Cuba: y se hizo la luz

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En los últimos meses, el gobierno cubano ha venido anunciando medidas relacionadas con la economía del país y los vínculos financieros con el exterior.

La eliminación de la circulación del dólar en el mercado interno y la imposición de un gravamen respecto al cambio de esta moneda con el peso convertible cubano, la revalorización de este peso respecto a otras monedas y el aumento del siete por ciento en el valor de cambio del peso no convertible, constituyen medidas destinadas a aumentar el poder adquisitivo de la población y fortalecer la moneda nacional, muy favorecida por el cambio del dólar y los incrementos de los ingresos como resultado de mejoras en el turismo y la producción de níquel y petróleo.

 
Paralelamente, se han venido tomando medidas de carácter social, algunas con impacto en el ahorro de energía, como es el caso de la distribución de artículos eléctricos para la producción doméstica de alimentos y así ir sustituyendo otras fuentes energéticas como el gas embotellado, el kerosene y otros combustibles, hasta ahora muy utilizados, con perjuicio del medio ambiente y la calidad de vida de los ciudadanos.

Otras medidas de este tipo han sido el aumento de las pensiones a los jubilados y la distribución de una serie de artículos normados para toda la población. Se anuncian además planes para la construcción y recuperación de las viviendas y mejoras en el transporte.

 
Más importante aún que el resultado inmediato de estas medidas, de por sí muy populares, han sido sus connotaciones estratégicas y las perspectivas futuras que plantea para la sociedad cubana. El aumento gradual del valor del peso tiene un impacto directo en el salario, lo cual implica no solo mejoras en el nivel de vida, sino un estímulo a la producción y una menor dependencia de la moneda foránea, incluyendo las remesas que envían los emigrados a sus familiares.

 
Esto permitirá mejoras apreciables en la productividad del trabajo, aumentadas por una política de modernización tecnológica en renglones claves de la industria nacional y el aumento de la capacidad competitiva de los productos cubanos respecto a sus similares extranjeros.

Aunque no se plantea una estrategia de sustituir importaciones a cualquier precio, evidentemente existen renglones donde la producción nacional puede mejorar su participación en el mercado, especialmente en el área del turismo.

 
Con estas medidas, en la práctica se decreta el fin del llamado “periodo especial”, nombre con el cual fue identificada la crisis económica, que llegó como resultado de la desintegración del campo socialista europeo.

Como resultado de esta crisis, además del bloqueo de Estados Unidos, la economía cubana se vio privada de un tirón de los mercados y las fuentes de financiamiento que le servían de sustento. Casi todo el mundo apostó al fin de la revolución cubana en esas condiciones y fueron en realidad momentos muy duros, como ha dicho Fidel Castro, “se apagó el Sol de pronto” y nadie podía ver la luz al final del camino.

 
Fueron años de sobrevivir por la sobrevivencia misma. Más grave que las penurias inmediatas era la falta de perspectivas para el futuro, un elemento subjetivo de tremendo impacto psicológico, especialmente en la juventud, que no encontraba una canalización adecuada al potencial educacional que la propia revolución les había aportado.

Entre muchos, se extendió la idea de “vivir al día” y buscar cualquier tipo de alternativa para la supervivencia, originando problemas de tipo ético, que se expresaron en el aumento de las actividades ilegales, la prostitución y la falta de interés por el trabajo o la degradación del valor profesional, toda vez que ello no reportaba ventajas materiales directas. La emigración de los últimos años fue también un producto de esta crisis.
 
Estos problemas han sido ampliamente difundidos por la prensa internacional, siempre propensa a divulgar las calamidades de la revolución y exagerarlas. De cierta manera, estaban midiendo a la revolución por los propios estándares cubanos y no por los ajenos, esas lacras no son aceptables para un proyecto social de la envergadura de la revolución cubana, aunque sean percibidas como normales en cualquier otra parte del mundo.

 
La importancia del momento, es que se van creando las bases objetivas que permitirán enfrentar estos inconvenientes y resolverlos por los métodos sociales adecuados. No existen razones para pensar que no pueda ser así, la enajenación de las personas no es fruto natural del socialismo, como sí lo es en el caso del capitalismo. El socialismo es, por definición, un modelo inclusivo de sociedad, donde toda ella se siente responsable de cada ciudadano, no importa cuan desventajado sea. La revolución cubana dejará de ser lo que es, el día que no asuma esta responsabilidad. Esto explica que se haya podido superar el “período especial” sin revueltas sociales.

 
A la recuperación cubana ha contribuido la emergencia de un nuevo escenario internacional. En América Latina, el fracaso de las políticas neoliberales ha madurado las luchas sociales y conducido al poder a gobiernos nacionalistas que, encabezados por Venezuela, se plantean una nueva visión integracionista, en la que Cuba está inevitablemente incluida.

 
El unilateralismo, la ambición desmedida y la agresividad de Estados Unidos les ha fabricado enemigos por todas partes, unos más discretos que otros, pero enemigos al fin. Dentro del propio país se aprecia una polarización de valores y tendencias políticas que no tiene paralelo en la historia más reciente. La política de Bush no es sostenible y ello también incluye el caso cubano.

 
Nadie sabe el camino que tendrá que recorrer la recuperación cubana, ni los nuevos escollos que tendrá que sortear para avanzar y consolidarse, pero la luz apareció de nuevo y de un hueco solo se sale hacia arriba.

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Doctor en Ciencias históricas. Profesor en la Facultad de Historia de la Universidad de La Habana, Cuba. Ha publicado libros y numerosos artículos sobre el tema de la emigración cubana y sobre las relaciones entre los EEUU y Cuba. Artículo publicado en la revista Progreso semanal (www.progresosemanal.com).
Casilla de correo electrónico del autor: arboleya@progresosemanal.com

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