Etnografía de combate II. – ACCIÓN DIRECTA Y SINDICALISMO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Revolución, resistencia y acción directa

Como bien apunta James Scott (1985), la etnografía puede aportar luz sobre el estudio de la lucha de clases. La historiografía convencional tiende a rescatar una relación hegemónica de las relaciones de poder. A los grupos que carecen de poder les interesa mantener en silencio su disconformidad y reforzar las apariencias hegemónicas, mientras no recurren a la rebelión abierta.

Los rumores, los cuentos populares, las canciones, el teatro, el hurto, los engaños, la caza furtiva, etc. constituyen un conjunto de mecanismos de respuesta al poder protegidas por el anonimato. Scott, por tanto, distingue entre “discurso público” y “discurso oculto” para referirse a las conductas dentro y fuera de escena de dominantes y dominados(9). Donde siguiendo a Gramsci percibimos relaciones de hegemonía, existe en realidad una infinidad de luchas de poder cotidianas que, en ocasiones, son capaces de invertir la balanza del poder sin llegar a la confrontación declarada.

El discurso público de poderosos y subordinados es distinto. La diferencia principal entre la pose de los dominados y la de los poderosos es que los primeros deben mostrar humildad y respeto, mientras que los segundos escenifican altanería y dominio.

La pose de los dominantes varía en función de las ideas que legitiman su posición (Scott, 1990). Ello explica perfectamente el comportamiento de Paco al desafiar abiertamente al jefe de la empresa delante de las trabajadoras. Se trataba de romper la altanería del jefe y así alimentar la actitud combativa de las trabajadoras. Una vez franqueada la línea del discurso público, el discurso oculto puede entrar en escena con más facilidad.

La analítica del poder de Scott se ha desarrollado a partir su trabajo de campo en el Sudeste Asiático, estudiando las relaciones de poder en distintas comunidades en las que no presenció enfrentamientos abiertos significativos. De ahí una importante limitación de su marco de análisis: entender el discurso oculto como algo que se da cuando no hay posibilidad de la confrontación abierta.

Como vemos en el caso de esta huelga, el enfrentamiento viene acompañado de prácticas ocultas, fuera de escena, tanto por parte de la empresa como de las trabajadoras, con el objeto de derrotar al adversario. Aunque dado el desequilibrio en la correlación de fuerzas entre unos y otros, parece más probable que este discurso oculto esté más presente entre los huelguistas. Aun en una batalla a campo abierto, como es una huelga, muchas actividades deben realizarse con frecuencia fuera del alcance de los ojos de los poderosos.

La práctica de la acción directa, por otro lado, al desafiar al poder de manera particular, nos invita a redefinir el concepto mismo de Revolución. Podemos entender la revolución como un mito que postula –en su versión socialista– que habrá un momento en el que se verá superada la sociedad de clases, y se dará paso a un mundo libre, sin opresores ni oprimidos, sin pobres ni ricos, sin antagonismos ni violencia.

Cuando uno mira el mundo que le rodea, sin embargo, y pasa revista al cúmulo de revoluciones habidas y los resultados que obtuvieron, la sensación es desoladora. Estas revoluciones, en el mejor de los casos, desembocaron en una sucesión de élites. El poder nunca había estado tan concentrado como ahora y los problemas –ecológicos, económicos, políticos e identitarios– nunca habían sido tan acuciantes. Toda ruptura radical ha sido absorbida por estructuras burocráticas que terminaron inhibiendo la imaginación y creatividad popular. En este ambiente, no son pocos los que dan por perdida la batalla y se resignan a cambiar las cosas, o se refugian en viejas posturas revolucionarias obsoletas e inamovibles.

En ocasiones, sorprendentemente, se producen escaramuzas, levantamientos, que amenazan el orden establecido. El terreno sindical, como bien ha documentado Fernando Ventura (2004), puede entenderse como un campo social, un espacio de competición entre individuos y grupos. La particularidad de los campos es, según Bourdieu, que los actores que juega en él reconocen su valor y contribuyen a fortalecerlo aunque procuren su destrucción.

