El tabaco sigue matando, las transnacionales tabacaleras siguen lucrando

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  Si bien el consumo del tabaco cayó significativamente en el mundo en los últimos 16 años, los objetivos de reducción drástica en un 30%, hasta 2025, no se lograrán de continuarse a este ritmo. Así lo indica un nuevo Informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que acaba de ser presentado en Ginebra el último día de mayo. Del mismo se desprende, la responsabilidad primordial de la grandes tabacaleras y la tibieza de muchos Estados.

El tabaco mata a más de 7 millones de personas por año -más de 6 millones de fumadores activos y casi un millón, pasivos-, lo que representa el 44 % de todas las muertes por enfermedades que no son transmisibles (ENT). Sin subestimar los diferentes tipos de cánceres afines, su consumo es uno de los principales responsables de las enfermedades cardiovasculares, principal causa de muerte por ENT.

A pesar de estos datos reveladores, siguen existiendo 1.100 millones de fumadores adultos – y al menos 367 millones de consumidores de tabaco sin humo a nivel planetario. Una de cada cinco personas fuma, entre ellos 24 millones de niños entre 13 y 15 años.

Por otra parte, más del 80 % de los fumadores viven en países de ingresos bajos o medios, según revela el Informe de la OMS, insinuando la incidencia de este flagelo en las economías más frágiles del mundo.

Apuntadas las tabacaleras y la complicidad de los Estados

La responsabilidad de las transnacionales productoras y distribuidoras de tabaco es determinante en la existencia de este flagelo. La OMS insinúa que uno de los principales factores que obstaculiza los esfuerzos de los países con bajos y medianos ingresos es “la industria tabacalera con su agresiva promoción de los productos del tabaco, destinada especialmente a los jóvenes, y sus constantes esfuerzos por ocultar los peligros de fumar”.

La co-responsabilidad de muchos de los Estados, no es menos significativa. En la actualidad, uno de cuatro países no cuenta con datos suficientes para monitorear la epidemia del tabaquismo. Y solo 1 de 3 asegura una encuesta quinquenal sobre los hábitos entre jóvenes y adultos. Y si bien más de la mitad de los países miembros de la OMS han disminuido su demanda en relación a 2010, de continuar a este ritmo, 7 de 8 países no cumplirán con el objetivo de reducir hasta el 2025 en un 30 % su consumo.

La relación entre políticas gubernamentales tibias y beneficios de las tabacaleras sigue estando a la base del tabaquismo. Sólo 42 países – un 19 % de la población mundial-  aplican prácticas óptimas relativas a las advertencias gráficas sobre las consecuencias de fumar, que incluyen mensajes claros, en idioma local, en el anverso y reverso de los paquetes de cigarrillos.

Las presiones de las transnacionales y su derecho a la publicidad masiva son también evidentes.  Según el informe de la OMS, la prohibición general de toda forma de publicidad, promoción y patrocinio del tabaco permitiría reducir el consumo en un 7 %, como porcentaje medio. Sin embargo, solo 29 naciones, que concentran el 12 % de la población mundial, han prohibido toda forma de publicidad, promoción o patrocinio. Y 1 de cada 3 países no tiene restricciones, o las mismas son mínimas.

La doble moral de las empresas sigue siendo la norma. Tal como lo subraya la OMS, “de cara al público, la industria tabacalera se muestra favorable a la adopción de medidas contra el tráfico ilícito de tabaco y sus derivados. Pero documentos internos del sector, dados a conocer en diversas causas judiciales, muestran que en realidad la industria del tabaco ha fomentado activamente el comercio ilícito en el mundo entero”.  Al mismo tiempo, también se esfuerzan por impedir la aplicación de medidas de control de tabaco, por ejemplo, “a través de aumentos de impuestos o de requisitos que exigen la inclusión de las advertencias sanitarias gráficas, alegando que impulsarán el comercio ilícito”.

La ratificación de la lucha anti-tabaco

La Organización Mundial de la Salud ratificó en las últimas horas su voluntad de continuar luchando contra la epidemia del tabaco. Y recordó que el Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco – que entró en vigor en el 2005- incluye 180 Partes suscritas que representan más del 90 % de la población mundial.

Para el organismo internacional, dicho Convenio marca un hito en la promoción de la salud pública. “Ya que es un tratado basado en pruebas científicas que reafirman el derecho de las personas al nivel más alto posible de salud, establece perspectivas jurídicas para la cooperación sanitaria internacional y fija criterios rigurosos en lo relativo al cumplimiento”. En 2008, adicionalmente, introdujo seis medidas a fin de intensificar la lucha contra el tabaco en el terreno: vigilar el consumo y las medidas de prevención; proteger a la población del humo del tabaco; ofrecer asistencia a las personas que deseen dejar de fumar; advertir sobre los peligros del tabaco; hacer cumplir las prohibiciones sobre publicidad, promoción y patrocinio; y aumentar los impuestos al tabaco.

Lobos con piel de corderos

 “La colaboración con las industrias tabacaleras es contraria a los principios y valores de las Naciones Unidas”, enfatiza la doctora Vera da Costa da Silva en su artículo publicado en el sitio oficial del Convenio Marco de la OMS para el control del Tabaco. Costa da Silva es la jefa de la secretaría de dicho Convenio.

Constituye un revelador análisis sobre el intento de los “barones de la industria mundial del tabaco…que se han hecho pasar por buenos ciudadanos globales, presentándose como ejecutivos de voz suave versados en el discurso tranquilizador de la responsabilidad social corporativa”.

Y enumera, ciertas colaboraciones que dichos barones han establecido con la Unión Europea, con la Organización Internacional del Trabajo y con el Pacto Mundial de las Naciones Unidas (PMNU), con el objetivo de mejorar su imagen.

Sin embargo, enfatiza la responsable de la secretaría del Convenio, “es mentira… en realidad esas empresas venden productos tóxicos que matan a 7 millones de personas por año y obligan a que los contribuyentes paguen la factura de las enfermedades que causan. Es una industria adicta a las ganancias y carente de responsabilidad”, enfatiza.

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