Chile. – NI LA MUERTE SACÓ A LUZ EL MISTERIO DEL FOTÓGRAFO DE LA MONEDA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Fue un secreto tan bien guardado, que en todos los homenajes rendidos al fallecido Luis Orlando Lagos Vásquez –familiares, prensa, colegas y amigos–, nadie ha relatado la hazaña máxima realizada por este pequeño gigante de la fotografía chilena, que ha sido comparado con “clásicos mundiales” como los reporteros gráficos que estuvieron en Iwo Jima, la caída de Berlín o la guerra de Iraq.

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El Chico Lagos retrató desde adentro el drama que se desencadenaría en La Moneda, con una cámara Leica, a primeras horas del 11 de setiembre de 1973. Registró así para la historia el último recorrido de Salvador Allende por las dependencias de palacio, rodeado de Gaps y carabineros hasta ese momento leales, cuando ya los aviones golpistas sobrevolaban el centro de Santiago, eligiendo el trayecto posterior de sus bombas contra la sede del Gobierno.

Después de cumplir su deber profesional, Orlando Lagos, fotógrafo oficial de La Moneda desde 1970 –1.55 mts. de estatura–, logró salir de allí junto con las hijas del presidente Allende, Beatriz e Isabel (la actual diputada) entre otros, en una breve tregua concedida por los militares, que avanzaban con tanques e infantería hacia todas las salidas.

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Llevaba oculto entre los pliegues más íntimos de su ropa, el rollo con los negativos-base de las imágenes que se harían célebres, dejándolo a él en un anonimato que duró décadas, y que recién termina con esta crónica. Las fotos de El Chico Lagos se publicaron tres semanas más tarde en Estados Unidos, y empezaron a dar vueltas desde entonces por el mundo, en miles y miles de copias sin atribución de autor. La mayoría de las veces como testimonio del último acto político de Salvador Allende, pero también como ejemplo de foto-reportaje en círculos profesionales y académicos.

Autor desconocido

The New York Times, considerado por muchos el principal diario del orbe, compró en Santiago, a comienzos de octubre de 1973, y en 12.000 dólares –una cifra soñada, entonces–, un set de seis de las fotografías de Orlando Lagos, con el compromiso de no revelar su nombre hasta el día de su muerte. Pero cuando ésta ocurrió –el siete de enero pasado, en horas de la tarde, en el “Hogar de Ancianos La Reina” del CONAPRAN–, los editores neoyorquinos ya se habían olvidado del compromiso, y ni siquiera registraron el deceso en sus columnas.

Lo peor es que tal vez el Chico Lagos no llegó a recibir el dinero pagado por sus crudas instantáneas. La operación con el NYT pudo haberse hecho a través de un intermediario, del cual nunca más se supo… Lagos jamás estuvo disponible para negociar las miles de “exclusivas” que su posición le permitía tomar día a día.

Fotógrafo personal de Allende durante sus cuatro campañas presidenciales, Orlando Lagos continuó a su lado en La Moneda entre 1970 y 1973, acompañándolo en todas las giras presidenciales, dentro y fuera de Chile. Cuando se realizó la venta al New York Times, estaba siendo seguido de cerca por los esbirros de Pinochet, que allanaron su casa tres veces después del golpe, y destruyeron todos sus archivos y aparatos fotográficos, en busca de fotos “comprometedoras”.

Con el tiempo, el dramático testimonio gráfico del chileno al interior de La Moneda pasó a ser patrimonio común de la prensa mundial y de la “resistencia”, por sobre el copyright del diario neoyorquino, violado incontables veces, en libros, affiches, películas, manifestaciones, discos y periódicos (con copias de copias, de copias)… Sin que se mencionara jamás el nombre del verdadero autor de las fotos.

Tampoco lo hicieron los organizadores del Premio Internacional World Press, otorgado como “La Foto del Año 1973” a la principal de Orlando Lagos, en que Allende y sus acompañantes (un Gap, a la derecha; el médico Danilo Bartulin, al centro, y a su izquierda el capitán de Carabineros, José Muñoz) reflejan en sus rostros la inquietud por la amenaza de inminente bombardeo aéreo que se insinuaba en ese momento.

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Aprovechados

Más allá de las maniobras comerciales, diversas versiones han pretendido atribuir las fotos de Orlando Lagos a otros autores, suponiendo incluso que el ignorado fotógrafo “no era un chileno”. O que las fotos correspondían en realidad a los aprestos defensivos en La Moneda ante el “tancazo” (julio del 73) y no al 11 de septiembre.

El escritor residente en Canadá, Hermes H. Benítez, en su libro Las Muertes del Presidente Allende, Ril editores, Santiago 2006, asegura en la página 88 de su obra que las últimas fotos del mandatario que encabezó la Unidad Popular, “fueron hechas” por un tal “Freddy Alborta”. Y ese nombre existe, curiosamente, y se trata además de un fotógrafo. Pero es el autor comprobado de las también célebres tomas del Che Guevara luego de ser asesinado en una escuelita de La Higuera, en Bolivia, en octubre de 1967.

