Fallo de la Corte Internacional de Justicia: El triunfo de los pueblos (tres notas)

2.007

¿Quién perdió en La Haya? El fallo de la Corte Internacional de Justicia se ha presentado como una derrota nacional. Pero eso es totalmente falso. Chile no perdió en ningún sentido. Han ganado los pueblos, a ambos lados de la frontera. Los que han sido derrotados son otros: los chovinistas, los enemigos del diálogo, los beligerantes, los que tergiversan la historia, los que desprecian la integración y la paz. Es un triunfo sobre el racismo, el colonialismo y la herencia putrefacta del imperialismo, que dividió y sembró la discordia entre las naciones.
La Haya también representa un cuestionamiento profundo, fundado y radical a la manera como Chile ha planteado sus relaciones internacionales. No sólo cuestiona la falta de voluntad de establecer un proceso de diálogo constructivo con Bolivia. Es una enmienda a la totalidad de la estrategia de relaciones internacionales que Chile ha desarrollado desde 1990, basada exclusivamente en la promoción y defensa legal de los intereses comerciales de nuestras elites económicas.
Esta es la estrategia que fracasó en La Haya. La contundencia del fallo muestra que la concepción decimonónica y mercantil de la diplomacia chilena es anacrónica, y de dudosa efectividad en un mundo que valora la interdependencia entre los Estados bajo una lógica de reciprocidad mutuamente interesada. La diplomacia chilena, basada en un 99% en salir a vender caro y comprar barato, ha sido ciega a todos los procesos políticos globales en los que se juega el futuro. Bajo un pragmatismo chato y asfixiante Chile le ha dicho al mundo, por muchos años, que lo único que le interesa es su bolsillo, y que las demás dimensiones de la política exterior (integración, cooperación, cambio de paradigma de producción, promoción de la paz, desarrollo sustentable) solo las asume como apariencia, sin arriesgar nada, sin aportar nada, sin contribuir novedosamente en nada.

La diplomacia boliviana
En contraste, la política exterior boliviana, conducida con enorme prestigio por el canciller David Choquehuanca, se ha fundado en proponer una política activa, basada en los intereses de la ciudadanía global. Bajo la idea matriz del “Buen Vivir” ha apostado por un cambio de paradigma, que abandona el uso de la fuerza para apostar por la colaboración entre pueblos y el respeto y complementación entre Estados. Ha situado a Bolivia como un actor importante en el G77 en debates geopolíticos claves frente al cambio climático, migraciones, sostenibilidad ambiental, pobreza, deuda externa, etc. De esa forma un país que era pobre, invisible e ignorado hasta hace poco, se ha convertido en una potencia diplomática al que los grandes Estados deben considerar por su capacidad de legitimar los procesos de negociación política global. Si alguno no se había dado cuenta de esta capacidad de nuestros vecinos, que revise la reciente visita papal, el lugar clave de Bolivia en las negociaciones de la COP21 sobre cambio climático, y el papel que sus diplomáticos han asumido en los procesos internos de Naciones Unidas.

Estados sin litoralbol evo y el mar
Esta estrategia la ha aplicado a la demanda marítima impulsando en la ONU la Conferencia Internacional de Estados sin Litoral, que ha demostrado, mediante estudios del Banco Mundial, que la falta de acceso al mar desacelera la tasa de crecimiento económico de un país en un 0,7%, y que el gasto en el pago de servicios de transportes y seguros en relación a sus ingresos totales por exportaciones es casi dos veces superior al de los países en desarrollo en su conjunto, y aproximadamente el triple que el de los países desarrollados. Bolivia es dentro de esas naciones la única que habiendo tenido acceso al mar lo perdió producto de una intervención armada extranjera.
Bolivia nunca ha dejado de argumentar y dirigirse en primera persona al pueblo chileno. En cambio nuestra Cancillería nunca se ha preocupado de dialogar ni enviar un mensaje entendible al pueblo boliviano, al que castiga con un desprecio de antología. Recordemos que la primera reacción del presidente Evo Morales luego del anuncio del veredicto fue valorar a los sectores de la ciudadanía chilena que siempre han apoyado la demanda boliviana. A los pocos días, para irritación de varios parlamentarios chilenos, el ex presidente Carlos Mesa se preocupó de asistir a TVN de Chile para exponer su punto de vista sobre el diferendo. Recién entonces el canciller Muñoz reaccionó a una invitación de la televisión boliviana para asistir a una entrevista en La Paz.

