Chile: el asesinato de Una belleza nueva

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En una columna publicada en el diario El Mercurio de Chile, bajo el título Respetable público, Cristián Warnken sostiene; «Nos negamos a ser parte de una farsa, el «adorno cultural» de una «televisión pública» que, como muchas palabras en el Chile de hoy, es una palabra vacía. Para nosotros, por lo menos, este show no debe continuar…»

Nos comunican (a mí y a mi equipo) que un programa de entrevistas que venimos haciendo desde hace 16 años en televisión cambiará de horario, a las 8 de la mañana del domingo. La noticia no nos sorprendió especialmente, puesto que apostar por hacer una televisión que dignifique al espectador constituye en estos días una rareza, casi un desvarío extravagante, un «lujo asiático» en tiempos de miseria.

Y hablo de miseria espiritual, esa que no aparece en las encuestas Casen, pero que tiene efectos tan degradantes como la otra, la más evidente. La televisión que me ha interesado hacer guarda un cierto olor a origen: la de una televisión chilena que nació desde las universidades como un servicio al país. Claro, los tiempos han cambiado, el país ha cambiado y la televisión refleja -para bien y para mal- lo que este país es. Enrique Lihn, en la década de 1980, al referirse a la televisión hablaba del «pequeño horno crematorio» donde se «abrasan los sueños», y describe el espectáculo patético de espectadores «reducidos por el showman a su primera infancia», y a las audiencias como «el rebaño que se arremanga atomizado junto al fuego/ en la noche de las cincuenta estrellas».

Al lado de la televisión de hoy, eso sí, la de los 80 (la que conoció y padeció Lihn) nos parece inocente, casi ingenua. La televisión pública y universitaria, como el espacio público, ha sufrido duros embates y mermas en estas décadas, porque asistimos al astillamiento de lo público.

En educación, recién venimos despertando de la ensoñación y la falacia (que algunos lograron inocularnos) de que la usura y la calidad eran compatibles. Nuestras ciudades han sido depredadas por una desmesura y avidez sin límites, y la calidad de nuestra política ha llegado a sus niveles más bajos. Lo más dramático del debilitamiento de lo público no es para las élites, sino para los sectores más populares, que siempre reciben lo peor, lo que «botó la ola»: no tienen acceso a buena educación, no cuentan con librerías ni bibliotecas en sus poblaciones, y muchas veces ni siquiera tienen cable para no resignarse a una televisión cuyos noticiarios, con sus vergonzosas pautas, son el síntoma más evidente de la degradación. Desde la infancia han recibido una alimentación chatarra, una educación chatarra, una televisión chatarra. Pocas veces tienen acceso a la calidad, a lo excelso, para poder elegir con libertad.

Pensamos que por ese público valía la pena dar aunque fuera una quijotesca batalla en la única señal de televisión pública (abierta) de nuestro país que iba quedando, el «canal de todos los chilenos». Que lo mejor de nuestro pensamiento, investigación científica y creación artística llegara a hogares condenados a la pobreza no solo social, sino sobre todo cultural, por una élite sin visión ni pasión por lo público.

Al recibir la notificación del cambio de horario (que más bien era una chile Cristian-Warnkenforma de sacarnos de la pantalla, sin sacarnos), tuve la certeza de que esa humillación era inaceptable y que no había que ponerse de rodillas, solo para subsistir en el «horno crematorio». Al negarnos a estar en esas condiciones en pantalla, cuidamos la dignidad y respeto de nuestros creadores, pensadores e investigadores entrevistados (entre ellos varios Premios Nacionales), que merecen un trato por lo menos igual al de las «estrellas» de los realities y a tanto periodista que apenas sabe balbucear muletillas y frases deshilachadas ante los micrófonos.

