Feminismo: disidencias desde la Academia

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Sandra Lidid Céspedes.*

Cada cambio de la historia patriarcal tiene su caballito de Troya donde se cocina el negocio con el orden vigente. En Chile fueron los de la política de lo posible, de la “equidad”, de la igualdad de derechos quienes negociaron el cambio de administración, la conservación de la mismísima constitución fascista—patriarcal y el resguardo de las instituciones de la dictadura. Una vez instalados en la administración continuaron con el poder jerarquizado y con la ideología que define a las otras desde sí: los hombres pensamos, amamos, queremos, luchamos, trabajamos, etc., etc. Chile cree, Chile piensa, Chile celebra, Chile llora…

En menos que canta un gallo comunistas y adláteres —que habían luchado contra la dictadura con grandes costos y pérdidas en vidas humanas— fueron puestos en el rincón de las antigüedades. Quedaba el resto, que también habían puesto lo suyo en el proceso, y que al estar en tierra de nadie eran un factor de riesgo. Este resto fue definido como “la gente” y desde la Academia se les dijo que lo suyo era una utopía.

La palabra utopía deriva de dos neologismos griegos outopía (formada por ou que quiere decir “ningún”, y topos “lugar”. Dicho de otra manera estancaron a las/os alternativas/os en una utopía, en un proyecto, doctrina o sistema irrealizable. Lo más sorprendente es que quienes podrían haber tenido alguna reacción ante esta embestida ideológica del neocolonialismo no dijeron nada, como la poesía, “tras la paletada, nadie dijo nada”[1]. Así enterraban sin ceremonias, lo que declaraban muerto. Desde la academia se oyeron voces declamando en variados “eventos” el pos-modernismo. En la pasada quedábamos en “desuso” todas/os quienes nos oponíamos al sistema.

Desde la Academia santificaron una supuesta ampliación de los espacios simbólicos y censuraron palabras como pueblo, compañeras/os, solidaridad. Comenzaron a definirnos por situaciones: personas en situación de…pobreza, calle, nanas, desvinculadas, consumidores. Nos llamaron, gente, tribus, beneficiadas y nos marcaron el camino a seguir: reconcíliate, piensa positivo, sal adelante; usaron frases como “los jóvenes no están ni ahí”; Marx ha muerto, el fin del comunismo, el fin de la ideología, por algo habrá sido, etc. con toda seriedad y mucho financiamiento dijeron que los negocios esclavistas de la prostitución y la pornografía son parte del destape, de la libertad sexual; transformaron las manifestaciones en eventos de espacios cerrados y nos cerraron las calles.

En un simulacro de libertad echaron abajo un muro de cemento y levantaron otros más herméticos y, según dijeron, únicos e inamovibles. Era la embriaguez de la cultura posmoderna.

Pero lo que no declararon ni vivo ni muerto fue al capitalismo. Hicieron como si no existiera el modo de producción capitalista y comenzaron a hablar de un nuevo engendro imperialista al que llamaron “globalización”. Esta palabra de fantasía sólo venía para encubrir el proceso de desmantelamiento ideológico, político y estructural que necesitaban las multinacionales para domesticar conciencias y romper las trabas que aún existían para acelerar y asegurarse el control de los recursos naturales del planeta tierra.

La intolerancia activa

El patriarcado es egótico y egocéntrico, por lo que cualquier proyecto político que escape a su control se convierte en objetivo de estrategias de guerra política y/o militar, según sea el caso. Todo lo que se le opone debe ser invisibilizado, perseguido, difamado, descalificado o desaparecido. Y qué mejor que hacerlo desde un lugar que se define como “trasgresor de los espacios simbólicos de la mujer”, como es el caso del grupo que se autodenomina Circuito Disidencia Sexual.

Este grupo, que ejerce desde la Academia, pretende, desde su pequeña particularidad, haber creado una nueva universalidad para las mujeres y propone un feminismo sin mujeres.[2] Lo menos que se puede decir es lo grandilocuente del gesto representado en sus propias palabras: “El Circuito puso en tensión a la “mujer, desplazó su significado más allá del activismo feminista o de un lesbianismo idealizante.”

