Chile está enfermo de dictadura

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Después de cuarenta años, tímidamente, se abre la esperanza de justicia para quienes fueron torturados por un sujeto que solo por lo enfermo que está el país, llegó a ser alcalde de una de las más importantes comunas de Chile.Numerosos testigos y víctimas han acusado por largos años las andanzas del ex coronel. Y recién hoy los tribunales evalúan la certeza jurídica de que efectivamente el ex alcalde de Providencia (Christian Labbé) sea un criminal que merece cárcel.
Castigar a un ser humano rendido, atado, aterrado, utilizando técnicas de sufrimiento propias de la más cruel barbarie, jamás ha podido señalarse como justo o necesario o como un proceder basado en el honor militar. Abusar de un supuesto enemigo de una manera cruel y aberrante, como lo hizo un contingente increíble de uniformados, no puede sino ser razón suficiente para que el baldón de la cobardía los defina.
Miles de compatriotas entre asesinados, desaparecidos y torturados es el saldo de los traidores y cobardes, entregados en cuerpo y alma a la más nefasta y miserable de las ultraderechas del mundo.
Desde entonces, Chile quedó enfermo de dictadura. Solo así se puede explicar que dirigentes políticos solidaricen abiertamente con un torturador y no pase nada. Que una aberración como esta se entienda como propia del juego normal de la democracia comprueba que nada puede estar bien en esta sociedad.
Los resabios culturales de la dictadura han tenido una continuidad que lentamente ha sido aceptada como normal. Una cobardía de rasgos distintos frente al torturador clásico, pero cobardía al fin, permitió la inmoralidad de blanquear mucho de lo hecho por el tirano, la mayoría de sus sicarios y sus más importantes funcionarios.
En Chile campea la esencia de la dictadura, aunque por otros medios. La prohibición, la represión, el miedo, la ocupación militar, el castigo, el espionaje, la amenaza contra todo el que oponga una opinión diferente, se ha instalado como una conducta normal.
A casi nadie espanta ver en la televisión a sujetos que deberían estar purgando largas condenas en la cárcel, y que, sin embargo, son destacados referentes de sectores que animan la vida política del país. Esa misma en que de vez en cuando estallan como una purulencia los negocios oscuros, los arreglos fraudulentos, las componendas que buscan equilibrar las desvergüenzas de unos y de otros, sin que una ola de indignación diga lo suyo.
Los frutos del sistema político son una tragedia cotidiana, cuyos efectos caen sobre una mayoría que ha sido convencida que solo este orden es posible y que los efectos sobre sus vidas son inevitables tanto como soportables.ch tejas verdes
Solo un país enfermo que ha degradado a niveles alarmantes su autorrespeto puede permitirse anomalías que resultan tan naturales, y que forman parte del diario vivir de millones sin que esas mayorías expresen lo que debería ser una comprensible y necesaria bronca.
La población se ha vuelto temerosa del más mínimo cambio, vulnerable a los miedos que mantienen latentes los políticos en sus discursos por la vía de convencerlos que de nada vale intentar algo diferente.
Políticos de pasado izquierdista, ahora parte del sistema, han derivado también en huestes rendidas ante quienes subyugaron al país de la manera más aviesa y perversa, y han devenido en amigos y cofrades que comparten el mismo tándem. La diferencia entre unos y otros reside en las explicaciones que se dan para justificarlo todo.
Resulta evidente que los rebrotes de la dictadura se niegan a morir y han tomado un ritmo vertiginoso en el último tiempo. La oleada conservadora hace esfuerzos por perpetuar un orden que desprecia a la gente.
Todos estos años la pregunta, con variaciones de estilo o de énfasis, ha sido ¿por qué es posible el triunfo de los cobardes y los que reniegan, mientras que la gente decente no hace otra cosa que mirar desde la vereda de enfrente? Y ¿por qué ni siquiera los más bravos de los tiempos duros han sido capaces de hacer algo más que mantenerse en la reconvención eterna de derrotas y fracasos añejos?

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 816, 31 de octubre, 2014

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1 comentario
  1. LAUTARO ROJO MILLAPAN dice

    Lo peor de todo, es que esa enfermedad,se a hexho crónica en Chile.
    Si viviera nuestro Cacique Lautaro,se volvería a morir, pero de verguenza.
    Verguenza de ver que una dictadura tan cruel y despiada,dejó a los chilenos tan enfermos, que ya no tienen el aliento de luchar por recobrar esa valentía tan propia de nuestros ancestros.
    Pinochet,no solo dejó,muerte,destrucción y dolor, sino que llenó el país de puros traidores y cobardes.
    He leído tanto y he visto tanto videos,de la toma del poder por lo smilitares,que he llegado a la conclusión de que todos estos uniformados se convirtieron en asesinos solo por cobardía.Asesinaron a todo lo que se movía.Pinochet era una de las ratas más aterrorizadas, que daba ordenes de matar a diestra y siniestra.Y lo hacia con una desesperación y coraje, porque en pobre y estúpida imaginación veia seres humanos armados dispuestos acabar con la tracalada de militares, a los que a gritos les inculcaba disparar,todo lo que se moviera para no tener problemas,si el pueblo se tomaba el poder. Como en Cuba.
    ´Fue así como de esta forma sanguinaria y cobarde pudo lograr quedarse con el poder,traicionando la patria,y asesinando a un presidente que lo había nombrado General,creyendo bajo juramento que este cobarde General defendería la Constitución.Dando muerte a un presidente que había sido elegido Constitucional y democraticamente mediante elecciones libres y popular.
    De esta manera Pinochet manchó a las FF.AA., de Chile con crespón negro que dificilmente lograrán convertilo en bandera de triunfo y gloria para sus propias Fuerzas.
    Todas las ordenes del gobierno norteamericano se cumplieron al pies de la letra.EE.UU.,habia cometido uno de los más grandes crimenes en contra de Chile.Valiendose de los propios traidores chilenos,que fueron a poner la mano para recibir los dólares, por el trabajo que debian ejecutar,aplastando y asesiando al puerblo de Chile.Y terminado el Golpe de Estado de 1973,con el asesinato de Salvador Allende, todos estos traidores le devolvieron a los yankis la mineria de cobre que Allende habia nacionalizado con la ayuda e los mismos traidores y asesinos.
    De esa enfermedad crónica que padece Chile,no será fácil curarla hasta que.surjan nuevas generaciones,y puedan levantarse nuevos lideres,que amen a su patria y luchen por por una independencia total,como lo han y lo esstan haci3ndo mcuhos paises de la America latina en este Siglo XXI.

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