Las sinrazones del chovinismo chileno
Bajo esta constatación vale la pena repasar los argumentos esgrimidos por lo más férreos enemigos de modernizar las relaciones internacionales chilenas, que han salido en tropel con las más irracionales argumentaciones contrarias al resultado del fallo.
Argumento Nº 1. Jorge Tarud (PPD): “Empieza a desmoronarse el sistema jurídico de Naciones Unidas”, ya que en La Haya “no han respetado el derecho internacional, no han respetado el Pacto de Bogotá (…) no han respetado un tratado centenario”.
Bolivia nunca le pidió a La Haya que ordenara a Chile entregar territorio sino “negociar de buena fe la salida soberana al mar”. Y justamente eso es lo que la Corte dictaminó. El tribunal, apegándose a la jurisprudencia e interpretándola en esta situación particular, considera que Chile tiene una obligación: negociar con Bolivia. El contenido y el producto de la negociación depende obviamente de las partes. Esta afirmación es coherente con la misión fundacional del sistema de Naciones Unidas y de la Corte Internacional de Justicia: promover la solución pacífica de los conflictos y la cooperación internacional.
Argumento Nº 2. Diputada Andrea Molina (UDI): “El fallo va a traer consecuencias para Chile en muchos ámbitos, porque estamos hablando de inversiones, del norte de Chile, de inseguridad e inestabilidad y por sobre todo, de cómo se va a plantear hoy día la defensa de Chile”.
La Haya obliga nada más que a una cosa: iniciar un proceso de negociación efectivo y conducente basado en la “buena fe” de las partes. Este proceso de negociación bilateral mandata por igual a las dos partes. Y ambos Estados son los llamados a evaluar la voluntad de su interlocutor. Este proceso en ninguna medida genera incertidumbre o inestabilidad. Al contrario, el recurso al derecho es la herramienta de los fuertes, de quienes confían en su causa y en sus razones. Acudir a la justicia internacional sólo asusta a quienes desconfían de la legitimidad de sus posiciones.
Bolivia, luego del proceso de negociación abierto por Bachelet en 2006, constató que más allá de la actitud de la presidenta, Chile en cuanto Estado no manifestaba la menor “buena fe” en el proceso de conversación. Ello quedó de manifiesto en 2010 al asumir Piñera, quien inmediatamente sepultó el proceso en curso, iniciando una escalada de agresiones al gobierno de Bolivia. La posibilidad que abre La Haya señala que las conversaciones que se inicien en esta fase no dependan de los gobiernos de turno, sino que expresen de forma consistente una política de Estado, que más allá de la posición de los gobiernos, mantenga una “buena fe” orientada a superar este diferendo de manera definitiva. Lograr un acuerdo será la manera más efectiva de alcanzar la plena seguridad y estabilidad que tanto preocupa a la diputada Molina.
Argumento Nº 3. Diputado José Manuel Edward (RN): “Llamo a La Moneda, a los partidos políticos y a todos los chilenos a que denunciemos el Pacto de Bogotá para mandarle un clara señal a la Corte”. Es decir, abandonar la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
La idea de salir del Pacto de Bogotá es absurda por dos razones. La primera es práctica: aunque Chile denuncie el Pacto de Bogotá ello no elimina retroactivamente nuestras obligaciones ya adquiridas y el Pacto regiría todavía un año más. Por lo que nada garantiza que en ese corto lapso no surjan otros juicios aún más problemáticos para Chile.
La segunda objeción es de fondo: El Pacto de Bogotá busca mecanismos de resolución pacífica de conflictos, siguiendo los cauces legales necesarios para llegar hasta una instancia final, como es la Corte. Salir del Pacto nos convierte inmediatamente en un país paria, peligroso y potencialmente agresivo. En un Estado que no reconoce los cauces diplomáticos de arbitraje. La opinión internacional situaría a Chile como un potencial agresor, con el cual sólo es posible establecer relaciones de contención militar. Ello aislaría y marginalizaría al país en todos los foros internacionales y procesos de negociación global: una situación parecida a la vivida por Chile durante la dictadura militar.
La exigencia de La Haya es mínima, sensata y clara. Ambos Estados están en la obligación de negociar, de buena fe y de modo efectivo, con el fin de llegar a un acuerdo que otorgue a Bolivia un acceso plenamente soberano al Océano Pacífico. La ciudadanía chilena, latinoamericanista, constructora de la integración, debe asumir un rol como impulsora y garante de ese proceso. La tarea es enorme. Se trata de facilitar un diálogo real. No basta hablar en español. Hay que penetrar en las categorías: ¿qué entenderemos por soberanía, y por acceso, por negociación efectiva y conducente? Estas palabras se deben llenar de significados compartidos. Y la ciudadanía debe aportar, por medio de su propio debate: dar consistencia a estos conceptos.bol mar

