El Papa Francisco y las banderas robadas

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Más que ser víctimas del robo de banderas por parte del comunismo, como argumenta el Papa Francisco, lo cierto es que el cristianismo monopolizado por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana –en tanto institución al servicio de intereses y pasiones humanas-, y convertido así en religión imperial de Occidente, desde hace muchos siglos renunció a la pobreza para abrazarse al poder político y económico del reino de este mundo.

Como líder religioso, y como arrasadora figura mediática, ninguna declaración del Papa Francisco pasa inadvertida: sea por su tono crítico –inusual en la jerarquía católica-, sus posiciones más o menos controversiales, o por su deliberado empeño en transformar la imagen de una institución anquilosada y desprestigiada. Pero, en este esfuerzo, el obispo de Roma también entra en contradicciones, propias del choque entre una realidad indefendible, la de las injusticias sociales, y la doble moral del discurso y las acciones que, históricamente, ha desplegado la Iglesia Católica.

Algo de esto fue lo que quedó en evidencia en una entrevista publicada por el diario italiano Il Messaggero, el pasado fin de semana, en la que el Papa, por un lado, condenó la decadencia política, los escándalos éticos relacionados con la economía y la corrupción como fenómenos y problemas globales; y por el otro lado, reivindicó para la Iglesia Católica y el cristianismo las banderas de lucha contra la pobreza y por la justicia social. Y justamente allí tuvo su desliz, pues aseguró que “los comunistas nos han robado la bandera. La bandera de los pobres es cristiana. Los comunistas dicen que todo esto (por la pobreza) es algo comunista. Sí, claro, ¡cómo no! Pero veinte siglos después (de la escritura del Evangelio). Cuando ellos hablan nosotros podríamos decirles: ¡Pero si son cristianos!” (Página12, 30-06-2014).

El Papa Francisco respondía así a la pregunta del periodista italiano que le interpelaba sobre los adjetivos -nada inocentes- con los que algunos sectores lo caracterizan, y que incluyen las etiquetas de populista, comunista, pauperista y, en el extremo de la ignorancia o la mala fe, hasta de leninista, como lo acusó la revista británica The Economist.

Que la pobreza –material y del espíritu- está en el centro del Evangelio y de la experiencia de las primeras comunidades cristianas, es un hecho irrebatible. Que muchos cristianos intentan vivir el mensaje de Jesús de Nazareth y ser consecuentes hasta el final, es igualmente incuestionable. Pero concluir que de aquel hecho fundacional y de las convicciones personales que animan a los creyentes se deriva un compromiso radical del cristianismo universal por acabar con la pobreza y las condiciones de explotación de los seres humanos, o una práctica congruente con las enseñanzas evangélicas por parte de la misma Iglesia Católica –como podría interpretarse de las palabras  del pontífice-, es una afirmación osada, casi del tamaño de sus palacios y sus tesoros, que difícilmente resistiría el ejercicio de la crítica rigurosa.

Más que ser víctimas del robo de banderas por parte del comunismo, como argumenta el Papa Francisco, lo cierto es que el cristianismo monopolizado por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana –en tanto institución al servicio de intereses y pasiones humanas-, y convertido así en religión imperial de Occidente, desde hace muchos siglos renunció a la pobreza para abrazarse al poder político y económico del reino de este mundo.  papa por teve

Si bien el pensamiento cristiano sobre la cuestión social, desarrollado desde finales del siglo XIX y plasmado en varias encíclicas papales, fue una respuesta a la opresión de los ricos sobre los pobres que ya rebasaba los límites de control del statu quo, así como al amplio movimiento de los trabajadores y los pueblos que intentaba subvertir el orden forjado en las calderas de la revolución industrial y del capitalismo, al final terminó por revelarse limitado cuando la urgencia y la profundidad de las transformaciones sociales tocaron la base de un complejo sistema de privilegios, entroncado con los sistemas económico y productivo, y de una cultura ya especializada en justificarlos.

