«Clases medias», en el centro de la nueva situación populista en América Latina

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 Se trata de un grupo social grande y heterogéneo, que reúne a sectores que tienen acceso, a través de sus ingresos y /o por crédito y endeudamiento, a la oferta material y de servicios propuesta por el sistema de producción y consumo capitalista

Durante la década de 2000, en un contexto de «boom» de exportaciones de sus materias primas, de enriquecimiento de las sociedades y de hegemonía de los gobiernos progresistas (o post-neoliberales) que implementaron, en ese contexto, políticas de redistribución y modernización, América Latina experimentó una gran transformación socioeconómica … y silenciosa: la ascensión de lo que se convenció llamar (equivocadamente) de «clases medias».Resultado de imagen para clases medias en latinoamerica

Se trata, en realidad, de un grupo social grande y heterogéneo, que reúne a sectores que tienen acceso, a través de sus ingresos y / o por crédito y endeudamiento, a la oferta material y de servicios propuesta por el sistema de producción y consumo capitalista – cuya lógica y mecanismos se desarrollaron en América Latina concomitantemente a la ola de las izquierdas en el poder, así como a una movilidad física y social creciente en la sociedad. Se trata de «clases consumidoras».

«Por primera vez en décadas [en América Latina], la clase media es numéricamente mayor que la población que vive en la pobreza», afirman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Pero existe la «clase media» y la «clase media». Entre 2001 y 2015, la parte de la población que ingresó en la llamada clase media llamada «consolidada», para usar la terminología propuesta por la OCDE y la CEPAL-o sea, teniendo, por día, entre 10 y 50 dólares en valor real en 2005, y en paridad del poder adquisitivo (PPC), pasó del 21% a casi el 35%. Es aquí donde hubo el mayor progreso.

Pero una segunda capa de «clase media» – llamada «vulnerable» y disponiendo de una suma mucho más modesta entre 1 y 4 dólares (PPC) – pasó del 34% en 2000 al 40% en 2015. Numeralmente mayoritaria entre las «clases» «esta población de hecho salió de la pobreza formal en los últimos quince años, pero todavía está formada, en gran parte, por los pobres y los trabajadores informales de las sociedades latinoamericanas. Estos últimos obtuvieron acceso parcial y precario al consumo, sin que su posición en la estructura socioeconómica se haya alterado.

Resultado de imagen para clases medias en latinoamericaEl conjunto de esas poblaciones constituye el núcleo de las evoluciones sociopolíticas de los últimos años en América Latina. Ellos son los más afectados con los pobres (25-30% de la población de la región), los efectos sociales de la crisis económica y financiera mundial de 2008, que afecta a todas las sociedades de la región desde el primer trimestre del año 2010.

En todos los países, la caída de los recursos del Estado llevó al deterioro de los servicios públicos y en torno a la precariedad y el desempleo (especialmente entre las mujeres y los jóvenes, cuando el 25% de la población tiene entre 15 y 29 años]). Entre ellas, la pobreza y las desigualdades – combatidas de forma significativa en los años 2000 – volvieron a aumentar. Al mismo tiempo, la región experimenta un estancamiento en la renta per cápita y un aumento de la inflación.

A pesar de una ligera recuperación económica (crecimiento estimado del 2,2% en 2018 y el 2,8% en 2019 (que difícilmente se cumplan) después de cinco años de desaceleración, y dos años de recesiones: 2015 y 2016, las dinámicas de depresión social post 2008 en América Latina se intensificaron y asumieron una dimensión política.

Así, desde los movimientos de protesta social en Brasil contra el gobierno de Dilma Rousseff (2013-2014), pasando por la crisis venezolana, nicaragüense o los crecientes conflictos sociales en Argentina o Brasil contra los gobiernos de derecha de Mauricio Macri y el golpista Michel Temer), toda la región vive en esta dinámica contestataria permanente.

Veinte años después de aquella que generó el ciclo progresista y nacional-popular, América Latina vive una nueva situación populista: está en curso un vasto movimiento de desfilación de las mayorías sociales en relación a los gobiernos, a las clases e instituciones políticas y sociales. Esta vez, la novedad es que de esas mayorías forman parte las nuevas «clases medias», surgidas justamente durante el ciclo hegemónico de la izquierda en el poder.

