El consumismo y el futuro del planeta. Quién manda en el mundo y sus consecuencias

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Hoy planteamos dos reflexiones preocupantes y vinculadas entre sí: Una tiene que ver sobre el modo que consumimos, más allá de sus posibilidades, los bienes y capacidad de reproducción de nuestro planeta. La otra es un llamado de atención sobre quién manda en el mundo y sus consecuencias.

 Estas dos cuestiones o temas interrelacionados tienen escasa difusión. En cambio, es mucho lo que se habla, se escribe o se ve sobre pobreza, inseguridad, catástrofes que, entre tantas otras tragedias, son consecuencia de estos fenómenos poco divulgados. Por eso, aprovechando este “descanso informativo” que nos dan las elecciones que hoy se están realizando, iremos desgranando algunas reflexiones sobre esos temas.

Esa vinculación entre la degradación planetaria que estamos produciendo y el poder económico ha sido claramente establecida por el Papa Francisco en su encíclica “Laudatio si”, donde se destaca la íntima relación entre la concentración de la riqueza, el crecimiento de la pobreza y un planeta cada vez más frágil.

La humanidad vivirá a crédito hasta fin de año

En los primeros días de agosto terminamos de gastar lo que teníamos para todo el año. Por eso, de aquí en adelante, hasta el 31 de diciembre estaríamos viviendo de prestado, hasta que se nos acabe el crédito, después Dios dirá… ¿Qué pasa? ¿Una fantasía mística se adueñó de nuestros espíritus y estamos anunciando el fin del mundo? No, de ninguna manera.

Lo que pasa es que, desde hace unos 50 años, hay una serie de mediciones acerca de lo que demanda el consumo de la humanidad en su paso por este planeta. Esa idea parte de la base que la tierra tiene vida propia. En ella se desarrollan, crecen y mueren, o agotan, una serie de componentes que hacen a la posibilidad de la vida en este planeta. Lo que se consume a través de la pesca, la ganadería, los cultivos, la minería, la construcción, la utilización del agua, no son recursos que están allí, siempre iguales y para toda la eternidad.

En general son bienes, algunos renovables y otros no, que deben ser cuidados para evitar su agotamiento. En algunos casos su renovación responde a ciclos anuales o más o menos cortos. Pero también hay otros, como los hidrocarburos, que tienen su origen en fósiles que demoran millones de años para transformarse en el combustible que tan livianamente consumimos. Ya se ha demostrado hasta el hartazgo -hay múltiples pruebas de ello- que estos recursos, muchos de los cuales son bienes comunes que deberían estar al servicio de toda la humanidad, no son infinitos, tienen límites y en varios casos estamos llegando a ese tope.

Hace años que se vienen desarrollando mecanismos para medir lo que es capaz de reproducir anualmente el planeta. Esos datos se comparan con lo que, en ese mismo período, consumimos. De allí surge que para mantener el actual consumo global harían falta 1,7 planetas tierra. Como tenemos un solo planeta tierra y no figura en la agenda de los próximos años que tengamos otros planetas semejantes a nuestra disposición, es que tenemos que reflexionar sobre nuestro consumo y el uso y abuso que hacemos de esta tierra, de la que somos parte y de la cual dependemos. No somos sus dueños y dominadores, no podemos disponer de la misma a nuestro gusto y paladar, como muchas veces pretendemos.

Claro está que los consumos no son iguales, no lo son para las naciones, ni para las personas. Más aún el consumo de los ricos y las naciones ricas ha generado una deuda ecológica con los pobres (pueblos y naciones) que sigue en aumento y que en lugar de resolverse cada día crece más.

Según las instituciones que se dedican a las mencionadas mediciones, hace 20 años el consumo de los bienes que la tierra produce o renueva alcanzaba hasta el mes de setiembre. Según esos mismos investigadores esa fecha, este año, llegó hasta los primeros días de agosto. De allí en adelante, hasta fin de año, vivimos a crédito. Eso quiere decir que estamos consumiendo las reservas del planeta. 

Este sobreconsumo no es gratuito. Se nota, hay poblaciones y territorios que lo están pagando. Ello se manifiesta en: escasez de agua, desertificación, erosión de los suelos, caída de la productividad agrícola y de las reservas de peces, deforestación, desaparición de especies. Un ejemplo dramático de lo que se dice lo encontramos en el hecho que –en los últimos 45 años- se ha perdido el 81% de las poblaciones de especies que poblaban las aguas dulces.

Al igual que lo que pasa en las familias, vivir a crédito puede ser una solución provisoria, sólo puede ser algo provisional pero nunca es una solución definitiva.

