Educación, siglo XXI: – INFORME DELORS -IV-

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Como lo demuestran los fracasos del pasado, muchos reformadores adoptan un enfoque demasiado radical o excesivamente teórico y no capitalizan las útiles enseñanzas que deja la experiencia, rechazan el acervo positivo heredado del ayer. Ello perturba a los docentes, los padres y los alumnos y, por consiguiente, condiciona su disposición a aceptar y, ulteriormente, llevar a la práctica la reforma.

Tres agentes principales coadyuvan al éxito de las reformas educativas: en primer lugar, la comunidad local, y sobre todo, los padres, los directores de las instituciones de enseñanza y los docentes. En segundo lugar, las autoridades públicas y, por ultimo, la comunidad internacional.

En el pasado la falta de un compromiso firme por parte de alguno de los protagonistas mencionados provocó no pocas exclusiones. Resulta evidente, además, que los intentos de imponer las reformas educativas desde arriba o desde el exterior fueron un fracaso rotundo. Los países en los que este proceso se vio coronado por el éxito en mayor o menor grado son aquellos que lograron una participación entusiasta de las colectividades, los representantes y los docentes, sustentada por un dialogo permanente y por diversas formas de ayuda externa, tanto financiera como, técnica y profesional. En toda estrategia de aplicación satisfactoria de una reforma es clara la primacía de la comunidad regional.

La cooperación del grupo especifico en la evaluación de las necesidades, mediante un dialogo con las autoridades públicas y las agrupaciones interesadas dentro de la sociedad, es una primera etapa fundamental para ampliar el acceso a la educación y para mejorarla. La continuación de este departir a través de los medios de comunicación, en debates dentro de la colectividad y mediante la enseñanza y la formación de los padres, así como la capacitación de los docentes en el empleo, suele contribuir a una mayor toma de conciencia e incrementa el discernimiento y el desarrollo de las capacidades endógenas en el nivel comunitario.

Cuando las sociedades asumen más responsabilidades en su propio desarrollo aprenden a valorar la función de la formación para alcanzar determinados valores sociales y como una mejora deseable de la calidad de la vida.

En ese sentido, es necesaria la conveniencia de una descentralización inteligente, que permita incrementar la responsabilidad y la capacidad de innovación de cada colegio.

En todo caso, ninguna reforma dará resultados positivos sin la participación activa del cuerpo docente. Por esa razón, es recomendable que se preste una atención prioritaria a la situación cultural social y material de los educadores.

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Se exige mucho al docente, incluso demasiado, cuando se espera que calme las carencias de otras instituciones también responsables de la enseñanza y la formación de los jóvenes. Mucho se le pide, mientras que el mundo exterior entre cada vez más en la escuela, en particular a través de los nuevos medios de información y comunicación. Así pues, el maestro se encuentra ante adolescentes menos apoyados por las familias o los movimientos religiosos pero más informados. Por consiguiente, debe tener en cuenta ese nuevo contexto para hacerse escuchar y comprender por los chicos, para despertar en ellos el deseo de aprender y para hacerles ver que la información no es conocimiento, que éste exige esfuerzo, atención, rigor y voluntad.

Con o sin razón, el maestro tiene la impresión de estar solo, no únicamente porque ejerce una actividad individual, sino debido a las expectativas que suscita la enseñanza y a las críticas, muchas veces injustas, de que es objeto. Ante todo, desea que se respete su dignidad. Por otra parte, la mayoría de los docentes pertenecen a organizaciones sindicales a menudo poderosas y en las que existe –por qué negarlo– un espíritu corporativo de defensa de sus intereses. Sin embargo, es necesario intensificar y dar una nueva perspectiva al dialogo entre la sociedad y los educadores, axial como entre los poderes públicos y sus organizaciones sindicales.

No es fácil renovar la naturaleza de dicho dialogo, pero es indispensable para disipar el sentimiento de aislamiento y de frustración del pedagogo, lograr la aceptación de los cuestionamientos actuales y hacer que todos contribuyan al éxito de las indispensables reformas.

