Islam: Iniciativa y ventaja estratégica. – EL SENTIDO DE UNA POLÍTICA ARMADA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Las noticias sobre los ataques ejecutados por grupos islamistas radicales en Inglaterra, vuelven a conmover la conciencia humana. Tan graves acontecimientos exigen una apreciación justa de la realidad, no admiten una explicación simple y debe resistirse el usual discurso de condena formal y descalificación fácil.

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Por tanto, aunque requiera un esfuerzo especial, es necesario trascender al hecho violento en sí mismo. Imprescindible es hacer un esfuerzo de racionalización, que permita determinar su significación profunda. Ello es necesario, pues se procura dotar a los gobiernos y sociedades de herramientas para responder adecuadamente a su desafío y crear condiciones para establecer escenarios futuros de paz razonable.

Más allá de los términos utilizados por los discursos oficiales plasmados en los flujos comunicacionales predominantes, politológicamente se comprende que se trata de acciones propias de un estado de conflicto mayor.

En efecto, las acciones en referencia no son acciones aisladas ni propias de sujetos enajenados, sino que corresponden a modos de interacción en el marco de un complejo y sostenido proceso de agresiones recíprocas; son acciones extremas, fundadas en una hostilidad racionalizada. Las operaciones son brutales, pero ciertamente no irracionales, como comúnmente se interpreta. Éstas son parte de un diseño estratégico intencional y, por tanto, plenamente racionalizadas.

En estricto rigor politológico, estas acciones han de ser consideradas como un modo de comunicar contenidos fundamentales. Efectivamente, como continuación de la escalda iniciada en la década de 1991/2000, las recientes acciones ejecutadas en Inglaterra son un medio o instrumento duro para forzar aquel proceso de reflexión interna en las sociedades islámicas y no islámicas, destinado a provocar cambios en la orientación de los comportamientos políticos.

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Qué late en el corazón de la violencia

Como se indica, estos atentados son acciones violentas relevantes, pero complementarias de un proceso ideológico y político principal.

En perspectiva estratégica esto es lo fundamental. Así, quién sólo ve, responde y se concentra respecto de lo secundario (campo militar) no tiene la posibilidad de asumir ni resolver el problema principal (político-cultural). En esta perspectiva, pareciera que algunas potencias occidentales no logran advertir la dimensión político-cultural del conflicto en curso y limitan sus respuestas a asegurar sus objetivos militares y resguardar sus intereses económicos.

Pareciera que las principales potencias occidentales no advierten la trascendencia y consecuencias de su actual comportamiento. En ello tiene particular responsabilidad el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica.

El sistema gubernamental estadounidense olvida que hasta la mayor aplicación de las fuerzas militares requiere un fundamento moral para ser sostenida en el tiempo; las armas no se sostienen por sí mismas. Además, no considera la evidencia histórica de que el empleo directo de la fuerza no es signo de poder sino, por el contrario, una señal de debilidad. De hecho es prueba de un estado de aislamiento e incapacidad de generar alianzas, cuestión vital en un mundo tan interdependiente como el actual.

Sin más, Estados Unidos pierde progresivamente a sus aliados en una guerra cuya ilegitimidad es cada vez más evidente; cada uno de los fundamentos esgrimidos para legitimar la ofensiva militar en curso resultó ser falso. Con todo, en sí misma es grave la evidencia de que la principal potencia del mundo sea incapaz de ejercer un efectivo control militar y político de países con rango menor.

Ciertamente no es ésta la posición adecuada para simultáneamente sostener gobiernos árabes pro occidentales débiles, enfrentar la rearticulación de Europa, el afianzamiento de potencias intermedias como Irán, el reposicionamiento de Rusia junto a la proyección regional de China e India.

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Mientras Occidente no reflexione debidamente sobre el modo de proyectar su poder y no se disponga a efectivamente resolver los asuntos políticos principales, potencia el poder de los grupos del islamismo radical. Tal como a un médico se le exige que se concentre en tratar la enfermedad y no se limite a paliar sus síntomas, hechos tan graves como los aquí considerados demandan que los gobiernos y ciudadanos de los diversos países del mundo atiendan a lo principal y no se limiten a lo grave pero secundario.

Gobiernos y ciudadanos debieran ‘preocuparse’ menos por la realidad para pasar a ‘ocuparse’ seriamente de ella, vale decir, de lo que está ocurriendo en el mundo, más allá de los intereses de las superpotencias.

El movimiento islámico radical es poderoso. Ciertamente no por su fuerza militar, sino por su capacidad de progresar ideológicamente, influir socialmente y conquistar posiciones políticas. En esta perspectiva, el movimiento islámico radical sabe que tiene la ventaja estratégica, porque mantiene la iniciativa política. Por el momento, el movimiento islamista radical tiene el control de la situación, pues es él quien decide la próxima acción.

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* Politólogo, profesor universitario.

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