Edgardo Filloy / Argentina: fragmentación, justicia social y utopía

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La tensión social emergente a mediados del siglo pasado a partir del fenómeno peronista, es el hecho que profundiza la fragmentación en la sociedad argentina. Los tradicionales grupos de poder que hasta entonces operaban con comodidad el escenario político vieron amenazados sus privilegios. Más allá del análisis de los contenidos ideológicos que se incorporan con este acontecimiento al espectro político argentino, lo que es evidente y manifiesto es que recobra nueva vigencia en el país, la lucha de clases.

La segunda guerra mundial genera la necesidad de la sustitución de importaciones y ello permite una incipiente industrialización. Esta genera a su vez, en la composición social una ampliación significativa de la clase trabajadora, ahora ya no compuesta por inmigrantes o hijos de ellos, nacidos en el medio urbano. Se incorporan también grandes contingentes provenientes de las provincias en busca de mejor calidad de vida. Este fenómeno no sólo se produce en la Argentina sino que puede decirse da origen a los llamados populismos que se generalizan en varios países de América Latina.

Los grupos tradicionales de sociedades eminentemente agroexportadoras como el nuestro resisten estos cambios, mientras que la incipiente clase de nuevos industriales en muchos casos aspira a pertenecer, a partir de su enriquecimiento, al sector de los terratenientes. El movimiento obrero logra conquistas largamente formuladas desde el anarquismo, el socialismo y sectores radicalizados en la primera mitad del siglo XX. Estas conquistas sin embargo vienen de la mano del peronismo a partir de 1945.

Aquí un primer rasgo de fragmentación lo protagonizan las izquierdas tradicionales y el peronismo. Esto es fruto de la diferencia entre el trabajo de concientización ideológica de las izquierdas y la adhesión pasional del movimiento peronista basada en mejoras concretas que produce el gobierno de Perón, sin que un análisis ideológico preocupe o esté en el propósito de los dirigentes. Este es el populismo. Un atajo en la construcción de sociedades mas justas que dada su escasa educación no pueden procesar y tomar partido a partir de ideologías que analizaban estos problemas en el siglo XIX.

En un principio la interpretación de este nuevo perfil de las sociedades emergentes fue entendido como continuidad de movimientos políticos europeos que generaron la gran contienda bélica de los años 30. Hoy día los estudiosos sociales se están planteando el populismo como una variable del sistema democrático en países de determinado nivel de desarrollo, educación y formación política.

En este contexto en algunos países como la Argentina el rol de la "clase media" ha sido muy importante. Nuestro país se ha destacado por el volumen de su clase media y ésta se caracteriza por su cambiante adhesión a distintos sectores políticos a la luz de un pragmatismo vinculado estrictamente a los beneficios económicos que estos puedan brindarle. Así es que no repara en procesos de extranjerización de la economía si eso la beneficia. No tiene un particular apego por los recursos estratégicos que todo país con una política de Estado cuida especialmente. Y sus aspiraciones son el ascenso social en términos económicos prescindiendo del contexto social general en que este se produce.

Muy a vuelo de pájaro hemos señalado los factores principales que constituyen algunos de los ingredientes que componen las tensiones y su consecuencia: la fragmentación social.

El camino hacia la justicia social plena

Los ciudadanos delegamos nuestro poder en los representantes políticos. Cada quien en aquellos que cree representan sus intereses de clase. Debería estar incluida en esta elección una noción de contexto general de país, de nación integrada. No siempre ocurre. Es el gobernante o legislador quién desde su ideología no debería perder de vista ese contexto.

La representación política sin embargo no constituye la máxima expresión del poder en nuestro país. Las grandes corporaciones, los grupos de poder como multimedios concentrados y representantes de intereses económico financieros internacionales son generadores de opinión y presión sobre las instituciones y sus representantes. El poder político en general tiene menos poder real que estos grupos.

Aún la apelación a tomar como ejemplo a tímidos modelos de países desarrollados en la dirección de una sociedad más justa son sistemáticamente rechazados. La formulación de políticas de Estado que trasciendan el período de un gobierno son de difícil consenso por no decir imposible.

