¿Ecoimperialismo? – ESCANDALOSAS VICISITUDES DE OCÉANA EN AMÉRICA DEL SUR

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Una crisis parece estar en pleno desarrollo en el universo de las entidades civiles y organizaciones no gubernamentales dedicadas a diversas actividades vinculadas con distintos asunto de interés público; en este caso específico con la defensa del ambiente natural. Si es así, resulta gravísimo.

Dichas organizaciones surgieron y se desarrollaron llenando el vacío que dejaron los Estados por influencia del mundo corporativo financiero industrial, que desde la posguerra de 1945, pero en forma agresiva desde la instauración del hoy tambaleante mundo «unipolar», exigió como requisito sine qua non del progreso, la democratización y la paz se desmantelen las estructuras regionales de todo orden en aras de una «globalización» panacea de los males que afectan a la mayor parte de los habitantes del planeta.

Un síntoma de esa crisis fue el campanazo en Brasil que dio cuenta de los reproches de Sea Shepard a Greenpeace (que puede leerse en esta revista aquí).

Otra dimensión del asunto la brindó la separación del economista y referente social Marcel Claude de su rol como director de Océana para América del Sur y Antártica, con sede en Chile. Lo que pudo interpretarse como el triunfo de una campaña en contra de Claude –azuzada en lo fundamental por otras organizaciones ambientalistas que no comparten su visión integradora de la lucha ecológica con la social– parece, por virtud del documento que transcribimos, ocultar una realidad por lo menos tan pestilente como los detritus que vuelcan gozosamente las industrias sobre ríos, tierra y atmósfera. Y sobre los mares, claro, depredados hasta un límite inconcebible.

En fin, las gracias del capitalismo llevadas a su extremo se pueden apreciar a continuación:

De Claude a sus amigos, sin sacar ni poner una coma

Como es de tu conocimiento, hemos vivido horas dramáticas en el último tiempo. Ustedes muy probablemente ya tendrán una opinión formada al respecto, pero, lo lamentable es que dicha opinión nunca ha podido contar con mi punto de vista, dado que se me ha prohibido sistemáticamente acceder a un encuentro directo y formal con ustedes.

Considero mi obligación ética y moral dar a conocer la situación, en particular con quienes he tenido una relación de colaboración y de quienes he recibido apoyo, para que no quede sombra de duda. Esto lo daré a conocer públicamente pero quiero que te enteres directamente y no a través de la prensa, que –como tú bien sabes– a veces no es del todo justa. Aunque esto es una historia larga te agradeceré leerla puesto que da cuenta de mi real relación con Oceana Inc.

Respecto de las supuestas irregularidades administrativas, debo señalar que Oceana Inc. (USA) decidió actuar en Chile creando la “Oceana South America & Antarctica Ltda.”, el año 2003, bajo el recomendación de un abogado contratado desde Washington para estos efectos. El primer poder en que se me otorga la representación, fue hecho en términos personales y por lo tanto rechazado por las autoridades chilenas. Después de obtener uno nuevo, debidamente legalizado por las autoridades de USA y Chile, se realizaron las escrituras correspondiente y finalmente se conformó la sociedad “Oceana South America & Antarctica Ltda.”. Sin embargo, y para mi sorpresa, al intentar abrir las correspondientes cuentas bancarias, los abogados del banco informan que este contenía al menos seis vicios de nulidad, al punto que era imposible abrir cuentas corrientes, contratar profesionales, o adquirir compromisos económicos.

El abogado –dependiente de la oficina en Washington– propuso para subsanar problema, la creación de una sociedad de responsabilidad limitada (cosa que consta en un documento firmado entre las oficinas de Washington y yo) a la espera de la documentación necesaria para constituir la “Fundación Oceana South America & Antarctica” en Chile, a fin de poder operar legalmente. Es así como se llega a la conformación de la sociedad de responsabilidad limitada, denominada “Sociedad Servicios Profesionales, Medioambientales Marinos Ltda.”. Obviamente, en la última sociedad concurrí como socio mayoritario debido a que yo tenía la representación de Oceana en Chile.

