Cultura. internet y después. – EL PASO MÁS ALLÁ, LOS RIESGOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El autor del libro Cuando Google desafía a Europa, en rigor no se opone a Google, sino que no comulga, aclara, con la forma en que el famoso portal ofrece los resultados de una búsqueda sobre algún tema.

“Por supuesto que estoy feliz cuando se enriquece la oferta de libros en internet: eso es un progreso formidable”, admite, comparando la invención de la Red con la imprenta de Gutenberg. “Es una manera posible de poner fin a esta injusticia, o desigualdad, que existe entre los que tienen un fácil acceso a las bibliotecas y librerías, y los que no lo tienen”.

En mayo de 2005, Jeanneney publicó su pequeño libro para impulsar un debate en la opinión pública. En 2006, sacó una segunda versión actualizada, prueba de que su iniciativa tuvo éxito en Francia. En el medio, varios editores iniciaron acciones legales contra Google, y los políticos de Europa, alentados por la adopción de la declaración universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural, dieron apoyo económico a los proyectos destinados a contrarrestar la iniciativa del portal.

Es así que, luego de Google Search Book y de su joven competidor, Live Search Book, de Microsoft, nació la biblioteca digital europea, The European Library (www.theeuropeanlibrary.org ), que propone los fondos de diferentes bibliotecas nacionales europeas en veinte lenguas.

–¿Cómo definiría el sistema de búsqueda de libros propuesto por Google?

–Es una selección de libros y una manera de presentarlos. Sin lugar a dudas, esta oferta será organizada sobre la base de dos ejes: primero, habrá una oferta mayoritaria anglosajona, y segundo, este motor de búsqueda vive de los beneficios de la publicidad. Como yo lo entiendo, no hay nada malo ni en lo primero ni en lo segundo. Pero estoy inquieto por el principio de monopolio. Google es una empresa que funciona con un clima estadounidense, anglosajón, y con la búsqueda de beneficios, es decir, la publicidad. Y desde que cotizan en Wall Street es más que evidente.

–Pero al mismo tiempo se alegra por el proyecto.

–Nos alegramos por la iniciativa de Google. No obstante, nosotros queremos una oferta diferente. Hice búsquedas en Google Search Book sobre Victor Hugo. Encontré veinte libros en inglés y uno en alemán. Y recibí una carta de un editor inglés que me contaba que había hecho una búsqueda sobre Grandes esperanzas, de Charles Dickens, y en el resultado apareció un vínculo publicitario para una empresa organizadora de casamientos. No tengo ganas de que al lado de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, aparezca un vendedor de zapatos y al lado de Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Céline, uno de medialunas.

–Y qué es lo que propone con el proyecto Gallica, la biblioteca digital francesa, o con el europeo?

–Un libro no es un objeto que sale de la nada; es el representante de un cierto tipo de cultura y, en especial, es el representante de todos aquellos libros que no fueron digitalizados y puestos online. ¿Por qué ese libro y no los otros? ¿Cómo será presentado? La cultura no es simplemente un conjunto de pequeños granos de arena. La cultura son conjuntos geológicos majestuosos organizados de cierta manera.

foto–¿Cree que el proyecto europeo podrá tener más peso que los otros?

–No digo que es necesario que haya un monopolio de una biblioteca universal europea, sino que haya una competencia entre diferentes tipos de oferta que pueda aguijonear los espíritus críticos. Bien me gustaría que si usted hace una búsqueda sobre la guerra de Indochina el punto de vista francés esté presente, además del norteamericano (de EEUU). Le doy un ejemplo: si hago una búsqueda sobre la Revolución Francesa, no tengo ganas de que sólo aparezca en primer lugar Historia de dos ciudades, de Charles Dickens; me gustaría que figure Noventa y tres, de Victor Hugo.

«Quiero asegurarme de que haya una diversidad suficiente. Si busca algo sobre Cervantes, me parece más importante que encuentre algo comentado por un español, en lugar de por una universidad de Wisconsin».