Es en el momento de salir del campo, de romper las reglas de juego establecidas, cuando los actores pueden resolver el problema de la revolución. Y la acción directa es la forma más recurrida de transgredir las reglas del juego (leyes, elecciones, comités de empresa, liberados, subvenciones), diseñadas para neutralizar al movimiento obrero.

Aquellos que estamos involucrados en movimientos sociales radicales a menudo nos preguntamos ¿Qué diferencia una acción “reformista” de una acción “no-reformista”? ¿Tiene sentido tal dicotomía? Numerosas ocasiones dan pie a ese tipo de interrogantes: por ejemplo, cuando un grupo etiqueta con dicho calificativo a otro, o cuando los resultados de una campaña saben a poco, son percibidos como insuficientes a los que la ponen en marcha.

André Gorz (1967), en un trabajo ya clásico, estableció una distinción que está muy extendida. Para él reformar radicalmente equivale a comenzar un proceso por el cual es posible, a través de una conquista parcial, preparar la etapa siguiente.

Mi punto de vista, anticipado recientemente en el estudio de otro tipo de movimiento (Roca Martínez, 2007), es que las aportaciones de Gorz son incompletas: una reforma es revolucionaria cuando abre camino a una transformación radical, pero esto es sólo posible si la forma del proceso es congruente con el modelo de sociedad –en este caso un modelo descentralizado– al que nos pretendemos acercar.

No tiene mucho sentido pretender construir un mundo democrático a través de las estructuras fuertemente centralizadas del Estado, partidos, sindicatos y mayoría de ONG. Esta visión no es nada novedosa. Ya en la década de los veinte, Enrico Malatesta llegó a conclusiones similares:

…Pero a fin de cuentas, se trata siempre de reformas, y la diferencia esencial radica en el tipo de reformas que se quiere, y en la manera que se considera poder alcanzar la reforma a que se aspira […] Acogeremos y conquistaremos las reformas posibles con el espíritu del que va arrancando al enemigo el terreno ocupado para ir siempre más adelante, y seguiremos siendo enemigos de cualquier gobierno, ya sea monárquico de hoy, como el republicano o el bolchevique de mañana (Richards, 1977: 116).

Esto conecta con la noción de “política prefigurativa”, que ya hemos mencionado. Una acción revolucionaria construye desde el mismo instante en que se pone en práctica el mundo al que se aspira. En este sentido, la definición de David Graeber (2004) del anarquismo como “reflexión ética respecto a la práctica revolucionaria”, en contraste con el marxismo como “reflexión teórica sobre la estrategia revolucionaria”, es muy oportuna.

De hecho, la vieja receta anarquista de la correspondencia entre fines y medios continúa siendo aplicada en la actualidad. A los “nuevos” como a los “viejos” anarquistas les importa tanto el qué se logra en la lucha como el cómo se obtienen las mejoras.

Una acción es revolucionaria cuando a través de su ejercicio mismo se construye momentáneamente el mundo que se desea conquistar. Se pone fin, de este modo, a la vieja disyuntiva entre aquellos –como los hippies– que optaban por construir sus comunidades en el interior de la sociedad de clases, escapando de la angustia de la vida moderna, y aquellos –como, por ejemplo, los anarcosindicalistas– que llevaban a las últimas consecuencias la máxima de Bakunin, “…no puedo ser, sentirme y saberme completamente libre, si no estoy rodeado de hombres tan libres como yo…” (10), y convertían su existencia en una búsqueda de la Revolución que acabaría con todos los males de una sociedad miserable.

Es posible, sin embargo, no entender ambas posiciones como antagónicas, sino como necesariamente complementarias, y redefinir así el concepto de revolución.

Como Gavin Grindon (2004) ha subrayado, distintos autores de inspiración libertaria han coincidido en percibir la importancia de los momentos de liberación que constituyen los episodios de revuelta: tanto la idea de “zona temporalmente autónoma” de Hakim Bey, como la noción de “situación” de Vaneigem y los situacionistas, y el “carnaval” de Bakhtin, hacen referencia a la liberación del deseo, la fusión de la vida y el arte, y la materialización de la alegría, en una micro-sociedad anarquista.