En este contexto ‘–destaca el informe Delors– conviene añadir algunas recomendaciones relativas al contenido de la formación de los catedráticos, a su pleno acceso a la formación permanente, a la revalorización de la condición de los maestros responsables de la educación básica y a una presencia más activa de los docentes en los medios sociales desasistidos y marginados, donde podrían contribuir a una mejor inserción de los adolescentes y los jóvenes en la sociedad.

Es éste también un alegato a favor de que se dote al sistema de enseñanza no sólo de maestros y profesores adecuadamente formados, sino también de los elementos necesarios para impartir una enseñanza de calidad: libros, medios de comunicación modernos, entorno cultural y económico de la escuela.

Consciente de las realidades de la educación actual, es necesario disponer de medios cualitativos y cuantitativos de enseñanza, tradicionales como los libros y las tecnologías de la información, que conviene utilizar con discernimiento y promoviendo la participación activa de los alumnos. Por su parte los educadores deberían trabajar en equipo, sobre todo en el nivel de la enseñanza secundaria, principalmente para contribuir a la indispensable flexibilidad de los programas de estudio. Ello evitará muchos fracasos, pondrá de manifiesto algunas cualidades naturales de los alumnos y, por consiguiente, facilitará una mejor orientación de los estudios y la trayectoria de cada uno, según el principio de una educación impartida a lo largo de toda la vida.

Desde este punto de vista, el mejoramiento del sistema educativo obliga al público a asumir plenamente su responsabilidad. En efecto, ya no puede comportarse como si el mercado fuera capaz de corregir por si solo los defectos existentes o como una especie de autorregulación bastaran para hacerlo.

El estudio ha hecho tanto más hincapié en la permanencia de los valores, las exigencias del futuro y los deberes del docente y la sociedad cuanto que cree en la importancia del responsable político. Únicamente él, tomando en consideración todos los elementos, puede plantear la apertura de interés general que es vital para la pedagogía. Este tema interesa a todos, ya que en él se juega el futuro y justamente, la educación puede contribuir a mejorar la suerte de todos y cada uno de nosotros.

El Informe Delors, destaca: Ello inevitablemente, lleva a poner de relieve la función de las autoridades públicas, encargadas de plantear claramente las opciones y, tras una amplia concertación con los interesados, definir una política pública que, sean cuales fueran las estructuras del sistema- públicas, privadas o mixtas- trace las orientaciones, siente las bases y los ejes de aquel y establezca su regulación introduciendo las adaptaciones necesarias.

Por supuesto, todas las decisiones adoptadas en ese contexto tienen repercusiones financieras. Pero sin adentrarse en la compleja diversidad de los sistemas, considera que la educación es un bien colectivo al que todo deben poder acceder. Una vez admitido ese principio, es posible combinar fondos públicos y privados, según diversas fórmulas que tomen en consideración las tradiciones de cada país, su nivel de desarrollo, estilos de vida y distribución de ingresos.

De todas maneras, en todas las decisiones que se adopten debe predominar el principio de la igualdad de oportunidades.

Habida cuenta de que poco a poco la educación permanente irá ganando terreno –destaca el estudio–, podría estudiarse la posibilidad de atribuir a cada joven que está por comenzar su escolaridad un «crédito-tiempo», que le diera derecho a cierto número de años de enseñanza. Su crédito se consignaría en una cuenta en una institución que, de alguna forma, administraría un capital de tiempo elegido por cada uno con los recursos financieros correspondientes. Cada persona podría disponer de ese capital, según su experiencia escolar y su propia elección. Podría conservar una parte del mismo para, una vez terminada su vida escolar y siendo ya adulto, poder aprovechar las posibilidades de la formación permanente.

