EL OBSCENO PÁJARO DE LA DEMOCRACIA LIBERAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoAbu Ghraid, la infame prisión de la dictadura de Saddam Husein, se ha transformado hoy día en el paradigma de lo que podríamos denominar «la suspensión del espacio neutral de la ley». ¿Fue el abuso, la tortura y el crimen cometidos en estos centros de detención estadounidenses la acción de unas pocas «manzanas podridas» o, lo que hoy vemos, no es más que el lado obsceno de la democracia liberal?

Toda discusión ética sobre medios y fines pierde sentido cuando la máquina bélica se pone en movimiento. En Abu Ghraid, las fuerzas del bien ya no se diferenciaron de las fuerzas del mal. En Septiembre del 2003 el mayor general Geoffrey Miller, comandante de los centros secretos de detención de Guantánamo, visita Iraq para poner orden en la prisión y recomienda que la policía militar debería actuar no sólo como guardia, sino también como «facilitadora de las interrogaciones» (Time, 17 de mayo de 2004).

La humillación sexual de los prisioneros, que ha sido la técnica de deshumanización preferida, habría sido aprobada, según la revista The New Yorker (y disputada por el Pentágono) por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No es de extrañar, por tanto, que las escenas captadas por las cámaras digitales hayan sido solo la consecuencia lógica de esta política.

Algunos grupos de Derechos Humanos en EEUU han expresado que la aproximación de la administración a la guerra en contra del terrorismo –que incluye detención indefinida sin cargo, la negación de derechos judiciales y la intensa presión para obtener «interrogatorios productivos»– han venido creando las condiciones que promueven el abuso y la tortura.

Un oficial del ejercito, según la mencionada revista Time, expreso que entre los hombres árabes la inseguridad sexual es una característica predominante. El miedo a la homosexualidad y a la dominación femenina son cuestiones de extrema importancia. «No nos gusta hablar de ello» afirmo, «pero la explotación de este miedo funciona».

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La última razón que al presidente Bush le quedaba para justificar la invasión a Iraq era el cierre de los campos de tortura y los cuartos de violaciones. La permanencia de los americanos en Iraq ha exigido que estas permanezcan abiertas y en buen funcionamiento.

Lo paradójico es que los que promueven, implementan y ejecutan las torturas y violaciones no se ven a si mismos trasgrediendo los Derechos Humanos. Ellos no torturan a seres humanos, sino a judíos, comunistas o musulmanes según la versión de los nazis, de Pinochet o de los serbios… O terroristas según la ultima versión de Bush.

El trato que dan no es inhumano, sino, mas bien, un trato que distingue entre verdaderos seres humanos y aquellos que sólo son seudo-humanos. La idea implícita es la de que «nosotros» y los que son como nosotros constituimos el paradigma de la humanidad, el mundo civilizado y el bien. El resto queda excluido de la ley y los derechos.

Este limbo legal coloca a los prisioneros, literalmente, entre dos muertes. Simbolicamente ya están muertos –despojados de toda identificación social, “non-combatant”, “no-body”– mientras esperan la muerte biológica. ¿No es éste el ultimo ejemplo de lo que Giorgio Agamben llama homo sacer, los que pueden ser asesinados impunemente porque frente a la ley sus vidas ya no cuentan? ¿La parte que no es parte del todo?

El presidente Bush comentando los sucesos de Abu Ghraid expreso: «Esto no representa la América que yo conozco». Tal vez… pero esta sí es la América que el Tercer Mundo conoce y que algunos ultra-conservadores justifican. El enormemente popular animador de radio, Rush Limbaugh, llamo a sus oyentes a identificarse con la frustración que los soldados deben sentir al ser atacados por los iraquíes mal agradecidos.

Es natural, dijo, que sientan la necesidad de desquitarse «pasando un buen rato».

Los soldados afirman que sólo seguían órdenes. Pero, al mismo tiempo, todas las fotos los mostraban sonriendo estúpidamente y haciendo morisquetas mientras degradaban y violaban a los prisioneros sugiriendo que al hacerlo lo disfrutaban. ¿No se da aquí el caso de que la orden, que era posible leer entre líneas, era la de el llamado a realizar las secretas fantasías, el llamado, sin restricción ni ataduras, a la trasgresión, la autorización privilegiada a colocarse mas allá de la Ley Primordial?

