Israel, Hamas, Hezbolá, EEUU y los demás. – LOS NUEVE CAMINOS DE LA PAZ (II)

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

6. Europa

Algo ha cambiado en Europa después de la guerra del Líbano. De acuerdo a la resolución aprobada por el Consejo de Seguridad el 12 de Agosto del 2006, determinados países europeos, por encargo de la ONU, deberán enviar contingentes militares al sur del Líbano a cumplir tareas de contención, de apoyo a la población libanesa, y de colaboración con el ejército libanés en planes conducentes al desarme de Jezbolá. Eso significa, en términos breves, que Europa entra a participar directamente, y no sólo a través de los canales diplomáticos, en los conflictos que asolan a la región.

Aquella situación idílica basada en una división del trabajo de acuerdo a la cual EEUU (e Inglaterra) se hacían cargo de los conflictos bélicos y Europa de los diplomáticos ha terminado, y al parecer definitivamente.

El protagonismo de Europa en el Oriente Medio será también, de ahora en adelante, un protagonismo que no excluye la presencia militar. Esta nueva situación no deja de preocupar a los gobernantes de los países europeos, y ello es así debido a dos razones.

La primera es la existencia de fuertes movimientos pacifistas al interior de la mayoría de los países europeos. La segunda, son los millones de habitantes de religión islámica que habitan en ellos.

Con respecto a la primera razón, hay que consignar, que dentro del pacifismo tradicional europeo, ha ido ganando cada vez más terreno un pacifismo ideológicamente “antiimperialista”, militantemente antiestadounidense, con muchas ramificaciones mediáticas y con contactos con gobiernos y organizaciones antinorteamericanas en otros continentes.

El pacifismo antiimperialista occidental es un pacifismo pavloviano. Como el perro de Pavlov, obedece a un determinado reflejo condicionado. Y este reflejo es: donde se encuentre EEUU o Israel, hagan lo que hagan, hay que estar en contra. Sus ideólogos son tan simplistas, que están dispuestos a apoyar a las dictaduras más horrendas de la tierra, siempre que estén en contra de EEUU o Israel. Por cierto, de pacifistas tienen muy poco. Sólo salen a las calles a protestar contra las guerras en que están involucrados los EEUU, o sus aliados más directos, como Inglaterra o Israel.

Protestaron contra la guerra del Kosovo; nunca protestaron por las masacres y genocidios cometidos por las tropas de Milocevic. Protestaron contra la guerra en Afganistán; nunca protestaron por la destrucción de pueblos completos llevadas a cabo por los talibanes. Protestaron en contra de la guerra en Iraq, jamás protestaron en contra de los crímenes de Hussein al pueblo kurdo. Protestan, y con razón, en contra de las cárceles de Guantánamo; jamás protestan en contra de las cárceles y centros de tortura que muy cerca, en la misma isla, en Cuba, mantiene la dictadura de los Castro.

Nunca, tampoco, han protestado en contra de las masacres llevadas a cabo por Putin en Chechenia. Nunca en contra de las masacres que a diario cometen en África los militares islamistas del Sudán. Recién hoy (15.08.2006) leo en el periódico que en Sri Lanka, a fin de aplastar la rebelión de los tamiles, han sido arrojadas bombas sobre un asilo de huérfanos, dejando una cantidad grande de niños muertos y heridos. La noticia viene en letras muy pequeñas. El pacifismo antiimperialista, que tiene, además, un enorme poder mediático, no se interesa por los niños que son asesinados en guerras en donde no participan los EEUU o Israel. Jamás protestaron, por último, en contra de acciones terroristas cometidas por Jezbolá; y el prontuario de Jezbolá es largo.

El segundo problema que afrontará Europa al intervenir de modo directo en los conflictos del Oriente Medio, tiene que ver con la numerosa población islámica que en ella reside. Por cierto, en este punto hay que hacer muchas diferenciaciones. Por una parte, los sectores islámicos militantemente organizados, constituyen una extrema minoría.

