Chile, el último escándalo y la ley que no fue

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Lagos Nilsson.

Allá por 1905 los dueños de la sastrería familiar nunca pensaron —no habrían podido hacerlo— que en 1998, ya convertidos en una multitienda, La Polar, iban a enfrentar la quiebra; menos todavía que en 2011, luego de la "reingenierización" dirigida por los especialistas de Southern Cross serían los (por ahora exclusivos) protagonistas del mayor escándalo crediticio-financiero que tendría a miles de familias con el credo en la boca. Quizá las cosas pudieron ser distintas, pero el proyecto de ley presentado por el entonces diputado Marco Enríquez-Ominami nunca fue tratado.

Como otras grandes tiendas por departamento, como Hites o Ripley, La Polar se enfoca a la venta de millares de productos —desde electrónica hogareña hasta ropa de vestir— orientada a los sectores de ingresos medios y bajos. A fines de la década de 1981/90 inicia un proceso de expansión agresivo: abre locales que con el tiempo se instalan en las mayores ciudades del país —llegando incluso a Colombia— y establece una tarjeta de crédito propia válida en todas las tiendas de la cadena.

Fue el comienzo de la estafa. Diez años después, cuando su propia crisis de 1998, tenía una docena de locales y más de 300.000 tarjeta-habientes, que podían retirar "adelantos" en efectivo de acuerdo a la línea de crédito que se les hubiera otorgado. Empero, algo no funcionó y un año después Southern Cross, tras un sangriento —en términos administrativos, financieros y laborales— proceso de reingeniería, adquiere sus activos y más del 51% de los pasivos (deudas). Una operación exitosa.

Bajo la dirección de Southern Cross —una entidad especializada en tasar el valor real de empresas independientemente de su estado financiero y contable con buen conocimiento de las economías latinoamericanas— en 2002 La Polar abrió una tienda "virtual" entrando de lleno en el negocio de vender por internet y pactó con otros minoristas el uso de sus tarjetas de crédito en sus operaciones; en 2003 sus acciones se cotizaban en la bolsa de comercio. Ese año Southern Cross vende el 20% de La Poñlar al grupo argentino Bemberg (Cervecería Quilmes).

En 2006 las ganancias de La Polar sumaban 27.000 millones por la venta, en términos contables, de más de 300.000 millones. En 2007 inicia un vuelvo hacia los centros comerciales (malls). En  2010, sus tiendas suman 40 e inaugura su primer local en Bogotá.

Nunca es más oscuro que cuando brilla el sol

No todo es miel sobre hojuelas, los fantasmas de la crisis de los noventas sobrevuelan los asientos y archivos contables y asoma aquí y allá al conocimiento público que "algo anda mal", en apariencia un asunto relacionado con el riego de no poder cobrar las cuotas pactadas de los créditos concedidos irresponsablemente (y quizá) a sabiendas de que un porcentaje no desdeñable de sus atados consumidores no podrían pagar. La situación n o pudo esconderse por mucho tiempo.

A fines de marzo de 201l era un secreto a voces —y un tema charlado sotto voce— que la burbuja polar estaba a punto de estallar y quemarlos a todos (los responsables por el manejo de la tienda). Durante los meses anteriores y hasta junio de este año los genios de La Polar habían stado echando leña a la hoguera repactando créditos morosos unilateralmente, lo que quiere decir forzadamente a un número no determinado de deudores —incluso algunos cuyo atraso en el pago de la cuota por compra o adelanto de la tarjeta de crédito era sólo de unos pocos días.

El resto es noticia que a partir de mediados de junio llena páginas y titulares de la prensa escrita, se discute en las radioemisoras, ocupa más o menos sesudamente a au toridades económicas, de protección del consumidor, asociaciones civiles, agrupaciones políticas y parlamentarios. El 21 de junio el valor real de una acción de La Polar era menor que el precio de un encendedor descartable —y lo demás una mera figura retórica.

¡Oh los políticos!

Con sin igual frescura la "clase" política, incluyendo las hordas técnicas gubernamentales rasgaron vestiduras y pusieron grito en el cielo. Que era una vergüenza. Que así no se hacen las cosas. Que no se tolerará semejante conducta. Que… Pero también que el "sistema de retail" funciona bien, que lo de La Polar era la manzana podrida en el cajón de manzanas rozagantes, que su actuar es una excepción.

Mientras, pequeños accionistas —gente más o menos del montón que tuvo ahorros, creyó en el orden económico, en los controles y demás parafernalia —que vieron cómo se volatilizaba su inversiòn—, y miles de atribulados deudores que vieron cómo su deuda había crecido exponencialmente y se tornaba impagable en serio, descubrían el final del sueño del consumo.

Al final, como en otros casos, "aquí no pasa nada", no hay un solo imputado, ningún preso, nadie con vergüenza y otros sinvergüenzas libres meditando cómo hacer del desastre otro negocio, así como fomentaron que las personas se endeudasen.

El proyecto de una ley que no fue

Nadie recuerda, por ejemplo, que en 2008 un diputado (rebelde, "díscolo" lo llamaron hasta que se fue de su tienda polìtica, ¡perdón, partido polìtico!) pidió a la Honorable Cámara legislar sobre los endeudamientos excesivos. El proyecto de Enríquez Ominami —y de otros parlamentarios: Álvaro Escobar, Esteban Valenzuela y Guido Girardi Briere— duerme el sueño que dicen tienen los justos en alguna gaveta ad hoc de esa cámara legislativa.

Suscintamente el proyecto de ley que busca regular el endeudamiento de las personas y hacer cierto tipo de excepciones de cobro y repactación, cuando se cumplen imprevistos de tipo familiar, laboral o de salud, fue presentado en año 2008 en la Cámara por el ex diputado y actual timonel del PRO, Marco Enríquez-Ominami; en él el legislador planteaba que “el sobreendeudamiento deberá traducirse en la suspensión de la exigibilidad de la obligación en el entendido que el acreedor (casa comercial o institución financiera) tiene un grado de responsabilidad importante, por haber otorgado un crédito a una persona en situación de sobreendeudamiento con conocimiento de tal situación”.

Se trataba de regular la “inmutabilidad de los contratos”, que establece que el deudor sólo tiene dos caminos: el cumplimiento oportuno de su compromiso comercial o indemnizar los perjuicios causados por el incumplimiento o por la mora. El proyecto se presentó en el entendido de que casi el 75% de la población del país está en situación de sobreendeudamiento.

Por estos días el hoy dirigente político, dada la facilidad para el otorgamiento de tarjetas de crédito por parte de instituciones financieras, hizo un llamado a “legislar de manera eficiente y rápida sobre esta materia, para terminar con el abuso que se cometió con los clientes de La Polar..

Ese texto legal desde 2008 se encuentra en primer trámite constitucional en la Cámara de Diputados.
 

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