El sistema se transforma en la agencia que suspende el castigo moral y la Ley Simbólica Patriarcal. Todo lo obsceno y prohibido que es posible soñar ahora esta permitido.

fotoDonald Rumsfeld, en el testimonio dado al senado en el mes de Mayo de 2004, afirmo que el Pentágono ha obtenido más fotos y videos que muestran acciones mucho peores que las ya conocidas. «Aqui ya no estamos hablando de experiencias humillantes”, dice el senador Lindsey Graham, «sino de violaciones y crímenes».

Y cuando frente a estas violaciones y crímenes todavía hay algunos que argumentan que en todas partes se tortura, «que ellos nos harían lo mismo a nosotros» y empiezan a circular videos de las torturas de Saddam Hussein para insistir que nuestras perversiones no son tan malas como las del otro, es cuando se ha llegado al momento en que los argumentos han caído en el trasto de la equivalencia moral e índice de la perdida de autoridad política.

La larga serie de imágenes que mostraban la humillación de los prisioneros iraquíes fue una visión directa a los “valores americanos”, al disfrute obsceno que sostiene su estilo de vida.

Junto al texto ideológico institucional explicito siempre encontramos un suplemento implícito que lo sostiene, una serie de instrucciones y prohibiciones que permiten al sujeto no tomar las normas explicitas seriamente e implementar en su lugar un conjunto de prohibiciones no sancionadas oficialmente.

El lado sádico de la cultura popular estadounidense es posible vislumbrarlo en los ritos de iniciación en donde la tortura y la humillación –y a veces la muerte– son la experiencia típica que los candidatos tienen que sufrir para ser aceptados en una comunidad cerrada, para ser “ uno de nosotros”.

¿No es el “Código Rojo” (Code Red), por ejemplo, una de estas normas no escritas de la comunidad militar norteamericana? Esta es una práctica que autoriza a golpear clandestinamente, en las sombras de la noche, a un compañero soldado por romper los estándares éticos del grupo. El Código autoriza la trasgresión y la ilegalidad para reafirmar la cohesión del grupo. Tiene que permanecer oculto, no reconocido ni pronunciado en público y nadie debe saber nada de su existencia. En tanto el Código viola las reglas explicitas de la comunidad representa el “espíritu del grupo” al ejercer máxima presión en los individuos para conservar su identidad.

Las torturas no pueden reducirse al acto diabólico de unos pocos individuos, como tampoco podemos decir que fueron ordenadas directamente por la autoridad. Esta adquiere su legitimación de una versión específica de la obscena regulación del “Código Rojo”.

fotoEl sometimiento a las torturas humillantes de los prisioneros iraquíes es más que la arrogancia estadounidense hacia el “tercer mundo”. Fue la iniciación de estos a la cultura norteamericana, una muestra del lado oculto que forma el suplemento necesario que sostiene los valores públicos de la dignidad personal, la democracia y la libertad.

La garantía del comando del ejercito norteamericano de que no hubo, no hay ni habrá ordenes para humillar y torturar a los prisioneros no esta en juego aquí. Por supuesto que no hay ordenes explicitas. Nada por escrito, solo presiones no oficiales, indicaciones y orientaciones dadas en privado …En la forma en que se comparte un secreto sucio.

Confrontados con el hecho de la violación de los valores americanos, dice la reportera norteamericana Nancy Gibbs (Time, 2004): lo que le queda a Estados Unidos es re-calcular el costo del impulso a cambiar las reglas después del 9/11 –como, por ejemplo, detener a cualquiera si así lo crea conveniente y olvidarse de la Convención de Ginebra–.

Si esta es una lucha a muerte, como dice la administración, ¿no lo es, en última instancia, por los mismos valores que hoy sacrifica? En el futuro habrá otras causas y otras amenazas y su confrontación requerirá, no solo del poder bélico, sino, también, de la autoridad moral que hoy ha perdido en el resto del mundo.

Según ella, algo precioso se ha perdido aquí: la esperanza de que algún dia el mundo llegara a mirar a los estadounidensess como ellos se ven a sí mismos. En su lugar, se han visto obligados a verse como el mundo los ve. Y lo que han visto “…it is not a pretty picture».

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* Escritores y docentes. Residen en Canadá.

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