La gran mayoría de los musulmanes en Europa quieren resolver en primer lugar sus problemas más concretos que son: vivienda, residencia y trabajo. Para actividades militantes antioccidentales, no tienen mucho tiempo ni deseos. El problema no reside pues en las grandes masas de trabajadores islámicos, pero sí, en cierta medida, en segmentos de la llamada “segunda generación”, aquellos que forman ya parte de la “cultura europea», pero no han sido totalmente integrados en ella. Tienen, los miembros de ese segmento, muchas más posibilidades de integrarse que sus padres, pero menos que los “oriundos”.

Los lazos que mantienen con las naciones islámicas de donde provienen sus padres son, casi siempre, muy ambiguos. Los que los atan a las naciones europeas, tampoco son muy fuertes. No deja de ser sintomático que entre esos sectores, las posibilidades de reclutamiento por organizaciones terroristas transnacionales como Al Quaeda, han ido en aumento.

Pese a las inhibiciones que producen los dos problemas internos mencionados –pacifismo antiestadounidense e islamismo europeo–, Europa no podrá evadir sus responsabilidades militares y diplomáticas en los conflictos del Oriente Medio. Hay dos razones geográficas que la obligan incluso a ello: esas razones son la cercanía y la vecindad.

Respecto a la cercanía geográfica, resulta evidente que nunca Europa podrá proceder como lo hace Estados Unidos en el Oriente Medio, y eso significa que, pese a que no podrá evadir determinadas responsabilidades militares que le corresponden, jamás éstas podrán situarse en un punto más alto que las diplomáticas y las políticas. En ese sentido es importante que los gobiernos del Oriente Medio perciban la existencia de “dos Occidentes” (el europeo y el estadounidense) que, aunque se encuentren estratégicamente unidos, no son exactamente iguales.

Ahora bien, esta cercanía geográfica será, en un futuro no muy lejano, una relación de vecindad. Con o sin la entrada de Turquía en la EU, Turquía llegará a ser un país europeo. Desde una perspectiva económica y militar, ya lo es. Desde una perspectiva cultural, todavía no lo es del todo. En cualquier caso, una Turquía europea implica la fijación de nuevos límites para Europa y eso quiere decir que Europa tendrá como vecinos inmediatos a países como Siria –además a Iraq–.

Ningún Estado quiere tener, por supuesto, problemas graves con sus vecinos. Si hay políticos europeos que piensan a largo plazo, ellos saben que deberán intensificar las relaciones diplomáticas con los nuevos vecinos antes de que sea demasiado tarde. Eso significa a la vez, que si no la solución, por lo menos la “máxima minimización” del conflicto central del Oriente Medio, el de las relaciones entre Israel y Palestina, ha llegado a tener para Europa una importancia existencial.

La gran ventaja de Europa es la que tradicionalmente ha sido considerada su gran desventaja: la de no ser una unidad monolítica. Eso significa que nunca todas sus naciones podrán tener exactamente, y al mismo tiempo, una similar política exterior. Esa diversidad europea abre, entre otras posibilidades, la concertación de convergencias bilaterales con determinados países árabes e islámicos. En ese contexto, Europa dispone de llaves diplomáticas que no posee EEUU. Esas llaves pueden abrir puertas en Teherán y – éste el más importante re-descubrimiento que ha hecho la política europea en el curso de la guerra en el Líbano– también en Damasco, precisamente en los dos centros que proveían militarmente al Jezbolá.

Hasta antes de la guerra en el Líbano, era consenso común en la política europea que la clave era sólo Teherán. Al parecer durante la guerra aparecieron señales desde Damasco, pues ya muchos piensan, incluso públicamente, que esa clave también puede estar en Siria. Siria: ¿otro camino hacia la paz?

7. Siria

Siria ha experimentado dos reveses duros en un muy breve tiempo, y los dos en el Líbano. El primero ocurrió en abril del 2005 después que las tropas sirias fueran expulsadas del Líbano como consecuencia de la revolución democrática que vivió el país, cuyo detonante fue el asesinato del ex Primer Ministro Rafik Al- Hariri, adjudicado a los servicios secretos sirios.

Después de la retirada de sus tropas del Líbano, la imagen de Siria como potencia regional ha quedado muy deteriorada en el mundo árabe. La de su Presidente Bachar el-Assad también.

