¿Cree usted en el cambio climático, sus oportunidades y desastres?

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Nieves y Miro Fuenzalida*

El Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce define al hombre como un animal perdido en la contemplación extasiada de lo que él cree que es en lugar de lo que debiera ser. Su ocupación central es el exterminio de otros animales y de su propia especie –la que a pesar de ello se multiplica con tal rapidez que hoy infesta toda la Tierra habitable…
¿Será ésta, en verdad, nuestra condición humana?

La actual crisis financiera ha vuelto a contraponer el desarrollo económico y el sostenimiento ambiental como objetivos contradictorios. El lugar común que los ministros de economía repiten permanentemente es el de asegurarnos que cualquier medida que se tome, ya sea para disminuir la emisión de gases o la protección del ambiente, no debe interferir con el desafío económico que hoy enfrentamos. Y en apoyo de sus posiciones encuentran hoy día una ayuda inesperada en el escepticismo ambientalista.

Éste es el que duda de la importancia que se le confiere a los peligros que los problemas ambientales le plantean a las próximas generaciones y genera un nuevo tipo de movimiento anti-ambiental, diferente al que encontramos en las corrientes políticas derechistas, al basar su posición en un análisis supuestamente independiente de prejuicios ideológicos. Pero, como Peter Jacques hace notar, ¿es esta duda, en realidad, una duda acerca de los datos científicos o es una duda acerca de las decisiones políticas?

Si se trata de lo ultimo habría que decir, entonces, que su importancia se encuentra, no en el desafío epistemológico que puede presentar –de la cuestión de si la argumentación científica es suficientemente sólida o no–, sino en la receptividad que hoy encuentra en ciertas elites mundiales que poseen mucho más influencia que la que tiene la simple representación científica de las condiciones ambientales ¿No nos da este hecho un indicio de lo que realmente esta en juego?

Desde 1990 la literatura escéptica ha producido mas de cincuenta libros que han provocado un enorme interés en los sectores anti ambientalistas. Su proyecto no es suspender el juicio hasta que haya una mayor evidencia para hablar de las consecuencias catastróficas de la acción humana, como podría creerse, sino que proclaman la fe en los beneficios de la capacidad industrial y la agroquímica y rechazan los problemas ambientales que amenazan el sostenimiento de la sociedad humana moderna, porque la investigación ecológica ha sido politizada y ya no se puede confiar en ella.

Para escépticos como Ronald Bailey los ecologistas milenarios cansados de esperar la furia de Dios o el fuego termonuclear ahora esperan la “crisis ecológica global” que amenaza no solo a la humanidad, sino a toda la vida terrestre. Estos abusadores apocalípticos, dice, asustan a la gente con escenarios devastadores e imágenes de hordas humanas hambrientas, plagas genéticamente modificadas y la extinción de los recursos naturales.

La “ciencia chatarra”, según Steven Milloy, ha sido usada para avanzar la agenda de la izquierda política que, a la larga, disminuirá el progreso económico, el bienestar general y la eficacia del libre mercado.

Peter Huber argumenta que los humanos no tenemos obligación moral hacia la naturaleza no human, porque la humanidad tiene la habilidad de dominarla y controlarla en la forma en que la doctrina judeo cristiana nos dice hacerlo. Mientras mas efectivamente dominemos la naturaleza en mejores condiciones estará nuestra especie.

La modernidad ha traído a la humanidad el progreso y afluencia comparada con la miseria de las etapas que la precedieron. Los estudios ambientales modernos son antitéticos a la noción de progreso y si han tenido influencia es solo porque son manipulados por una elite ecologista que tiene el favor de la prensa y la cultura popular.

Los análisis sociológicos indican que la interpretación escéptica se basa en un conjunto de valores ideológicos relativamente limitados provenientes del movimiento conservador contra-ambientalista. Diferencias éticas subyacentes o no completamente exploradas determinan cómo alguien interpreta los datos y formula orientaciones programáticas. Este es el caso, tanto para los científicos ambientalistas como para los escépticos como Bjørn Lomborg’s (“The Skeptical Environmentalist”) y sus seguidores.

Una ética antropocéntrica explica los juicios de Lomberg, por ejemplo, en tanto que los argumentos de los ambientalistas pueden explicarse a partir de una posición ecocentrica. Lomborg y la mayoría de los economistas sostienen que, porque sólo los humanos tienen sentido moral, controlar el ambiente con el propósito de incrementar el bienestar de nuestra especie es moralmente justo.

Es esta posición moral la que separa a Lomborg de los ambientalistas. Es este profundo antropocentrismo el que sostiene la creencia de que la humanidad es independiente de la naturaleza no humana y esta exenta de influencias, constreñimientos y principios ecológicos. Esta ética es, mayormente, la que explica la gran hostilidad de los grupos anti ambientalista, porque la defensa de la naturaleza crea obstáculos al desarrollo humano.

Necesitamos energía, cada vez mas, y sabemos como obtenerla mucho mejor que las plantas. No necesitamos la vegetación de la selva para producir medicinas; mas frecuentemente, las necesitamos para protegernos de las fuerzas ciegas que, por azar, emergen de ella. Ni tampoco necesitamos otras formas de vida para mantener el balance de gases saludables en la atmósfera o la temperatura climática. La humanidad puede sobrevivir bastante bien en un planeta cubierto de concreto y computadoras.

