Hipocresía y mentiras. – EL DÍA DESPUÉS DE LA PÍLDORA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La polémica desatada en Chile respecto de la llamada «píldora del día después» o «anticonceptivo de emergencia», reactivada en estos días ante la orden del Ministerio de Salud de entregar este fármaco a niñas mayores de 14 años sin necesidad de autorización paterna, va mucho más allá de un problema de valores éticos o religiosos, y todavía mucho más allá de un problema médico científico.

Es el reflejo de un espíritu del tiempo que ha abandonado todo recato, todo rigor moral y de principios, para transformarse en una monstruosa búsqueda de parapetos y trincheras que puedan acarrear dividendos a los intereses, cada vez más bastardos, de quienes participan en un escenario público que se malea a ojos vista por la búsqueda a ultranza del poder político para cada sector.

La tope polémica a sido inflada a niveles estrambóticos por una derecha que se desespera luego de cincuenta años sin ganar una elección en Chile –y de haber accedido al poder sólo en brazos de una dictadura sin precedentes en la historia del país por su carácter sangriento y corrompido–. A ella se agrega un sector de la Democracia Cristiana, encabezada por su presidenta Soledad Alvear, que pugna por sacudirse la tutela izquierdista de la Concertación, también a cómo dé lugar, embarcándose en esta controversia al lado de la derecha.

Es una polémica que, como decimos, quizás como ninguna otra en el historial de la impudicia política de los últimos años, no tiene absolutamente ningún asidero ni moral, ni en el terreno de otros valores, ni mucho menos científico como son los argumentos que se quieren esgrimir para manipular un hecho de por sí sensible y que divide generacionalmente a padres e hijos.

No obstante que el debate analizado con un mínimo de objetividad no debiera obstaculizar la comprensión de nadie, examinaremos aquí la falacia de los argumentos a los cuales se recurre y que desnuda la verdadera intencionalidad de quienes hoy se erigen en defensores de la vida de supuestos proyectos embrionarios biológicamente aún indefinidos.

Cabe recordar, primero, que estos paladines de los derechos humanos son los mismos que no dudaron en mantener un silencio cómplice cuando se asesinó a miles de hombres, mujeres, jóvenes, e incluso a madres en avanzado estado de gestación, todos ellos seres humanos plenamente desarrollados, con el fin de mantener sus privilegios de clase amenazados por el gobierno democrático de Salvador Allende, cuyo objetivo fundamental era no sólo la defensa de la vida biológica del individuo, sino que también el derecho a desarrollar esa vida de manera digna y venturosa.

Veamos ahora, entonces, cuál es la profundidad científica y luego los supuestos valores éticos y morales que dicen defender los detractores del llamado «anticonceptivo de emergencia».

Cuando la ciencia sirve de argumento falaz

«El rigor científico es un valor que debiera penetrar nuestro pensamiento cotidiano, nuestros medios de comunicación, el discurso de nuestros políticos y la totalidad de nuestra cultura». Lo dice el profesor Jorge Allende Rivera, bioquímico de renombre, al referirse a la responsabilidad y a la rigurosidad objetiva que debe contener el análisis de cualquier fenómeno, en especial si se trata de un hecho científico.

La ciencia, como ninguna otra disciplina humana, deja muy poco espacio a la tergiversación y al engaño debido a la objetividad con la cual están obligados a trabajar sus ejecutores. Por eso la afirmación taxativa que tiene la argumentación de los cavernarios que impugnan la píldora, aquella que el principio activo de este fármaco, el levonorgestrel, es abortivo, no tiene el rigor científico probatorio fundamental para esgrimirlo con un grado mínimo de responsabilidad. Por si fuera poco una genial alcaldesa derechista lo sitúa como cancerígeno, además de otras disfunciones colaterales, todo lo cual completa la falacia típica que invade cada vez con más frecuencia el quehacer de una oposición que no avanza ni un milímetro en sus afanes de poder.