El segundo revés experimentado por Siria, fue no tanto la derrota militar del Jezbolá, sino que sobre todo, la ruptura de las comunicaciones militares con el Jezbolá, las que de ahora en adelante se verán franqueadas por un dique levantado por el Estado del Líbano y la ONU. La relación militar común que mantenían Siria e Irán con el Jezbolá fue la consecuencia y la causa del débil eje formado entre Siria e Irán a comienzos del 2006. Aparte de ayuda militar, al Jezbolá no le interesa ningún otro tipo de relación con Siria.

El Estado sirio es un Estado secular como lo era el de Iraq, como lo son Egipto, Jordania y Libia. El Jezbolá en cambio, es una organización político-militar esencialmente religiosa. El Estado sirio es para Jezbolá la antítesis de su propia identidad. El secularismo estatal pan-arábico representado por Siria y la noción teocrático-estatal representada por Irán, son las dos tendencias antagónicas que han cruzado al mundo islámico en la era moderna.

Si no existiera Israel, estarían combatiéndose entre ellas, como lo hicieron en el pasado. Más aún, sin la existencia militar del Jezbolá, la alianza sirio-iraní carece de justificación a menos que los EEUU y los gobiernos europeos cometan la estupidez de empujar el uno en los brazos del otro. Que esto es precisamente lo que no se debe hacer, fue entendido rápidamente por algunos gobiernos europeos que iniciaron una ofensiva diplomática tendiente a no aislar excesivamente a Siria. Incluso, en medio del fuego de la guerra en el Líbano, delegados del gobierno español visitaron a Assad en Damasco. Qué es lo que conversaron realmente entre ellos, todavía no se sabe.

Ahora bien, si todo no marcha demasiado mal en el futuro próximo; es decir, si Israel continúa su retiro de los territorios ocupados, y si los gobiernos de Israel y de Palestina, del que forma parte el Hamas, inician un proceso de mutuo reconocimiento, Siria habrá obtenido una tercera derrota. Eso lo sabe probablemente Bachar el-Assad, pero no puede hacer nada para evitarlo. El problema es que bajo esas condiciones, un Estado aislado puede ser peligroso, sobre todo si se encuentra con otro Estado aislado como ya es el de Irán.

Siria e Irán son dos potencias regionales. La formación de un eje Irán-Siria, es lo que la diplomacia europea tiene que evitar. Y no hay mejor forma de evitarlo que iniciando un acercamiento diplomático, económico y político a Siria, a fin de obtener su neutralización. Ese acercamiento no es una empresa totalmente imposible. Mas aún: ni siquiera EEUU ha roto con esa posibilidad. Pese a que de acuerdo al vocabulario de Bush, el de Siria es “un Estado canalla”, las relaciones diplomáticas entre Siria y EEUU no han sido interrumpidas. A la inversa ocurre lo mismo. Pese a que para Assad el gobierno chiíta de Iraq es un títere de los EEUU, fue el suyo el primero en la región en reconocerlo; antes aún que Irán.

Como ha sido dicho, el de Siria es un Estado secular. Esto no quiere decir, por cierto, que sea anti-religioso. El mismo Assad, como su padre, es un musulmán convencido y como su padre también, sigue Assad las lecciones de la confesión islámica alawita –originaria de Turquía, y más cerca del chiísmo que del sunismo–. Pero en lo esencial, Assad pertenece a aquella tradición secular fundada en los años cincuenta por Gamal Abdel Nasser en Egipto.

El estatismo panarabista de la región, recordemos, unió su destino a la posibilidad de la “revolución socialista mundial” y durante toda la Guerra Fría pasó a ser parte directa de la periferia del imperio soviético. La estructura dominante basada en la fusión directa entre el partido y el Estado, es la misma que regía en la URSS y no por casualidad el partido de Assad se denomina Baath, igual que el de Sadam Hussein en Iraq –y Baath quiere decir socialista–. El gobierno de Putin ha continuado la doctrina de sus predecesores soviéticos y mantiene excelentes relaciones, tanto diplomáticas como comerciales, con el panarabismo secular de la región. En ese contexto, hasta el gobierno de Putin podría jugar, en ese juego diplomático, un papel útil.

