CRISTINA, LAS MARAVILLAS Y UN MUNDO CALIENTE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Introducción

No faltan aquellos que –a la hora en que redactamos– escrutan todavía con alguna ansiedad la oferta noticiosa de la televisión o trajinan los buscadores de la internet en procura de la información que les dará algo para charlar en la mañana suramericana del domingo ocho de julio de 2007 –y sobre todo del lunes en el lugar de trabajo–. ¿Macchu Picchu, Rapa Nui, Chichén Itza, el Cristo de Río fueron elegidos entre esos monumentos que disfrazan con palabrería la razón comercial de tanto despliegue «mediático»?

Muchos más, sin duda, conforman la cofradía –tan engañada como autoengañada– que vibra por el «concierto por la vida de la Tierra» que organizó y prohija un señor algo gordito conocido como Al Gore. Como toda iniciativa de bien público generada en el vientre del capitalismo, el Live Earth es una iniciativa que busca dinero. En este caso para la organización del señor Gore contra el calentamiento global. O sea: paga usted su entrada o no «ve» –ver es un decir a juzgar por esos monstruosos escenarios– a los «ídolos» que bien cobraron su trabajo.

Y Cristina… No es la de Escandinavia ni busca la fe que podría traspasarle algún obispo o cardenal: en su mérito se anota cierta mirada irónica, o por lo menos distante, frente a los dignatarios eclesiales; es, sí, hermosa como aquella y como la reina dispone de una mirada fría y no esconde su capacidad. Algunos medios periodísticos no saben ya si escribir Cristina de Kirchner o Cristina Fernández, pero la mayoría sabrá a su tiempo aceitar las bisagras necesarias para el lameculo de rigor.

I

Los interesados lo supieron a la hora de la cena: las Nuevas 7 maravillas del mundo moderno en un orden que no indica necesariamente importancia de unas sobre otras son, las primeras elegidas:

La Gran Muralla China
Las ruinas de la ciudad de Petra, en Jordania
El Cristo Redentor de Río de Janeiro
Machu Picchu
La pirámide de Chichén Itzá
El Coliseo de Roma
El Taj Mahal de la India

En América es hora de lamentarse por el Cristo, la ciudadela y la pirámide. Te pito te Henua fue salvada –por ahora– de las hordas que bajo el pretexto del turismo terminarán por acabar con esas reales maravillas del ingenio humano.

Fue prudente la UNESCO al decir que no propiciaba ni alentaba semejante disparate.

II

El próximo 19 de julio será el acto público en el que Cristina Fernández de Kirchner se lanzará al ruedo como candidata oficial del Partido Justicialista a la Presidencia de la República Argentina. Por ahora es la primera dama de ese país –y la mejor espada, o boleadora, del gobierno de su cónyuge, Néstor Kirchner–. Lo que no tiene nada de negativo.

En el medio político argentino lo peor que puede hacer un observador es dar por sentado que la realidad de hoy será la de mañana. Basta recordar el no tan antiguo de «Síganme, no los defraudaré».

Al revés de la señora Rodham de Clinton, que aspira a la primera magistratura de EEUU, la Cristina argentina jamás escondió su garra política. Como la legendaria Evita Duarte viste bien –su elegancia parece más natural, sin embargo– y no se reprime a la hora de mantener una discusión. Las malas lenguas, que juran que su marido es un atroz izquierdista, no tiemblan al afirmar que ella es mucho más radical. Ojalá.

Y ojalá, pese a haber vivido años en la Patagonia, no se convierta, de llegar a la Casa Rosada, en otra mamá oca presa de sus polluelos. Es una historia que recién comienza.

III

Sonríe el gordito. No suda cuando dice que es necesario salvar la Tierra –tal vez porque su trabajo es «puertas adentro» y con aire acondicionado. Sonríe cuando llama al que llaman los obsecuentes y seguros servidores –mientras haya derrame– mega concierto «Live Earth».

Mega es simplemente grande. ¿Éste concierto multinacional –porque tiene lugar en varios países– es un millón de veces más grande que otros? ¿Cómo es «grande» un concierto? ¿Es música lo que se entrega?

Lo único cierto es que las boleterías gozaron. Todos cobran, menos los que pagan. Y el señor Gore hizo un buen negocio.

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