Por ellos y por un público abusado por el bombardeo de telebasura, hemos decidido no seguir emitiendo «Una belleza nueva» por las pantallas de una televisión que es hoy nuestra Freirina del alma, y donde la belleza está prohibida todos los días. Nos negamos a ser parte de una farsa, el «adorno cultural» de una «televisión pública» que, como muchas palabras en el Chile de hoy, es una palabra vacía. Para nosotros, por lo menos, este show no debe continuar.

*Profesor de literatura, comunicador, entrevistador, conductor de televisión y poeta chileno. En televisión es conocido por haber sido por más de 16 años el conductor del programa La belleza de pensar, del que fue el creador, y actualmente de Una belleza nueva. Además es el creador y conductor de diversos programas radiales, fue editor y director de algunos periódicos de índole cultural, y es también columnista del diario El Mercurio.

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5 Comentarios
  1. Antonio Casalduero Recuero dice

    Aún recuerdo cuando ese domingo encendí el televisor para ver en «el siete» «Una belleza nueva», incluso lo programé a esa hora, esperé y esperé y nada, sólo más tarde vine a comprender que el programa, ese que vengo siguiendo desde hace años, no aparecería, y para mi sorpresa me enteraría de que sería retirado de la pantalla. Qué profunda decepción y amargura sentí una vez que tuve que asimilar ese hecho puntual con lo que sucede -de manera global- en la televisión chilena actualmente. Pero qué manera de embrutecer a los «ciudadanos de a pie» con cuánta basura hay disponible, con tanto mugrerío que vomita la farándula, con tanto detritus e infamia intelectual proyectada en los «realities», cuyo único propósito es embrutecer al espectador, evitar que piense demasiado, que ría de acuerdo a los designios del director de la sala del estudio televisivo. Después se quejan de que Chile es un país cuya población no comprende lo que lee, que existen analfabetos funcionales, gente que apenas comprende las instrucciones de cualquier aparato… Y ahora nos cierran este programa de los domingos, con entrevistas interesantes, formas bien hilvanadas de hablar, todos ellos un ejemplo de claridad, no sólo verbal o lingüística, sino de pensamiento, de expresión de la idea que se desea comunicar. ¿No será posible que se revierta este sino, que no es necesariamente fatal? ¿No habrá autoridades que tomen cartas en el asunto, que puedan dimensionar este enorme forado que deja la ausencia del programa, uno más entre tantos?

  2. maria cristina dice

    cristian ,,, como entiendo tu indignacion,,para los k te seguimos desde hace mucho,, nos keda claro,, cual es la idea de ir terminando con todo lo k signifique ,,saber ,,informarse,, educarse,,y sobre todo lo k a cultura se refiere,,, me gusta mucha esa frase,,,un pais no se mide por sus riquesas–si no por su cultura ,,,,

  3. osvaldo dice

    Con la misma nostalgia por el Chile pre-dictadura y su entorno valórico de la vida de entonces he leído este dramático articulo. Digo dramático porque lamentablemente parece un hecho irreversible la de desculturización de la gente intelectualmente más desprotegida. Si la generación actual no logra imponer su voluntad y se deja avasallar por el imperio de la ignorancia, el vicio y la renuncia a asumir el ideal de trascendencia que tiene toda generación irremediablemente mensajes como éste caerán en un profundo vacío.

  4. Danitza Peñaranda Tapia dice

    Es una gran lástima que un medio de comunicación sea el precursor de tanta ignorancia que se vive en nuestro país a raíz de una televisión abierta y pública llena de segmentos inicuos para la salud mental de nuestros ciudadanos que merecen un poco de respeto de parte de todas las autoridades democráticamente elegidas por nuestro país, es una pena que se siga generando mas basura en nuestros medios de comunicación que se tornan un tanto precarios y absurdos, muchas insultantes para una mediana inteligencia y que solo se piense que porque eso vende , debe continuar, existiendo nula preocupación social y cero aporte a nuestra cultura y entendimiento.-

  5. alejandro vila letelier dice

    Valiente tu, mi querido amigo, al no ponerte de rodillas,te felicito

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