Chile: – RESACA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Pareciera que los procesos sociales también tienen resaca y pleamar. Claro que sus tiempos son distintos. Hasta los años setentas, el mundo vivía una pleamar revolucionaria. Era posible pensar –y soñar– que una sociedad más justa estaba por venir. Que con un poco de voluntad, era posible cambiar la iniquidad de milenios. Hoy las ideas políticas innovadoras están en resaca y la pleamar es conservadora.

Eso es lo que explica que en nuestro país sean los religiosos y no los políticos quienes se encargan de señalar la necesidad de sensibilizar el sistema. Fue un obispo católico el que planteó la urgencia de pagar un salario mínimo ético a los trabajadores. Y fueron sus pares los que en estos días han dirigido sus prédicas en el mismo sentido.

Puede que sea duro comprobarlo, pero los prelados le están haciendo el trabajo a los dirigentes políticos. Y no sólo a ellos, también a los referentes laicos, que en Chile fueron pilares de la construcción democrática del pasado. ¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿Ha habido un cambio dramático en el mundo en las últimas tres décadas?

Pueden citarse hitos que, sin duda, son relevantes. Están el avance tecnológico, la globalización y la entrada alucinante de los tecnócratas a dominar el escenario político. Esto ha dado como resultado un sistema patriarcal que se afinca, usando palabras de Claudio Naranjo, en “un complejo militar-industrial-burocrático-financiero corrompido que se ha vuelto más y más contra la vida”. Esto es lo que refleja la existencia hegemónica de una sola potencia mundial, una concentración económica nunca antes vista y una capacidad de manipulación y represión inéditas.

Es posible que la ausencia de referentes ideológicos fuertes explique la nueva misión de los obispos. Pero para ser absolutamente realista, la Iglesia Católica moderna no ha sido revolucionaria, pese a la existencia de sacerdotes que en algún momento estuvieron contra el statu quo. Y, pese también, a que su inspirador fue un reformador social que hasta hoy entrega iluminación a muchos. Pero la institución, nunca fue revolucionaria.

Por eso, lo de ahora parece más un exabrupto. Una respuesta a la lacerante indignidad de acaparar tanta riqueza y desparramar miseria entre muchos. Un poco de sensibilidad, y los obispos la tienen, permite avizorar que la resaca puede formar un tsunami.

Pero tal vez ahora sea necesario algo más que un remozamiento al sistema. Algo diferente de lo que se viene haciendo desde hace más de dos siglos. Y, posiblemente, una manera distinta de mirar el mundo a la que se estableció desde cuando se creó el esquema patriarcal que ha regido durante milenios. Todo indica que tal estructura ya ha entregado todo lo que podía dar y la Humanidad se encuentre al borde de una decisión trascendental.

Hemos visto lo que está pasando en Chile. Bastó que la primera mujer tomara el mando del país, para que su gobierno se transformara en anatema. El sólo hecho de la diferencia de género podía significar una amenaza. No bastaba con seguridades para que el sistema neoliberal siguiera actuando. Era necesario no correr el riesgo de una sensibilidad que amenazara el esquema patriarcal que asegura la respuesta represiva como alternativa única.

Y los problemas que hoy enfrentan los seres humanos no se resuelven con más cárceles o con la brutalidad de la violencia, aunque ésta provenga de servidores del Estado y responda a acciones destructivas e incluso letales. No, la respuesta no puede ser ojo por ojo. El Estado no fue creado para eso, aunque siempre ha sido utilizado en beneficio del poder.

Si uno mira el oleaje reciente, es posible colegir que la última marea revolucionaria fracasó porque puso el énfasis en un Estado protector que, en definitiva, podía anular al ser humano. No fue capaz de crear al hombre nuevo. Hoy, ese cambio parece indispensable. Posiblemente desde allí tendría que partir la pleamar. Pero hay quienes estiman que esa es una nueva forma de demorar las cosas y darle nuevamente herramientas al sistema. Una jugada típicamente gatopardista. Es posible que tengan razón. Sus aprensiones, sin embargo, son aún más paralizantes.

En las actuales circunstancias, resulta una aberración mirar el mundo con una visión que sólo aporta destrucción. Es tan aberrante como querer resolver los problemas de hoy con esquemas del pasado. Algo como lo que hacen los obispos católicos cuando claman por un aumento de la natalidad.

Con seguridad, la respuesta está en el ser humano. Pero para encontrarla hay que dejar que éste se conozca. Darle la oportunidad en una educación que le permita mirarse a sí mismo. Buscar allí las fortalezas que hoy intenta encontrar afuera a través de una competitividad desenfrenada. No son soluciones rápidas. Las mareas sociales tienen su tiempo. Mientras tanto, habrá que seguir luchando para que la resaca no se transforme en tsumani.

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* Periodista.
wtapiav@vtr.net.

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