verdadero, mas valioso que una sentencia jurídica»19, y el subsecretario del Interior, Belisario Velasco, declaró que «lo que el Gobierno espera, como conclusión de este informe [de Verdad y Reconciliación, más conocido como Rettig], es que precisamente con el conocimiento de la verdad haya reconciliación en el país» y que «Chile necesita un perdón generoso para que haya reconciliación»20.

A la impunidad judicial por la mantención del decreto-ley de amnistía –denominada «auto-amnistía» por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos–, los gobiernos concertacionistas agregaron la impunidad moral y administrativa, en la medida que mantuvieron en secreto el nombre de los violadores de derechos humanos y permitieron que la generalidad de ellos continuara con su carrera militar. Es más, se ha designado o pretendido designar –y mantenido, en varios casos que suscitaron controversia– como agregados de Chile en el exterior, en cargos diplomáticos o en misiones internacionales, a numerosos oficiales que se han visto involucrados en graves violaciones de derechos humanos.

Han sido los casos de Jaime Lepe en España21; Pablo Belmar en Ecuador y El Salvador22]; George Willeke en El Salvador23; Miguel Krasnoff Marchenko en Rusia24; Héctor Barrientos en España25; Sergio Espinoza Davies en Naciones Unidas26; Rodolfo Ortega en España27 y Ricardo Manríquez en Honduras28.

Ni siquiera se puede sostener que con el Informe Rettig el gobierno de Aylwin efectuó una adecuada difusión de la verdad. Al hecho de que prácticamente no se hizo ninguna campaña de difusión del Informe; hay que agregar que la propuesta del ministro de Educación de la época, Ricardo Lagos, de utilizar el Informe Rettig como texto de estudio escolar, fue rápidamente desechada ante la oposición de la UDI 29 y hasta el día de hoy. Además, el Gobierno ¡ni siquiera inscribió el Informe en el Registro de Propiedad Intelectual!, quedando fuera de las bibliotecas públicas, hasta que en 1996, la Corporación de Reparación y Reconciliación, antes de cerrarse, y dándose cuenta de tal «olvido», procedió a sacar una nueva edición del Informe, inscribiéndolo como es debido30.

Respecto de la verdad sobre los detenidos y torturados durante la dictadura; los sucesivos gobiernos concertacionistas se opusieron durante muchos años a afrontar el tema, pese a que de acuerdo al propio Informe Rettig había constituido la forma más extendida de represión. Luego de insistentes demandas de organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos, al fin se avino el gobierno de Lagos en 2003 a constituir una comisión que registrara a las víctimas (Comisión Valech).

Sin embargo, dada la escasísima difusión que tuvo su labor31 y el corto plazo establecido para su inscripción –seis meses–, la gran mayoría de las víctimas no pudo acreditar oficialmente su condición, quedando fuera de los beneficios de la subsiguiente ley de reparaciones. Además, ésta les brindó una paupérrima pensión mensual de menos de 200 dólares, que está muy lejos de compensar el daño físico y psicológico inferido, más aún cuando la gran mayoría de los afectados padeció adicionalmente exilio, cesantía prolongada o imposibilidad de culminar estudios superiores, con lo cual vio tronchados sus proyectos de vida32. Tampoco, dicha ley de reparaciones acogió las recomendaciones de la Comisión Valech relativas a las reparaciones morales y jurídicas para los afectados, ni las medidas educativas y de prevención de la tortura propuestas.

La culminación de la política de falta de compromiso con un esclarecimiento efectivo de la verdad de los gobiernos de la Concertación, lo representa la insólita indolencia en la dilucidación de la identidad de las personas desaparecidas que ha salido a luz recientemente en relación a los restos humanos encontrados en 1991 en el Patio 29 del Cementerio General.

La indiferencia y el ocultamiento manifestados por estos gobiernos respecto de informes críticos efectuados por especialistas nacionales y extranjeros desde 1994, en una materia que siempre fue proclamada como la de más alta prioridad, constituye la demostración más patente de la falta de compromiso efectivo del liderazgo de la Concertación, no solo respecto de la justicia, sino además con relación al esclarecimiento de la verdad.

