Un nuevo informe de la Superintendencia de Pensiones entrega datos sobre la evolución del empleo y los salarios. Aun cuando las estadísticas podrían interpretarse como favorables, incluso en un escenario de clara desaceleración, con un producto nacional que podría crecer este año apenas por encima de un tres por ciento, el núcleo de la información nos revela el drama económico que sufren diariamente las familias y los ciudadanos chilenos.

La Superintendencia informa que han aumentado los trabajos bajo contrato indefinido o a plazo fijo,  los ingresos promedios superan los 802 mil pesos (cerca de 1.200 dólares), en tanto la brecha salarial entre hombres y mujeres tiende a disminuir. Una observación favorable que se estrella al diseccionar las grandes cifras: el 68 por ciento de los trabajadores y trabajadoras gana menos que el promedio y el 45 por ciento menos de 500 mil (750 dólares).

Estas son las cifras oficiales, que han sido cuestionadas por entidades independientes. La realidad en Chile es aún más dura. Un informe de finales del 2015 de la Fundación Sol concluye que la mitad de los asalariados gana menos de 305 mil pesos,  siete de cada diez menos de 450 mil pesos líquidos y sólo el 15 por ciento gana más de 750 mil. En esta misma estructura piramidal se puede observar que sólo el nueve por ciento gana más de un millón de pesos. Y si se sube más en la pirámide, ésta se adelgaza cada vez más en el número de personas pero se engrosa en ingresos. Aquí ya no hay salarios, sino riqueza y capital.

Cuando Thomas Piketty, el economista francés que más ha hablado y escrito sobre la desigualdad en los últimos años estuvo en Chile, no ocultó su sorpresa por los niveles de concentración que ha alcanzado este país:  la participación del uno por ciento más rico sería cercana al 35 por ciento de la riqueza nacional, el nivel más alto del mundo, superior incluso a Estados Unidos.

Los datos de la Fundación Sol del 2015 no han cambiado sensiblemente. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), los salarios en Chile han tenido un escaso aumento durante los últimos años, en torno a un 3,5 por ciento anual. ¡Una diferencia abismal con las utilidades de las empresas! El año pasado las principales corporaciones que cotizan en la Bolsa de Santiago  aumentaron sus ganancias sobre el 20 por ciento respecto al 2017.

Los ingresos apuntan de forma directa a la extrema desigualdad. Chile es hoy el país de la OCDE con los peores niveles de equidad, sólo superado por aquel estado fallido que es hoy México tras también varias décadas de políticas neoliberales y corrupción desatada.

Más de un millón de trabajadores gana en Chile el salario mínimo, actualmente en 300 mil pesos, cifra proporcionalmente menor a países con un menos producto per cápita. Chile, con un PIB per cápita por poder de compra proyectado para el 2020 de 25.600 dólares anuales tiene un salario mínimo superado por varios países de la región. Un estudio de la Fundación Sol afirma que al observar los países OCDE cuando tenían el mismo PIB per cápita que hoy tiene Chile, su salario mínimo era en promedio un 70 por ciento más alto que el mínimo nacional. Croacia, que tiene un PIB per cápita similar al chileno, tiene un salario mínimo casi un 50 por ciento más alto que el chileno.

La desigualdad de ingresos no es solo un dato estadístico. Tiene efectos dramáticos en la vida cotidiana con efectos desastrosos en la vida social y laboral. Y a partir de aquí se elevan otras oscuras estadísticas, como el alto nivel de suicidios, en la juventud y en la tercera edad, grupo de edad que apunta a marcas mundiales, aumento explosivo de la frustración y delincuencia juvenil, trabajadores explotados y estresados, depresión a niveles exorbitantes y crecientes conflictos sociales.

*Periodista y escritor, director de Politika.cl