Ahora bien, un punto central del panarabismo secular de la región, es el de la modernización industrial. Precisamente en ese punto es donde el régimen sirio no puede mostrar casi ningún éxito en los últimos tiempos. Es ahí también donde los gobiernos europeos pueden intensificar su acercamiento a Siria. Por una parte el dictador necesita cierto reconocimiento internacional. Por otra necesita inversiones externas. Si obtiene ambas cosas no hay que esperar por supuesto que Siria vaya a convertirse en un aliado confiable de Occidente, como es el caso de Pakistán, para poner un ejemplo. Pero al menos sería una potencia regional militarmente neutralizada.

La neutralización militar de Siria. Ese es otro camino que debe ser abierto entre las diversas encrucijadas que llevan a la paz en la región. Una comunicación directa entre Siria e Israel, parece por el momento demasiado utópica. En cualquier caso, Israel tiene una carta decisiva si es que llega el momento de jugar póquer: las montañas del Golán arrebatadas por Israel a Siria durante la guerra de 1967. Naturalmente, es casi imposible pensar que Israel va a devolver alguna vez las montañas pero, en un caso óptimo, sería posible llegar a acuerdos relativos a una administración común del tesoro que esas montañas ocultan: agua.

El agua es el oro del Golán.

8. Estados Unidos

No obstante, si los caminos indicados no pasan por EEUU, no habrá más caminos. El camino de los EEUU es, para decirlo de algún modo, el que lleva a la salida del laberinto A su vez, si ese camino es infranqueable, haber recorrido los otros ya no tendría ningún sentido.

El de EEUU no es un camino externo al Oriente Medio. Por el solo hecho de estar situado en Iraq es un camino que se cruza con todos los demás de la región. De ahí que sea imposible separar el rol de los EEUU del estacionamiento de sus tropas en Iraq. ¿Por qué están los EEUU en Iraq? La pregunta es terriblemente ingenua, pero a la vez muy importante.

EEUU se encuentra en Iraq, es la respuesta provisoria, como consecuencia de dos doctrinas paralelas. Las dos doctrinas comenzaron a configurarse el 11.09.2001, y las dos, vistas por separado, son muy coherentes. La primera es la doctrina de los Estados canallas. La segunda es la doctrina del eje del mal.

De acuerdo a la primera doctrina, tuvo lugar la guerra en Afganistán. De acuerdo a la segunda doctrina, se hizo la guerra en Iraq, aunque también ahí se usó, para mayor justificación, el argumento de la primera doctrina. De acuerdo al cruce de ambas doctrinas, algunas fracciones del gobierno norteamericano quieren intentar una guerra en contra de Irán, no en, entiéndase bien, sino que una guerra en contra de Irán, lo que significaría, en relación con las anteriores guerras, la en Afganistán y la en Iraq , una diferencia cualitativa y cuantitativa de enormes magnitudes.

Ahora bien, y esta es mi tesis: una guerra de EEUU en contra de Irán significaría, no sólo un atentado a cualquiera posibilidad de recorrer los caminos de la paz en la región islámica, y por un tiempo indefinido, sino que, además, un atentado en contra de la seguridad nacional e internacional de la nación de Israel.

Para que se entienda la tesis, debo ir paso por paso. Vuelvo entonces a las dos doctrinas, la de los Estados canallas y la del eje del mal . Digo y repito que ambas doctrinas son muy coherentes si uno entiende lo que se encuentra debajo de las metáforas, y Bush, de todos los presidentes norteamericanos, aún más que Reagan –»guerra de las galaxias»–, ha sido el más metafórico de los que hasta hoy han gobernado EEUU. Bien; las dos doctrinas, la de los Estados canallas y la del eje del mal surgieron casi al mismo tiempo, y ambas pueden entenderse en directa relación con el 11.09.01.

¿Qué es un Estado canalla ? Muy simple: todo Estado que preste ayuda, logística, territorial o ideológica al «terrorismo internacional», particularmente al terrorismo internacional que proviene de instituciones como Al Quaeda. De acuerdo a esa definición, el de Afganistán era el Estado más canalla de todos los Estados canallas pues en medio de sus montañas guarecía a los asesinos de Al Quaeda. Así lo entendieron la mayoría de los gobiernos democráticos del mundo, y en esa guerra, Bush contó con el mayor respaldo internacional que haya tenido alguna vez EEUU durante todo el transcurso de su historia. Fue también, en medio de esa guerra, cuando surgió la metáfora del eje del mal , la que también representa una doctrina.