Pero los sucesivos gobiernos y el liderazgo de la Concertación no se han contentado solamente con abandonar toda idea de derogar el decreto-ley de autoamnistía de 1978; sino que además han pretendido extender dicha amnistía hasta 199033 o han promovido directa o indirectamente –con el concurso de las cúpulas de las Fuerzas Armadas y de los partidos de derecha– diversos proyectos de ley destinados a avalar y consagrar la autoamnistía; o a promover la impunidad a través de sustanciales rebajas de penas a violadores de derechos humanos; o de la inmunidad de muchos de los autores de desapariciones forzadas de personas a cambio de entrega de informaciones sobre los crímenes.

Han sido los casos del «acuerdo-marco» de 199034; del proyecto de ley Aylwin de 199335; del proyecto de ley Frei de 199536; del acuerdo Figueroa-Otero del mismo año;37 del proyecto de ley de la Comisión de Derechos Humanos del Senado de fines de 199838 del proyecto de ley de inmunidad de 2003139 y del proyecto presentado en 2005 por varios senadores de la Concertación y de la derecha40.

Afortunadamente, gracias a la reacción en contra de las organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos41, de los partidos de la izquierda extraconcertacionista y de sectores mayoritarios de algunos partidos miembros de la propia Concertación –particularmente del PS– se ha impedido que aquellos intentos de impunidad se consumaran. Hay que tener en cuenta que si varios de ellos se hubieran aprobado, habría sido imposible la reactivación de los procesos y las condenas judiciales logradas en esta década.

De todas formas, es importante tener presente que hasta la fecha solo se ha podido hacer justicia en un ínfimo número de casos de las decenas de miles de crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura. Esto es, en los de Juan Alegría, Mario Fernández, Manuel Guerrero, Tucapel Jiménez, Orlando Letelier, Santiago Nattino, José Manuel Parada y Miguel Ángel Sandoval. Además, en varios de ellos los autores intelectuales y muchos coautores, cómplices y encubridores han quedado impunes; o las penas han sido muy bajas, en virtud de la muy discutible aplicación del beneficio de la media prescripción42.

Otra expresión de las políticas a favor de la impunidad del liderazgo concertacionista han sido las sistemáticas acciones u omisiones de los gobiernos de la Concertación a favor de la impunidad en diversos casos judiciales de gran trascendencia nacional e internacional, no importando siquiera en ello el desprestigio de nuestro país en el mundo. Así, en el caso del asesinato del ex agente de la DINA en Uruguay, Eugenio Berríos, el gobierno de ese país le representó, tanto al gobierno de Aylwin como al de Frei, su malestar por la escasa colaboración brindada a su investigación judicial43. En el juicio por el asesinato del ciudadano chileno-español, Carmelo Soria, el gobierno de Frei le aportó a la Corte Suprema una información sesgada que fue crucial para que ella aplicara la amnistía a sus victimarios44. En relación con el frustrado asesinato de Bernardo Leighton y su esposa, los gobiernos de Frei y Lagos no se preocuparon de que los condenados por dicho caso en Italia –Manuel Contreras y Raúl Iturriaga– fueran extraditados a ese país o se abriera, en subsidio, un juicio a ellos en Chile.

Respecto del asesinato del general Carlos Prats y su esposa, el desinterés concreto del Gobierno de Frei por lograr la condena de quienes idearon y organizaron el complot, llevó a sus tres hijas a publicar una carta de protesta dirigida al ministro del Interior45. Pero, sin duda, la conducta más ilustrativa en este ámbito han sido los esfuerzos de los gobiernos de Frei y Lagos por lograr la impunidad de Pinochet luego de haber sido detenido en Londres. Primero, a través de las fervientes gestiones por salvarlo de su segura condena en España, logrando su vuelta a Chile. Y, luego, a través de una verdadera campaña pública y privada de presión a los tribunales, y especialmente al juez Juan Guzmán, para liberar de juicio a Pinochet por falsas razones de salud mental46.

