Eulogio Suárez, escritor. – BILBAO, GALVARINO, MÉXICO Y LA VOLUNTAD DE NERUDA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

(Ñuñoa, Chile). Del literato Eulogio Suárez destaca la novela Viaje al día primero (2002), donde aparece su bisabuela mexicana Magdalena Grajales Dávila, hija del general Juan Grajales Barcina, fusilado en la época de Maximiliano. Pero sin duda alguna su libro Neruda total es un clásico, publicado en Grecia, Colombia y Chile. El pasado 12 de julio, el poeta chileno hubiese cumplido 103 años y Correo del Sur quiere compartir dos puntos de altísimo interés sobre Neruda: su ruptura con Stalin y su relación con México.

La casa de Eulogio Suárez parece una redacción de periódico, contesta el teléfono y le dirige la palabra al abogado Eduardo Contreras del Comité Central del Partido Comunista (PC), otra llamada y es Luis Alberto Mansilla del Comité Editorial de Lom; finalmente se comunica con el escritor Edmundo Olivares. Son sus viejos compañeros de exilio o como él, biógrafos y amigos de Pablo Neruda; ambos –Eulogio y el poeta– son originarios de Temuco, pero a nuestro entrevistado el éxodo político de 1973 lo llevó a la URSS (donde trabajó directamente con Luis Corvalán líder histórico del PC) y a Alemania del Este.

Testigo privilegiado, cronista certero, narrador maravilloso e investigador obstinado, Eulogio Suárez vivió el punto más álgido de la historia latinoamericana reciente, el 11 de septiembre de 1973, cuando trabajaba en Radio Magallanes y se jugó la vida para llevar una copia del último discurso de Salvador Allende al embajador Friedel Trappen de la República Democrática Alemana, quien personalmente hizo llegar la grabación a la ONU y a Finlandia al primer acto por la solidaridad con Chile a dos días del golpe de Estado.

En la edición 15 de Correo del Sur (18/02/2007) entregamos los antecedentes de cómo se difundió mundialmente la última palabra de Salvador Allende: “Seguramente radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes (…) Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

A Guillermo Ravest y Eulogio Suárez debemos el rescate del mayor discurso ético de todos los tiempos.

(La entrevista de Mario Casasús con Ravest y Ligeia Balladares puede leerse en esta revista aquí).

–Al Sur de su país, en Chillán se encuentran los murales de David Alfaro Siqueiros (abajo, derecha). ¿Por qué figura la dualidad entre el indígena Galvarino y Francisco Bilbao?

–En el mural de Siqueiros Neruda tiene mucho que ver, cuando escribió su Canto General dejó señalada, con mucha precisión y hermosura, a mi juicio, las raíces comunes de nuestros pueblos. Dijo Neruda:

“Mi primera idea del Canto General fue sólo un canto chileno, un poema dedicado a Chile. Quise extenderme en su geografía, en la humanidad de mi país, definir sus hombres, sus productos, la naturaleza viviente. Muy pronto me sentí complicado, porque las raíces de todos los chilenos se extendían debajo de la tierra y salían a otros territorios. O’Higgins tenía raíces en Miranda. Lautaro se emparentaba con Cuauhtémoc, la alfarería de Oaxaca tenía el mismo fulgor negro de las gredas de Chillán”.

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Cien años antes, Francisco Bilbao abogaba por esta misma idea. Fue un gran latinoamericanista. De hecho, fue Bilbao quien amasó el concepto de América Latina, cuando la usó en una conferencia suya titulada Iniciativa de la América del Sur, llevada a cabo en París el 22 de junio 1856. Pero, no sólo eso. En momentos en que comienza el acoso napoleónico a México, Bilbao alertó sin tardanza al continente de las intenciones imperialistas de Napoleón III, a través de su escrito La América en peligro. Era tan evidente su amor por el pueblo mapuche que su maestro, el filósofo y revolucionario francés Edgar Quinet lo llegó a comparar con Lautaro.

Ahora bien, lo dicho por Neruda y por Bilbao nos muestra lo que somos en definitiva, aquí y allá: hijos de un mismo continente y nacidos para un mismo destino. Y, agrégale, víctimas temporales de un mismo enemigo.

–Usted publicó un trabajo memorable sobre Neruda y México. ¿Neruda tiene ascendencia mapuche o en su cosmogonía? ¿Qué se impregnó del México indígena en Neruda?

