El indigenismo y la USAID

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Andrés Soliz Rada*

Los argumentos a favor del indigenismo son numerosos. Veamos algunos: ¿Cómo no reparar los genocidios y etnocidios del colonialismo contra poblaciones precolombinas? ¿Cómo olvidar que los indígenas sufrieron los estigmas de "bárbaros", "salvajes" y "seres inferiores" y que fueron privados de su identidad, idiomas y cosmovisiones, para luego marginarlos de la construcción de Estados nacionales?

¿No debemos acabar con el capitalismo, que no para de fabricar ojivas nucleares, destruye ecosistemas y provoca hambrunas, enfermedades y desempleo, edificando en su lugar sociedades comunitarias? ¿No es urgente defender la vida y recuperar el equilibrio entre el hombre y la naturaleza, alcanzado por sociedades aborígenes?

Cabe preguntar si los dueños del Nuevo Orden Mundial (NOM), los Rothschild, Rockefeller, Soros, Bush, Cheney o Berlusconi, entre otros, se incomodarán por estas angustias, ya que no sienten remordimiento alguno por las cotidianas matanzas que provocan en África, Gaza, Irak o Afganistán, financiadas por sus paraísos fiscales, que legalizan el lavado de dólares y el comercio de armas letales.

Si alguna vez los poderosos cedieron posiciones, ello se debió a luchas de resistencia patriótica, encabezadas por los Gandhi, Lumumba, Torrijos, Nasser, Ataturk, Arbenz, Perón, Villarroel, Allende, Nyerere o Sandino, quienes buscaron cimentar sus Estados nacionales. A ninguno de ellos se le ocurrió astillar sus países mediante nacionalismos étnicos, como en Bolivia. En Nicaragua, en cambio, el imperio manipuló a los indios misquitos para debilitar al régimen sandinista.

El indigenismo a ultranza busca impedir el rebrote de movimientos liberadores. El NOM, a través de la OIT y Naciones Unidas, lo usan para destruir el entramado indo mestizo y aniquilar a los Estados in constituidos, ya que sólo ellos podrían retener sus excedentes económicos y atender las legítimas demandas indígenas. La relación indigenismo – imperialismo aflora al constatar el financiamiento de USAID a CIPCA, la ONG del jesuita catalán Javier Albó, condecorado por unanimidad en el Senado por el MAS (pro indigenista) , y PODEMOS (pro transnacionales) . Sólo hubo similar unanimidad cuando ambos bloques parlamentarios aprobaron los contratos con las petroleras, que desvirtuaron la nacionalizació n de los hidrocarburos.

La ambigüedad en el lenguaje es el arma favorita de las ONG. Ellas mezclan las palabras nación, comunidad y pueblo y las tornan intercambiables. Todo palabrerío es útil, siempre que no se hable de la contradicción principal que enfrenta a naciones opresoras y naciones oprimidas. El pilar de estas últimas es la alianza indo-mestiza, sin la cual la liberación nacional es inalcanzable. Por esta razón, la verborrea que encubra el papel del imperialismo es financiada por USAID, Europa, el Banco Mundial y el BID.

Las categorías naciones oprimidas y naciones opresoras no son estáticas. Existen, como es obvio, contradicciones no antagónicas entre las potencias que se reparten el dominio de los países periféricos. Las semi colonias que comienzan a reinvertir sus excedentes económicos en forma planificada comienzan también a abandonar su estatus de semi colonia. En Brasil, por ejemplo, coexisten enormes bolsones de saqueo transnacional con rasgos de potencia emergente, manifestados en sus abusos a Paraguay, Bolivia y Ecuador. En Argentina, la cobardía de sus gobiernos para controlar sus recursos estratégicos (minería, petróleo, biodiversidad) , permite que sus enclaves de sumisión permanezcan inamovibles. El imperio usa a unos países oprimidos contra otros. Soldados de Bolivia, Chile y Brasil están en el Congo y Haití. Lo que es una vergüenza para Lula, Michelle Bachellet y Evo Morales.
 

*Dirigente políitico boliviano

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