Jim Simon, fiscal de Oceana, estuvo al tanto de esta situación y aprobó estos mecanismos –en tanto la opción le fue presentada primero a él – para resolver los problemas de operación en Chile. Yo firmé los documentos sólo después de que se me garantizó la previa y total aceptación de Jim Simon. Te debo mencionar que al hacer esto, me hice responsable en caso de cualquier eventualidad sin siquiera contar con un acuerdo previo por escrito de parte de Oceana Inc., de que se haría responsable en caso de una acción legal, sea de parte de un empleado o de un contratista.

Todo esto se hizo mientras se esperaba por los documentos legales para continuar con el proceso de conformación de la “Fundación Oceana South America & Antarctica”. Sin embargo, esto no fue posible a pesar de mi particular preocupación e insistencia en ello. Contraté un abogado para que trabajara expresamente para este asunto –con pleno conocimiento de Simon- hasta que fue Andy Sharpless y Jim Simon decidieron la contratación de CAREY & CIA, hace seis meses, quiene -obviamente- no llevaron a cabo el trabajo, pese a mis constantes reclamos ante Jim Simon.

Para concluir, Jim Simon a nombre de Oceana Inc. acordó y aprobó la operación en Chile a través de un representante –Marcel Claude- comprando servicios profesionales a “Servicios Profesionales, Medioambientales Marinos Ltda.”, como lo hacen con la oficina de abogados de CAREY & CIA y con Servicios Comunicacionales “Extend”.

No está demás decir que no había con nosotros ningún compromiso de exclusividad y, por lo tanto, es totalmente legal y dentro de las prerrogativas de “Servicios Profesionales, Medioambientales Marinos Ltda.”, vender servicios a terceros distintos de Oceana Inc. Exigir dicha exclusividad es otro de los abusos e ilegalidades que se han cometido en territorio chileno por parte de Oceana Inc. Ésta tenía una alternativa legal para operar en Chile, que era la creación de una filial pero optaron por esta última, cuya creación siempre fue pospuesta, a pesar de mis requerimientos permanentes para regularizar dicha situación.

Al cúmulo de errores jurídicos cometidos, uno nuevo se agrega a la lista: Sharpless y Simon han presionado a las y los trabajadores de nuestra oficina en Chile para que firmen contratos –bajo amenaza de ser despedidos- con esta sociedad que es nula y por lo cual no es capaz de asumir responsabilidades ante los compromisos adquiridos. Una vez más, esto también constituye un acto jurídico irregular. Se agrava esta situación por el hecho de sacarlos de su lugar de trabajo y llevarlos a oficinas nuevas, arrendadas momentáneamente, sin las condiciones mínimas y apropiadas para el buen funcionamiento de los trabajadores.

Todas estas irregularidades se han realizado bajo la expresa responsabilidad del señor Jim Simon, graduado en Harvard según su currículo y no pueden ser atribuidas a mi gestión por cuanto siempre estuve pidiendo el envío de los documentos jurídicos, previamente legalizados, para instalar en Chile una fundación que representara a Oceana Inc.

Que se puede decir acerca de que Oceana Inc., organización que lucha por salvar los océanos y que contrata los servicios comunicacionales de Extend, quien tiene entre sus principales clientes a la Barrick Gold Co., propietaria de la mina Pascua Lama, proyecto al cual nos hemos opuesto tenazmente dado su impacto medioambiental en el borde costero chileno. Barrica se ha caracterizado por sus violaciones a los derechos humanos y derechos de los trabajadores en todo el mundo.

Como explicar la falta de rigor, la falta de coherencia moral y negligencia profesional? Cómo es posible ser tan indolente frente a los diferentes sistemas jurídicos que una organización como Oceana Inc. debería respetar a cabalidad? Cómo es posible que aún se sigan cometiendo esta irregularidades en territorio chileno, por cuanto aún se mantiene retenida información de nuestra oficina?

