Depende del cristal con que se mira

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Alberto Maldonado S.*

Un viejo consejo del también viejo periodismo informativo recomendaba que, en los hechos que se precipitan y de los cuales no se tiene información confiable, hay que ponerle ojo a los detalles para saber, o por lo menos para advertir, cuál es el condumio de una información. Más si el asunto está afectando políticas o intereses del gran poder, al que denominaremos simple y llanamente imperialismo.

Doña Hillary Clinton, tan pronto como se iniciaron las manifestaciones masivas contra Hosni Mubarak, sobre todo en la emblemática plaza Thirir, de El Cairo, salió a decirle al mundo, a través de los medios masivos de información, que el presidente Obama había tomado contacto con el gobierno que se caía para pedirle que se respete a los manifestantes que pedían su renuncia y que cualquier cambio se haga en forma tranquila y democrática.

En palabras más criollas, la señora del Departamento de Estado de EE.UU. le pedía a su antiguo aliado que se vaya; pero que se vaya sin hacer bulla y dejando las cosas, en Egipto, tal cual. Esto me recordaba la época colegial, cuando decíamos, en son de burla: “hagan bulla pero calladito”

Los designios del gran imperio respecto de los países árabes que se caían como castillos de naipes (Túnez, en primer lugar, Egipto, Yemen, Bahreim, Jordania, Marruecos, es decir el norte de África) era que debían introducir de urgencia  cambios burocráticos y dar paso a relevos en el poder, pero en forma tranquila y ordenada. Hay que cambiar a los viejos y corrompidos gobernantes pero para que no cambie nada.

Don Barack Obama (a quien los republicanos se lo están comiendo a paso acelerado) aprovechó las inesperadas reacciones populares de los tranquilos (¿esclavizados?) pueblos árabes, para pedir “muy cordialmente” a los gobiernos del gallinero propio que respeten a las muchedumbres que habían salido a las calles, a protestar por la vida miserable que llevaban, mientras sus “líderes propios” (publicaciones occidentales aseguraron que solo Hosni Mubarak tenía en  bancos europeos nada menos y nada más que entre 40.000 millones y 70.000 millones de dólares) acumulaban y acumulaban fortunas inmensas, sobre la base de la explotación y comercialización del petróleo, ya que estos países se asientan sobre un inmenso mar de oro negro que es explotado por las enormes transnacionales del ramo (Texas Petroleum, Birtish Petroleum, etc.)

Pero, como los servicios secretos del imperio y los imperitos (los de la OTAN) no solo sirven para “aplastar” a los pueblos indóciles del mundo, se dieron cuenta que había que aprovechar la ocasión no solo para tapar la explosión surgida en gallinero propio sino para generar cacareo en gallinero ajeno. Y dar la sensación de que el reclamo popular no era solamente contra los amigos sino contra los enemigos.

Así, en forma aparentemente muy espontánea, aparecieron unos manifestantes en contra el gobierno de los ayatolas, en Irán. Desde luego, ese país no es un modelo de democracia occidental y cristiana pero es un Estado que tiene problemas pendientes con Estados Unidos; y aun cuando su presidente de nombre impronunciable es considerado de centro derecha, sin embargo está considerado como un enemigo irreconciliable de Israel, el principal aliado del imperio en sector (Oriente Medio) tan explosivo.

Y el señor Obama lanzó advertencias contra Irán tan pronto como aparecieron grupos anti gubernamentales contra ese gobierno. Pero, los opositores desaparecieron de las calles de Teherán con la misma velocidad  con que aparecieron. Y a Estados Unidos no les quedó más remedio que seguir afrontando los escándalos que aparecieron en Yemen, en Marruecos, y, cosa más que imperdonable, en el reino de Bahreim, en donde está asentada nada menos que la Séptima Flota norteamericana; es decir, la policía imperial que vigila el Oriente Medio a fin de que esos países sigan ofreciendo “seguridad jurídica” (explotación sin límites) a sus enormes transnacionales.

Entonces (¡oh milagro de milagros!) se acordaron de que en el mismo norte del África, con costas hacia el Mediterráneo, reinaba desde hace 42 años Muamar el Kadafi[1], el mismo líder que otrora puso de cabeza a los imperitos europeos (Italia, Francia, Inglaterra, España) y propuso para su pueblo una revolución verde que nacionalizó la riqueza petrolera para su provecho (Libia es el tercer exportador de petróleo del mundo) y que, desde hace un par de décadas, negoció con los dueños de la democracia y la libertad (solo a Estados Unidos le envía cada día un millón de barriles y el resto a la OTAN) la paz y la tranquilidad.

Desde entonces, Kadafi, que inclusive fue acusado de proteger a dos terroristas que volaron sobre Europa un avión comercial  con más de 200 personas a bordo; y que, por ese crimen, fue atacado brutalmente por la aviación yanqui, que dejó numerosas víctimas, entre ellas, una niña, hija del propio Kadafi, pasó a ser un presidente “semi confiable”

Así pues, el malo del Oriente Medio pasó a ser el líder libio. Y, como por arte de magia, aparecieron por doquier los ciudadanos opositores (que deben haber) para luchar contra este líder y exigir su salida inmediata. Y aquí entró en acción toda esa parafernalia que tiene el imperio y los imperitos, para alarmar, para mentir, para acusar, para crear el caos y para activar esos resortes que, burocratizados y en situación de atonía, están a la espera de una motivación, para actuar.

Debo referirme, en primer lugar, a lo que un grupo de intelectuales y periodistas, le puso el nombre de “terrorismo mediático” Tan pronto como se produjeron manifestaciones en Trípoli y otras ciudades libias, las transnacionales de la información y la mentira, le dijeron al mundo, en vivo y en directo, que prácticamente había estallado una revolución “blanca” en Libia y que las muchedumbres exigían la salida inmediata de Kadafi, que de bueno volvía a su viejo papel de malo.

La CNN, que es la base de todo este aparato mediático, inclusive hablaba de que —según fuentes “que pidieron el anonimato”— solo en Trípoli se habían dado más de mil muertos (después dijeron que 10.000) una vez que Kadafi, en un discurso a la nación, había “amenazado”  con resistir con su guardia de choque, hasta la muerte.

Pero, esos mismos días, Telesur, que es un ensayo de red informativa para televisión ciertamente libre y democrática, anunció que había enviado a Libia tres equipos y que uno de ellos logró llegar, sin mayores dificultades, a Trípoli. Y en esta capital encontró que solo había manifestaciones callejeras, pero a favor del Gobierno Kadafi.  Telesur no encontró señal alguna de que en la capital libia se hubiesen librado batallas, como para dejar mil muertos; peor diez mil.

La prensa sipiana (de la SIP-CIA) tuvo que cambiar de discurso: comenzó a hablar que Kadafi se había hecho fuerte en Trípoli: pero que los opositores ya habían conquistado algunas ciudades del nororiente del país. Inclusive, hablaron de que un tercio del territorio nacional ya estaba en manos de los sublevados. Y se quedaron con el discurso de que Kadafi seguía resistiendo; y que se aproximaba en Libia un baño de sangre (guerra civil)

Aclaración: escribo Gadafi con K porque así “suena mejor”, si bien es verdad que la prensa internacional escribe con G y a veces con C; pero recuerdo, por ejemplo, que a Jrushov le bautizaron de Krushev, aunque, en castellano, poco tenía de parecido con el fonema de su apellido que sonaba mucho mejor de Jrushov).

* Periodista.
La imagen de apertura corresponde a una composición fotográfica de Carlos De Stefano (http://3.bp.blogspot.com).

 

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