Deuda externa: legalidad y legitimidad

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Después de asistir al debate sobre la deuda externa argentina1 se imponen dos reflexiones. La primera es que ha sido contraída como una manipulación fraudulenta con la intención de doblegar un país rico en recursos naturales y humanos humanos que, con un alto grado de especialización, estaba en condiciones de insertarse en un plano de igualdad con los países del primer mundo.

En el mediano tiempo, por otra parte, América Latina hubiera podido «despertar» en los planos económico, tecnológico y -en general- de todo orden para competir de igual para igual con los países del Primer Mundo.

La segunda reflexión es que la deuda externa es un mecanismo del norte industrializado para establecer y mantener, en la Argentina y en toda la región, las relaciones propias del colonialismo económico. Para confirmar esta última visión quedó claro la manera fraudulenta y capciosa de como estas deudas fueron estructuradas.

También quedaron al desnudo las maniobras, a menudo dolosas, de la banca internacional, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y otros institutos transnacionales de crédito.

Algunos panelistas, como el diputado Cafiero y el abogado y ex parlamentario Juan Gabriel Labaké, la deuda no debe pagarse porque fue contraída con la presiones de las comisiones y gabelas ofrecidas por los brokers y aceptadas por ciertos políticos argentinos, especialmente el ex presidenteMenem y el ex ministro de Economía DomingoCavallo -que sirvió tanto a Menem como a su sucesor, de opuesta militancia política-.

Esto es fácil de verificar, aunque requiere una investigación de largo tiempo, porque estas comisiones han quedado asentadas en los libros contables del broker que ofició de intermediario para los varios prestamos del FMI.

Lamentablemente en los casos señalados no se puede aplicar la ley internacional que no reconoce la deuda contraída por los gobiernos que no son los legítimos, elegidos por sus propios pueblos: Menem, por ejemplo, accedió al poder, y fue reelegido, en sendos procesos electorales. Estos principios fueron lo que EEUU aplicó a la deuda de US$ 300.000 millones contraída por Sadam Hussein en Irak.

La Argentina y casi todos los países latinoamericanos tuvieron su mayor endeudamiento a lo largo de las décadas de 1971/180 y 1981/90. En la Argentina, cuando el gobierno de Maria Estela de Perón (1976) el compromiso ascendía a poco más de unos US$ 6.000 millones. Después del golpe militar la deuda externa rozó los US$ 48.000 millones.

El gato encerrado se hace visible

«La única manera de hacer crecer de tal modo el espantoso el déficit argentino fue por medio de una dictadura, reconocida por el gobierno de EEUU», concluyó el abogado Juan Gabriel Labaké en algún momento del debate. Es legítimo preguntarse por el crecimiento de la deuda en otros países, como Brasil, Chile y Uruguay, que tuvieron gobiernos dictatoriales parecidos a la Argentina.

«Es extraño -dijo el diputado Cafiero- que nadie del gobierno nunca haya hecho aplicar la ley de la invalidez de la deuda». Y prosiguió: «Si nadie lo hizo es porque hay gato encerrado». Señaló que «la deuda es ilegitima en su origen y es una deuda odiosa porque fue contraída con un gobierno que no fue elegido por su pueblo y porque fue manipulada por agentes externos e internos, cosa que la ley internacional y la ley argentina prohiben en absoluto»(…) Ahora es de extrañar de por qué la prensa no habla en términos claros del asunto, hay un muro de silencio. Eso se debe que la grandes empresas periodísticas muchas veces están endeudadas o son socias de los organismos que defienden con intereses la acumulación de la deuda». Y siguió:

«Estuve en Alemania donde me encontré con los abogados de los bonistas (personas naturales tenedoras de certificados -bonos- de la deuda pública argentina) perjudicados por la decisión de reducir el importe adeudado. Uno de los abogados me confió que Argentina, aún teniendo el derecho legal de cuestionar el importe de la deuda, jamás lo hizo (…) y si no lo hizo es porque se le acaba el negocio a unos cuantos».

De manera coloquial y en forma retórica preguntó al audtorio: «¿Saben que tenemos el mismo Producto Bruto Interno per capita que en 1974?.  Desde el año 74 nuestro PBI per capita no creció, mientras la deuda sí lo hizo de una manera extraordinaria».

Se olvidaron del riesgo

Otro panelista, Carlos Pedro Blaquier, doctor en Derecho y Ciencias Sociales, presidente del conglomerado Ledesma S.A. analizó los riesgos que corrían los bonistas al invertir en papeles de la deuda argentina en relación a una inversión en bonos semejantes emitidos por países del Primer Mundo.

«La tasa de interés que pagaban los bonos de la deuda pública argentina era sensiblemente superior a la que pagaban los de los países desarrollados. Esta mayor tasa era, obviamente, el precio del mayor riesgo. No existen inversiones sin riesgos y la medida de la tasa de retorno es la medida del riesgo que el mercado atribuye a cada inversión» (…) De hecho, cuando una empresa entra en convocatoria de acreedores, a los acreedores -léase bonistas- no les queda más remedio que acordar una quita de capital para cobrar algo. Sucedió con la ENRON, en EEUU, cuando sus accionistas cobraron apenas el 11 y 16 por ciento del valor de cada acción. Si un estado entró en quiebra, lo acreedores financieros no tiene porqué ser tratados de mejor manera que acreedores comerciales».

