Delitos y delincuentes

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La definición de delito ha diferido, y difiere todavía hoy, entre las escuelas criminológicas. El delito, en sentido estricto, es definido como una conducta infraccional del Derecho Penal penada por la ley. La palabra deriva del verbo latino delinquere, que significa abandonar, apartarse del buen camino, alejarse del sendero señalado por la ley.| GISELA ORTEGA.*

Privar a alguien de la vida es el mayor de los delitos. Aunque la victima esté detenida por su presunta participación en un hecho delictivo. El secuestro es un delito. Son delincuentes sus autores intelectuales y los que participan en el. El robo es un delito. Al hurto del dinero del erario público se llama peculado. Son delincuentes los servidores públicos que peculan.

Los hechos que ofenden y dañan los derechos esenciales de la sociedad y de las personas, vienen castigándose desde siempre como medio de preservar y garantizar el orden social y de reafirmar el orden jurídico violado por una acción u omisión ilícitas, incriminadas previamente.

Para combatir la delincuencia, el Estado tiene el poder de dictar leyes que señalen los delitos, determinen la responsabilidad de quienes los ejecutan y fijen las respectivas sanciones. Cuando un delito se comete, no solo surge el problema de reprimirlo, sino el de evitar otros de su mismo tipo.

La tarea preventiva se hace más perentoria cuando una determinada especie de delitos se extiende por un país y se repite con tenaz y alarmante constancia.

Corresponde a todos exigir que se prevenga el delito, que se castigue a quienes delinquen, que se respete el Derecho y que se aplique la ley.
Hace años el escritor español Antonio Zozaya, enfocaba el problema del delito desde el punto de vista social en los siguientes términos:

“No basta el castigo. Nunca mayor numero de presos en las cárceles que en los tiempos de represión despótica, ni nunca se cometen mayor número de delitos contra la propiedad y contra la vida. ¿Es qué se deben dejar impunes tales crímenes? No. Pero hay que tener en cuenta que allí donde sistemáticamente se declara la guerra al trabajador, se le rebajan los jornales, se le despide a la menor protesta, se les cierran todas las puertas y se les convence de que se está mejor en la cárcel que en el hogar sin pan y sin lumbre los desesperados que no tienen una base de cultura capaz de dominar sus instintos, acaban por delinquir,’de perdido al rio’, a ese rio turbulento y cenagoso de la infracción.

«No basta castigar, hay que dar ejemplo, es neceario abrir camino a la virtud. los Estados, hoy, en todo el planeta, no piensan sino en multiplicar sus exacciones, en encarecer los alimentos, en oprimir a los desvalidos, en favorecer a los grandes capitalistas y en penar duramente las protestas de los menesterosos.

«Y los menesterosos se acuerdan de los caballistas andaluces y, no pudiendo imitarles, en sus viejas andanzas, porque la vida hace imposible la resistencia en despoblado, se lanzan temerariamente a los asaltos en la ciudad. Hacen mal, merecen castigo, pero no se trata de vengar a la sociedad ultrajada, sino de prevenir la delincuencia y atajar esa ola de maldad homicida, que reconoce varias causas, pero la principal de las cuales tiene un nombre: se llama desesperación o simple escepticismo”.

Es por eso que, comenzando por el hogar, la delincuencia pudiera prevenirse si cada matrimonio o pareja educara a sus hijos en el amor y respeto hacia el prójimo, apoyada por una educación de valores éticos y morales.

Adicionalmente, el delito tendería a disminuir marcadamente en nuestras sociedades si se considerara como valor la generosidad y no la violencia; si se presentaran como héroes de la Historia a los que han hecho el bien, sea cual fuere su modalidad, y no a los grandes forajidos, sean o no conquistadores o guerreros, jefes de Estado en el poder, o facinerosos en la oposición; si no se exhibiera a los vencedores como buenos y a los vencidos como malos, sean tirios o troyanos; y si se contara con un sistema judicial y policial eficiente, acompañado de un sistema penal serio, pero profundamente humano y auténticamente regenerador.

* Periodista.

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