Las irregularidades cometidas por Simon, con el aval de Sharpless, hacían del todo improcedente e ilegal mi destitución de la forma en que lo hicieron. Jurídicamente yo no estaba obligado a abandonar las oficinas, por cuanto Oceana Inc. no tiene ningún derecho adquirido sobre los bienes que están dentro de estas oficinas, ni sobre el arriendo de éstas.

Esto expresa la incompetencia profesional de los señores Sharpless y Simon, quien, expresamente acepto operar en Chile bajo la forma de compra de servicios a Servicios Profesionales, Medioambientales Marinos Ltda. al igual que con Carey y con Extend. No puedo imaginar que, al momento de querer poner término a la relación contractual de Oceana Inc con Carey o Extend, procedan a recurrir a los métodos militares de asalto al poder que utilizaron con nuestra oficina.

Lamentablemente para Oceana Inc. y para mí, esta fue la forma legal que Simon aprobó para Chile y, en consecuencia, debió atenerse a las normas jurídicas chilenas para proceder a mi destitución como representante de Oceana Inc. en Chile. Esto habría sido muy fácil de hacer. Era sólo una cuestión de respeto y trato civilizado, a través del cual, yo negociara el traspaso de la sociedad o mediante el pago de indemnizaciones, o del término de la relación contractual que de hecho y de derecho estaba operando entre Servicios Profesionales, Medioambientales Marinos Ltda. y Oceana Inc. Esto habría sido lo legal y lo respetuoso y no proceder a operaciones del tipo que implementan los marines bajo las instrucciones de George W. Bush desde Washington.

En relación a las supuestas irregularidades financieras, aduciendo desvío de fondos a otras actividades distintas de la preservación de los mares, déjame contarte que nunca recibí este tipo de cuestionamientos por parte de Oceana Inc. Nunca tampoco recibí objeciones, una vez realizadas las auditorías anuales que vuestra organización ha implementado.

Se me ha acusado públicamente de realizar actividades ajenas a lo que Oceana busca realizar en el mundo. No obstante, es necesario recordar sin ambivalencias que Oceana Inc. me convocó a asumir la representación para América del Sur y la Antártica , bajo la presidencia de Joshua Reichart. Fui seleccionado por mi trayectoria vinculada a la lucha por el medio ambiente, los recursos naturales, la libertad de expresión, la crítica al modelo económico que depreda y destruye a las personas y a la biodiversidad. Ellos sabían muy bien quién era Marcel Claude. No hice ninguna innovación al respecto y tengo muy vivo en mi recuerdo que acordé explícitamente y de palabra con Joshua Reichart, mi condición de no renunciar al tipo de liderazgo que yo había construido.

Cuando fui convocado por Oceana Inc. para asumir la representación en Chile, dejé la Fundación Terram , una ONG que yo había creado, que operaba con un presupuesto anual de unos 400 mil dólares y era en ese momento altamente prestigiosa. Tenía un posicionamiento mediático como una figura pública comprometida con la causa del desarrollo sustentable, con los valores de la probidad y la transparencia, al punto que he logrado ganar juicios en contra de autoridades y en contra del Estado de Chile por dichos conceptos. Ese mismo capital moral utilicé para poner el nombre de Oceana desde México hasta el Cono Sur de América. Oceana obtuvo beneficio de ello y ahora lo pretende destruir. Todo ello han intentado ensuciar con una campaña comunicacional desleal, inmoral y malintencionada.

Hoy es posible colegir que la rebaja presupuestaria aplicada en Agosto de 2006 –supuesto origen del conflicto- no era sino el reflejo de divergencias más profundas respecto a las estrategias aplicadas en América del Sur, para implementar el objetivo de Oceana. Estoy conciente que mis diferencias con Sharpless tenían que ver con mi negativa a modificar la estrategia implementada en América del Sur, la que a mi entender consiste en que la lucha por el medio ambiente no puede estar desvinculada de la lucha por las libertades públicas, el desarrollo económico y la justicia. Obviamente, estas decisiones estratégicas son materia a resolver por la alta dirección de una organización y no por el Chief Executive Officer. Sharpless no podía pretender definir por si sólo y ante sí mismo las estrategias para América del Sur.