Eduardo Conesa, ex director del Banco Mundial  y profesor de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, propuso una solución casi salomónica -y algo romántica, al decir de alguien del público asistente- por el pago de la deuda. Según Conesa la deuda se debería pagarse en un 100 por ciento, a lo largo un lapso muy prolongado -algo así como 40 años- pero sin destinar al pago durante ese tiempo el límite fijado por el gobierno, que es del trespor ciento del PBI. De esta manera se tendría un pago fijo anual y la tranquilidad de no contraer más deudas.

Cada diez años se duplica el valor de la deuda, con intereses -por mayor riesgo- del seis a siete por ciento anual. Los intereses normales a nivel mundial son del orden del tres a cuatro por ciento. De esta manera al finalizar el periodo de 40 años sin el cobro de aquellos, Argentina habría pagado apenas el 25 % de su deuda. Todo muy lindo, pero de seguro los distintos organismos crediticios jamás aceptarán una propuesta de esta naturaleza. Por ora parte esta propuesta fue rechazada de plano por éstos.

El efecto bola de nieve

Daniel Artana, economista jefe de la Fundación de estudios económicos FIEL, señaló cómo, a juicio de esa institución, las deudas de América Latina -y de Argentina en particular-  se transformaron en una bola de nieve gigantesca que aplasta todas las fuerzas y corta la continuidad de las distintas ramas del crecimiento, convirtiendo a los países en «árboles bonsai».

Señaló que es un fenómeno parecido a cuando un banco permite pagar un mínimo de la deuda contraída en un mes por medio de la tarjeta de crédito. Si se paga el mínimo al segundo mes se encuentra uno con una deuda levemente superior, con otro mínimo para pagar. Al cabo de un año se habrá pagado, con esos aportes mínimos, algo más que el importe total de la deuda del comienzo y, sin embargo, la su deuda creció a más del doble. Claro como el agua, se diría. Algo de eso sucedió con la deuda externa. Fin de la intervención del economista Artana.

Traición en dólares

Viene al caso. Durante el decenio Menem-Cavallo en la Argentina se necesitaban dólares para vender -al valor de uno a uno- a los ciudadanos que viajaban, por ejemplo, a otros países y por otras razones. Al no disponer Argentina de un mercado sólido para sus exportaciones, el gobierno se endeudaba, también en dólares, para hacer frente al pedido de esa moneda por parte de todos aquellos que los exigían, especuladores incluidos.

Esto generó una gran fuga de capitales y un endeudamiento sin precedente con los organismos internacionales de crédito, que aun al tanto de la situación económica seguían prestando sabiendo que tenían otros recursos -y la voluntad del gobierno comprada para auxiliarlos en caso de crisis-.

Fue así que Cavallo usó los poderes extraordinarios concedidos a su ministerio para decretar que los sueldos se pagaban obligatoriamente con un sistema de depósitos en cuenta en bancos privados -y cobrados por la red de cajeros automáticos-.

Después cuando se volvió imperioso no prestar más al Fisco porque sus cajas habían tocado fondo, éste -el gobierno en verdad- decretó el triste y famoso «corralito», gracias al cual un enorme número de pequeños ahorristas vieron secuestrados sus ahorros -aún están en pleito con los banco y con el gobierno-. Un tipo de política económica que puede considerarse traicionó a cada ciudadano, uno por uno.

Cuentas y verdades

La nota de color en el debate la dio el escritor del libro La deuda externa argentina presentado en la entrada del Aula Magna, donde se desarrollaba debate. Eugenio Bruno, del estudio Nicholson & Cano, representante del economista de derecha Lopez Murphy y defensor jurídico de la banca, buscó inútilmente convencer a los integrantes del panel, y al auditorio, que la deuda Argentina era legal en su totalidad, que después de la pesificación  -o sea: de la paridad uno a uno con el dólar al cambio uno a tres- bajó de US$ 160.000 millones a US$ 144.000 millones -señalando, de paso, que en situacion de «default», los intereses corren (y eso es correcto), pero no a razón de 15.000 millones por año, como afirmó en su charla y apuntó en su libro.

De hecho una rápida cuenta establece que 15.000 millones, representan algo así como el 13 por ciento anual de los US$ 144.000 millones adeudados: verdadera usura para operaciones de esta naturaleza, en las que los intereses de más alto riesgo contemplan porcentuales de alrededor de un seis a siete por ciento. El pez por la boca muere, como dice un dicho popular.

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1 El debate sobre Deuda Externa: legitimidad de su reestructuración, se realizó el jueves 21 de octubre en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Participaron:

Daniel A. Artana, economista jefe De Fiel
Carlos P. Blaquier, presidente de Ledesma SA
Eugenio A. Bruno, Estudio Nicholson & Cano
Mario A. Cafiero, diputado nacional
Eduardo Conesa, ex Dir. del Banco Mundial
Juan Gabriel Labaké, ex diputado nacional
Jorge Schvarzer (Director del Cespa -UBA Economía-
Moderador: Eduardo M. Favier Dubois (H)
Coordinador: Ignacio Molinari

 
 

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