La infancia y compromisos humanitarios

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Gisela Ortega.*

En las dos décadas que han transcurrido desde que se adopto la Convención de los Derechos del Niño, el escenario en el cual tienen lugar las intervenciones humanitarias ha evolucionado. El cambio climático y el crecimiento de la población han agudizado la competencia por el acceso a recursos limitados, como el agua, y han suscitado preocupación acerca de la seguridad alimentaria.

Los conflictos se caracterizan cada vez más por las hostilidades prolongadas dentro de los países, con graves repercusiones para la población civil, como el desplazamiento interno a gran escala. Se estima que, de los 26 millones de personas que se encuentran en situación de desalojo por los conflictos armados y la violencia, el 50% son niños.

La falta de respeto por las normas que protegen a la población civil plantea riesgos adicionales para los menores, así como el alarmante incremento de la violencia contra los trabajadores de asistencia humanitaria que llevan a cabo su labor en situaciones de emergencia complejas.

La Convención proporciona un sólido marco legislativo para el cumplimiento de los derechos de los niños durante las crisis humanitarias, especialmente los artículos 38 y 39 y el Protocolo Facultativo relativo a la Participación de los Niños en los Conflictos Armados.

Otros instrumentos internacionales cuya finalidad es garantizar la protección de los chiquillos en las situaciones de emergencia, también se ha reforzado considerablemente, y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha dictado varias resoluciones encaminadas a poner fin a los abusos contra los pequeños y los civiles en el contexto de la guerra, en particular la 1615 y la 1820.

La Corte Penal Internacional esta aplicando procedimientos para investigar y enjuiciar a los presuntos responsables de genocidios, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. El primer caso de este tipo que examino la corte guardaba relación con el reclutamiento de niños soldados.

Con el propósito de que las mujeres y los niños puedan acceder sin demora a una nutrición adecuada, a servicios de prevención y control de las enfermedades, a agua salubre y a servicios decentes de saneamiento en las situaciones de emergencia y con posterioridad a los conflictos, se definió un conjunto de compromisos básicos con los derechos de los jóvenes en esos contextos.

Algunas intervenciones humanitarias en las cuales participo UNICEF en 2008 fueron la campaña de vacunación contra el sarampión que favoreció a los chicos de Myanmar luego de que el ciclón Nargis deterioró la mayor parte de los centros de salud de país; el suministro de agua apta para el consumo y letrinas adaptadas a las necesidades de las y los niños a 320.000 alumnos de 500 escuelas de Afganistán, y la organización de jornadas de capacitación en higiene, saneamiento y salud para 2.500 maestros.

Prioridad

Inspirada en la Convención sobre los Derechos del Niño y en sus Protocolos Facultativos, la protección de la infancia reviste hoy carácter prioritario en las situaciones de emergencia. Las labores humanitarias actualmente incluyen el establecimiento de espacios acogedores para los muchachos, la movilización de las comunidades en favor de su protección; la integración de la protección del niño en la preparación para los desastres, las actividades de promoción y las comunicaciones.

Velar por que los planes nacionales de preparación para las catástrofes incluyan la protección de la niñez se ha convertido en una prioridad en algunos países propensos a hecatombes naturales, como Nepal.

En la Republica Democrática del Congo, más de 18.000 sobrevivientes de la violencia sexual –de los cuales la tercera parte son niños y niñas– han recibido asesoramiento jurídico y, atención médica y psicológica, y han participado en programas de reintegración socioeconómica.

Reestablecer el acceso a la enseñanza en las situaciones de emergencia ha sido un componente clave de la acción humanitaria de la última década. Posibilitar el regreso a la escuela en comunidades desvastadas por la violencia, la guerra o los desastres naturales dan un cierto sentido de normalidad a la vida de los adolescentes y les brinda un espacio para aprender y jugar.

Una dificultad incluso mayor es reconstruir los sistemas educativos después de los accidentes o los conflictos en países con recursos limitados.

En Somalia, que se esta esforzando al máximo para restablecer un gobierno operativo tras un largo periodo de colapso, de los 534.000 niños que, según se calcula, están escolarizados, de los cuales 140.000 viven en lugares afectados por la emergencia- 190.300 ya se han beneficiado de la distribución de suministros escolares.

La recuperación posterior a las contiendas proporciona a las sociedades oportunidad de establecer instituciones públicas más equitativas y de hacer valer los derechos de los grupos marginados.

La comunidad internacional esta trabajando afanosamente en el desarrollo de instrumentos y métodos para abordar no solo la respuesta inmediata a las crisis, sino además el proceso de restablecimiento y la preparación para futuras situaciones de emergencia.

Estas iniciativas asimismo proporcionan oportunidades para garantizar la realización de los derechos de los niños en etapas tempranas.

Cambio climático

La Convención sobre los Derechos del Niño presenta la visión de un mundo en el cual los menores tienen el derecho a sobrevivir y a desarrollarse en un entorno físico sano. No obstante estos derechos –o los propios chicos – pocas veces forman parte de los debates internacionales y nacionales sobre el cambio climático y las medidas necesarias para hacerles frente.