Frank Manitzas, corresponsal de la cadena norteamericana de televisión CBS en Santiago, en 1973-74, declaró en su momento que el autor de las fotos al interior de La Moneda, en la mañana del 11 de setiembre, “era un tal ‘David’, de unos 40 años, canoso y que usaba un fino bigote”. Orlando Lagos ya era canoso en esa época, pero tenía 60 años y según me declaró su hija, Julia Ester, que lo cuidó hasta sus últimos días, “nunca uso bigotes; ni finos ni gruesos”.

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Al exterior

El propósito del reportero gráfico era salir cuanto antes del país en aquellos días, y por eso habría negociado rápidamente las fotos, preocupado por su seguridad personal. Según Manitzas “se embolsó la nada despreciable suma de US$ 12.000”. Pero Orlando Lagos nunca recibió ese dinero –declara Julia Ester, su hija–; “por el contrario, permaneció en el país pasando grandes penurias económicas, hasta que pudo viajar a Venezuela, recién el año 75, y con un pasaje que le tuvo que comprar un amigo, porque él no tenía un diez”.

En 1998, el recuerdo del fotógrafo “anónimo” resucitó en un reportaje de un diario santiaguino, que publicó con grandes letras: “¿Está vivo ‘David’? Periodistas franceses lo buscan en Chile para rendirle homenaje”. Pero Lagos no dio ninguna señal, incluso en pleno gobierno de la Concertación.

Cuando efectivamente lo homenajeó el Colegio de Periodistas , doce años antes, en 1986, y en plena dictadura, utilizando la tribuna de la Sala América de la Biblioteca Nacional, colmada de periodistas, estudiantes de periodismo y corresponsales extranjeros, el Chico Lagos insinuó la verdad de una tonelada que llevaba encima desde 1973. Nadie –salvo sus más íntimos– reparó en el guiño que contenían sus palabras, cuando expresó textualmente: “Lo más emocionante en mi vida profesional fue el día 11 de septiembre de 1973, cuando estando en La Moneda, el Presidente Salvador Allende me pidió que abandonara el Palacio de gobierno, el que fue bombardeado cinco minutos más tarde”.

No podía decir más entonces Orlando Lagos, que había tomado las fotos que harían historia sólo unas horas antes de la despedida de Allende. Ésta consistió en un firme apretón de manos. Tampoco hablaría en público al respecto, con posterioridad. Pero su familia más cercana siempre supo que él era el único autor de aquellas fotos para el bronce. En el último periodo de su vida, el Chico Lagos cayó en las garras del mal de Alzheimer, agudizado desde fines de 2005, y ya nunca más habló de su hazaña.

En esta crónica se reconoce, por primera vez en forma explícita en el periodismo chileno e internacional, la paternidad de Luis Orlando Lagos Vásquez sobre las últimas fotos de Allende con vida, al interior de La Moneda, el 11 de septiembre de 1973. El autor de esta nota estaba al tanto de ello desde 1974, en el exilio, pero nunca antes pudo publicarlo, incluso cuando revelar el secreto ya no dañaría a nadie… salvo, quizás, a los que cobraron los 12.000 dólares a nombre de El Chico Lagos. Pero eso tampoco se sabía públicamente, hasta hoy, domingo 4 de febrero de 2007.

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Rechazó una casa

El Chico Lagos fue el fotógrafo personal de Allende durante sus cuatro campañas presidenciales. Cuando ambos llegaron a La Moneda, en 1970, el Presidente quiso regalarle una casa. Pero el reportero gráfico la rechazó, indignado. Lo más que obtuvo el mandatario es que aceptara la instalación de un teléfono en su domicilio de la calle Lord Cochrane. “Estoy cansado de mandarte a buscar en taxi cada vez que te necesito” –se justificó el Presidente.

El 11 de setiembre de 1973, Orlando Lagos llegó por sus propios pies hasta la sede de Gobierno.

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* Periodista.
Este artículo se publicó en el diario santiaguino La Nación el cuatro de febrero de 2007, y se repoduce aquí por gentileza de su autor.

Las fotografías

1.- La imagen de apertura corresponde a una fotografía tomada a Luis Orlando Lagos en el Hogar de Ancianos Miguel Frac, en Lo Prado; contaba entonces 87 años. Recibía entonces una pensión de 180 mil pesos mensuales, de la que reservaba un 10% para medicamentos, con el resto pagaba su mantención en el hogar. Fue publicada por la revista Punto Final.

2.- El presidente habla por teléfono. Esta foto de Orlando Lagos nunca se ha publicado completa, con el cañon del fusil de asalto AKA que porta –que no era el regalado por Fidel Castro–. Siempre se ha publicado en Chile borrando la mira del arma, que asoma en su espalda.

3.- La última inspección del presidente a la Casa de Gobierno documentada por Lagos. Ya los aviones sobrevuelan el centro de la ciudad, preparan sus «rockets». Nótese en el costado izquierdo de la fotografía el sello del New York Times.

4.- Otra secuencia, continuación de la que testimonia la fotografía anterior.

5.- La Moneda ha sido bombardeada. La fotografía no es de Lagos.

6.- Orlando Lagos en el acto en que recibe el homenaje del Colegio de Periodistas.

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