El Frente Amplio chileno y el reacomodo del bloque en el poder

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La constitución del Frente Amplio en vistas a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias ha generado ilusiones en algunos sectores de la Izquierda. El FA promete impulsar transformaciones en pos de los intereses de las grandes mayorías. Estratégicamente, apuesta al copamiento de la institucionalidad. Pero si se revisan ciertos elementos, se puede suponer que muchas de las esperanzas que algunas personas y fuerzas de Izquierda tienen en el Frente Amplio, terminarán por diluirse.

La acumulacion capitalista

Es un hecho que el patrón de acumulación experimenta un largo proceso de agotamiento, acentuado en el último ciclo poscrisis subprime. La edad de oro del capitalismo chileno, que se vivió entre mediados de los 80 y fines de los 90, no volverá de no mediar una revolución en la base productiva, algo improbable en el corto y mediano plazo. Este es el “escenario base” que, quiéralo o no, cualquier “fuerza política con opción real de gobernar y de legislar”(1) enfrentará en los próximos años.

La transición democrática

A principios de los 90 se asistió a un cambio de periodo. Comenzamos a asistir lentamente a un reacomodo en el bloque en el poder que -previa derrota del movimiento popular y desarticulación de las organizaciones revolucionarias-, posibilitó la transición de un esquema de administración militar a uno de administración civil del capitalismo. Se restauraron así las instituciones propias del régimen democrático burgués.

En la cabeza del aparato estatal la casta militar fue reemplazada por un conjunto de políticos profesionales con experiencia, que cumplían el rol de articuladores en dos frentes: por un lado como garantes de los acuerdos negociados con la fracción desplazada, militares y cómplices civiles de la dictadura; y por otro, como interlocutores del gran capital nacional y extranjero.

En lo social, este nuevo grupo de administradores expandió la subsidiariedad del Estado, pero agregó un nuevo elemento. Consistió en la subordinación de las organizaciones históricas de los trabajadores, que se reflejó fundamentalmente en la obsecuencia de las sucesivas dirigencias de la CUT con los gobiernos de turno. Al principio se trataba de no generar pretextos para el regreso de la derecha y los militares al gobierno. Pero al poco andar, se reveló simplemente como una cooptación de la organización de los trabajadores por los intereses del gran empresariado.

El desgaste del actual bloque en el poder

La articulación representada por la Concertación -y su continuación, la Nueva Mayoría- ha venido desgastándose aceleradamente, dejando de jugar el rol que debe cumplir en la alianza de clases sobre la que descansa.

Las razones de este desgaste son:

– El envejecimiento de la capa de políticos profesionales y la poca capacidad de reemplazo por parte de los partidos tradicionales;

– El agotamiento del vigor de la base productiva primario-exportadora;

– La crisis de la CUT como representante del movimiento organizado de masas, y el surgimiento paralelo de movimientos sociales, lo cual resta capacidad como garante de la estabilidad “por abajo” al sistema de dominación de clases;

– Y, finalmente, la crisis de legitimidad y participación de todo el sistema político.

¿Que expresa el Frente Amplio?

El Frente Amplio surge como una de las posibles alternativas de actualización “por la Izquierda” del actual esquema de dominación. No pasa de ser un proyecto de recomposición del bloque en el poder -independiente de si sus dirigentes lo perciban o no-, tal como en su momento fue la Concertación en la “transición democrática”.

Dentro de la ola de los movimientos sociales que han emergido en el último tiempo, la mayoría tienen su origen en las nuevas clases medias o responden a su hegemonía. De ahí que las banderas del “ciudadanismo” sean las predominantes. El gran ausente en esta ola, salvo en momentos episódicos, han sido los sectores populares con una agenda propia.

Son los sectores medios los que se encuentran pujando por su espacio en el escenario político-social, donde el Frente Amplio viene finalmente a darle una organicidad política y a tratar de capitalizar electoralmente su fuerza social. Naturalmente, hay una serie de reivindicaciones populares incorporadas en su seno; pero el tema crucial es cómo se las lee, resuelve y sobre la acción de qué actores descansa su resolución.

El Frente Amplio levanta el democratismo de las capas medias como programa. De allí que en lo económico las contradicciones del capitalismo chileno sean leídas como colusión entre grandes empresas y falta de competencia, y en lo político como una pugna ética entre representantes “corruptos” versus “no corruptos”.

El punto central de ese programa es la idea de “gobernar”, tributaria de la concepción vulgar del Estado, que en esencia se ve como un aparato neutral. De ahí que lo importante para alterar su curso de acción radique en cambiar a las personas que lo dirigen, con eventuales cambios político-administrativos.

La democratización como bandera de lucha que levantan estos sectores caracteriza además erróneamente el rol de la democracia en los sistemas burgueses. Su función está en aunar a las distintas fracciones capitalistas y en cooptar a las capas populares, por tanto no es la participación ciudadana per se su objetivo. De ahí que la “fiebre electiva” como solución a los problemas de legitimidad no es propiamente una resolución del problema, en tanto subsista la naturaleza del aparato estatal.

