La guerra económica entre Estados Unidos e Irán

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Washington no tendrá el valor de tratar de imponer sanciones a bancos chinos porque estén tratando con Irán.

Por otra parte, hay que elogiar la valentía de Teherán. Después de una implacable campaña de asesinatos encubiertos; secuestros de científicos iraníes; ataques a través de la frontera en la provincia Sistan-Baluchistán; sabotaje israelí de su infraestructura, con virus y otros medios; invasión de su territorio por drones espías estadounidenses; interminables amenazas israelíes y republicanas de un inminente ataque de “Conmoción y pavor”; y la venta de 60.000 millones de dólares en armas de EE.UU. a Arabia Saudí, Teherán todavía no cede.

Teherán acaba de ensayar –exitosamente– sus propios misiles crucero, precisamente en el estrecho de Ormuz. Entonces, cuando Teherán reacciona ante los continuos actos agresivos de Occidente, le acusan de “actos de provocación”.

El viernes pasado, el consejo de redacción del New York Times se mostró totalmente enamorado de las amenazas del Pentágono a Irán, mientras pedía “máxima presión económica”.

El resultado final es que los iraníes de a pie sufrirán, afectados por la crisis, y los endeudados europeos de a pie también sufrirán. La economía de EE.UU. también sufrirá. Y cada vez que perciba que Occidente exagera su histeria, Teherán seguirá reservándose el derecho de provocar un aumento astronómico de los precios del petróleo.

El régimen en Teherán seguirá vendiendo petróleo, seguirá enriqueciendo uranio y, sobre todo, no caerá. Como un misil Hellfire que cae sobre una fiesta pastuna de matrimonio, esas sanciones occidentales fracasarán miserablemente. Pero no sin haber provocado mucho daño colateral, en el propio Occidente.

*Autor de Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009).  Copyright 2011 Asia Times Online (Holdings) Ltd.

 

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