Fútbol: una apuesta al fracaso
El mensaje desde Buenos Aires es uniforme.
A medida que los medios fueron informando sobre la actuación del seleccionado argentino de fútbol en la Copa América, más espesa se puso la niebla y más pesaron las piernas en este andar demorado hacia el verdadero cambio.
La caída ante Brasil retoma una vieja costumbre nacional. Lo que se lee y escucha es munición gruesa dirigida solo a la mala fortuna, como única responsable de empañar el indiscutible destino campeón que sigue esquivo.
Entre tanto lamento amparado bajo el ala de la «injusticia», una avalancha lineal de noticias pretende borrar lo que simplemente pasó.
Se habló de mala suerte. Un concepto que suele escucharse en criaturas de potrero fue esgrimido por reconocidos futbolistas y altos dirigentes. Se lamenta hasta el hartazgo y el lloriqueo sin miras de cambio, aburre.
Entre las declaraciones de los futbolistas de ambos bandos, se percibe de qué lado juega la soberbia.
Y el intocable Bielsa ¿dio la cara para hacer una autocrítica y eventualmente anunciar su retiro?. No. Aprovechó para dar otro portazo a la ilusión nacional y desacreditar la actuación del campeón.
Dentro de un contexto de inferioridad no asumida, hay otra definición más dolorosa en los mensajes, esa que nos lleva a apostar al fracaso: es Argentina «campeón moral».
Que no se reconozca la legitimidad de un ganador, que además jugaba con suplentes, que no se respete a este Brasil que por algo siempre está en algún podio, y que no se haga mención a la canchereada de Tévez ,con el partido casi ganado, denota un lunar.
Esa costumbre de patear la pelota afuera y no mirarse en el espejo de sí mismos. La cultura de gambetear el más mínimo espíritu de critica, vitamina esencial que hace madurar a los pueblos.
Esta vez, gracias a Dios, sólo se trata de fútbol.
Se sabe que los podios se construyen por obreros capaces de vivir en la grandeza.
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* Periodista independiente.