¿Qué es el eje del mal? No es una doctrina tan simple como en el caso de los Estados canallas. Para contestar esa pregunta hay que saber cuáles eran los miembros del eje del mal, y luego hay que saber que tienen de común los miembros del club.

Los miembros del eje del mal eran: Iraq, Irán, Siria y Corea del Norte; tres países islámicos, y uno asiático. Fidel Castro, decepcionado, quedó fuera del eje del mal, lo que no deja de tener cierta importancia, pues dice bastante acerca de cuáles son los requisitos que se requieren para quedar adentro. No cualquier canalla entra en ese grupo tan selecto. ¿Qué tienen de común los cuatro miembros del club? Hay que enumerar:

1. Los cuatro, según Bush –aunque en Irán eso era y es muy relativo– son gobernados o por dictaduras o por gobiernos extremadamente autoritarios.

2. Los cuatro habían hecho del anti-norteamericanismo, una ideología central.

3. Los cuatro poseían o estaban en condiciones de poseer armas de destrucción masiva, ya sea químicas o atómicas.

No obstante, la dicha es una simple tipología y cuando Bush enunció la doctrina del eje del mal , ni los sectores más belicistas de EEUU imaginaron que esa podía ser entendida como una declaración de guerra a los cuatro Estados, del mismo modo que en el pasado cuando los gobernantes norteamericanos declaraban que EEUU lucharía en contra del comunismo –el imperio del mal , según Reagan–, no significaba que iban a bombardear Moscú o Pekín, aunque habían, evidentemente, políticos que deseaban hacerlo. Eso quiere decir que la guerra de Iraq no se hizo en razón del cumplimiento de una tipología sino que, además, por razones muy concretas.

Esas razones muy concretas no fueron en todo caso las que mencionó el gobierno estadounidense para realizar la guerra, a saber: posesión de parte de Hussein de armas de destrucción masiva, por una parte, y conexiones entre Hussein y el terrorismo internacional, por otra. Ninguno de esos dos motivos era cierto. Eso significa afirmar que, objetivamente, Bush mintió. Y una cosa es mentir en una elección comunal, y otra es mentir hacia todo el mundo. Lo peor de todo: Bush mintió a los propios soldados que envió a luchar a Iraq.

Esto significa que una guerra de enormes magnitudes se hizo sobre la base de dos mentiras, más aún: de dos mentiras que casi todo el mundo supo muy pronto que eran mentiras. Así se explica entre otras cosas porque Bush no es en estos momentos el gobernante más amado en el mundo.

La primera de las dos mentiras, era relativamente excusable. Hussein no poseía armas de destrucción masiva, pero las había tenido y quería tenerlas de nuevo, y si EEUU no hubiera actuado, las habría conseguido. La segunda, en cambio, es políticamente inexcusable, entre otras cosas porque forma parte de una mentira ideológica que ha pasado a ser ideología central de los sectores más belicistas que giran alrededor del gobierno de EEUU. Esa ideología como toda ideología partió de un hecho real: el terrorismo internacional existe, y su prueba fue el 11.09.

Habín Estados conectados con el terrorismo internacional, uno de ellos era Afganistán, y EEUU debía proceder como procedió. Pero, en una segunda fase, la presidencia norteamericana extendió el calificativo de “terrorismo internacional” a todos los Estados y naciones del mundo que entraban en conflicto directo con los EEUU. De este modo, la realidad del terrorismo internacional fue sustituida por la ideología del terrorismo internacional. Más aún, el gobierno de EEUU ha creado terrorismo internacional donde no lo había. Si durante Hussein no había comunicación entre su dictadura y Al Quaeda, hoy, para nadie es un misterio, Al Quaeda, y otras organizaciones terroristas internacionales, han concentrado sus fuerzas en Iraq. Basta encender el televisor para darse cuenta de esa profecía autocumplida.