David Graeber y Andrej Grubacic (2004) han captado bien esta idea citando a un colectivo de propaganda anarquista estadounidense: “la libertad sólo existe en el momento de la revolución. Y esos momentos no son tan excepcionales como piensas”. Para la mayor parte de los anarquistas, la libertad no se encuentra en una futura sociedad perfecta(11), sino en el aquí y el ahora, en las prácticas cotidianas de oposición y resistencia al poder.

Y es en esas acciones en las que se observa una nueva práctica revolucionaria, no encaminada ya hacia un momento insurreccional más o menos repentino y espontáneo, sino hacia la construcción de instituciones alternativas y la introducción de una sucesión de pequeñas y efímeras rupturas con lo establecido, que pueden desembocar, o no, en una insurrección generalizada, pero, desde luego, contienen un buen antídoto contra la absorción por parte de estructuras jerárquicas y burocráticas, y transforman el orden social.

Pero, ¿puede haber algo de revolucionario en una huelga de limpiadoras, por reivindicaciones reformistas, en la que están implicadas solamente una parte de la plantilla?

En una manifestación a principios de abril, íbamos unas treinta o cuarenta personas avanzando por una calle céntrica de Sevilla, mientras miles de personas nos miraban entre sorprendidas e indiferentes. Y, sin embargo, en la calle había como más luz de lo normal: había desafío, había angustia, placer y miedo. Es en esos momentos, cuando toda la rutina de una sociedad se enfrenta a un puñado de mujeres que han hecho lo que no se espera de ellas: se han constituido en protagonistas de una epopeya. Son “mujeres que hablan” (así llamaban los andaluces a Federica Montseny, “la mujer que habla”).

Ellas iban al frente de una pancarta, claramente diferenciadas. Los hombres, tras ellas. Se posicionan ante fuerzas enormes: frente a la fuerza del Estado y su violencia legítima; frente a la del Rector y su violencia simbólica –es el representante de la cultura, de la sapiencia–; frente la empresa y sus medios de represión –despido, sanciones–; frente a otras fuerzas–miedos, dudas, maridos, periodistas, etc. Y es este cara a cara frente a los dominantes, lo que hace que una humilde limpiadora se eleve de golpe a la altura del antagonista.

Una simple señora de la limpieza ha adquirido la fuerza simbólica de un antidisturbios, de un rector, de un empresario o de un lo que sea.

Es en este enfrentamiento –de acción directa– cuando uno deja de ser espectador y se vuelve protagonista. Sale del reino de los especialistas-espectadores. Bourdieu decía en alguna parte que a medida que el campo se complejiza –y el sindical es muy complejo–, los especialistas se vuelven más y más expertos –maestros y beneficiarios del ritual– y ello hace que la fractura entre espectadores y expertos sea cada vez más grande.

La fractura especialista-espectador, es la que se establece entre ver un campeonato de patinaje artístico en la tele, o patinar uno mismo por el lago helado. Esa herida es la que hace que el especialista viva de lo que los demás ignoran.

Los especialistas sindicales hablan, con frecuencia en sus quehaceres, de “lo que anda mal en los trabajadores”, a los que muestran como ingratos y poco colaboradores. Los trabajadores no se sindican, no secundan sus huelgas, siguen sus consignas sin entusiasmo, sin convencimiento, de manera utilitaria.

Estos discursos muestran a un trabajador sin compromiso, que ha perdido el deseo revolucionario, de cambio. Pero en esta manifestación de limpiadoras, se ve claramente que nada anda mal en los trabajadores, que siguen siendo los mismos –o las mismas– de siempre, capaces de lo peor, pero también de lo mejor si se les da la oportunidad de organizar una buena pelea.

Mediante la acción directa no sólo se abre la posibilidad de lograr unas demandas –en este caso, reivindicaciones laborales– más allá de las notables limitaciones del nada neutral marco legal(12), sino que se construye, aunque sea sólo por un instante, un mundo genuinamente democrático.

Se entiende entonces que Puri se mostrase infeliz ante la idea de volver a coger la escoba. Y puede que su experiencia sea signo de una nueva práctica revolucionaria.