Otro factor a considerar en el caso de Chile radica en que la penetración de las relaciones capitalistas ha sido extensa e intensa. Las viejas clases oligárquicas han devenido en moderna burguesía. La consecuencia de esto es que las reivindicaciones democráticas asociadas a la modernización de la estructura social han dejado de ser un elemento de eventual ruptura revolucionaria con el régimen burgués.

La dialectica político-social frenteamplista

Con estos elementos a la vista, es posible aventurar la dialéctica político-social que el Frente Amplio pondría en juego en la eventualidad de que este referente triunfase en las próximas elecciones presidenciales. Si bien su triunfo no se vislumbra muy probable, en el escenario de alta abstención electoral la posibilidad de acceder a la representación institucional de un referente así aumenta debido al fin del sistema binominal y también al reducido número de votos que en términos absolutos se requiere para resultar electo parlamentario.

En términos de las alianzas clasistas sobre las que descansa el sistema de dominación burgués, un triunfo del Frente Amplio significaría para el gran capital dar mayor cabida a los sectores medios emergentes de la sociedad dentro del bloque dominante.(2)

El recambio del Frente Amplio con respecto a la vieja Concertación sería en dos niveles:

– “Por arriba”, la vieja casta de políticos profesionales sería desplazada por un grupo de jóvenes tecnócratas de las ciencias sociales expertos en teoría crítica y premunidos de postgrados con enfoques multidisciplinarios de universidades extranjeras, especialmente norteamericanas y europeas. Si bien resulta difícil que el desplazamiento de los políticos por los tecnócratas sea completo, pudiendo convivir un largo tiempo, no es menos cierto que la misma neoliberalización del Estado promueve constantemente la “tecnocratificación” de la política. Es en la conducción económica donde más lejos ha llegado esta tendencia. Ahora tomaría mayor fuerza en el resto de la política pública, particularmente en los ámbitos social y cultural.

Este es precisamente un espacio en que las fuerzas del Frente Amplio ya tienen experiencia. Durante este gobierno cuadros de Revolución Democrática estuvieron en el Ministerio de Educación y en la Municipalidad de Providencia ayudando a “diseñar” la política educacional de dichos organismos. La Izquierda Autónoma también, cuando su cúpula, en medio de las protestas estudiantiles, se entrevistó con la ministra Delpiano para entregarle su propuesta educacional, lo que finalmente terminó en el quiebre interno del autonomismo.

– “Por abajo”, en tanto, el Frente Amplio llenaría en la base social el vacío dejado por el colapso del sindicalismo tradicional con la extensión de los segmentos organizados y clientelizados del mundo popular, tales como los movimientos por la vivienda y rurales.

De lo que se trataría es de consolidar a las organizaciones populares como correas de transmisión de la política pública, dando así la imagen de una política más participativa e inclusiva. Serían estas las que por ejemplo llevarían a cabo los presupuestos del Minvu para la construcción de viviendas sociales o canalizarían los dineros del Indap destinados al apoyo de pequeños agricultores.

Si bien esto aplacaría a ciertos segmentos del mundo popular, resulta inocuo a fin de cuentas para la lógica capitalista. Los pequeños huertos orgánicos que se puedan levantar finalmente no le quitan espacio a la gran plantación forestal en La Araucanía; o la autoconstrucción de viviendas sociales no desplaza para nada al gran negocio inmobiliario que levanta grandes edificios de departamentos, centros comerciales, carreteras, puentes, obras de ingeniería para la minería, etc.

Plausibilidad del proyecto frenteamplista

¿Es plausible el proyecto del Frente Amplio? La respuesta es no. Para serlo requeriría al poco andar una serie de cambios fundamentales que lo adecúen al esquema de dominación burgués imperante en Chile.

En primer lugar, una de sus debilidades estructurales radica en la inorganicidad propia de los sectores medios en los que descansa. Para estos lo importante son las corrientes de opinión, la influencia en las redes sociales y, eventualmente, la asistencia a marchas que tan rápido como logran masivas convocatorias, igual de rápido se diluyen.

No por casualidad los distintos ideólogos frenteamplistas han hecho teoría al respecto. Aluden una y otra vez a la batalla por el “sentido común”, “a cambiar los límites de lo posible”, etc., como la piedra angular de la lucha. Suelen apelar a un Gramsci “ciudadanizado”, liberado de todo vestigio de lucha material de clases y leninismo, para mostrar sus credenciales marxistas y probar la radicalidad de sus posiciones. Pero la verdad es que, y a pesar de todo el academicismo que suele adornar sus escritos, la teoría de “conquista del sentido común” se muestra pobrísima al lado de la teoría revolucionaria clásica de la conciencia de clase.