Otro elemento crucial en favor de la impunidad lo ha constituido la permanente renuencia gubernamental a buscar la justicia en las decenas de miles de casos de tortura. Así, a las declaraciones del entonces ministro del Interior, José Miguel Insulza, en contra de la presentación de querellas por dichos crímenes contra la humanidad47, se ha sumado la virtual impunidad que estableció la ley de reparaciones aprobada en Diciembre de 2004 para los casos de tortura, ¡al impedirle al Poder Judicial tener acceso a las decenas de miles de denuncias concretas en tal sentido presentadas ante la Comisión Valech!

Por otro lado, el Consejo de Defensa del Estado se ha sumado a la promoción de la impunidad al tratar de impedir que las víctimas de graves violaciones de derechos humanos o sus familiares reciban indemnizaciones estatales. En este propósito ha llegado al extremo de asumir la tesis de la patrulla militar de que Carmen Gloria Quintana se habría quemado accidentalmente a sí misma en 198648, y de plantear que el Informe Rettig constituye un informe privado sin fuerza probatoria en los tribunales; de negar la existencia de campos de concentración y tortura; e, incluso, de cuestionar que haya habido un sistema político dictatorial49.

Además, con ocasión del juicio por la desaparición forzada de Miguel Ángel Sandoval, el Consejo manifestó una actitud favorable a la aplicación del decreto-ley de autoamnistía, ¡pese a que era parte querellante!50 Y esto había sido precedido por numerosos pronunciamientos públicos a favor de la impunidad efectuados por su presidenta, Clara Szczaranski51, todo lo cual no suscitó ninguna reacción critica de parte de las autoridades gubernamentales52.

Por último, es importante resaltar que los diversos pronunciamientos del ex comandante en jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, críticos a las violaciones de derechos humanos cometidos por la dictadura y a favor del «nunca más», no han tenido ninguna correspondencia con algún apoyo institucional sustantivo a favor de su esclarecimiento y sanción.

De este modo, ninguno de los poquísimos casos en que se ha llegado a la verdad y justicia, lo ha sido en virtud de investigaciones efectuadas por las propias Fuerzas Armadas. Tampoco se ha contado con algún apoyo en ese sentido respecto del esclarecimiento de diversos casos comprobados judicialmente en que se produjo –años después de 1973– una remoción y destrucción de restos humanos de las personas detenidas-desaparecidas, lo cual –en el marco de una organización tan jerarquizada como el ejército– resulta inimaginable que se haya llevado a cabo extrainstitucionalmente.

A tal grado ha llegado esa falta de apoyo, que para identificar al comandante del Estadio Chile –actual Víctor Jara– luego del golpe, el abogado Nelson Caucoto tuvo que recurrir a avisos en los diarios para obtener testimonios de ex presos. Fue imposible obtener del ejército tal información.

Asimismo, la ex senadora Carmen Frei se ha quejado públicamente, en reiteradas ocasiones, de la falta de colaboración del ejército en las investigaciones judiciales destinadas a esclarecer el muy probable asesinato del ex presidente de la República, Eduardo Frei Montalva.

Incluso, en casos judiciales originados con posterioridad a 1990 –como el contrabando de armas a Croacia y el asesinato del coronel Gerardo Huber– la justicia militar demostró tal lentitud e ineficacia, que fue reemplazada por ministros en visita que en, poquísimo tiempo, han avanzado notablemente en su esclarecimiento. Peor aún, los miembros del ejército enjuiciados por violaciones de derechos humanos reciben un apoyo económico del conjunto de sus miembros para costear sus defensas judiciales, el cual es descontado por planilla, salvo –lo que en la práctica se hace casi imposible– que la persona de manera explícita manifieste lo contrario.

En conclusión, tenemos que el conjunto de las instituciones gubernamentales han desarrollado en estos años –más allá de las palabras- una sistemática política a favor de la impunidad de las graves violaciones de derechos humanos cometidos bajo la dictadura.