Este movimiento-tan virulento como indeterminado desde el punto de vista político- no fue previsto, y las izquierdas latinoamericanas no anticiparon las consecuencias políticas e ideológicas para ellas del ascenso de esas nuevas «clases medias», para quienes no se elaboraron estructuras políticas e ideológicas específicas y originales que no fueran el acceso a una nueva oferta de infraestructuras y al consumo popular.

Hoy infieles en el plano electoral, esas «clases medias» se rebelan contra las élites, que consideran ladronas y responsables – por su regresión social, sin inscribir, sin embargo,  esa rabia en una ideología izquierda/derecha predeterminada. Como resultado, pueden, como en Brasil, exigir al mismo tiempo mayor acceso a servicios públicos y apoyar -y de forma continuada- un orden de seguridad, regresivo y discriminatorio en términos de derechos sociales, económicos y políticos para los más vulnerables  (pobres, negros, mujeres, etc.).

Estas dinámicas operan al mismo tiempo que la opinión pública continúa descubriendo la extensión de los escándalos de corrupción que gangrenan la región y gradualmente minan la legitimidad de los sistemas políticos y de las instituciones. El caso Odebrecht, que recuerda el vínculo indisociable entre el corruptor privado y el corrupto público, afecta a una decena de países y llevó a la caída del presidente Pedro Pablo Kuczynski (de derecha) en Perú.

En Brasil, la operación Lava Jato –a la que Odebrecht está vinculada- constituye el telón de fondo de la controvertida prisión del ex presidente Luis Inacio Lula da Silva, que se considera un «preso político» de un estado hoy entregado a una larga y larga, profunda crisis democrática.

Los acontecimientos actuales preocupan a la Ocde y la Cepal, que identifican un «debilitamiento del contrato social» y una «creciente desconexión entre ciudadanos e instituciones públicas» en todos los países de la región. De acuerdo con datos del instituto de investigación Latinobarómetro (en los que se basan ambas instituciones), el 75% de los latinoamericanos dicen no tener más (o tener poca) confianza en sus gobiernos, contra el 55% en 2010.

El 80% de ellos afirmaba en 2016 que su gobierno era corrupto, frente al 65% en 2010. Sólo el 34% consideró su sistema judicial confiable, mientras que el 41% se manifestó satisfecho con el sistema de salud – comparados al 57% en 2006 – y 56 % con su sistema educativo – frente al 63% en 2006.

América Latina entra en un ciclo electoral determinante de dos años. Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia (ganó el ultraderechiosta Iván Duque), México (se impuso el centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador) y Uruguay enfrentarán elecciones en 2018 y 2019. Esto cambiará significativamente un panorama político cada vez más incierto e imprevisible.

En todas partes, de hecho, ganan espacio fuerzas atípicas, a la periferia de los partidos establecidos. Crecen particularmente las corrientes políticas evangélicas. En Costa Rica, el pastor Fabricio Alvarado obtuvo casi el 40% de los votos en la segunda vuelta de la elección presidencial del 1 de abril de 2018. En Brasil, esta tendencia gana espacio a diario, en Río de Janeiro y en otras partes del país.

En Venezuela, el tercero en la elección presidencial del 20 de mayo de 2018, el pastor Javier Bertucci, recibió casi un millón de votos, más del 10%, particularmente entre las clases más bajas. Estas iglesias se convierten en actores políticos prominentes, atrayendo una parte creciente de los sectores populares y pobres, hasta entonces electores de la izquierda. Al mismo tiempo, las fuerzas populistas de derecha crecían de manera peligrosa, particularmente en Brasil.

La larga secuencia electoral ya en curso redefinirá la relación de fuerzas entre gobiernos liberales-conservadores y nacionales populares, y rediseñará los equilibrios regionales. Finalmente, esta relación de fuerzas, a su vez, aclarará las perspectivas geopolíticas de una región hoy inestable. La población «pobre», sumada a la población «vulnerable», representa el 65% de la población latinoamericana.

* Publicado originalmente en la Memoria de Luchas | Traducción de Clarisse Meireles

 

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