Chile. – PACTO SOCIAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hoy, en cambio, el esbozo de un Pacto Social se hace luego de un viaje a Nueva York. Y sale como idea después de conversaciones entre la presidenta de la República y los jefes de los dos partidos de la derecha opositora. ¿Por qué se llama, entonces, Pacto Social? Imagino que por carencia de imaginación.

Cuando la presidenta Michelle Bachelet lanza su idea, lo hace presionada por la necesidad de un respiro político. En vísperas de la presentación del Presupuesto de la Nación 2008. Y habla de asuntos generales, como educación, salud, seguridad. Nada concreto. Temas que sabe no serán cuestionados por la oposición. Pero de allí a llegar a acuerdos, el trecho es largo. Y, sobre todo, de Pacto Social, nada. El nombre lo coloca la virtualidad que hoy maneja la política. Porque lo que brilla en estos momentos en el acontecer político chileno es la ausencia de los factores sociales.

En Nueva York no había dirigentes sindicales.

En la cita estadounidense estaban los presidentes de todos los partidos políticos chilenos con representación parlamentaria. Era el momento de dar la imagen de gran respaldo a la postulación de Chile a una curul en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Tal vez Bachelet sintió que se podía dar otro paso. Pero son pocos los que hoy están sin un puñal bajo el poncho esperando las elecciones municipales del 2008 y luego las presidenciales del año siguiente.

Convengamos, pues, que el anuncio de la mandataria no ha sido más que un volador de luces. La política chilena no muestra la grandeza que lleva a generar acuerdos de largo plazo. En ese sentido, sus referentes no están a la altura de las circunstancias. Son capaces de manifestar sensatez cuando se trata de algo inocuo para el devenir de la política chica, como un asiento en una Comisión de la ONU.

Si miramos al mundo, las naciones que han llegado al estadio de desarrollo son aquellas que no se reinventan cada cuatro, cinco o seis años. Aquí no es así. Incluso en los mismos gobiernos de la Concertación, ha habido cambios significativos. ¿Quién se acuerda, por ejemplo, que el presidente Frei Ruiz Tagle hizo una reforma educacional que daría piso para los próximos cincuenta años? ¿O quién recuerda que, según el presidente Aylwin, en su gobierno se había terminado la transición democrática y habíamos llegado a la mayoría de edad en esa materia?

Tal vez es por eso que la gente desconfía de la política y de los políticos. Coloca una calificación paupérrima a su ejercicio y casi el 40% de los chilenos con posibilidades de votar, no lo hace.

Por otra parte, para pensar en un Pacto Social hay que contar con un aval poderoso. De allí partir para abrir una negociación que realmente involucre a los grandes intereses nacionales. Hoy, el gobierno no parece contar con ese aval. Su propio conglomerado luce más como un paño hecho jirones que como una tela limpia, tersa y suave.

Muchos de sus líderes hablan de la necesidad de refundar la Concertación. Está agotada en sus actuales parámetros, afirman. El senador y ex presidente Eduardo Frei señala, en cambio, que la Concertación está muy cargada a la izquierda. Y, por supuesto, hay que recentrarla con un nuevo presidente democratacristiano. El llamado de Frei refleja una aguda pugna que existe en el interior de la DC.

La idea de crear un fuerte polo centro derechista en Chile no es nueva. Y ahora ha concitado el apoyo de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA). Hasta hace poco, tal entidad era encabezada por Gútenberg Martínez, esposo de la presidenta de la DC chilena, senadora Soledad Alvear. Hoy ese puesto lo ocupa Manuel Espino, presidente del Partido Acción Nacional (PAN), gobernante en México. Y, obviamente, la visión de la ODCA ha vuelto a representar el sentir mayoritario del socialcristianismo. Un acercamiento con la derecha, que es lo que lo caracteriza no sólo en América, sino en el mundo.

En estos momentos está claro que el futuro de la Concertación depende de lo que resuelva la DC. Y, siendo así, también se encuentra sujeto a ello el signo del próximo presidente o presidenta de Chile.

Sin duda, el piso necesario para un Pacto Social, no está dado. Aunque sea mucha la decisión que exhiba la presidenta Bachelet. Ese es un punto en contra. Y el otro, es que un pacto de tal naturaleza tiene que incluir a todos los actores sociales. Hasta ahora, los trabajadores no están, aunque sus movilizaciones se multiplican. Posiblemente pronto se comprenderá el error de no considerarlos en su verdadera dimensión y darles públicamente el lugar que les corresponde.

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* Periodista.

wtapiav@vtr.net.

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