Notas

[1] Patricio Aylwin.- «El reencuentro de los demócratas. Del golpe al triunfo del NO»; Edic. Grupo Zeta, Santiago, 1998, p. 259

[2] «El Mercurio»; 8-8-1991

[3] «El Mercurio»; 8-8-1991 Tarea que aún no es «completada».

[4] Edgardo Boeninger.- «Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad»; Edit. Andrés Bello, Santiago, 1997, p. 369

[5] Pinochet habría tenido con seguridad mayoría absoluta en el Senado [con el sistema electoral binominal y los nueve senadores designados directa o indirectamente por él] y un tercio en la Cámara de Diputados.

[6] Pese a que los nueve senadores designados habrían sido entonces todos de derecha, la Concertación habría elegido un senador en cada una de las 13 circunscripciones originales. De este modo, habría superado el tercio de 12, considerando que el total de senadores era de 35.

[7] Así, la suma de votos de la Concertación y la Izquierda, le habría permitido a la primera obtener un senador más en 1993 [Circunscripción Novena Norte] y dos más en 1997 [Segunda y Octava Interior]; con lo que en lugar de haber estado en minoría en el Senado de 23 a 25, habría tenido mayoría de 26 a 22.

[8] «Cosas»; 5-5-2000

[9] Ver «La Segunda»; 14-10-2005

[10] «La Tercera»; 11-3-2006 Además, Barros compara a Lagos con el hijo pródigo de la parábola evangélica [Lucas 15;11-32], analogando a la derecha económica con Dios Padre y a la derecha política con el hijo mayor que siempre mantiene la ortodoxia.

[11] «El Mercurio»; 21-3-2006

[12] «La Nación»; 16-4-2006

[13] Denunciadas en el caso de «Análisis», «Apsi» y «Hoy» por el ex director de la primera, Juan Pablo Cárdenas [Ver «El Mercurio»; 11-9-2005] ¡Lo que ni siquiera se atrevió o pudo hacer Pinochet!

[14] Denunciadas por Juan Pablo Cárdenas [Ver «El Mercurio»; 11-9-2005] y por Sonia Montecino, Diamela Eltit, Martín Hopenhayn, Manuel Antonio Garretón, Sofía Correa, Bernardo Subercaseaux, José Miguel Varas, José Balmes, Naín Nómez, Ana Pizarro, María Eugenia Horvitz, Francisca Márquez, Elicura Chiluailaf, Alfredo Joignant, Tomás Moulian, Julio Sau, Ramón Griffero, Sergio Trabucco, Paulo Slachevsky, Silvia Aguilera y Faride Zerán [Ver «Rocinante»; N° 84, Octubre, 2005]

[15] Denunciada por Patricia Verdugo [Ver «Rocinante»; N° 47, Septiembre, 2002]

[16] Como lo reconoce Andrés Allamand: «Pinochet le aportaba al equipo económico algo quizás aún más valioso: el ejercicio sin restricciones del poder político necesario para materializar las transformaciones [económico-sociales]» [«La Travesía del Desierto»; Edit. Aguilar, Santiago, 1999; p. 156]

[17] Boeninger.- op. cit.; p. 400

[18] Ver «Las Ultimas Noticias»; 17-2-1991

[19] «Las Ultimas Noticias»; 17-2-1991

[20] «La Epoca»; 4-2-1991 A su vez, el presidente del Senado, Gabriel Valdés, señalaba que 1991 «debe ser el año de cambio de hoja, tanto para conocer la verdad de lo ocurrido con los derechos humanos conculcados, así como para preparar el advenimiento de la reconciliación nacional» [«El Mercurio»; 20-2-1991]

[21] Ver Ascanio Cavallo.- «La historia oculta de la transición»; Editorial Grijalbo, Santiago, 1998, p. 350

[22] Ver «La Nación»; 31-1-1996 y «La Tercera»; 17-2-1996

[23] Ver «La Nación»; 31-1-1996

[24] Ver «El Mercurio»; 1-2-1996

[25] Ver «La Epoca»; 21-11-1997

[26] Ver «La Nación»; 17-10-1998

[27] Ver «La Nación»; 1-3-2004

[28] Ver «La Nación»; 12-4-2004

[29] Ver «El Mercurio»; 7-3-1991

[30] Algo peor sucedió con los resultados de las investigaciones de la Corporación aludida, que luego de varios años acreditó 899 víctimas fatales adicionales al Informe Rettig. Fruto de ese trabajo se editó un libro de más de 600 páginas, cuya publicación pasó prácticamente desconocida, dado que el Gobierno de Frei no le dio ningún relieve.