Un pensamiento tan apartado de la historia de las mujeres es el típico producto de laboratorio que busca poner en cuestión la organización política antipatriarcal de las mujeres desde su especificidad. Pero en algo tiene razón este grupo: hay un feminismo construido desde y para el patriarcado, un feminismo que pide que la mujer sea reconocida por la jerarquía, que le den un rinconcito, que se va a portar bien, que va a dar paz y reconciliación a la familia y gobernabilidad al patriarcado.

Este feminismo que va de la mano con el sentido común instalado es un feminismo sin mujeres.

¿Disidentes de qué?

Pero el autodenominado Círculo de Disidencia Sexual no es disidente de las políticas de género neoliberales. Como ellos señalan: “Se trata de un enunciado que surge desde la disidencia sexual y que apela más que a la eliminación de la mujer —entendida como sujeta de derechos y cuerpo biólogico— a su apertura y cuestionamiento cómo signo. Queda claro que este grupo es disidente del feminismo radical, del lesbianismo político y de la intervención política de Lemebel. Según el diccionario disidente es separarse de una costumbre o conducta general. Para las feministas radicales ser disidentes es luchar contra el poder hegemónico patriarcal y su ideología y tiene sus costos.

Con la intención de borrar de un plumazo al feminismo radical, que es el que le molesta al patriarcado los “post-disidentes sexuales” usan métodos ya conocidos de descalificación de mujeres y sus organizaciones políticas. Otros/as ya nos acusaron de dividir el mundo social; nos llamaron “europeizantes”, “pequeño burguesas”, “fundamentalistas”, “anti—hombres”; dijeron que estábamos fuera del contexto latinoamericano”… en fin. Ahora pretenden que no existimos. Al menos ya tenemos nuestros disidentes. ¿Será que nos estamos aproximando a nuestros objetivos?

Difusiones difusas

Como suele acontecer cuando nos encontramos frente a políticas que esconden sus objetivos, el discurso es difuso y lleno de lugares comunes. Desde tan docto lenguaje ellos/as no se preocupan de la simbología sobre la mujer en los medios de comunicación, por ejemplo; o de la propaganda post-dictadura respecto a los roles, maternidad, familia, etc.

Tampoco cuestionan la sexualidad fascista que instrumentaliza el patriarcado y que ha llamado “destape”. No, ellos quieren sacar a la mujer del feminismo y mienten y distorsionan desde los más añejos prejuicios machistas respecto al feminismo autónomo.[3]

Este publicitado ejercicio académico que va en comparsa con el sistema, no es más que una vil repetición de los curas que acompañaban a los colonizadores y desde sus altares negaban el alma, las creencias y la existencia de los pueblos originarios que estaban invadiendo. Pero al menos aquellos no se llamaron disidentes.

¿En qué espejo nos miramos las mujeres?

El feminismo radical propone que la mujer no se busque en la obra de los hombres y esto parece molestar a nuestros “post-disidentes”.  Demás está decir  que los hombres jamás se han buscado en la obra de las mujeres. Ni siquiera nos han leído. Pero los post-disidentes, desde una ignorancia superior, acusan a Andrea. Franulic, una de las feministas radicales más relevantes del momento, de tener miedo de que no se piense en la libertad de las mujeres desde un cuerpo mujer…

Por favor… La historia de la lucha de las mujeres por su libertad ha sido pensada por ellas mismas, con excepción de unos 10 hombres (y soy generosa), en un universo de más o menos mil millones de hombres y en un período histórico de unos 2.500 años. Y esto no tiene que ver con biología, como maliciosamente lo plantea la supuesta disidencia, sino con verdades históricas desde donde tenemos que sacar conclusiones.

No es que nosotras declaremos que el feminismo es exclusivo de las mujeres. Es la historia de la humanidad la que nos enseña que la liberación es, en primer lugar, necesidad de quienes son objeto de la opresión y en ningún caso de quienes se benefician de esa opresión.