En relación a la forma en que procedieron para quitarme la representatividad, es inaceptable que hayan usado una operación comando operada desde Washington, que consistió en la interrupción -desde USA y también en Chile- de nuestras comunicaciones, capturando la información, interrumpiendo el trabajo en curso, allanando mi oficina y hurgando entre mis documentos personales. Esto es, sin eufemismos, las mismas prácticas que realizan los ejércitos de repúblicas bananeras, cuando implementan golpes de estado: planificación anticipada y bajo estricto secreto, asalto por sorpresa y aislamiento comunicacional. Nada más repugnante y denigrante, tanto para mí como para todos los funcionarios de nuestra oficina en Chile. Esto demuestra mi acusación de que en vuestra organización se aplican procedimientos militares de administración.

Tampoco es posible tolerar el que se haya llevado todo este espinudo asunto a la opinión pública, ni menos aún la forma en cómo esto se hizo, haciéndome acusaciones infundadas y claramente difamatorias. Esperé una semana antes de reaccionar, al mismo tiempo que se procedía a una avalancha comunicacional en mi contra.

Es intolerable que se procediera a informar primero a la prensa del retiro de la Representación de Oceana Inc., sin mi previo conocimiento, y que se hubiese comunicado a todos mis subordinados antes que a mí. No es tolerable que –sin previa conversación al respecto entre Sharpless y yo- se procediera a expulsarme arbitraria y brutalmente de mis oficinas, en mi propio país. No es posible que la respuesta del señor Romanus Berg ante el acto ilegal de interrumpir los computadores y capturar la información, lo cual aún esta vigente, haya sido la necesidad de aislarme ante una posible reacción comunicacional de mi parte.

La querella criminal interpuesta ante la justicia en contra de los ejecutivos y funcionarios de Oceana que actuaron criminalmente en Chile, corresponde a un acto de dignidad y exigencia de los mínimos códigos de respeto y civilidad que deberían operar en toda sociedad y acuerdo contractual, más aún cuando siempre hemos mantenido relaciones respetuosas y civilizadas entre las oficinas de Chile y USA.

Esta querella interpuesta (por delitos de allanamiento de Morada, previsto y sancionado en el art. 14 del Código Penal y el delito informático del artículo 2 de la Ley 19.233 del 28 de Mayo de 1993) no será retirada hasta que se reciban las públicas excusas, se repare el daño moral y se paguen las indemnizaciones correspondientes.

Yo he elegido luchar por los cambios políticos y sociales que hagan más sustentable la vida de los hombres. Yo he elegido luchar por la libertad de expresión, los derechos ciudadanos, la protección de los recursos naturales y de la biodiversidad. Lo he hecho durante más de 15 años. Oceana Inc. sabía quién era yo al convocarme a actuar en América Latina como su representante. No he hecho sino lo que creo justo y moralmente apropiado. Si mi actuación les incomodaba, entonces, lo que correspondía era separar caminos en forma respetuosa y mutuamente beneficiosa.

Sin embargo, Andrew Sharpless y Jim Simon prefirieron el camino de la ilegalidad y la arrogancia, argumentando el poder del dinero –como me lo planteara Simon en ese fatídico día del 14 de Noviembre.

Tengan la certeza de que mi interés no es aferrarme a la representación de Oceana ni tampoco la destrucción mutua. Esto es algo que jamás imaginé, lo considero totalmente absurdo y aberrante. Yo no he querido atacarlos por la prensa.

Me he sentido obligado a reaccionar para defender mi trayectoria, mis puntos de vista y mis derechos. Espero sinceramente que este juego de guerra no continúe. Mi resistencia obedece exclusivamente a un acto de dignidad y de reivindicación ante el daño grosero y brutal que se ha cometido en territorio chileno, en mi contra y de todos quienes trabajamos en Chile en la representación de Oceana Inc.

(Firma): Marcel Claude

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