Ecuador. – FETICHISMO Y TERROR A LA VERDAD POLÍTICA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Efectivamente, la derecha ha imbuido al pueblo ecuatoriano de un elevado fetichismo a la Ley, que se refleja en un sometimiento irracional a la misma, en un respeto casi idolátrico a las normas legales formuladas e impuestas por las clases dominantes, lo que induce a aceptarlas como verdades casi inamovibles, eternas. Convicción errónea, puesto que desconoce que el poder dominante, en forma simultánea, las violaba, las adecuaba a sus intereses, se burlaba de la intangibilidad que demandaba para los otros.

Dualidad que, valga reconocerlo, no hemos sido capaces de desmontarla, de descubrirla, hasta grado tal que incluso militantes de organizaciones de la izquierda que se autodenominan revolucionarias, sugieren, que los pasos de la Asamblea Constituyente deben someterse casi meticulosamente a las normas legales vigentes. Olvidando que las leyes no son otra cosa que la institucionalización de las relaciones de producción que favorecen los intereses de la dominación, por lo que denodadamente las defienden las fuerzas conservadoras, en inútil afán por eternizarlas.

Actitud y posición nefasta de la izquierda, puesto que, al mismo tiempo que robustece el arma de la derecha: el fetichismo de la ley, castra la posibilidad de que las fuerzas insurgentes entiendan que la elaboración de una Constitución que siente las bases para la transformación es una construcción eminentemente política, que para avanzar inevitablemente tiene que ir más allá de las normas legales vigentes, para poder, precisamente, sobrepasarlas. En consecuencia, no debemos asumirlas como camisa de fuerza, puesto que ello juega a favor de la permanencia de la situación de desigualdad e inequidad que combatimos todos, contra la cual se pronunció la mayoría del pueblo ecuatoriano.

En suma que para avanzar habremos de cometer excesos, muy similares por cierto a los cometidos por las clases dominantes, con una sola diferencia sustantiva, que en tanto nosotros lo hacemos para reducir las desigualdades, las clases dominante lo hacían para profundizarlas.

Pero no sólo ello, será también imprescindible eliminar el terror a utilizar las palabras verdaderas, a expresar con claridad la intención de nuestras acciones, para recrear, con ello, una suerte de pedagogía del cambio.

El caso del propuesto receso del Congreso, que final y felizmente terminó en el cese de los diputados, es claro ejemplo de lo dicho. Algunas fuerzas que se autodenominan “ultra revolucionarias” se allanaron y atrincheraron con el receso, bajo el argumento de que cesar a los diputados podría ser internacional y legalmente inconveniente.

Posición que, a más de demostrar una posición impropia del cambio político como el que desarrolla el pueblo ecuatoriano, no le permite a éste tomar conciencia de que este proceso, para cumplir con su cometido, debe inevitablemente rebasar los marcos legales e institucionales, como la derecha lo hizo desde los albores de la República hasta ahora.

Y todo aquello, por cierto, lo argumentaban sin sonrojarse frente al general Alfaro, el cual, si ello fuera posible, les hubiese espetado su indignación, les hubiese recordado que la revolución liberal siempre rebasó el marco legal vigente. Que su presencia solidaria en otras latitudes de América, no eran “legales” ni tampoco sometidas al bien decir internacional.

Les enrostraría que las armas empuñadas eran recursos para romper las normas legales esgrimidas, mantenidas y defendidas por las fuerzas conservadoras, y no adminículos para disparar deportivamente al blanco.

Seguramente les hubiese susurrado al oído, para no avergonzarles más, que la revolución no es asunto de buenos modales.

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* Economista, ensayista y catedrático universitario.

g_navarro_j@yahoo.com.

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