Con el ejempolo de Elmo Catalán
En la memoria popular debe permanecer el ejemplo de nuestro compatriota, Elmo Catalán, que vislumbrando este desafío de futuro dio su vida por la liberación de Bolivia(1). En carta a su familia y compañeros chilenos, Catalán legó un mensaje que se anticipa al desafío que hoy nos convoca:
“Creo honestamente que no habrá revolución chilena sin que triunfe la revolución en Bolivia. La libertad de todos los países del Cono Sur depende de la libertad de Bolivia. Doloroso sería que los chilenos no comprendieran esta realidad y permanecieran estáticos, esperando que su libertad les llegue gratis aunque todo el mundo estaría consciente que tal libertad estaría cimentada en el sacrificio del pueblo boliviano (…) Para nosotros la patria es América como la proclamara Bolívar en los campos de batalla. No soy extranjero en Bolivia ni seré extranjero en ningún lugar de América Latina. Extranjeros son los imperialistas y sus sirvientes nativos. Me siento tan patriota como el más patriota de los patriotas bolivianos. He aceptado todas las obligaciones y he exigido un solo derecho: el de combatir. Estoy orgulloso de pelear en esta tierra -que ya es mía- por este pueblo que amo”(2)

Notas:
(1) Elmo Catalán Avilés, periodista socialista, dirigente del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia, fundado por el Che Guevara. Se incorporó al ELN después de la muerte del Che en Ñancahuazu, a las órdenes de Inti Peredo. Participó en los preparativos de la guerrilla de Teoponte. El y su compañera boliviana, Jenny Köller Echalar, fueron asesinados el 8 de junio de 1970 por un militante del ELN, Aníbal Crespo Ross. Hasta hoy se ignoran los motivos de ese crimen.
(2) “Carta de Elmo Catalán” en Punto Final 23 de junio de 1970, p 2-3.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 838, 9 de octubre, 2015

bol mar1Neoliberalismo, chovinismo y xenofobia

PAUL WALDER| El discurso chovinista, autoritario, racista y belicoso que se ha expandido y consolidado con renovado énfasis tras el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, no es otra cosa que la expresión palmaria de los niveles en que nos han situado décadas de conservadurismo neoliberal. Es la impronta basada en el individualismo y en los triunfos personales, representada de forma exagerada en el consumo y la propiedad privada como galardón y éxito sobre los otros, vistos éstos no sólo como permanentes adversarios sino como eventuales enemigos.