Notas

9. John Gledhill (2000) realiza una interesante crítica a la dicotomía dominantes/dominados de Scott.

10. La cita exacta es: “Deseando ser libre, no puedo serlo, porque todos los hombres que me rodean no quieren todavía ser libres, y no deseándolo, ellos se convierten en instrumentos de mi opresión. La verdadera libertad humana de una persona implica la emancipación de todos; porque… yo no puedo ser, sentirme y saberme completamente libre, si no estoy rodeado de hombres tan libres como yo, y porque la esclavitud de cada uno es mi esclavitud”. Mikhail Bakunin.

11. Agustín García Calvo (2002) dice, con gran acierto, que el futuro es la muerte, la negación de la vida, y, por tanto, la libertad sólo es posible viviendo el ahora. Félix Talego Vázquez (en preparación), igualmente, ha señalado que toda figura de poder se presenta a sí misma como mediadora entre una entidad “sagrada”, trascendente, y el conjunto de fieles. Invirtiendo la fórmula, podemos afirmar que el énfasis en lo terrenal, lo mundano, lo inmediato–en definitiva, lo presente–se convierte en una amenaza para ese poder sagrado y trascendente.

12. A esto habría que añadir la arbitrariedad con que se percibe que es interpretada la ley por parte de los jueces. “Por lo jurídico, por muchas pruebas que tengas, nunca estás seguro de ganar un conflicto. Siempre te puede tocar un juez… Pero por lo sindical [mediante la acción directa] puedes conseguir muchas más cosas. Por eso yo siempre recomiendo la acción sindical”, repite constantemente Rodrigo, uno de los abogados de la CNT sevillana.

Referencias bibliográficas

García Calvo, Agustín
2002 Contra la Realidad, estudios de lenguas y cosas. Zamora, Lucina.

Gledhill, John
2000 El poder y sus disfraces. Perspectivas antropológicas de la política. Barcelona, Bellaterra.

Gorz, André
1967 Strategy for Labor: A Radical Proposal. Boston, Beacon Press, 1967.

Graeber, David
2004 Fragments of an Anarchist Anthropology. Chicago, Prickly Paradigm Press. [En línea] [Visitado el 3 de abril de 2007].
(en preparación) “Revolution in Reverse (or, On the Conflict Between Political Ontologies of Violence and Political Ontologies of the Imagination)”. New Left Review.

Graeber, David y Andrej Grubacic
2004 “El Anarquismo, o el Movimiento Revolucionario del Siglo XXI”. Znet [En línea].

Grindon, Gavin
2004 “Carnival against Capital: A Comparison of Bakhtin, Vaneigem and Bey”. Anarchist Studies, vol. 12 (2).

Richards, Vernon
1977 Malatesta, Vida e ideas. Barcelona, Tusquets.

Roca Martínez, Beltrán
2006 “Movilizando a los Precarios. El anarcosindicalismo español contemporáneo en el “capitalismo flexible””. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Núm. 13. [En línea]
2007 “Organizations in Movement. An Ethnographer in the Spanish Campaign Poverty Zero”. Voluntas. International Journal of Voluntary and Nonprofit Organizations. (en prensa).

Hansen, Thomas Blom y Finn Stepputat.
“Sovereignty Revisited.” Annual Review of Anthropology (2006) 35: 295-315.

Kernaghan, Richard (sin publicar)
Shooting in Pacae, or no man’s land as incorporeal effect. (Borrador en preparación).

Scott, James C.
1985 Weapons of the Weak. Everyday Forms of Peasant Resistance. New Haven, Yale University Press.
1990 Domination and the Arts of Resistance: Hidden Transcripts. New Haven, Yale University Press.

Talego Vázquez, Félix (en preparación)
“El Poder y la Mediación”. En Beltrán Roca Martínez (coord.) Anarquismo y Antropología. Relaciones e Influencias Mutuas entre la Antropología Social y el Pensamiento Libertario.

Ventura Calderón, Fernando
2004 Democracia y sindicalismo de Estado. Elecciones sindicales en el Área Sanitaria de Sevilla. Un estudio antropológico. Madrid, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo.

Datos sobre el autor en la primnera parte de este trabajo.

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