Es este profundo antropocentrismo el que funciona como ultimo fundamento para juzgar la legitimidad del conocimiento. Dentro del marco escéptico cualquier conocimiento que afirme la interdependencia con la naturaleza y vea a la especie humana como un ser ecológico, no es válido. El principio organizador de la ecología se considera falso desde la partida. Hablar de ciudadanía ecológica racionalmente no tiene sentido. Únicamente las necesidades y deseos de la humanidad representan la clave de nuestra evaluación del estado del mundo.

Esto no significa, dice Lomborg, que las plantas y animales no tengan derechos, pero el foco debe estar siempre en la evaluación humana. No tenemos otra opción. Somos los humanos los que elegimos que parte de la vida terrestre cuenta y que parte no.

Este rechazo a reconocer derechos a la naturaleza no humana no surge de la dificultad en designarlos, sino en las profundas implicaciones cívicas y éticas que el reconocimiento de pertenecer a una comunidad de vida terrestre mas vasta, acarrearía. Son los valores antropocéntricos lo que le permite al escéptico ambientalista ver al capitalismo moderno como una experiencia de éxito fantástica que se refleja en la mayoría de los indicadores que muestran que las condiciones humanas han mejorado inmensamente, comparadas con las etapas previas. Por supuesto, ellos reconocen que hay problemas en los cuales necesitamos trabajar, pero el mejoramiento continuara en tanto la economía crezca.

Si el escepticismo ambientalista es parte de un movimiento político ¿cual es su propósito? ¿Por qué ignorar o negar la gravedad de la perdida de la diversidad biológica o el calentamiento global? ¿En beneficio de qué o de quien?

La respuesta estándar es la ganancia a corto plazo o la aprobación de leyes favorables a la industria. Sin embargo lo que esta en juego es mucho mas que esto. Inevitablemente la lucha por la mantención y renovación de los recursos naturales es una amenaza al paradigma social dominante, a los valores comunes, a las creencias y a la sabiduría compartida acerca del ambiente físico y social. Es la amenaza a la legitimidad de la política mundial heredera del iluminismo liberal mercantilista.

Estos valores comunes son importantes, porque aunque no se adhiera totalmente a ellos, de todas maneras guían e institucionalizan la acción individual y social (empresa privada, crecimiento económico, libre mercado, rechazo a la planificación económica, disminución de las obligaciones del Estado en el bienestar social y fe en un futuro de abundancia gracias a la tecnología).

Los economistas creen que no hay problemas con la expansión indefinida de la economía. En verdad, la expansión indefinida es la meta de la economía, por lo que no es de sorprender que vean con escepticismo las predicciones de la ciencia física. La historia, afirman, ha mostrado una y otra vez que la tecnología es una parte tan importante del capital que puede resolver toda la variedad de problemas que los límites naturales le plantean al desarrollo del crecimiento continuo.

Esta es una de las razones por las que la autentica lucha ecológica, de una u otra manera, tiene que incluir las instituciones modernas del sistema estatal y el capitalismo mundial. Un paradigma alternativo que vea a la humanidad como un miembro de la comunidad terrestre, un miembro de la naturaleza en sentido global con derechos y obligaciones, desafía el marco moderno de la economía capitalista contemporánea que reproduce un sistema ecológicamente mal adaptado.

El nuevo escepticismo ecológico, tal como lo presenta Lomborg, su figura más popular, proporciona un discurso que concibe las relaciones entre la naturaleza y la especie humana en términos mecánicos y administrativos con vista a la explotación económica. Si la contradicción entre los intereses industriales y el sostenimiento ecológico continua llamando la atención y, aunque fragmentariamente, operando como un discurso contra hegemónico, entonces, el escepticismo ambientalista surge para resistir el movimiento ecológico.

Si esto es así, el escepticismo no es solo el intento de mantener la ganancia económica, sino la reacción contra una inminente revolución cognitiva y cultural que puede cambiar la forma en que el poder material se concentra y acumula. Representa, no solo la defensa comercial, sino la defensa de la estructura misma del orden mundial que permite la sobrevivencia de la industria tal como la conocemos.

El escepticismo ambientalista reclama haber refutado el mito del movimiento ecologico y la ciencia ambiental. Su proyecto, afirman, se genera exclusivamente a partir de un sentido de objetividad y neutralidad axiológica. El problema con este reclamo es que el análisis de la literatura muestra que éste se formula desde una ideología conservadora apoyado por un movimiento corporativo (la industria petrolera, principalmente) contra ecologico. Su intento es subvertir la interrogación reflexiva y la resistencia contra hegemónica que ella contiene.

No necesitan sus partidarios ganar el debate acerca del estado del mundo para mantener el poder y dominio. Solo necesitan establecer un cuestionamiento suficiente sobre los informes científicos para motivar dudas en la comunidad en general.

¿Y no es esto lo que en el fondo de nosotros mismos queremos escuchar… el dulce canto que nos devuelva la seguridad y el poder contenidos en la ilusión de la modernidad? ¿Poder seguir disfrutando de la buena vida sin consecuencias? ¿Perdernos en la contemplación extasiada de nuestro narcisismo?

Muchas civilizaciones han decidido, por una u otra razón, ignorar la erosión que provoca la relacion entre sociedad y naturaleza, solo para caer en una época obscura llena de sufrimiento y miseria. Hoy estamos entrando a una etapa histórica global en donde estos problemas tendrán que ser resueltos, de una manera u otra, dentro de los próximos 50 anos.

El escepticismo ambientalista quiere posponer este cambio y el mensaje ha sido gratamente recibido por las elites mundiales que son parte del orden dominante del mundo…“Las cosas con el tiempo mejoran cada vez más y más”.



 

 * Escritores y docentes.

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