Estados Unidos: capitalismo de casino, la hora de la verdad

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Max J. Castro.*

Puede que al capitalismo de casino le haya llegado la hora de la verdad, o al menos su momento de incomodidad. Porque a pesar de la indignación contra los bancos y todo el debate en el Congreso acerca de la reforma financiera, los bancos y los banqueros aún se comportan como bandidos.

Interrogados por miembros del Congreso (estadounidense) la semana pasada, ejecutivos de Goldman Sachs no mostraron ninguna señal de vergüenza o arrepentimiento. Después de todo, el más reciente informe de ganancias de la firma fue colosal, y las enormes primas han seguido llegando a los bolsillos de los altos ejecutivos. En cuanto a las acusaciones por parte de la Comisión de Valores y Bolsa (SEC) de que Goldman violó la ley, Goldman tiene un montón de abogados para proclamar su inocencia.

Sin embargo, Goldman todavía no puede darse el lujo de ser petulante. El Departamento de Justicia está en la primera etapa de una investigación criminal de la firma. Si esta tiene como resultado un proceso y se le encuentra culpable, sería una mala noticia para la legendaria firma. La historia demuestra que las corporaciones que reciben una condena judicial no sobreviven. Puede que Goldman reciba su merecido.

Las fechorías de Goldman Sachs son solo la punta del iceberg cuando se trata de fechorías financieras de Wall Street. Durante los últimos 20 años, la banca se ha transformado de una sobria industria en un clon de Las Vegas. Durante décadas después de la Gran Depresión, los bancos fueron muy regulados para evitar que se repitiera aquella catástrofe. Pero a partir de la década de 1981/90 se entronizó el mito de la infalibilidad del mercado y el sistema de desregulación fue progresiva y sistemáticamente desmantelado por administraciones demócratas y especialmente por las republicanas.

Se olvidaron las lecciones de la década de 1931/40. El sistema financiero respondió con una avalancha de instrumentos financieros cada vez más complejos y especulativos. Con George W. Bush en la Casa Blanca, los gerentes de los fondos de inversión y otros “magos” de las finanzas fueron recompensados con enormes reducciones de impuestos que les permitieron acumular enormes fortunas. Mientras tanto los trabajadores y la clase media vieron como disminuían o se estancaban sus ingresos.

Pero el acto de malabarismo de los banqueros de realizar apuestas cada vez más riesgosas con el dinero de otras personas finalmente entró en crisis y toda la industria amenazó con desplomarse. Como se vio, los tentáculos del sistema financiero estaban tan entretejidos que el gobierno se encontró ante la disyuntiva de una mala decisión o una decisión peor: rescatar a los bandidos y soportar “solo” una gran recesión, o permitir que fracasaran y provocar una gran depresión. Es comprensible que tanto la administración Bush como la de Obama se decidieran por la primera opción.

Irónicamente, aunque la devastación económica ha sido un resultado directo de una ideología que funciono como teología virtual para George W. Bush y el Partido Republicano, es Barack Obama y los demócratas los que pueden sufrir la ira de los electores debido al rescate de los bancos, el desempleo y la pérdida de hogares como resultado de las grandes ejecuciones hipotecarias.

No es que los demócratas estén libres de culpa.

Es tal la corrupción del sistema político de EEUU que ambos partidos políticos se han beneficiado grandemente de las importantes contribuciones políticas de Wall Street. Pero no es menos cierto que el Partido Republicano ha sido y es mejor amigo de Wall Street. La semana pasada, durante tres días seguidos, senadores republicanos bloquearon un proyecto de ley de reforma financiera a pesar de que ya había sido suavizado para tratar de obtener el consenso bipartidista.

Al verse en la situación de ser percibidos como los defensores de Wall Street, los republicanos aceptaron comenzar a debatir la legislación. Pero estén seguros que el Partido Republicano continuará obstruyendo y debilitando cualquier legislación que dañe las ganancias de sus amigos en Wall Street.

Todo este asunto ha creado una gran ira en el país. La gente no puede ni debe aceptar el hecho de que los grandes bancos que no pueden pagar sus deudas reciban montones de dinero del gobierno para cumplir con sus obligaciones, mientras que el individuo promedio pierde su casa si no puede pagar la hipoteca. Pero gran parte de esta ira ha sido desperdiciada en chivos expiatorios: Barack Obama, impuestos, el gran gobierno y los inmigrantes.

Teniendo en cuenta las elecciones de noviembre, la tarea del Partido Demócrata es redireccionar la ira hacia los verdaderos culpables: los especuladores financieros y su facilitadores políticos. Necesitan usar el proyecto de ley de reforma financiera para aclarar cuál de los partidos está a favor de Wall Street y cuál partido está a favor de la clase media.

Y necesitan denunciar, en cada ocasión, cómo el Partido Republicano ha sido cómplice del surgimiento de una mínima elite financiera fabulosamente rica que se alimenta como parásito de la economía real (la economía donde se hacen cosas verdaderas y se brindan servicios verdaderos) y disfrutan a expensas de diezmar a la clase media. Más allá de las elecciones, para dar un golpe de muerte al capitalismo de casino la administración Obama tiene que implementar políticas para reducir en la escena política norteamericana el papel grotescamente inflado del sector financiero.

* Periodista.
http://progreso-semanal.com

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