Aún teniendo el ejemplo de Brasil con su contundente continuidad en políticas de Estado, las que perduran a pesar de cambios de gobierno de distinto signo ideológico, en la Argentina, todavía hoy, hay políticos que quieren cambiar la estrategia del Estado con cada cambio de gobierno. Hoy escuchamos con una persistencia increíble la defensa, por parte de políticos, economistas y periodistas, vaya a saber por que extraña alquimia, de los modelos neoliberales que fueron la catástrofe en los 90. Las economías globales que desembocaron en la actual gran crisis del sistema financiero internacional y del capitalismo salvaje, en términos que privilegiaron la especulación a la producción, son su consecuencia.

Evidentemente no es con ingenuidad que vamos a interpretar estos hechos. Son tan obvios, que cualquier ciudadano con sentido común puede advertir su mecánica.

Hoy corren vientos progresistas en América Latina. Esta es una oportunidad de políticas de Estado para todos los países de la región, poseedores de materias primas y con proyección hacia un desarrollo propio de sus economías.

La reciente discusión de la Ley de Medios Audiovisuales, como la anterior discusión sobre la Ley de  Retenciones Móviles a las exportaciones agrícolas son claros ejemplos de la puja de sectores con poder con las instituciones de la República. Son un claro ejemplo de la fragmentación social antes mencionada.

Decía un colaborador de un gran medio periodístico en un artículo de opinión: el tratamiento  de gran parte del periodismo de estos temas ha sido indigno. De la indignidad no se regresa. La gente lo advierte y será muy difícil para ellos recuperar la credibilidad.

Tener clara conciencia de la responsabilidad de contribuir a constituir un país más justo. Un país solidario. Un país que gobernado aún desde cuadros políticos no todo lo ejemplares que desearíamos, va en una dirección que tiene como objetivo el bienestar general, la independencia y el desarrollo de las propias potencialidades. Que pretende ser incluyente y no fragmentario, debería hacer reflexionar a aquellos que obcecadamente se oponen a todo, pensando solo en sus pequeños objetivos de poder o mezquinas ventajas económicas.

La utopía

"Los hombres luchan y pierden la batalla, aquello por lo que pelearon se consigue, a pesar de la derrota, y entonces resulta no ser lo que ellos tenían intención de lograr, de modo que otros hombres tienen que luchar para obtener lo mismo que aquellos deseaban, aunque ahora lo llamen de otro modo."
William Morris

A lo largo de la historia la utopía nos remitía a mundos o sociedades ideales. Algunos revolucionarios pensaban en ella como una idea del cambio permanente. Una búsqueda incansable de una condición humana cuyos valores reconocieran en cada individuo la dignidad de su existencia, el derecho a la igualdad y la esperanza de experiencias de felicidad en un mundo mejor.

Algunas utopías eran perfectos manuales de sociedades ideales. Hoy, a la luz de la experiencia histórica el pensamiento utópico tiene contenidos más existenciales, más contingentes con las realidades que enfrenta.
Ya no se trata de soñar. La utopía es hoy la voluntad de cambio hacia un destino mejor. Esta voluntad se renueva cada vez que algún objetivo se ha logrado. Y una nueva utopía se instala en nuestra lucha por alcanzar nuevos niveles de dignidad y justicia.

América Latina y la Argentina en este caso, se encuentran en un momento especial de la historia. Diríase que a veces, hasta a pesar de sus gobernantes una inercia nos empuja hacia una nueva organización de nuestras sociedades.

Es preciso por lo tanto tratar de que muchos que todavía no comprenden o no creen que otro mundo es posible, entiendan finalmente que aún en la diversidad es posible construir, pero solo con buena fe.

En estos últimos días y posiblemente por un tiempo más en adelante, a partir de la sanción de la Ley de Medios Audiovisuales, arrecien todo tipo de noticias apocalípticas emitidas por aquellos que se sienten perjudicados.

Hay muchos ejemplos en la historia de hombres notables o de simples ciudadanos que ante la prepotencia, ante la desesperanza, respondieron con la integridad y renunciaron a ser parte de una maquinaria injusta. El periodismo debería hacer un examen de conciencia. No para dejar de ser crítico, sino para dejar de mentir por cuenta de terceros.

Para sumarse con su imaginación no solo a la difusión de noticias, sino también a la contribución de un propósito formativo que es su esencia y seguramente contribuirá a una nueva utopía.

* Edgado Filloy es columnista de Los Buenos Vecinos, medio periodístico donde se publicó originalmente.
Aquí se encuentra la página-web del autor.

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