El sálvese quien pueda, la ley de la selva y del más fuerte se ha impuesto en el día a día con tal extensión y densidad, que no somos capaces ni de reflexionar ni de vernos. Simplemente, actuamos.
En este proceso, que es de una regresión centenaria en cuanto a nuestros lazos sociales, Chile no sólo se ha petrificado, sino que se apoya en las ideas más extremas y distorsionadas de la ortodoxia capitalista, aquellas que lindan de forma directa y peligrosa con el fascismo. Desde aquí, y es lo que hallamos no solamente en el virtual anonimato de las redes sociales sino en los relatos públicos, estamos a un paso de la xenofobia, del racismo y el odio como rasgos inspiradores de nuestras políticas.
El clima desatado tras el fallo de La Haya, que ha legitimado todo tipo de falacias y abiertas mentiras mutadas en realidades con la ayuda de políticos, del empresariado, los poderes opacos y sus medios de comunicación, ha dejado salir la expresión cultural y social de la política binominal neoliberal. Aquella fusión espuria entre política y negocios ha derivado también en un discurso nacional artificial, introducido gota a gota cual consigna publicitaria. Décadas de propaganda de los beneficios del mercado, del éxito del modelo económico chileno han logrado, con gran efectividad, convertir nuestras miserias sociales y económicas en supuestas virtudes.
Los vicios internos de la política chilena se amplifican en el exterior. Las distorsiones propias de la transición se fusionan con el Estado y sus poderes, en un discurso que traspasa fronteras. Chile y sus gobernantes han impugnado sistemáticamente los foros regionales que apuntan a la integración latinoamericana, a la vez de criticar de manera permanente e intervenir en los procesos políticos democráticos de países como Bolivia o Venezuela. El apoyo desembozado de miembros de la Nueva Mayoría, por no mencionar a la ultraderecha, al golpista venezolano Leopoldo López o las críticas a los procesos internos de la política boliviana son sólo una muestra reciente de esta ideología oficial y transversal.
La política chilena se mueve y toca nuevos extremos. Esta defensa a ultranza del modelo seguido, junto con criticar y menospreciar los procesos sociales latinoamericanos se encierra en un patrón económico y político que ha generado los peores niveles de desigualdad del mundo y condiciones de calidad de vida regresivas. La salud y la educación privatizada o el oneroso y pésimo sistema de transporte urbano son sólo algunos aspectos de un modelo que prioriza el lucro y el falso decorado.
El chovinismo y el racismo se apoyan en un discurso oportunista, falsamente globalizador. Es un relato que surge de las relaciones comerciales de las grandes corporaciones y desprecia las relaciones entre los pueblos. El furibundo apoyo a la soberanía territorial chilena, que por oportunismo de algunos y la ignorancia de muchos no incluye el océano, las aguas, tierras y derechos humanos privatizados, es también un argumento para la certificación incondicional e inconsciente del neoliberalismo.
La política chilena está cooptada y pauteada por las grandes corporaciones. Y lo mismo ocurre con la política exterior, entregada también al intercambio comercial de bienes y servicios, a las exportaciones de recursos naturales controladas por los capitales globales y al dictado de las grandes potencias. En estas condiciones, cualquier relato que apunte a la crítica y transformación de este statu quo es distorsionado o eliminado. El rechazo a la demanda de Bolivia no es simplemente un asunto territorial ni un problema de Estado. Es también, y hoy principalmente, un rechazo a un modelo de desarrollo más democrático e inclusivo. Con este discurso, Chile aumenta su aislacionismo ante Latinoamérica, se consolida como enclave corporativo y cristaliza sus desigualdades. Una lamentable pérdida para todos.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 838, 9 de octubre, 2015