Por cierto, EEUU tenía razones reales para invadir Iraq. Hussein representaba no sólo una dictadura antinorteamericana y antisraelí, sino que, además, no ocultaba el propósito de erigirse en la vanguardia regional en la lucha en contra de los EEUU e Israel, en el marco de un proyecto de nítido corte imperial en la región islámica. Que Hussein era una amenaza, no sólo para el equilibrio regional sino que para la paz mundial, era algo que sabía la mayoría de los gobiernos occidentales. Nunca una guerra en contra de la detestable dictadura de Hussein podía ser definitivamente antipopular en diferentes países de Europa, incluso entre diversos gobiernos árabes. Lo incomprensible es que para la ejecución de esa guerra, perfectamente explicable desde el punto de vista político, el gobierno norteamericano haya recurrido a una doctrina ideológica, más aún, a la formulación de mentiras que en un mundo políticamente civilizado no pueden ser aceptadas. Ahora bien, si me extiendo en este punto, es porque éste se encuentra en directa relación con la guerra que tuvo lugar en el Líbano entre el ejército de Israel y las milicias del Jezbolá.

Durante el transcurso de la guerra en el Líbano, para cualquiera que entienda un poco de política, fue posible observar “ciertas disonancias” entre las declaraciones que hacía Bush y las que emitía Condoleezza Rice.

Mientras Bush incitaba a continuar la guerra, Rice movilizaba gobiernos en función de un cese del fuego. Mientras Bush decretaba que Al Quaeda y Jezbolá son lo mismo, Rice se entrevistaba en el Líbano con representantes políticos de Jezbolá. Mientras Bush tomaba partido, Rice mediaba. No se quiere afirmar, por supuesto, que Bush y Rice representan dos fracciones antagónicas, pero que cada uno de ellos presta oídos a distintas voces que giran en y alrededor del gobierno, parece ser un hecho inocultable. Por lo demás, siempre ha ocurrido así en la política estadounidense.

Durante la guerra de Vietnam lograron incluso formarse dos fracciones, en ese tiempo llamadas las de las “palomas” y las de los “halcones”. Esas dos fracciones atravesaban los dos partidos políticos del país. Los “halcones” no sólo estaban por la mantención de la guerra en Vietnam, sino además, por su escalamiento, e incluso por una agresión directa a Pekín. Efectivamente: la China de la revolución cultural habría cabido muy bien dentro de la escala de Estado canalla, y sobre todo dentro del eje del mal de Bush. No obstante, al final se impuso una salida política. Kissinger, que no era precisamente una paloma, dio a la política una chance. Basta imaginar, bajo la luz de lo que es China hoy, lo que habría significado para la paz mundial si en esa ocasión se hubiese impuesto la política de “los halcones”. Este razonamiento adquiere hoy plena validez con relación a Irán.

Las “palomas” y los “halcones” están de nuevo volando sobre la política de Estados Unidos. En ese contexto es posible advertir que la reciente guerra en el Líbano ha llevado a mostrar nuevamente las diferencias que existen entre un sector político estadounidense que es más militarista que político, y otro que es más político que militarista. Eso significa que hay dos lecturas diferentes de esa guerra. Simplifiquemos al máximo para entender:

La lectura militarista dice: Gracias a Israel, ha sido “extirpado” Jezbolá, con lo que han sido cortados los puentes que unían la zona israelí palestina, con Siria y con Irán. Los gobiernos europeos por encargo de la ONU, continuarán atando las manos a los milicianos de Jezbolá, a fin de que EEUU pase a una segunda fase, que es la de atacar a Irán, y así eliminar “para siempre”, el peligro atómico que desde allí proviene.

Esto significa que de acuerdo a esa estrategia militar, tanto Israel, Europa e incluso la ONU, se convertirían en simples piezas de una estrategia militar norteamericana realizada para cumplir objetivos geopolíticos en una guerra en contra de un “terrorismo internacional” que sólo es en una parte real. (Nadie va a negar aquí la peligrosidad de Al Quaeda ni la posibilidad latente de un segundo 11.09, pero eso tiene que ver nada, o muy poco, con Irán).

La lectura política dice en cambio: Como resultado de la guerra en el Líbano, Jezbolá será desarmado con lo que se abrirán condiciones para una politización más acentuada, no sólo en el Líbano sino que también en Palestina. Israel podrá continuar retirándose de las regiones ocupadas e incluso abrir –lentamente– un espacio de comunicación política con sus enemigos más cercanos en Palestina.