También podría aumentar su capital mediante contribuciones financieras –una especie de ahorro provisional dedicado a la educación– que se acreditarían en su cuenta del «banco del tiempo elegido». Luego de estudios y análisis la Comisión respaldo esta idea, no sin antes percatarse que ello podría ir incluso en detrimento de la igualdad de oportunidades. Por esa razón, en la situación actual, podría otorgarse a título experimental un crédito-tiempo para la educación y finalizar el periodo de escolarización obligatoria, que permitiría al adolescente elegir la orientar que desee sin hipotecar su futuro.

También hay que concentrarse en la enseñanza secundaria. En efecto, entre el egreso del ciclo primario y la incorporación a la vida o el ingreso en la enseñanza superior, se decide el destino de millones de jóvenes, varones y niñas. Y es ése el punto débil de nuestros sistemas educativos, por un exceso de elitismo, porque no logran canalizar los fenómenos de masificación o porque pecan de inercia y son reacios a cualquier adaptación.

Justamente cuando los jóvenes se enfrentan con los problemas de la adolescencia, cuando en cierto sentido se consideran equilibrados pero en realidad sufren una falta de madurez y el futuro suscita en ellos más ansiedad que despreocupación, lo importante es ofrecerles lugares de aprendizaje y de descubrimiento, darles los instrumentos necesarios para pensar y preparar su porvenir, diversificar las trayectorias en función de sus capacidades, pero también asegurar que las perspectivas de futuro no se cierren y que siempre sea posible reparar los errores o corregirlos.

Cooperación internacional. Cada vez es más frecuente, que se adopten medidas en el plano internacional para intentar hallar soluciones satisfactorias a problemas que tienen una dimensión mundial, aunque solo sea debido a ese fenómeno de interdependencia creciente, tantea veces destacado.

La educación ocupa un lugar privilegiado entre las orientaciones adoptadas, y formulo las siguientes recomendaciones:

– Desarrollar una política extremadamente dinámica a favor de la educación de las niñas y mujeres, conforme a la Conferencia de Beijing de 1995-Utilizar un porcentaje para financiar la educación, este cambio a favor de la pedagogía debería producirse en el nivel de instituciones financieras internacionales y, en primer lugar, en el Banco Mundial, que desempeña una función importante.

– Desarrollar mecanismos de «trueques de deuda por educación» con objeto de compensar los efectos negativos que tienen las políticas de ajuste y la reducción de los déficit internos y externos sobre los gastos públicos de educación.

– Difundir las nuevas tecnologías llamadas de la sociedad de la información a favor de todos los países, a fin de evitar una agudización aún mayor de las diferencias entre países ricos y pobres.

– Movilizar el enorme potencial que ofrecen las organizaciones no gubernamentales y, por consiguiente, las iniciativas de base, que podrían prestar un valioso apoyo a las actividades de cooperación internacional.

Estas propuestas deben desarrollarse en un marco asociativo y no de asistencia. Es la experiencia la que, después de tanto fracasos y derroches, nos induce a ello. La mundialización lo impone. Si los países industrializados pueden ayudar a las naciones en desarrollo compartiendo con ellas sus experiencias positivas, sus tecnologías y sus medios financieros y materiales, a su vez pueden aprender de esos países modos de transmisión del patrimonio cultural, itinerarios de socialización de los niños y, más esencialmente, formas didácticas e idiosincrasias diferentes.

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Fundamentalmente la UNESCO contribuirá a la paz y al entendimiento mutuo de los seres humanos al valorizar la educación como espíritu de concordia, signo de voluntad de cohabitar, como integrantes de nuestra aldea planetaria, que debemos concebir y organizar en beneficio de las generaciones futuras.

Jacques Delors, Presidente de la Comisión para la Educación del Siglo XXI, señala: «la educación es todo lo que la humanidad ha aprendido sobre si misma. Imitando al poeta, que elogiaba la virtud del trabajo, podríamos decir:

«Pero el padre fue sabio

Al mostrarle, antes de morir,

Que la educación encierra un tesoro»

Bibliografía Consultada: Educación para el Siglo XXI. Informe Delors.

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* Periodista.

giselaoo@cantv.net.

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