¿Qué es farmacológicamente hablando este compuesto que sube hoy a la palestra como un engendro demoníaco? Lo que la gran mayoría de estos profanos de la ciencia desconocen, es que el levonorgestrel es un anovulatorio de larga data, que no viene a aparecer ahora en el mercado –creado por la ciencia con el fin de «destruir la familia»– sino que desde muchos años es el principio activo de una larga lista de anticonceptivos, algunos muy conocidos como el Anulette, el Microgenolvo o el Nordette, en los cuales, administrado junto a otros derivados hormonales, ha venido ejerciendo el efecto «maléfico» que la derecha viene a descubrir ahora.

Como anovulatorio, su principal efecto es impedir la liberación del gameto femenino, además de alterar la consistencia del mucus uterino entorpeciendo el desplazamiento de los espermios, lo que redunda en un bloqueo de la fecundación, como lo hacen en general todos los anticonceptivos de origen estrogénico y progestacional y que son hoy de uso corriente.

También es cierto, como debieran saberlo los asesores de estos trasnochados «defensores de la vida» que callaron cuando se asesinaban a seres humanos en cada esquina durante la dictadura cívico-militar, que la acción del levonorgestrel como «píldora del día después» según aparece en el Postinor 2, se conoce desde hace varias décadas. Es el llamado «método Yuzpe», y que consiste en alterar la dosis de Microgenolvo, Anulette, Nordette u otro anticonceptivo que contenga levonorgestrel unido a etinilestradiol, suministrando una cantidad en microgramos mayor de lo normal con lo que se obtiene el mismo efecto de emergencia que el Postinor 2. Vale decir, el método se viene aplicando desde hace mucho tiempo, sólo que ahora la presentación farmacológica viene con la cantidad exacta de levonorgestrel en dos grageas cuyo objetivo es evitar el embarazo ante una relación sexual consumada sin las precauciones clásicas conocidas. Nada más.

¿En qué radica entonces el cuestionamiento al fármaco que hacen los partidos que sustentaron políticamente a la dictadura que eliminó a miles de chilenos de una manera bastante más horrenda que el levonorgestrel?

En el carácter abortivo que, supuestamente, tiene su administración. Para analizar este aspecto de la polémica, refirámonos a uno de los principales pilares que esgrime la derecha, a lo que se agrega, ¡era que no!, el Alto Clero de la Iglesia Católica, es decir: al informe emitido por la Facultad de Medicina de la Universidad Católica titulado Evidencias científicas disponibles sobre el efecto abortivo del vevonorgestrel.

Lo primero que debemos decir sobre dicho informe es el carácter dudosamente ecuánime de él si es encargado por la Iglesia a su propia universidad de la que los firmantes son funcionarios. En otras palabras, viene a ser más o menos como los informes que elaboran las compañías de tabaco sobre el efecto cancerígeno de sus productos basados en investigaciones de sus propios empleados. Pero en fin, hablando con la verdad hay que reconocer que los colegas Patricio Ventura Juncá, Enrique Oyarzún y Claudio Barros que firman el informe, dejan bien claro el carácter tentativo de sus conclusiones sobre el posible carácter abortivo del levonorgestrel.

Ellos declaran que sus suposiciones se basan en una lógica deductiva que, tomado de esta manera, comparto plenamente como un análisis serio y una postura que deben ser consideradas en el ámbito científico dentro, sin embargo, del plano de las hipótesis hasta no tener la evidencia experimental de ello. ¿Qué dice este grupo de científicos respecto del carácter abortivo del fármaco? Si él es administrado dentro de las primeras doce horas después de la relación tiene una efectividad cercana al 95%, lo que hace suponer que de alguna manera se impide que el ovocito, ya sea fecundado o no, se sostenga dentro del útero.

