DEPORTES: ALEGRÍAS Y DOLORES, PERO “LA CORRUPCIÓN MATA”

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En general el deporte es competencia y allí la lógica indica que hay ganadores y  perdedores. Esta semana pasada hubo algo de eso, pero también tristezas que nada tienen que ver con una derrota deportiva.

En primer lugar la alegría del triunfo argentino en la Copa Davis. Es la máxima expresión tenística mundial donde participan un grupo de jugadores representando a un país. Era la quinta final que disputába Argentina, esta vez con los croatas, y ganó un partido que parecía perdido. Una epopeya deportiva, en un año atípico. Por cosas del reglamento siempre les tocó jugar de visitantes. No tenían jugadores de nivel superior. La nave insignia, Juan Martín del Potro, venía de una lesión que puso en duda si seguiría jugando. En un deporte individualista, donde los egos son claves, se armó un “equipo” y fueron bajando muñeco por muñeco. Llegó la final y se ganó. Lindo ejemplo con un festejo a grito pelado. El tenis tiene –en Argentina- unos 3 millones de personas que lo practican, en este sentido es el segundo deporte nacional, detrás del fútbol. En este caso hubo un importante y legítimo festejo deportivo.

En el mismo momento que los tenistas argentinos volaban de Londres a Buenos Aires, en otro avión, un modesto equipo brasileño del Estado de Santa Catarina, el Chapecoelense, soñaba con llenarse de gloria en su pelea por el título de la Copa Sudamericana, uno de los dos grandes eventos futboleros de la región. Este equipo había dejado en el camino a varios famosos de la región, eliminando entre ellos a los argentinos Independiente y San Lorenzo. El dolor por este infausto hecho que involucraba a todo un equipo de fútbol, no termina allí. Están las muestras de solidaridad, está el futuro por reconstruir una institución deportiva. Pero hay algo más.

La empresa aérea de origen venezolano, ahora aparece radicada en Bolivia, tiene tres aviones de los cuales solo uno –el accidentado- estaba en condiciones de volar. Sus propietarios, entre los cuales figura el piloto, son bastante inciertos y se los vincula con un mafioso chino condenado en su país. Lo cierto es que el avión parece que cayó por haberse agotado el combustible. Según los datos existentes la autonomía de vuelo era de 3000 kilómetros y la distancia entre el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra y el de Medellín (Colombia) es de 2950 kilómetros. El avión no llegó porque en el aeropuerto tenía prioridad otro vuelo que si declaró su “emergencia” cosa que no hizo el accidentado, hasta los segundos finales, para evitar sanciones. Por eso debía dar vueltas antes de aterrizar y terminó cayendo.

El sistema aeronáutico es el que tiene, después del sector nuclear, las mayores reglamentaciones y controles mundiales. Esas normas establecen que los vuelos deben tener combustible para llegar hasta otro aeropuerto alternativo y otro tiempo (entre 30 y 50 minutos) de emergencia, para el caso que tampoco pudiera usar dicho aeropuerto.

Claramente las normas no se cumplieron y el avión nunca podía haber despegado. Pero hay otro dato que prueba que “la corrupción mata” es un hecho que gran parte de los vuelos futboleros de la región son “charteados” por esta empresa. Esto es así por dos razones. Hay pocas empresas que tienen aviones para “chartear” para esa cantidad de pasajeros y en segundo lugar las autoridades de la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol) los “recomendaba”. Recordemos que las autoridades de la Conmebol están involucradas en varios hechos de corrupción en el marco del famoso caso del “fifagate”. La selección argentina de fútbol, hace un mes, viajó por esta línea; lo mismo hicieron San Lorenzo e Independiente.

Juan Guahán

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