Lo que quizás la “neo-disidencia sexual” ignora es que la política sexual del feminismo no se hace  en relación a la biología, ya que la sexualidad humana desde los inicios del patriarcado dejó de ser puramente biología y se convirtió en un espacio político. La política sexual feminista se construye para liberarnos de la cultura patriarcal.

El espacio donde queremos vivir

No deja de llamarme la atención que quienes han nacido hombres pretendan instalarse en la construcción ideológica patriarcal mujer, no para luchar contra el patriarcado, sino para buscar una identidad que las feministas radicales rechazamos. La construcción patriarcal de lo femenino y masculino, donde somos socializadas mujeres y hombres, va siendo acomodada en el tiempo y el espacio para garantizar la opresión y la jerarquía.

Estas construcciones patriarcales marcan un campo de acción política. Y aún cuando a interior del espacio de lo femenino haya contradicciones, estas son secundarias en relación al control de los cuerpos y vidas de las mujeres. Y esto devela una verdad del patriarcado: por más que un  hombre quiera decirse mujer, por más que arme una instalación “femenina” de su paso por el mundo, el sabe que es hombre y jamás será tratado como mujer en todas sus implicancias políticas.

Por más que quieran los de la “disidencia sexual” instalarse en un imaginario diferente, el patriarcado actúa hacia ellos sin olvidar su impronta sexual originaria. Trans-género han existido en todas las culturas patriarcales y su relación con el poder siempre ha sido diferente a la de las mujeres.

Y sin embargo se mueve

(Galileo Galilei)

Los slogans de la “globalización” han ido cambiando sin rubor: que el chorreo, que la igualdad de oportunidades, que la democracia de lo posible, que la discriminación positiva, que el crecimiento como base de la justicia social  hasta que llegamos a la multiplicación al infinito de las fundaciones de caridad en base a “benefactores”. Llevamos más de veinte años con esta cantinela funcionando a toda máquina y el sistema se ha ido desgastando con el tiempo.

El resultado ya lo conocemos, un planeta colapsado, una sociedad disgregada y con violencia e injusticia social difíciles de vivir, de sobrevivir e insostenibles en el tiempo. Nos encontramos en el siglo XXI con un país que ha sido saqueado por este nuevo colonialismo.

Pero desde los escombros y la basura patriarcales han resistido y van re-encontrándose las voces y los pensamientos de mujeres y hombres libres; y por más que desde el sistema griten y proclamen un feminismo sin mujeres, las feministas radicales seguimos construyendo pensamientos que nos permitan obtener nuestra libertad y poner fin al patriarcado antes de que termine de aniquilar todo diciendo que no existe.

Una feminista que se expresa, puede ser una feminista radical

[1]  Poema Nada, de Carlos Pezoa Veliz.

[2] La “neo—disidencia sexual” pretende igualar el “la mujer no existe” de Lacan con un “feminismo sin mujeres”. Por favor, a lo menos hay una diferencia en la lógica interna de las frases (en caso que no hayan leído a Lacan). Lacan no se refiere al movimiento político feministas, sino que a la construcción imaginaria del rol de la mujer desde la fantasía del hombre en la sociedad patriarcal. ¿Pensarán las/os integrantes del grupo “disidente” que si Lacan dijo “la mujer no existe, entonces el feminismo es sin mujeres, puesto que no existen? Lacán debe estar revolcándose en su tumba.

[3] Pág. 2 Dimes y diretes cibernéticos provocados por un feminismo sin mujeres. Cristián Cabello. 26 Junio 2010. “La disidencia sexual más que proponer una dicotomía entre la diferencia sexual, entre hombre y mujer o continuar con unas distancias inconmensurables entre sujetas y sujetos, asume que las categorías biológicas no bastan, ni tampoco las categorías y construcciones culturales y mentales de la diferencia sexual, para generar una política sexual. Sino que es necesario asumir que existen ambigüedades o ambivalencias en estas construcciones, que no necesariamente una mujer será siempre feminista, no-maternal, anti-familia y política. La sexualidad es un espacio abierto a re-elaboraciones, no finito, tampoco unívoco como lo presenta Franulic.”

* Feminista.

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