Los hechos mismos desmienten la teoría. ¿En qué quedó el apoyo mayoritario de la población a la reivindicación de educación gratuita? El empresariado educacional aprovechó la oportunidad para extender sus negocios a costa de los subsidios del Estado, chantajeando al gobierno al poner como argumento de fuerza sobre la mesa a los sectores populares que se educan en sus planteles. Y fin de la cuestión.

Otra debilidad estructural frenteamplista, y sin duda la más importante que vuelve implausible todo su proyecto reformista, se refiere a su relación con el gran capital. Pese a que en sus principios declara “independencia total del poder empresarial”,(3) no hay cómo eludir este problema con simple declamatoria, cuando se trata de un actor con tal grado de fuerza material que logra controlar 90% del PIB.

Las alternativas son muy pocas en caso de que la gran burguesía no se pliegue al proyecto de cambios del Frente Amplio, que es lo más probable. O se llega rápidamente a un pacto con esta y se hacen reformas a gusto y medida de ella, o se le enfrenta materialmente. Sin embargo, para esta alternativa requeriría apoyarse en fuerzas a las que el Frente Amplio no apela ni en las cuales tiene arraigo orgánico, y que de paso desatarían dinámicas político-sociales de otra naturaleza. Por lo tanto, la primera opción aparece como de mayor plausibilidad.

Una tercera debilidad que atenta contra el proyecto frenteamplista se refiere a la capacidad de, una vez en el gobierno, constituir rápidamente un masivo movimiento popular clientelizado; que de paso sería el único elemento de fuerza para enfrentar al gran capital, al menos demagógicamente.

Esto se ve poco probable en razón de que en las experiencias latinoamericanas donde se ha dado dicho fenómeno, ha sido sobre la base de la presencia de un fuerte capitalismo de Estado donde las empresas estatales capturan gran parte de la renta de los recursos naturales, elemento totalmente ausente en Chile.(4) Sumando además que el ciclo bajista de los precios de las materias primas en los mercados internacionales resta importantes ingresos al Estado, tendencia que en otros países ha puesto precisamente en jaque el esquema nacional-popular.

El proceso por el que han atravesado dichos países corresponde a un cambio distributivo desde un rentismo oligárquico a un rentismo popular, que sin embargo dejó intacta -o incluso en algunos casos acentuó- la base productiva de estos capitalismos periféricos. Eso abrió un fuerte conflicto distributivo entre sectores tradicionales y capas pauperizadas de la población, pero que poco a poco comienza a converger hacia un nuevo equilibrio de la dominación burguesa.

El drama del Frente Amplio

El drama frenteamplista se reduce finalmente a que no ofrece ningún proyecto de solución a las contradicciones del capitalismo chileno -algo similar a lo que en su momento encarnaron los Chicago boys y la Concertación-, que aúne a la gran burguesía y un espectro social importante.

A lo más que puede contribuir es a “oxigenar” el sistema político con rostros nuevos y a promover una serie de reformas liberales en lo sociocultural; porque en lo económico, señales como las de la huelga de Minera Escondida, muestran que el gran capital no está disponible para reformas ni dispuesto a transar en lo más mínimo en su derecho a explotar a los trabajadores

Notas

(1) http://frente-amplio.cl/te-invitamos-construir-frente-amplio.

(2) Se trataría de un fenómeno histórico análogo -de politización e irrupción de las clases medias en la esfera público-institucional- al que representó el alessandrismo en la primera mitad del siglo XX, y que arrastró a importantes sectores populares. También en los gobiernos radicales (1938-1952) la clase media apareció en funciones de gobierno aliada con los sectores dominantes de la época, como la oligarquía agraria y la naciente burguesía financiero-industrial.

(3) http://frente-amplio.cl/te-invitamos-construir-frente-amplio.

(4) La excepción la podría constituir Codelco, pero su importancia está lejos de representar la que tiene PDVSA para Venezuela, que es precisamente la experiencia más avanzada de este tipo de movimiento popular clientelizado.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 872, 31 de marzo 2017.

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1 comentario
  1. Antonio casalduero Recuero dice

    Al articulista omitió otros factores relevantes. Difícilmente habría un cambio relevante en Chile si el imperialismo norteamericano sigue siendo fuerte, ya vivimos trágicamente la experiencia con la Unidad Popular. Además, las famosas siete familias dueñas de más de la mitad de Chile no lo permitirían, tienen los medios para impedirlo. El duopolio periodístico existente en el país negaría diariamente su existencia, sus dos diarios de circulación nacional los ningunearía constantemente, y eso es fundamental para difundir propuestas, no basta Internet. Además, los canales de televisión, en manos de consorcios privados nacionales e internacionales, no los tomarían en cuenta, hoy «lo que no aparece en la tele no existe». Pero la fuerza de la historia es más fuerte, siempre habrá mentes positivas empeñadas en cambiar lo actualmente existente por algo mejor, hay que confiarse a ellos, ellos sabrán hallar la clave, yo no lo dudo.

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