Estados Unidos: ¿ustedes creen que la elección del martes fue un desastre?

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Álvaro F. Fernández.*

El pasado fin de semana me encontré con un viejo amigo con quien trabajé en un pequeño periódico en la década de los setentas. Por entonces él era un “come candela”. Perseguía a los policías corruptos. Recuerdo el caso de un jefe de policía de North Miami Beach que renunció debido a nuestro trabajo —mi amigo era el reportero y yo su editor—. Tenía algo que ver con una extraña compra de un helicóptero. Un negocio turbio con fondos de la ciudad.

Después de eso durante años conducía con mucho cuidado en North Miami Beach. Es más, evitaba pasar por allí. No se debe jugar con la policía.

¡Willy!, casi grité dentro de la tienda en Lincoln Road cuando lo vi. Parecía avejentado. Supongo que yo también. Hablamos por un rato. Imagínense; por aquella época teníamos veintitantos años. Creíamos que podíamos agarrar al mundo por… bueno, cualquiera que haya tenido esa edad y haya estado en una posición de poder sabe de qué estoy hablando.

Actualmente él es un gran personaje en un importante periódico. Lleva allí desde 1980. Me explicó que el director editorial estaba jubilado. No creo que haya podido hacer otra cosa. Mi amigo y otro editor dirigen ahora el periódico. El nuevo director editorial, su jefe, dirige varios periódicos desde otro lugar.

Me alegré de ver a Willy. Es más, siempre me alegro de verlo. Nos encontramos cada unos cuantos años, a veces en los lugares más insólitos. Pero nuestra discusión del sábado pasado me hizo pensar.

Yo sé que el negocio de los periódicos ya no es lo que era antes. En su caso, después de 20 años en la misma (gran) compañía, mi amigo está a la espera de un cómodo retiro. Sin embargo, sus palabras y su actitud llamaron mi atención. Este tipo solía volverme loco. Seguía cualquier pista. Por eso era tan buen reportero.

Ahora bien, yo sé que el tiempo nos desgasta a todos. Pero nuestra conversación giró acerca de pasar dos o tres años más y luego él se retiraría cómodamente. Faltaba el fuego que llevaba dentro y la efervescencia que tanto admiré. Era consecuencia de su preocupación por mantener el trabajo durante tres años más.

Sí, el trabajo era importante. Nunca dudaría eso de mi amigo. Él es un profesional. Pero en orden de importancia… el trabajo, la noticia, parecía ocupar el segundo lugar. Los policías y políticos corruptos, los maestros mal pagados o malos no fueron una prioridad, al menos durante nuestra conversación. Y esa no es la persona que yo conocí.

Permítanme enfatizar que esta columna tiene poco que ver con mi amigo Willy. Lo que me preocupa es lo que él representa.

Recuerdo que me inicié en el periodismo en una época en que un presidente fue expulsado de su cargo por mentir al pueblo estadounidense. Una época en que un importante periódico, propiedad de una familia, creía más en lo que el país significaba que en lo que su negocio podía ganar (o perder) a consecuencia de Watergate. Arriesgaron todo y ganaron —y el país mejoró por eso.

Historias como la de Willy me preocupan. Los periódicos —que una vez fueron el cuarto estado de este país— están endeudados hasta el cuello y les preocupa más sobrevivir económicamente que perseguir a políticos que nos están robando, por ejemplo. Lo cual, por cierto, no significa que aún no existan reporteros de primera línea que siguen haciendo lo que los buenos reporteros hacen. Solo que cada vez hay menos de ellos.

Y los pocos que están dispuestos a enfrentarse al "establishment" corruptible son desviados de la verdadera noticia por parte de medios más preocupados por sus ganancias.

Por eso no me sorprenden los resultados de las elecciones del martes. Sin embargo, lo que más nos debiera preocupar (a quienes viven en EEUU) es una tendencia que está creciendo con más rapidez de lo que pensamos. Así que si ustedes creen que el martes fue un desastre, esperen un poco.

Al final todo se trata del dinero. Y como cada vez se concentra más su control, quién sabe cuán negra nos la van a hacer pasar.

* Periodista.
En http://progreso-semanal.com

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