EUROPA: NUEVOS “BÁRBAROS” ACECHAN SUS FRONTERAS

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Decenas y decenas de miles de migrantes presionan sobre las fronteras de Europa.
Las noticias angustian. Los datos y detalles sobre lo que acontece en el Mediterráneo y sus zonas aledañas cuestionan los avances humanos que hemos sido capaces de protagonizar. La frontera sur de Europa, esa que limita a ese viejo continente con el norte de África o que pone en contacto a los balcanes con Turquía, es un gigantesco campo de experimentación humana. Allí se juega buena parte del futuro de este mundo actual y particularmente de Europa, cuna de la civilización occidental. Una vez más Europa es puesta a prueba. Es como si una fuerza sobrenatural y poderosa le estuviera exigiendo una expiación de sus pecados provenientes de siglos de colonialismo. Allí, en las fronteras de esa Europa todavía satisfecha, está una parte de los pueblos que buscan su lugar en el mundo. Ellos vienen de una tierra que ya no parece ser su tierra. Su historia parece no pertenecerles, su futuro es mejor no mirarlo, su actualidad está cargada de dolor y peores presagios. Sometidos a siglos de saqueos que no cesan o guerras actuales por intereses que no son los de ellos, buscan allí, en la casa del vecino, todavía rico a expensas de sus sufrimientos, encontrar el mínimo bienestar del que en su tierra no pueden gozar.
Esto no es la primera vez que acontece, hace 17 siglos atrás unos germánicos -los godos- perseguidos por Atila presionaron sobre las fronteras del Imperio Romano y consiguieron instalarse en él. Solo en un par de siglos el gigantesco poderío de aquel Imperio sucumbió ante la fuerza de los que eran denominados “bárbaros” porque eran “extranjeros” y no hablaban latín y griego, las lenguas de ese Imperio.
Macedonia, Croacia, Eslovenia, Serbia, junto a Grecia son el puente de quienes vienen de Siria y otros países de la región escapando de una guerra que no sienten como propia. Vienen cruzando Turquía, su gobierno –nada santo por cierto- no acepta ser el “campo de concentración” de millones de migrantes. Éstos quieren asentarse donde puedan o pasar por Rumania, Bulgaria, Hungría y Austria, camino a Alemania, la Meca de su sacrificado itinerario. Desde Alemania, transformada en centro del Imperio, buscan contenerlos. Le ofrecen ayuda a Turquía a cambio que los retengan en su territorio. Los turcos se niegan. Todos presionan para entrar al corazón de Europa. En Alemania, no son pocos los “alemanes prácticos” que ven en los jóvenes migrantes la mano de obra para actividades donde ésta escasea y una nueva fuente de aportes a las exiguas cajas jubilatorias.
Lo cierto es que Europa vive un dilema. Aceptarlos y repartir lo que tienen a sabiendas que su bienestar no alcanza para todos o reprimirlos, con un consenso que no tienen y un resultado impredecible. Los más xenófobos se aprestan a esta última alternativa. Es posible que –de hacerlo- solo contribuyan a acelerar los tiempos de una crisis definitiva de la actual Europa.
Mientras tanto, todos van tomando nota que el corazón del sistema imperial de occidente ya no late en Europa sino en América del Norte. También saben que ese poder imperial no está entre los que padecen los efectos de esta situación –aunque tiene otras semejantes de las que ya habrá tiempo de ocuparse- y que, obnubilado por mantener su propio poder, actúa como principal causante del actual problema o tragedia o como se lo quiera llamar.

Juan Guahán

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