fotoLa deducción lógica es que el levonorgestrel pudiera impedir la anidación del embrión en el endometrio uterino facilitando su expulsión. Impecable, sin duda, como deducción coincidiendo con ellos en la alta probabilidad que así ocurra. Pero hay también otras teorías respecto al mecanismo de acción del fármaco que no lo ubican como necesariamente bloqueador del implante uterino de la célula teóricamente fecundada. Por lo tanto, tal como lo señalan estos mismos investigadores de la Pontificia Universidad Católica, se requiere un trabajo más meticuloso y llevado a cabo por investigadores independientes que sólo utilicen el rigor científico prescindiendo de la subjetivación de principios filosóficos, religiosos y mucho menos políticos.

Definiendo el aborto

Hay, sin embargo, un aditamento más a la polémica y que se reconoce también en el informe de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica. La definición de «aborto» que aplica la Organización Mundial de la Salud y, por lo tanto, la gran mayoría de los especialistas en esta área de la ciencia, se refiere al embrión que ya se ha implantado en la pared uterina y que comienza por lo tanto la organogénesis, es decir: la etapa de formación de sus órganos y sistemas que sólo se inicia cinco o seis días después de la fecundación del ovocito y una vez que se ha implantado en el útero.

Esto se debe a que en la especie humana una cantidad importante de células fecundadas no anida en la pared uterina por razones naturales y son eliminados sin ser siquiera detectadas. Por eso la OMS considera como un ser humano en desarrollo sólo al huevo ya implantado y, por consiguiente, como aborto únicamente cuando este embrión se elimina habiendo estado ya anidado.

Lo que quiere decir: aunque el levonolgestrel actuara impidiendo la anidación no es en rigor abortivo pues está ayudando a eliminar una célula supuestamente fecundada entre las muchas que en la vida de la mujer siguen el mismo camino por razones fisiológicas. Está probado, incluso, que si la célula ya se ha implantado, el levonorgestrel, como cualquier derivado progestágeno, ayuda, por el contrario, a consolidar este proceso gestatorio y a su desarrollo.

Agreguemos algo más a la manipulación sibilina que hacen estos savonarolas de la moral y la ética científica respecto de los microabortivos. El uso del DIU, Dispositivo Intra Uterino, representado principalmente por la T 380A de cobre y el Lippes –que llevan implantado cerca de 150 millones de mujeres en el mundo, entre ellas un alto porcentaje de chilenas–, tiene como principal efecto, y aquí sin lugar a dudas, impedir la anidación del ovocito fecundado en el epitelio uterino lo que le confiere una alta eficacia como anticonceptivo. E la actualidad se populariza en Europa de manera generalizada el uso del llamado SIU, Sistema Intra Uterino, que es también una T, pero que libera, de manera intermitente… levonorgestrel, habiendo sido demostrado que de esta forma se reducen los riesgos de masas fibroides, sangramientos intermitentes y endometriosis que suele producir la T de cobre tradicional.

Incluso se ha demostrado que esta T liberadora de levonorgestrel es un eficaz y cómodo nivelador de hormonas en la menopausia ayudando a la estabilidad fisiológica y síquica de la mujer en esa etapa de su vida.

La moral también como falacia

Veamos ahora la otra faceta del escándalo de la derecha por las medidas tomadas por el Ministerio de la Salud en Chile. Empecemos diciendo que incluso si los argumentos científicos que cuestionan la «píldora del día después», aunque sean aún una hipótesis, estuvieran avalados por una concepción ético-moral auténtica, igualmente no sería lícito coartar el libre albedrío de las personas de elegir y tener acceso a métodos que les permitan planificar su propia familia y vivir su sexualidad sin riesgos y en plenitud.

Como aval a este aserto bastaría citar los miles de abortos realizados en avanzados estados de gestación en el país cada año, los que, como consecuencia del carácter inescrupuloso de quienes los practican, llevan a la muerte a un alto porcentajes de mujeres, sobre todo adolescentes, que no encuentran otra salida a su tragedia más que ponerse en manos de comadronas y dudosos profesionales de la salud.

