Chile: la izquierda al pizarrón

01 de Mayo de 2014/SANTIAGO Las diputadas del Partido Comunista, Karol Cariola (i) y Camila Vallejo (d), asisten a la marcha convocada por la Central Unitaria de Trabajadores de Chile (CUT) que comenzó cerca de las diez de la mañana a la altura de la Plaza Los Héroes por Alameda, para ir avanzando por la misma calle, en dirección a oriente hasta la calle Portugal, donde se realizo el acto central. FOTO:ALONSO REBOLLEDO/AGENCIAUNO
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La Izquierda chilena necesita con urgencia reacondicionar sus reflejos políticos, actualizar su acervo ideológico y modernizar sus métodos organizativos para convertirse en actor fundamental de la lucha política.

La Izquierda es el actor ausente de la actual crisis institucional y económica que no resuelven los cambios de gabinete ministerial ni los arañazos retóricos del Parlamento. La crisis se profundiza y la voz y acción de la Izquierda no están presentes. Las clases dominantes intentan reanimar al modelo con la respiración artificial de modernizaciones y reformas superficiales. Resultado de imagen para izquierda chilena

A su vez las movilizaciones del pueblo se crispan, convulsionan y finalmente refluyen por carencia de un eje que unifique sus esfuerzos y potencie la demanda del cambio. Bajo la superficie de la cultura del consumismo y sus “valores”, se oculta la realidad de un pueblo acogotado por el endeudamiento.

Chile es un volcán en que hierve la indignación de los que sufren el latigazo de la desigualdad. El pueblo real, el de las mayorías, está sometido a las condiciones subhumanas de los servicios de salud y al elitismo de una educación que condena a la servidumbre y la droga a los hijos de los pobres.

A esto se suman la super explotación del trabajo, la miseria de los campamentos de los sin casa, los salarios y pensiones de hambre, la alimentación envilecida por los transgénicos y agro tóxicos, un sistema de transporte caro y que ofende la dignidad humana, la degradación del medioambiente y sus “zonas de sacrificio”, la discriminación de género y por color de piel y la política de tierra arrasada que deshereda de recursos naturales a las futuras generaciones de chilenos, constituyen la plataforma social sobre la cual se levanta el rechazo al sistema.

Por ahora su expresión implícita es la abstención electoral que supera el 60% y el desprestigio de los partidos políticos. Sin embargo en esta inmensa fuerza social -que no tiene remilgos de “clase media”- anida la fuerza de la Izquierda del siglo XXI. Sumida -por ahora- en la confusión, golpeada y dispersa, es un torrente que precisa el cauce orientador del instrumento político para convertirse en actor decisivo en la disputa por el poder.

La crisis institucional y el agotamiento del modelo de libre mercado, plantean este nuevo escenario. La clase política demuestra absoluta incapacidad de contener el temblor que resquebraja el sistema. Se abren perspectivas favorables para abordar -desde la base social- la coordinación de demandas sectoriales tras un objetivo político: la Asamblea Constituyente. Las reivindicaciones populares no alcanzarán su objetivo si no remueven una institucionalidad que hoy alcanza el cénit de su desprestigio.

La justicia social en un país que sufre extrema desigualdad y abusos de poder, no se impondrá si la propia lucha no engendra el instrumento liberador para alcanzar la victoria. La ausencia de aquel instrumento hace que las oleadas de lucha social se estrellen contra el acantilado institucional.

El desgaste, repliegue y dispersión es un destino inevitable que obliga a reiniciar la tarea una y otra vez. Los valerosos movimientos de trabajadores, pensionados, mujeres, estudiantes, profesores, mapuches, ecologistas, etc., están condenados a repetir el mito de Sísifo si no se dotan de una quilla política capaz de romper el sistema.

Una alternativa a la economía de mercado y su institucionalidad es el desafío para construir una sociedad a la medida del ser humano en un planeta libre de la rapiña depredadora del capitalismo.

Los cimientos de las actuales instituciones civiles, militares, policiales e incluso religiosas, en este remedo de democracia, están empapadas de sangre y minadas por la corrupción y abusos de sus creadores y actuales usufructuarios.

La crisis institucional -que gobierno y oposición intentan parchar y remendar a toda prisa- se puede descontrolar en ausencia de una alternativa popular y democrática de los sectores sociales y políticos no cooptados por el sistema. Ahí está, agazapada como siempre, la variable de la extrema derecha.

En la rebelión contenida del movimiento social están surgiendo los brotes de poder popular. Sus demandas se hacen cada vez más radicales. Cuando crezcan robustos y sanos de oportunismo, los retoños de hoy desafiarán al poder oligárquico para echar los cimientos de nuevas instituciones civiles y militares. Una institucionalidad democrática, refrendada por el pueblo en plebiscito soberano, terminará con el sometimiento de 18 millones de chilenos a los intereses de una minoría oligárquica

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