El asunto de la diversividad y las peculiaridades

–Recuerdo una cifra que va en el sentido de lo que usted afirma sobre la diversidad. Gran Bretaña no llega a traducir ni el uno por ciento de la producción editorial en español.

-Es un problema. Los novelistas hispanos son más traducidos al francés que al inglés, y los franceses son más traducidos a lenguas mediterráneas que al inglés. En Estados Unidos traducen muy poco, son muy insulares y a la vez muy planetarios en su influencia cultural. Ojo, lo anglosajón no es el diablo, y me interesa saber qué es lo que dicen allá sobre Europa; simplemente, no quiero que a través de Internet se reproduzca ese desequilibrio.

«El nuestro es un proyecto colectivo europeo; los chinos ya están digitalizando sus textos, los indios también, la biblioteca de Alejandría también. Tiene que haber una verdadera diversidad, con un fondo hispanohablante, otro lusófono y sucesivamente».

–¿Es una lucha?

–Si quiere llamar así al hecho de que queremos que el mundo de mañana esté marcado por la diversidad, entonces, sí: es una lucha. Una resistencia. No atacamos a Google, sólo creo que no tenemos que dejar a Google todo el terreno libre. También se ven rápidamente los inconvenientes de un monopolio, se ve en la arrogancia de Google, en especial hacia los editores, con la digitalización sin permiso de libros con derechos.

–En Bélgica, justamente, la justicia condenó a Google por no respetar los derechos de autor.

-El derecho de autor y el derecho moral son algo esencial. Los editores tienen un fin comercial, pero también ofrecen un servicio público, y para ello tienen que estar protegidos; es por eso que van a ser incluidos en la biblioteca europea, pero con su pleno acuerdo.

–Esta revolución digital ¿puede influir en un futuro sobre la existencia del libro tal como lo conocemos?

–No lo creo. Durante mucho tiempo existirán, por un lado, el libro, y, por el otro, su versión digital. Es un uso complementario. Pienso que el libro, con su forma, el tacto, el olor y ese diálogo particular que tenemos con el objeto durará mucho tiempo. Los diarios quizás estén más amenazados que los libros, porque los diarios se tiran, son instantáneos, no se los necesita en las bibliotecas.

–Ya que usted estuvo vinculado a los medios de comunicación, en especial como director de la principal radio pública francesa, es historiador y se interesó particularmente en la evolución de la prensa. Dígame, ¿cuánto afecta desde su punto de vista la prensa gratuita a la prensa paga?

-Para darle una imagen fuerte, le diré que siempre habrá agua de la canilla y agua mineral. La competencia de internet amenaza con hacer reducir, en varios países, la cantidad de ejemplares vendidos, pero observe las diferencias de un país a otro. En Japón, por ejemplo, los diarios más importantes no tienen prácticamente erosión alguna en sus tiradas, porque las costumbres son diferentes.

«Creo, personalmente, que habrá cada vez más distinción entre diarios con noticias inmediatas, que serían como una especie de zapping televisivo pero en diario, y los que ayudan a reflexionar en una sociedad en donde la gente los necesita cada vez más. Creo que los diarios van a instalarse con sus diferencias, y los diarios de referencia quedarán.

«Si Le Monde , en vez de intentar vender 450.000 ejemplares como antes se conforma con 250.000, pero cuya influencia sería quizá más grande en el conjunto del cuerpo social, no sería una catástrofe, y hasta quizá les permitiría vender mejor sus espacios de publicidad, porque conocerían bien su mercado; no son los ricos solamente los que leerían el diario, sino más bien los ciudadanos comprometidos con la reflexión».

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* En el diario La Nación de Buenos Aires, 17 de enero de 2007 (www.lanacion.com.ar).

Jean-Noël Jeanneney ejerce desde 2002, la dirección de la Biblioteca Nacional de Francia y es profesor en el Instituto de Estudios Políticos desde 1977. Integró el Alto Consejo del Audiovisual, de la Comisión Superior de Archivos y presidente de la Misión del Bicentenario de la Revolución Francesa. Entre 1992 y 1998 ejerció como Secretario de Estado en el Comercio Exterior y de la Comunicación entre 1992 y 1993.

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