A ello hay que agregar los embarazos no deseados que llegan a término frustrando para siempre los anhelos de realización personal de muchas jovencitas pertenecientes casi en su totalidad a los estratos más humildes de la población. Añada usted los otros aditamentos de la realidad socioeconómica donde ello sucede y tendrá el cuadro que la derecha, representante del sector económico más poderoso del país, desprecia o ignora al momento de cuestionar las medidas, incluso insuficientes, que los gobiernos toman para paliar los efectos de esta realidad.

Decíamos que aunque la concepción ético-moral de la derecha fuera en verdad la base de su postura, igualmente no tendría fundamento sustentable ante la realidad del problema. Pero la moral de la derecha, aquí y en cualquier lugar de la tierra, nunca ha sido auténtica, si no que lo diga el señor Bush, su máximo representante. Dejemos que hablen las estadísticas y usted saque sus propias conclusiones.

El 75% de los nacidos vivos de madres menores de 19 años pertenecen a los dos quintiles más pobres de Chile que, naturalmente, no están en los intereses de la derecha ni son representados por ella. Un quinto de las adolescentes entre 15 y 19 años son madres, una de cada cinco. El mismo fenómeno en el quintil más rico de Chile, es decir madres menores de 19 años, arroja sólo un 2,7%, vale decir una de cada treinta adolescentes del sector socioeconómico representado por la derecha.

La encuesta compara a las cinco comunas más pudientes de Santiago –Providencia, Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, Ñuñoa y La Reina– con las cinco más pobres. Si esta encuesta considerara el mismo fenómeno en provincias, la diferencia se haría dramáticamente aún mayor, sobre todo en los sectores rurales donde predomina una pobreza a límites casi inconcebibles.

Sin embargo una investigación realizada por el INJUV, Instituto Nacional de la Juventud, es el ejemplo más revelador del doble estándar a que aludimos: entre febrero de 2005 y febrero de 2006 se vendieron en las comunas marginales del Gran Santiago que abrigan a los sectores más desvalidos de la capital 344 cajas de compuestos que contenían el levonorgestrel en concentraciones para actuar como anticonceptivo de emergencia. Pues bien, en el mismo lapso en las comunas más pudientes –que son representadas políticamente por alcaldes de la derecha que cuestionan la píldora– se vendieron… ¡4.000 cajas de levonorgestrel en su misma condición de «píldora del día después!”

Derribados cada uno de los parapetos politiqueros de la oposición en este tema, mojaron en el tintero de la hipocresía exigir del gobierno que la píldora sea entregada a niñas menores de 18 años sólo con el consentimiento de sus padres, lo que equivale a cambiarlo todo para que todo quede igual.

fotoEs fácil preguntarse qué muchachita adolescente tendrá el coraje para avisar a sus padres cada vez que el amor, la pasión o la simple condición natural de su fisiología la lleve a una relación sexual consentida y disfrutada plenamente. Si una pareja de padres logra crear una confianza plena con sus hijas para que esto pueda ocurrir, también estará en condiciones de planificar, de común acuerdo con la niña, un método de prevención del embarazo y de las enfermedades de trasmisión sexual que hará innecesaria la «píldora de emergencia», ¿no le parece a usted?

Por último, y en relación con la declaración de la Conferencia Episcopal, que acude puntualmente a la cita del anacronismo y la mojigatería, basta citar una sola frase suya: cuando declara que las medidas del Gobierno de liberalizar el uso del anticonceptivo de emergencia «recuerda el accionar de los gobiernos totalitarios». Creo que sería sido menos cínico y más ejemplarizador, decir que la Conferencia «recuerda la época de la Inquisición que por siglos alentó a propia Iglesia».

Por suerte, queridos obispos, no estamos en ese negro pasado de la Humanidad. De lo contrario… ¡que Dios nos pille confesados!

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* Escritor y científico.

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