Ecce Hommo Chilensis. – LA NACIÓN, EL LENGUAJE, LA DECADENCIA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El lenguaje es todo, la única certeza que poseemos de la realidad; gracias a él describimos el mundo, analizamos, descomponemos, pensamos y meditamos.

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«Y en el principio fue el verbo» reza la Biblia, aquella impredecible filosofía añeja que se transformó en el eje central de toda la sociedad occidental hasta nuestros días; todavía el mundo huele mandamientos. Sin embargo la palabra sigue siendo el logos, la fuente inagotable de saber que muta en el devenir: universo autónomo del cual todos los hombres dependen, la matriz de sentido absoluta donde acontece todo nuestro ser.

En Chile la mala conciencia y pésima educación son las constantes que ya constituyen características inmanentes del hombre y mujer chilensis. La alarmante escasez de vocabulario se ve reflejada no sólo en la dieta intelectual de las audiencias, a saber la televisión, sino además en los discursos espetados por nuestros eternos representantes.

Frente al increíble fomento y apogeo de la grosería en la parrilla programática nacional, todo nuestro gobierno –desde la presidente hasta los aspirantes al trono– salpican sus conversaciones y lecturas públicas con una pobreza lingüística delirante, coronándolo todo con una pronunciación y modulación que provoca ataques de risa.

fotoEl eufemismo mediocre es la constante.

Tan vendida se encuentra nuestra alma nacional al imperialismo norteamericano, que continuamente podemos apreciar cómo esos jovencitos hijos de papá que se ganan espacios mediáticos, mezclan su pobreza intelectual con palabrotas y frasecitas del estilo «ay que heavy», «bakan», «eso está muy power», etc. El populacho juvenil rinde absoluta pleitesía a esos modismos con olor a caca, incluyéndose ellos mismos en esa orla de imbecilidad, toda vez que se reúnen a filosofar sentaditos en las exquisitas poltronas de la bohemia adolescente chilena: el «mall» y la discoteca.

¿Qué enseñanzas otorga la televisión, aparte de su inmunda y vomitiva axiología? Gritos y berreos condimentados con una exigua cuota de vocabulario obtenido de la porqueriza nacional –revistas juveniles y programación gringa– que los televidentes ipso facto incluirán en sus discursos particulares, diseminándolo todo en la escuela formal, permitiendo que los libros cumplan la función de adorno en los dormitorios rosaditos y azulinos.

Entonces surgen las emperatrices de la estupidez juvenil, Fotolog y Messenger, dualidad que se transforma en la instancia donde todo decir y hacer es permitido, donde la estulticia mental encuentra el mundo en el que ejercer su voluntad de poder sin límites, al tiempo que los niños, jóvenes y también los adultos castigan su intelecto de forma inmisericorde.

Nación de ignorantes

La culpa, sin duda, cae directamente en los usuarios de los canales de desinformación, y sólo podemos decir «ulalá, ecce hommo». Sin embargo, cuando uno ve al representante, al ministro, al que supuestamente es el ejemplo por estar en posesión de tanto máster y doctorado en el extranjero, salpicar su discurso con una ramplonería propia de los insignificantes, ¿qué se puede esperar del hombre común, del espectador de toda esa masacre intelectual?

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Michelle Bachelet es una señora muy simpática; su carisma, ademanes y prestancia sin duda se ganaron el voto de los inscritos que acudieron a las urnas para elegirla a ella. Además es tan menuda, tan «oficinista» con sus recatados trajecitos de dos piezas, que su imagen era más cercana para el vulgo que la del señor Piñera, cuya abultada billetera genera millas de distancias entre «don Juanito» y él. Agreguemos a esto, la genuina escasez de vocabulario de la actual jefa de Estado, y ese tono de voz bajito, sosegado, contrario a la prepotencia latifundista de su antecesor, el emperifollado Ricardo Lagos. ¡Qué mejor para una nación de ignorantes!

Todavía recuerdo un debate presidencial televisivo, donde se le preguntaba a Bachelet a propósito de la desigualdad. Ésta remató su respuesta con algo así: «porque la desigualdad y los riesgos, también se distribuyen, desigualmente». Ejem. A eso le agrego aquel constante chasquido de lengua cada vez que se pronuncia la «tr», intercalando el sonido «ch» donde no corresponde: «trchadición», «trchaumático», «trchicel», «trches» o «cuatrcho». Ese estilo hediondo a whisky, propio de la «Teté Echaurren», la «Pepa Valdivieso» o la «Cocó Eguiguren» con casa en Zapallar y todo. Ecce Hommo Chilensis.

¿Con qué tupé entonces, los preceptores del sistema público exigen al Brian, al Maikol, a la Yaritza o al Peter Sepúlveda que mejoren su vocabulario, si nuestros representantes siembran el árbol y la flor de la mentecatez? Hay que ver además, como los organismos gubernamentales hacen vista gorda frente al proceder de los antifilósofos de la televisión, enfrentándose incluso «cara a cara» con ellos, toda vez que el país se conmueve para las «48 horas de exhibicionismo» y en las campañas de la «Hoguera del Diablo», enrostrando a la nación la majadería e imbecilidad ilimitada enfundados en los vestiditos y chaquetitas avaluadas en dólares y euros, con ojotas que combinan con los bolsitos «Lucho Valenzuela». Ecce Hommo Chilensis.

fotoCacerola del cocimiento

Y el asunto no para ahí. Y es que en realidad, el motor que me impulsó a redactar esta penosa columna fue una carta que me envió mi amigo Martín Carmona –audiovisualista chileno–, donde me adjunta la justificación otorgada por una entidad gubernamental que rechazó un proyecto postulado por él a principios de este año. Me da vergüenza ajena exhibir aquí dicho material, pero cuando le pregunté a Martín si podía hacerlo, éste me dijo «hazlo». Asunto concluido. La carta –literal– es la siguiente:

«Fundamento de la Evaluación Cualitativa: la propuesta no es clara en su estrategia artistica, falta experticia en la definicon y funcion de el lenguaje visual a ocupar, es desir que existe creacion pero la justificacion de las operaciones de lenguaje no son claras. es un proyecto con un buen nivel de innovacion pero no se encuentra vien planteado como proyecto artistico mas vien se plantea como un proyecto educativo y de investigacion social, mas que una vicion artistica de siertos fenomenos, es desir que se encuentra carente de un filtro artistico y solo ocupa lenguajes del arte de manera funcional con un fin social. el otro punto de observacion es la poca proyeccion visual que se ofrece en el pryecto enviado, las obras previas presentan fallas de oficio y manejo tecnico, elementos basicos para desarrollar una propuesta artistica.»

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Risas, risas y más risas. Aconsejo suavizar la secuela catastrófica que produce esto que estoy exponiendo con el preludio número 24 opus 28 de Chopin, o –si se quiere incrementar el efecto– una cumbia villera a elección, o bien esperar cualquier día de la semana y sentarse a ver «Morandé con Compañía». Eso si, acompañado de un buen pipeño.

Qué terrible es esta nación de antifilósofos, esta inmunda porqueriza de idiotez e imbecilidad. El otro día escribía yo mismo en El Clarín: «Tomaremos doce siglos en construir la bomba más potente para derribar los cardos y la hiedra venenosa». Pequé de inocente, ya que ahora agrego cinco siglos más. Sólo me basta robarle a mi adorado Nietzsche sus palabras: Ecce Hommo.

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* Columnista habitual de www.elclarin.cl

anibal.venegas@gmail.com.

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