Si los bolivianos quieren marbol mar perdido

MARGARITA LABARCA GODDARD|“Si los bolivianos quieren mar, que lo vengan a buscar. Aquí los esperamos”, dijo Jaime Ravinet. Vaya declaraciones groseras y provocadoras en boca de un ex ministro de la Concertación -y también de Piñera, por cierto-. Son algo insólito. Pero, pobre, se habrá acordado con nostalgia de su infancia y se habrá comprado un uniforme de general. Porque es de suponer que no va a mandar a puros pelados a la guerrita que está organizando y que él se quedará en Santiago o Zapallar.
Pero hay una cosa que debería considerar: no tiene que ponerse uniforme de general, sino de almirante. Porque Evo no va a venir por los cerros del norte; es un indio muy astuto, además de buen mozo; no lo podemos negar aunque nos duela, amigos. Porque aquí se ha hablado de los “cholos bolivianos”, pero yo veo que este cholo o indio o lo que sea, es mucho más guapo que la mayoría de los políticos chilenos: un hombre alto, bien plantado, rostro enérgico sin ser agresivo, y nada de guata ni de papada. Y además, joven, en eso también les da cancha, tiro y lado a los políticos chilenos. No voy a dar nombres pero basta con que ustedes miren a su alrededor. Y para qué hablar del vicepresidente de Bolivia, que es un rucio -un güero, como dicen en México- guapísimo, requeteguapísimo, además de inteligente, culto, valiente y muchas cosas más. Es que las mujeres nos fijamos en esas cosas, no importa la edad que tengamos ¿verdad?, igual que los hombres se fijan en ciertas partes de la anatomía femenina, no se hagan los inocentones. Y yo, francamente, si tengo que ver la foto de un presidente o presidenta en los diarios, prefiero ver a uno o una que sea guap@, más que a uno que den ganas de salir arrancando. Y confesaré que las fotos de García Linera o de Evo Morales me ponen de mucho mejor humor que la de un señor Burgos que siempre tiene cara de enojado, por no decir de perro. ¿Alguien lo ha visto riendo o siquiera sonriendo? ¿O será que no tiene dientes? Hay gente así, que de puro miedo al dentista, pierde todos los dientes.
Bueno, volviendo al lío de Bolivia. Evo y sus huestes no van a ser tan ingenuos de venir por los cerros del norte de Tarapacá, claro que no. Como decía el chino Sun Tzu, que se las sabía todas, en la guerra lo más importante es la sorpresa. Entonces los bolivianos van a llegar por mar. Porque fíjense, Chile ha conseguido algo bastante difícil: enemistarse con todos sus vecinos. Ningún argentino se olvida de que ayudamos a Inglaterra en la guerra de las Malvinas, es decir los ayudó Pinochet pero ellos no hacen esas diferencias, desgraciadamente. ¿Y por qué creen ustedes que el Papa fue a Bolivia y no vino a Chile? Más claro echarle agua: un Papa argentino, peronista y montonero (mis amigos ex montoneros dicen que no están seguros, porque trabajaban muy compartimentados), en fin, montonero o no, el Papa apoya a Bolivia sin la menor duda, es decir que Argentina, Roma, el Vaticano y tutti-cuanti apoyan a Bolivia, sobre todo por aquello de Chile/matón de barrio, porque la mala fama se difunde rápido… Y por supuesto, todos sabemos que la flota argentina es bastante mejor que la chilena, ya que ahora se ha descubierto que nuestros milicos, la plata del cobre no la invertían en barcos y armas, sino en cosas más personales.
Entonces, señor Ravinet, vaya a esperarlos a Valparaíso o a San Antonio o a lo mejor a algún puerto que a nadie se le ha ocurrido. ¿Y por qué no a Zapallar, donde usted tiene su casa? A lo mejor por ahí viene la invasión. ¿No les digo que los bolivianos son muy inteligentes y han estudiado a Sun Tzu?
Por otra parte, estoy convencida que mientras más insulten y “choleen” a los bolivianos, peor le va a ir a Chile en la Corte Internacional de Justicia. Parece que nuestro hombre en La Haya no se atrevió a decirle al brillante ministro de Relaciones ni a nuestra presidenta, que muchos de los jueces de la Corte son bastante más morenitos que Evo. Porque sepan ustedes que la mitad de los ministros de esa Corte no son europeos, no son blanquitos sino africanos, chinos, indios y de todas esas razas despreciadas por los muy europeos chilenos, que siguen creyendo aquello de “Talca, París y Londres”. Están tan atrasados de noticias que no saben que ahora deberían decir “Talca, Berlín y Washington”, o a lo mejor en este caso “Cochabamba, Buenos Aires y El Vaticano”.
Si alguna vez Stalin preguntó burlonamente: “¡Ah, el Papa! ¿Cuántas divisiones tiene?”, ahora sabemos que Stalin se equivocó en todo y que a lo mejor el Papa no tiene divisiones armadas, pero las tiene dispersas por el planeta. Tiene montones de fieles que lo siguen y muchísimo dinero y muchos gobiernos amigos. En estos días, el Papa se ha convertido en una gran potencia política. Y por lo demás, no necesita divisiones armadas para convencer al mundo de que hay que darle mar a Bolivia. Porque fíjense bien: ¿conocen a alguna persona no chilena que no sea partidaria de Bolivia en este diferendo? Hagan la prueba, pregunten y verán.
Entonces, cuidado, que si siguen los insultos matonescos al pueblo boliviano, se convertirán en un boomerang contra Chile.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 838, 9 de octubre, 2015

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