En América Latina, esto fue particularmente doloroso y los ejemplos abundan a lo largo de nuestra historia, y particularmente en el siglo XX, con los testimonios de vida de los Camilo Torres, Rutilio Grande, Oscar Arnulfo Romero, Camilo Torres, Helder Camara, Enrique Angelelli o Carlos Mujica: aquí, en nuestra América, mientras los pobres adquirían conciencia de las condiciones de su explotación, y se organizaban para luchar por su dignidad y sus derechos,  acompañados por hombres y mujeres cristianos, a veces bajo las banderas del comunismo, y a veces bajo las del más puro anhelo de liberación, buena parte de la jerarquía católica miraba hacia otra parte, pactaba con militares, oligarquías y corporaciones, y por muy paradójico que resulte, cambiaba su primogenitura por un plato de lentejas.

Un poeta cubano, católico y revolucionario, Cintio Vitier, lo tenía muy claro: en nuestras tierras, donde la espada y la cruz se metamorfosearon en balanza, “pero no en balanza al servicio de la justicia / sino de la injusticia y la maldad”, las bienaventuranzas de los pobres terminaron “por ser utilizadas cínicamente por los ricos: / si es tan bueno ser pobre, si tu reino no es de este mundo, / sigue trabajando para mí, para tu paraíso”.

¿Banderas robadas, entonces? De ninguna manera: los estandartes de las mejores causas, cuando verdaderamente se ha luchado por ellos, nunca se abandonan: se asumen, se defienden y se consagran en cada acto de la vida.

*AUNA-Costa Rica

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4 Comentarios
  1. Antonio Casalduero Recuero dice

    Este es un buen artículo, que pone de manifiesto la histórica inconsecuencia de la Iglesia Católica. No hay que olvidar que las religiones tienen su principal base de apoyo en los sectores sociales más pobres, más ignorantes, los más desinstruidos, aquellos que son fácilmente permeables a los sentimientos humanos más básicos y primarios. Esta institución ha sido desde el siglo IV en adelante fiel aliada del poder y del dinero hasta el día de hoy. El articulista olvidó u omitó decir que la Iglesia Católica pactó con el fascismo de Musollini, que llegó a acuerdos con los nazis de Hitler a cambio de unas prebendas de terrenos que hoy conforman el Estado del Vaticano. Ese papa hizo oídos sordos al clamor de los judíos cuando estaban siendo masacrados por el nazismo… entonces cómo el actual Papa pude afirmar que siempre han representado a los desposeídos. Religión es sinónimo de ignorancia.

  2. Verónica Salas Montes dice

    Me parece excelente el artículo. probablemente el papa Francisco no le dio un sentido profundo a sus palabras. pero es importante aclarar que nadie puede apropiarse de las banderas de lucha contra la pobreza, menos la institución iglesia que ha sido especialmente traidora con las banderas de lucha y con los pobres…

  3. Héctor Vega dice

    Desde hace 20 siglos que el mensaje de Cristo está ahí. Fue y es dirigido a los pobres. Pertenece a la humanidad, así como el de otros profetas. No veo cómo compatibilizar la pompa, las elecciones, la riqueza, los crímenes (Giordano Bruno, Galileo y tantos otros ejecutados por pensar)con el mensaje de Cristo. Como escribe Andrés Mora, la jerarquía miró para el lado mientras pactaba con dictadores y militares. Siempre estuvo consciente de los crímenes que se cometían en nombre de la iglesia, la familia y la tradición. En conclusión, no veo cómo la iglesia pueda justificar las enseñanzas de Cristo que proclama en su nombre.

  4. Otto dice

    Evidentemente, concuerdo con el autor del artículo. Aquí, no se ha robado nada, simplemente sucede que los comunistas son consecuentes con lo que plantearon hace mucho tiempo los grandes del pensamiento moderno Marx y Engels en el gran escrito que dejaron para la humanidad EL MANIFIESTO COMUNISTA.

    Y de eso se trata, ser consecuentes con lo se se afirma. Y, eso no solamente es mèrito de los comunistas sino de la humanidad. POr implantar la igualdad en el globo.

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