La intervención de Europa por encargo de la ONU, abrirá, por otro lado, un espacio de interlocución con Siria y/o Irán. El primero, a cambio de determinadas concesiones, deberá ser militarmente neutralizado. Con el segundo se trata de llegar a un acuerdo relativo al programa atómico, lo que es difícil pero no imposible. La intervención norteamericana que comenzó en Iraq, debe terminar en Iraq. Cualquiera otra alternativa llevará a la región a una guerra total, y la catástrofe será también total. Sobre todo para Israel.

En 2008 tienen lugar elecciones presidenciales en EEUU. En el fondo comienza una carrera contra el tiempo. Si la diplomacia europea y los sectores políticos no militaristas de Israel y EEUU logran antes de la campaña electoral norteamericana bloquear los proyectos militaristas que circulan alrededor y en el gobierno de ese país, la política mundial habrá atravesado el Rubicón y caminará hacia la paz Por lo menos en el Oriente Medio.

En ese proyecto hasta la ONU tiene un importante rol que cumplir.

9. La Organización de las Naciones Unidas

Decir que la ONU se encuentra en crisis es un lugar común. Eso es por lo demás lógico y natural. La ONU fue configurada en una realidad bipolar, en el marco de la Guerra Fría, como mediadora entre dos potencias atómicas de comportamientos relativamente calculables. Desde el momento en que terminó la Guerra Fría, la ONU perdió su orientación y debió lentamente adecuarse a una nueva realidad mundial cuyos ejes de rotación no están totalmente establecidos.

Después de la Guerra Fría, la ONU fue presa de un equívoco radical. La mayoría de los gobiernos del mundo, no sólo el estadounidense, imaginaron que al fin estaban sentadas las condiciones para la Paz Eterna que una vez propuso Imanuel Kant. “Nuevo Orden” llamó Bush padre a esa hermosa posibilidad.

En el espacio de ese nuevo orden, la ONU en representación del planeta frente a sí mismo, debería erigirse como la gran instancia de coordinación mundial, la más respetada por todos. En esa euforia, se escribieron cientos de artículos y varios libros que defendían la tesis del “gobierno mundial”. Por cierto, había que ultimar algunos “detalles”: potencias regionales armadas, Estados invasores, dictaduras macabras, etc., “detalles” en fin, que sobrevivieron a la Guerra Fría. Una de esas supervivencias fue el Iraq de Sadam Hussein quien no se dio cuenta que algo había cambiado en el mundo e intentó anexar a Kuwait, el año 1991. La llamada guerra del Golfo, realizada por los EEUU fue llevada a cabo en nombre y por encargo de la ONU. Ese fue el comienzo del segundo equívoco, a saber: que las guerras que sucederían a la Guerra Fría, para llevarse a cabo, deberían contar con la aprobación de la ONU.

Durante todo el período de la Guerra Fría, hubo muchísimas guerras, pero sólo una vez hubo una que contó con la aceptación de la ONU; la de Corea en 1949; y esa guerra llevó por primera y última vez a un enfrentamiento directo entre los EEUU y la URSS, razón de sobra para que la ONU nunca más repitiera el experimento. Efectivamente: si la ONU encomendaba la realización de guerras, cada guerra, aún la más local, encerraría el peligro de transformarse en una guerra mundial.

A partir de ese momento, la ONU se redujo a sí misma a jugar el papel de mediador, en algunos casos de árbitro. La función de la ONU no podía ser la de declarar guerras, sino que la de intentar terminarlas. Y no podía ni puede ser de otra manera. No hay ninguna noción de justicia universal, no hay ningún canon planetario, no hay ningún mandamiento divino ni terrenal, que dictamine cuando una guerra ha de ser justa o no. La ONU, aún en los tiempos de la Guerra Fría, no fue ni podía ser una institución por sobre los Estados. Era y debe ser, una institución entre los Estados. Esto quiere decir que su principal atributo es el de ser un foro mediador entre dos o más partes en conflicto.