–Es posible que en sus primeros años de poeta el tema indígena no haya sacudido el alma de Neruda. Tampoco creo que las diversas etnias y pueblos del Oriente le hayan dicho algo. Igual debió sucederle en España, donde acopió otros valores. Yo creo que su sensibilidad al tema indígena le llegó “por polinización” durante su permanencia en México.

El país de Emiliano Zapata tiene importancia cardinal en el redescubrimiento que Neruda hace de las culturas vernáculas de nuestra América. Así como España republicana fue decisiva para que el poeta marchara bajo las nuevas banderas, es decir, asumiera su arte bajo la égida de una nueva ideología, México fue determinante para atraer a Pablo Neruda hacia las raíces mágicas de América, desde su indigenismo. Nunca antes de México, Neruda había tocado verdaderamente el alma americana. Su amor fue local y universal, pero no traspasó la esencia de los orígenes.

México lo recibió con su sencillez magnífica. Por primera vez el otro, el indio, se abrió profundamente, plenamente a su alma poética. Aunque renació y creció en Temuco, en la Araucanía, Neruda no había logrado llegar aún a la médula de nuestros antepasados. Sólo a partir de México, el poeta comprenderá cuál es la exacta dimensión de las culturas que subyacen bajo la tierra de América y que se proyectan desde nuestra alma americana. Por eso Machu Picchu no es un descubrimiento. Apenas un redescubrimiento intencionado. Al momento de despedirse de sus amigos mexicanos, Pablo Neruda iba lleno de ese espíritu indigenista que es parte sustantiva del alma de ese pueblo maravilloso y mío.

Hay quienes afirman que el materialismo histórico condujo a nuestro poeta a re-descubrir la grandeza de la cultura incaica que él habrá de traspasar a la poesía. Estoy convencido que fue México quien lo envió allí y lo ayudó a mirar la realidad con los ojos de los herederos de Cuauhtémoc. El materialismo histórico quizá le prestó sus categorías, lo ayudó a reordenar y a interpretar los hechos, a darles tiempo y espacio, pero el vaso puro de la verdad lo alcanzó con los brazos de quienes fueron capaces de descubrir; antes que nadie, el sentido primigenio de la sangre. Con razón dice Neruda: “México es la piedra de toque de las Américas y no por azar se talló allí el calendario solar de la América antigua, el círculo central de la irradiación, de la sabiduría y del misterio”.

–En México, David Huerta escribió que “Neruda se alejó de Stalin explícitamente en su Memorial de Isla Negra” y Carlos Monsiváis expone que el revisionismo de Neruda sobre Stalin es en Fin de mundo. ¿En qué otro libro de Neruda hay una ruptura con la efigie estalinista?

–El distanciamiento de Neruda de la figura de Stalin se produce luego de conocerse las atrocidades cometidas por éste y sus agentes, denunciadas en el Informe de Jruchov durante el XX Congreso de la PCUS en 1956. Estravagario es el libro que recibe esas angustias. El optimismo de las Odas y, sobre todo de Las uvas y el viento, se le habrá borrado de su rostro. Le roe la desconfianza al ver que el semidiós que él ayudó a crear y a sostener, se ha derrumbado carcomido por sus propios crímenes.

Numerosos investigadores de la obra nerudiana coinciden en lo determinante que han sido estas revelaciones, al extremo de que su poesía se trastoca. Estravagario es una gran irreverencia. “El desacato”, lo llama la escritora Jacqueline Tazin. A Neruda no le importa ya pisotear sombras y mitos, o ciertas verdades que se han ido gastando ante sus ojos. Toda palabra suya ha sido puesta en estado de alerta. En general los libros póstumos de Neruda contienen mucho dolor y ha veces reconvenciones en sus páginas.

Varios autores califican a esta poesía como “apocalíptica”. Jardín de Invierno, 2000, El corazón amarillo, Defectos escogidos, Libro de las Preguntas y Elegía están impregnadas de incertidumbres. En algunos de ellos se confiesa confundido con la sorprendente personalidad de Stalin: “si bien más de un dolor, congoja duelo, terror, noche, silencio, recogieron/ en esta calle la sustancia/ de la época maldita”. se refiere a la calle Aragby con su famoso restaurante en Moscú. O cuando: “La tierra se llenó con sus castigos/ cada jardín tiene un ahorcado”.