[31] No hubo ninguna campaña informativa en televisión y ¡hubo solo una inserción en un diario de circulación nacional, en «La Tercera» del 23 de Noviembre de 2003!

[32] Además, que en la mayoría de los casos la pensión comenzó a concederse ¡más de 30 años después de inferido el daño!; que una significativa cantidad de las víctimas simplemente no obtuvo nada por haber ya fallecido; y que a las viudas y familiares sobrevivientes que se aceptó inscribir, ¡se les negó toda indemnización!

[33] Esto fue planteado –con algunas excepciones- por los presidentes del Senado [Gabriel Valdés] y de la Cámara de Diputados [José Antonio Viera Gallo] en Diciembre de 1991 [Ver «El Mercurio»; 15-12-1991 y «El Mercurio»; 17-12-1991] ¡Hasta la derecha se manifestó contraria a la idea!

[34] Ver «El Mercurio»; 12-4-1990 y Allamand; op. cit.; p. 259

[35] Ver «El Mercurio»; 24-8-1993

[36] Ver Allamand; op. cit.; pp. 441-2

[37] Ver «La Tercera»; 17-11-1995

[38] Ver «La Nación»; 17-7-1999

[39] Ver «El Mercurio»; 21-1-2004 y «La Nación»; 28-4-2004

[40] Ver «El Mercurio»; 9-9-2005

[41] Que en varias ocasiones incluyó huelgas de hambre de miembros de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.

[42] A lo que hay que agregar el insólito indulto de Lagos, de Agosto de 2005, a quien degolló a Tucapel Jiménez; siendo que había sido condenado a la extraordinariamente baja pena de ocho años de cárcel y a que ni siquiera había reconocido su participación en el crimen, ni menos se había arrepentido de él.

[43] Ver «La Epoca»; 14-6-1993 y «La Segunda»; 15-2-1996

[44] Ver «El Mercurio»; 29-9-1996

[45] Ver «El Mercurio»; 9-6-1999

[46] Ver «La Segunda», 2-6-2000; «La Nación», 10-8-2000; «Caras», 18-8-2000; «Que Pasa», 2-9-2000; «La Nación», 16-4-2001; «La Nación», 28-8-2002; «La Nación», 30-8-2002 y «El Mercurio», 18-1-2004

[47] «Me preocupa que en este país todo el mundo se ponga a denunciar, porque creo que sería negativo… ¿Queremos ir a buscar a 5 o 20 mil autores? ¿Todo el que golpeó a alguien tiene que ser llevado ante los tribunales de justicia? Mi inquietud va por la tensión del país y no por una tensión con las FF.AA.» [«La Nación»; 15-2-1991]

[48] Ver «La Nación»; 29-7-2003

[49] Ver «La Segunda»; 15-5-2002 y «El Mercurio»; 28-5-2003

[50] Ver «La Nación»; 30-9-2004

[51] En uno de ellos señaló que «las instituciones armadas de Chile son inocentes, cualquiera sea el mando que las sacó de rumbo instigado por intereses civiles, externos y ajenos a la vida militar. Las instituciones necesitan liberarse del peso injusto que hoy las agobia. Chile las necesita descargadas de ese lastre» [«El Mercurio»; 7-9-2003]

[52] El planteamiento de que ella podía estar actuando al margen del gobierno es insostenible, puesto que además de haber sido designada por el Presidente de la República, el Consejo de Defensa del Estado históricamente –más allá de la formalidad de su autonomía- siempre, en sus lineamientos fundamentales, ha actuado en consonancia con los gobiernos.

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* Historiador y sociólogo chileno.

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