En la ONU están representados todos los Estados de la Tierra. Esto quiere decir los “buenos” y los “malos”. A la ONU no le corresponde dictaminar quienes son los “buenos” y quienes son los “malos”. Eso es, además, imposible. Más del 60% de los Estados que están representados en la ONU no son democráticos. La ONU no puede ser mejor que el conjunto de Estados que la constituyen. Es, por así decirlo, la ONU, un reflejo de este mundo. Y en ese punto quizás podamos estar todos de acuerdo: este mundo no es perfecto.

Lo que no puede hacer la ONU, porque es la ONU, es apelar en los mismos términos a una nación y a un organismo no nacional. Y cuando Kofi Annan apelaba, en los mismos términos a Israel, que es una nación, y a Jezbolá, que es una milicia, estaba sin darse cuenta quizás, otorgando a Jezbolá una representación nacional que no le corresponde. De la misma manera, uno puede entender perfectamente la indignación que produjo a Annan la trágica muerte de funcionarios de la ONU en el Líbano, como consecuencia de los bombardeos israelíes. Pero, con toda la comprensión posible, no hay nada que justifique que Annan haya tomado posiciones en contra de Israel. Hubiera tenido o no razón.

La ONU –porque es ONU– no puede, no debe tomar jamás partido. Si lo hace, pierde definitivamente su razón de ser. Un secretario general de la ONU que en el transcurso de una guerra toma partido a favor o en contra de uno de los contendientes, no está a la altura del cargo que representa.

Seguramente son muchos los cambios y reformas que deberá realizar la ONU. No obstante, estos no son sólo burocráticos ni administrativos. Es cierto que el sistema de veto en el Consejo de Seguridad, es un procedimiento obsoleto, sólo válido en un universo bi-polar. Es cierto que la participación nominal de las naciones no poderosas deber ser aumentada, entre otras cosas porque las que fueron poderosas ayer, hoy no lo son tanto. Es cierto que también debe dar más cabida a organizaciones supranacionales a fin de afrontar temas como la devastación ecológica, las migraciones masivas, y las catástrofes naturales. Pero por otra parte, es necesario tomar en cuenta que las modificaciones deben ser llevadas a cabo de acuerdo a las experiencias concretas que la organización ha venido realizando.

Para volver al tema de las guerras: si uno analiza las diferentes que han tenido lugar después del fin de la Guerra Fría, es posible constatar que cada una ha sido muy diversa de la otra. Actores estatales que apoyaron unas, estuvieron en contra de otras. Todo eso indica que la futura ONU debe ser dotada de suficiente flexibilidad para adecuarse a constelaciones y relaciones de poder que cada vez son más diferentes. Eso significa, además, que la ONU debe ser techo y foro para que en su interior se formen siempre nuevos y diferentes grupos de discusión, de alianzas y de alineamientos, que son las condiciones preliminares para concertar acuerdos y emitir resoluciones.

Que la resolución que puso fin a la guerra en el Líbano haya sido redactada por dos naciones que casi nunca han estado de acuerdo, como son los EEUU y Francia, es un leve signo de optimismo hacia el futuro. En ese sentido una de las tareas de la ONU es, y debe ser, velar para que las resoluciones dictadas tengan cumplimiento cuando, por supuesto, las condiciones políticas así lo permitan. La presencia de soldados de la ONU en el Líbano, demuestra que la ONU, pese a su crisis, es la más importante de las instituciones mundiales. Sin la ONU esa guerra no habría tenido fin. Pese a sus vacilaciones y errores, la ONU ha salido fortalecida de esta guerra. Poco a poco está encontrando su lugar en medio de un mundo que a veces parece estar enloquecido, pero al que no podemos sustituir por ninguno otro.

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* Catedrático del Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Oldenburg, Alemania. Mires (Chile, 1943) hace suya la idea kantiana de que la paz debe ser pensada desde la guerra.

fernando.mires@uni-oldenburg.de.

La primera parte del ensayo del profesor Mires, en esta revista, se encuentra aquí.

Este ensayo se publicó en www.analitica.com.

Addenda

Al cierre de esta nota, el jueves 24 de agosto de 2006, hubo una información relacionada con los esfuerzos por dar estabilidad –y paz– al Oriente Medio. Sin duda ha sido bien recibida por los pueblos de esa zona:
El gobierno de Israel ha adquirido dos submarinos alemanes –de la serie Delfín– con capacidad para transportar y disparar misiles con cabeza nuclear.

 

 

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