Los niños son especialmente vulnerables a los efectos del cambio atmosférico por varias razones. En primer lugar, su curiosidad innata y su etapa de desarrollo fisiológico y cognitivo aumentan sus probabilidades de exponerse a peligros ambientales y a resultar perjudicados. Por ejemplo, son más susceptibles que los adultos a los efectos nocivos de la radiación ultravioleta intensa, la vivienda inadecuada y la contaminación del aire en recintos cerrados producida por los biocombustibles.

En segundo lugar, muchos de los factores que inciden en la mortalidad infantil -la desnutrición, que contribuye a mas de la tercera parte de todas las defunciones de niños menores de cinco años, las infecciones respiratorias agudas, la diarrea, el paludismo y otras enfermedades transmitidas por vectores- son altamente sensibles a las condiciones meteorológicas.

En tercer lugar, cada vez hay mas pruebas que en los territorios menos adelantados son los que sufren las peores consecuencias de la transformación climática. La población infantil en esas regiones es importante. En 2008, los menores de 18 años representaban el 47% de la habitantes de los 49 en vías de desarrollo del mundo, en comparación con el 21% de los países industrializados.

Muchas metrópolis en desarrollo adolecen de una precaria infraestructura física y carecen de sistemas para hacer frente a fenómenos ambientales como las sequías y las inundaciones.

En cuarto lugar, la creciente relación entre los disturbios civiles y la variación atmosférica es motivo de preocupación por cuanto puede afectar el ejercicio de los derechos de los niños.

Una investigación realizada en 2007 estimo que 46 países con una población de 2.700 millones de personas podrían estar en mayor riesgo de sufrir conflictos violentos derivados de la interrelación entre el cambio climático y las tensiones sociales, económicas y políticas, Las consecuencias en los niños pueden ser traumas psicosociales, reclutamiento por parte de fuerzas y grupos armados, desplazamiento y migraciones forzados, lo que conduce a la separación de las familias y a una mayor vulnerabilidad a la trata y la explotación.

Por ultimo, hay claras evidencias, de que la alteración meteorológica dificultara aun más la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de las Naciones Unidas.

El informe Stern, una avanzada investigación sobre las consecuencias económicas de las variaciones ambientales encargados por el Gobierno del Reino unido en 2006, estima que la modificación climática podría elevar entre 40.000 y 160.000 el número de muertes anuales de menores de cinco años en Asia meridional, y África subsahariana, al disminuir el rendimiento económico en estas regiones.

La posible perdida de subsistencia que enfrentarían millones de familias podría significar que más niños tendrían que compensar ingresos familiares, lo que dificultaría aún más la asistencia a la escuela, especialmente de las niñas. La creciente escasez de agua y otros recursos naturales impondrá responsabilidades adicionales a las mujeres y jóvenes, que son las encargadas de recoger agua y conseguir combustible para sus hogares. Y el costo de mitigar el proceso ambiental disminuirá los recursos disponibles para la salud, la educación y otras esferas de protección social.

Los niños como protagonistas

Para abordar los complejos problemas que el cambio climático plantea para los derechos de los menores, se requieren enfoques integrales basados en la colaboración, que cuenten con los niños como aliados principales.

Será esencial la colaboración intersectorial en los campos de la salud, la educación la nutrición y las obras públicas, el trabajo mancomunado de las entidades y las organizaciones responsables del cuidado y protección de los chiquillos, las mujeres, los jóvenes y las familias.

La sensibilización a las cuestiones de género del mismo modo es indispensable para reducir la vulnerabilidad y fomentar la autonomía de todos los ciudadanos.

Las asociaciones comunitarias también serán cruciales para las estrategias de mitigación y adaptación. Dotar a todos los habitantes del medio rural y, en general, a toda la población, de la capacidad para hacer frente a los peligros requerirá ampliar las inversiones en ámbitos tradicionales del desarrollo infantil, como la nutrición, la atención a la salud, el agua, el saneamiento y la higiene.

Del mismo modo es preciso impartir educación sobre el medio ambiente en las escuelas, y las comunidades, mejorar la calidad de los cursos existentes, ayudar a los grupos cuyo sustento esté amenazado; y dedicar mas atención a la preparación para los desastres, como tormentas, inundaciones y sequías.

La adaptación al cambio climático puede representar una oportunidad para que los países y las comunidades refuercen sus compromisos hacia los niños. Llego la hora de tomar medidas tendientes a mitigar los efectos atmosféricos y a afianzar los mecanismos de preparación y adaptación. La indiferencia podría tener un alto costo: en efecto, hacer caso omiso de esta situación podría revertir en el siglo XXI, los logros alcanzados en materia de supervivencia y desarrollo infantil.

* Periodista.

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1 comentario
  1. Rosa Bradach dice

    Muchos acuerdos, muchas hojas de ruta, pero ninguna llega al núcleo del problema que es obligar a los gobernantes a políticas sociales que antes de nacer protejan al nonato protegiendo a la madre, como sucede en los países nórdicos, y también, por qué no decirlo en Cuba a la que tanto se critica pero de la que tienen mucho que aprender. Argentina, Peru, Colombia, Chile, Africa, unos continentes riquísimos pero cuyas riquezas son expoliadas por países pobres pero emergentes gracias al saqueo de los citados y sin escrúpulos para llamarse ricos, industriales o primer mundo

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