–¿Y Cuba? Usted me envió el inventario más completo de ediciones nerudianas, allí registra nueve diferentes de Canción de gesta en seis países, hasta 1979. ¿Cree que exista un prólogo inédito para Canción de gesta 1973? Se lo pregunto porque tanto José Miguel Varas, Volodia Teitelboim y Jaime Concha tienen sus dudas pero sobrevive la esperanza de que sí exista y aparezca un prólogo o por lo menos el único ejemplar rescatado del fuego pinochetista.

–No lo creo. Está señalado que la edición de Quimantú destruida por la dictadura llevaba el mismo prólogo de Canción de gesta de la tercera edición uruguaya. Todos nos enredamos y emocionamos en algún momento con esa posibilidad, pero después, al escarbar en mis papeles apareció esa evidencia que tú conoces. No he sabido nada de la copia que envié a la Universidad Hebrea de Jerusalén. Neruda nunca habló conmigo de su relación con Cuba, me refiero a la polémica y a sus dolores de 1966. Pablo era muy cauto y esos temas los tocaba con la dirección del Partido Comunista y escasamente con alguno que otro amigo muy cercano. Volodia Teitelboim, por ejemplo.

–Después de tantos años de amistad y ser uno de los biógrafos más certeros de Neruda. ¿Por qué dice que el poeta ya salió de su casa?

–Es un decir. Mis intereses literarios, pero, sobre todo, de vida, son muy diversos. Yo no he expulsado a Neruda de mi casa ni de mi corazón. Mi biblioteca “nerudiana”, esto es, todos aquellos libros del poeta y sobre él, que yo recopilé durante más de 20 años a través del mundo, los obsequié a la Universidad Hebrea de Jerusalén. Por ahí quedan aún algunas cosas en mis anaqueles.

Como decimos en Chile, “no le he hecho la cruz a Neruda”. Más aún, tengo otro libro escrito sobre él, Pablo Neruda, almacén de curiosidades, donde volqué muchas cosas que podrían resultar interesantísimas, curiosas, con material remanente de lo que obtuve y viví al escribir ese Neruda total. Pero, ahí está. No me quita el sueño. A lo que me he referido es que no soy deudo de Neruda, tal vez deudor.

–Pero el que ya no escriba análisis literarios y biográficos sobre Neruda, no le impide hacer una declaración pública sobre la actual Fundación Neruda. En la actualidad, ¿de qué estamos hablando?

–Se puede decir que para responder tu pregunta cabe muy bien aquello de “una de cal y una de arena”. Tengo amigos en la Fundación. Y fuera de ella, algunos de los cuales estuvieron anteriormente allí, como es el caso de Bernardo Reyes, sobrino nieto del poeta. Neruda dijo en sus Memorias: “no tengo tiempo ni tinta para todos”. No quiero meterme en conflictos puntuales, no por ambigüedad, que he sido y sigo siendo un revolucionario que va de frente, sino por algunas razones que expondré a continuación.

Quiero partir diciendo que Neruda dejó un “testamento” poético en su Canto General, cuyo propósito lo reiteró más de una vez en los años siguientes. Pero su sentimiento más íntimo es que esa casa –no sé si todos los bienes que hoy maneja la Fundación– fuese entregada al Partido Comunista. La propia Matilde lo confirma en diciembre de 1979: “Esta casa estaba donada por Pablo Neruda al Partido Comunista, porque él quería que fuese para el pueblo. Por eso le dio esta casa a su Partido, pero después –en dictadura– pasó a Bienes Nacionales, como todos los bienes del Partido Comunista”.

¿En qué momento? ¿Bajo qué condiciones se constituyó la Fundación? ¿Cuál es su destino futuro? ¿Llegará algún día a las manos del pueblo? Sí quiero decirte que espero que algún día se respete la decisión final de Pablo Neruda y puedan llegar allí, como decía él, “los maltratados hijos de mi patria”. No conozco otros detalles internos de la actual Fundación Neruda. Tampoco me refiero a inversiones en determinadas compañías de propiedad de algún empresario ligado a la dictadura como Ricardo Claro.

Yo no defiendo a nadie; constato una realidad. Yo quiero que las casas de Neruda, sus libros, sus legados de diversa naturaleza, sean para el pueblo de Chile, sin administradores temporales, sino a través de organismos permanentes y competentes del Estado.

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* Periodista.
La imagen, correspondiente a un detalle del mural, se tomó del diario La Jornada Morelos, donde se publicó el 22 de julio de 2007. La conversación se reproduce aquí por gentileza del periodista.

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