El fin del bacheletismo (y otros ismos)

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El paupérrimo resultado presidencial de Paula Narváez y la escasa injerencia de la expresidenta en estas elecciones son síntomas -para muchos- del término de uno de los últimos grandes liderazgos de nuestro país. A este final, que la fundación Horizonte Ciudadano niega con varios argumentos, se suma la anterior expiración del laguismo, la agonía actual del lavinismo y el girardismo, entre otras corrientes que “roncaban” en sus respectivos bloques. ¿Y el piñerismo? Está por verse.

Michelle Bachelet ¿la felicitó por su triunfo en la consulta ciudadana?, preguntó La Tercera el domingo pasado a Yasna Provoste. “No he conversado con ella”, respondió la candidata y exministra de su primer gobierno, precisando que “ella tiene una responsabilidad internacional muy grande”. La respuesta de la candidata presidencial del Nuevo Pacto Social (quien no era la carta de Bachelet) denota el distanciamiento de la exmandataria con la contingencia política de nuestro país.

Hace un poco menos de cuatro años, Ascanio Cavallo advertía que Bachelet estaba “preparando el escenario” para volver a gobernar en 2022. “Solo así se entiende -agregaba el flamante premio nacional de Periodismo- la excesiva preocupación por su legado”.

Por esos días, el círculo de hierro de la entonces mandataria (integrado por su jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte; la vocera Paula Narváez y el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy) buscaba blindarla de las esquirlas de la Operación Huracán (conflicto entre la fiscalía y Carabineros por la adulteración de pruebas en ataques incendiarios en La Araucanía) y organizaba pautas -y entrevistas con medios internacionales- destacando los logros de su segundo gobierno, como el fin del lucro y el copago en la educación particular subvencionada, la gratuidad en la educación superior, el nuevo sistema electoral parlamentario que reemplazó al binominal y los esfuerzos realizados para impulsar un proceso constituyente.

¿Qué pasó en estos años en que el bacheletismo no logró consolidarse como una fuerza política?

“El bacheletismo era Bachelet. No era nada más que eso, y si ella está ausente (en septiembre de 2018 ella asumió como alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos) desaparece. Ella nunca fue capaz de transferir mucha votación a otro, incluso ella misma no tenía la votación que marcaba su popularidad y no pudo ganar en primera vuelta ninguna de las dos veces en que fue candidata”, dice hoy el mismo Cavallo.

Durante los años de gloria del bacheletismo se ungió a varios sucesores -como Carolina Tohá, Nicolás Eyzaguirre, Andrés Velasco, Rodrigo Peñailillo y recientemente a Paula Narváez-, sin embargo, ninguno de ellos logró consolidar un liderazgo como el de ella.

Para Peñailillo, quien fue su jefe de gabinete en su primera administración y ministro del Interior al inicio de su segundo periodo, está muy claro lo que pasó: “El bacheletismo comienza a debilitarse a mediados de 2015, cuando se deja de lado el impulso transformador con que había llegado su gobierno. Ese es el comienzo del fin”, señala el ingeniero, quien este año quiso ser candidato a senador por su expartido (PPD), pero no fue respaldado, a raíz de su involucramiento en el caso SQM de financiamiento irregular de la política.

“Se imponen fuerzas conservadoras transversales que creían que Chile era mejor sin esos cambios profundos, y en 2016 se opta por no perseverar en las reformas que se habían iniciado, lo que fue acompañado por la llegada de una generación que llevó a su gobierno a ser una nueva Concertación. Un ejemplo fue que la nueva Constitución, una de sus grandes promesas, quedó en nada. Esas cosas hacen que el bacheletismo haya perdido la fuerza y convicción con que se paraba ante la ciudadanía”.

El exdelfín de Bachelet, quien no volvió a hablar con su jefa desde que dejó Interior en 2015, remata: “Lamentablemente todo termina con una candidatura (Narváez) que ni siquiera saca los votos de su propio partido”.

El “dedazo”

La mañana del 28 de diciembre del año pasado, la noticia se viralizó rápidamente: Bachelet firmaba la carta de un grupo transversal de mujeres y militantes socialistas que solicitaban a Narváez que asumiera una candidatura presidencial. La exgobernante removía las aguas del PS y del resto de la centroizquierda, golpeando de paso las postulaciones de sus excolaboradores -Heraldo Muñoz y Marcelo Díaz- y lapidaba la esperanza de algunos de que pudiera apoyar a Daniel Jadue.Chile: Quién es Paula Narváez, la precandidata presidencial que apoya Bachelet

Sobre el llamado “dedazo” de Bachelet hay dos versiones: una señala que la exgobernante no fue la autora intelectual de la candidatura de su exvocera y que se sumó cuando las cosas estaban encaminadas.

La otra versión asegura que Bachelet jugó un rol activo en la “operación” para desbancar a Álvaro Elizalde como candidato presidencial del PS. “Por esos días existía un consenso en la élite socialista en que el partido, sin un liderazgo potente, debía llevar un candidato ‘nominal’, es decir, un postulante con el cual se pudiera negociar”, cuenta una fuente ligada al PS. “Ese nombre –agrega- era Álvaro Elizalde, pero la intervención de Bachelet, quien se encontraba en Santiago pasando las fiestas de fin año, cambió las cosas”.

Consecuencia de ello o no, lo cierto es que la directiva socialista nunca se puso detrás de Narváez, como lo denuncian hoy cercanos a la sicóloga que hoy busca nuevos horizontes. Camilo Escalona, expresidente del PS, le resta dramatismo al pobre resultado obtenido en las primarias ciudadanas. “Competimos con Paula Narváez y perdimos. Ni más ni menos. El proceso constituyente abrió una nueva etapa, donde surgirán nuevos liderazgos que reconfigurarán el nuevo rostro del socialismo chileno”.

Consultado por la huella de Bachelet en el PS, Escalona dice que es temprano para hacer un juicio, más aún –dice- en un partido en Los últimos días de Dialoga, la fundación que preparó el regreso de Bacheletque sus figuras han sido valoradas con el paso del tiempo, como Eugenio González y Clodomiro Almeyda.

La defensa de su Fundación

Sin su presencia en Chile, Bachelet ha buscado mantener vivo su legado a través de dos fundaciones -Dialoga y Horizonte Ciudadano- pero ninguna de las dos se ha transformado en un referente político de influencia.

Dialoga fue el centro de operaciones del círculo de hierro de Bachelet tras terminar su primera administración y, sin querer, a través del movimiento Sentidos Comunes, se convirtió en la cuna de Revolución Democrática y el Frente Amplio. La fundación cerró sus puertas en 2016 por falta de recursos.

*Editor de la sección País del diario La Tercera, Chile

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