El ex Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon tiene dicho que: Los actuales patrones de consumo, fundamentalmente en Occidente, no son sostenibles y es hora de cambiar…El actual modelo económico nos está empujando en forma inexorable hacia los límites de los recursos naturales y los sistemas ecológicos que hacen posible la vida a nivel planetario… Las economías están frágiles, la desigualdad está creciendo y la temperatura global del planeta sigue aumentando. Necesitamos un cambio dramático”. Desde las mismas Naciones Unidas se elaboraron 56 recomendaciones para aminorar el actual impacto del accionar de los gobiernos y las personas sobre la naturaleza, entre ellas se destacan: “Poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles; incluir en el precio de los bienes el verdadero costo ambiental de producirlos; todos los productos deben llevar en sus etiquetas información sobre su impacto ambiental; los gobiernos deben cambiar la regulación del mercado financiero para promover inversiones más estables y sostenibles”.

El poder del mundo en pocas manos que nadie eligió

«Hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres». Eso lo ha escrito el Papa Francisco en la Encíclica ya mencionada. En los párrafos anteriores se han citado algunos aspectos vinculados a la cuestión ambiental, ahora queremos referirnos al origen de este “clamor de los pobres”.

El mensaje papal es claro y rotundo, en el texto mencionado nos dice: “Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos”. A renglón seguido advierte que son los poderes económicos quienes justifican el actual sistema mundial colocando en el centro de sus intereses la especulación y la búsqueda de una mayor renta financiera, ignorando los efectos de esas decisiones sobre la dignidad de las personas y el medio ambiente.

Ese poder económico se caracteriza por la actual brutal concentración de la riqueza en unas pocas manos. Son conocidos los datos en el sentido que el 1% de la población mundial (los ricos) acumula mayor cantidad de bienes que el restante 99% de habitantes de este planeta. Las mismas fuentes internacionales nos hacen saber que esa concentración no disminuye sino que crece, año por año.

Hay 29 gigantes financieros donde el capital, de cada uno de ellos, es superior al PIB de Brasil, la octava economía del mundo. A su vez 16 grupos, muchos de los cuales guardan estrecha relación con los gigantes financieros, controlan casi todo el comercio mundial de cereales, minerales, energía, tierra y agua. Una sola empresa trasnacional, Black Rock, tiene una facturación casi igual al PIB de los Estados Unidos.

Estas empresas o grupos se despliegan por el mundo, sin prácticamente ningún tipo de control o regulación internacional. En todo caso los que existen están bajo su control o influencia. El crecimiento de estos grupos, particularmente los financieros, tiende a desplazar el poder de los actuales estados nacionales. El sentido y objetivo de tales conglomerados es tener una mayor rentabilidad y seguir acumulando riquezas. Gran parte de sus recursos provienen de las arcas estatales a las cuales también acuden, como tabla de salvación, cuando su voracidad termina por provocarles problemas. A su vez descargan en los Estados la atención de las problemáticas sociales del mundo contemporáneo. Son éstos quienes deben dar respuesta al hambre, la miseria, las enfermedades que el irresponsable accionar de esos grupos económicos provoca o incrementa.

Estos son los motivos que empujaron a Jorge Bergoglio a reconocer, en una entrevista con periodistas en el vuelo de regreso de su viaje a Polonia, “una economía que está centrada en el dios dinero y no en la persona: ese es el terrorismo fundamental contra toda la humanidad”

Guam, nuevo punto de fricción

En los últimos tiempos se están desatando dos nuevos puntos de fricción en la política internacional. Ellos dan continuidad a esta “guerra por etapas” que caracteriza a la actual situación internacional. Se trata de los incidentes y amenazas que giran en torno a la isla de Guam y la situación de Venezuela, donde el conflicto adquiere –para nosotros- mayor importancia porque abarca a los países de Nuestra América.

 

Guam es una pequeña isla del Pacífico occidental, de unos 10 x 50 kilómetros. Un territorio -bajo el status de “incorporado”- sometido a la soberanía de los Estados Unidos, desde 1898. Es un punto clave en las comunicaciones entre Asia y América, que ya tuvo un rol importante durante la conquista de estas tierras, cuando era –siendo parte de España- un puerto clave en la ruta Acapulco/Manila. Actualmente, residen en esa isla unas 170 mil personas. Allí está asentada una estratégica base militar norteamericana que alberga misiles, portaviones y 7 mil soldados. Ahora Corea del Norte ha amenazado con dispararle 4 misiles de alcance medio y Donald Trump dice que responderá con una “furia y fuego” nunca vistos. China la pide mesura, en las palabras, al Presidente norteamericano.

Es sabido que desde la asunción de Donald Trump se han incrementado las tensiones entre Corea del Norte y los Estados Unidos. En realidad Corea del Norte está muy vinculada a la estrategia China. Como esta gran potencia quiere seguir avanzando hacia su liderazgo mundial pero sin desatar una guerra global, es imaginable que las amenazas de coreanas sean parte de una sorda lucha de intereses y negociaciones, más que la voluntad de un enfrentamiento abierto, pero nunca se sabe…

 

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