Las bohemias de Santiago de Chile

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Muchas tradiciones nacionales pueden inscribirse en lo que se ha calificado como “bohemia”. Puestos a describir lo bohemio, el consenso sería que se alude a la “farra” y que los “bohemios” no son otra cosa que farreros, principalmente de la noche y del alcohol. Para debatir es bueno volver a los orígenes.

La expresión “bohemio” tiene fecha: 1847, cuando el francés Henry Murger empieza a contar sus experiencias del Barrio Latino de París en su libro Escenas de la vida bohemia. Antes de esa fecha, se llamaba así a los gitanos, en la creencia de que provenían de Bohemia, región montañosa de la República Checa. De allí el concepto se expandió por el mundo, llegando finalmente a Chile.

Como muchas cosas, la bohemia tuvo un período “dorado” en Chile. Básicamente de los años 40 a los 70 del siglo pasado. En ese período Santiago era una ciudad “bohemia”. En gran medida, la ciudad vivía y trabajaba para eso. Ya no era la ciudad aburrida que describía la élite a finales del siglo XIX. Había oficios especialmente orientados a la bohemia, como los periodistas, fotógrafos, dibujantes, músicos y los locutores de radio. Todos dependían laboralmente de la noche. Por ejemplo, los periodistas esperaban el cierre de la edición, y eso era de madrugada, lo que daba pie para abundante vida nocturna.Resultado de imagen para Las bohemias de Santiago de Chile

El estilo bohemio

En la visión de Murger, el bohemio es un artista que vive al límite: en su deseo de “libertad para crear”, el sujeto no dispone de trabajo estable, vive de noche, experimenta con drogas y, en general, practica el nomadismo en todos los ámbitos, de allí la relación con los gitanos. Quizá pensando en que “más discurre un hambriento que 100 letrados”, el artista quería ser letrado y hambriento para “discurrir más”. Al principio hubo en Chile bohemios auténticos, pero el término empezó a ser usado para demasiadas cosas. Bastaba emborracharse en el Zeppelin o ser habitué del Bim Bam Bum o del Burlesque, sin que se exigiese escribir una sola línea.

Los primeros bohemios auténticos tuvieron contacto con la Francia del siglo XIX. Era la élite económica o intelectual. Por ejemplo, Carlos Canut, escultor y pintor, nacido a finales del siglo XIX. Era hijo de Juan Canut de Bon, inmigrante catalán, quien divulgó el protestantismo en Chile y cuyo apellido generó la palabra “canuto”. Como escultor, trabajaba haciendo medallones funerarios, y en más de una oportunidad pasó la noche en un ataúd, para capear el frío. Tuvo una vida larga: murió en 1945 y fue despedido por varias organizaciones de intelectuales.

Una segunda oleada surge entre los primeros profesionales de clase media. Sobresale Alberto Valdivia (“El Cadáver”), músico y escritor adicto a la morfina y cocaína. Amigo de Neruda, hacía honor a su apodo durmiendo regularmente en el cementerio. Según cuenta Oreste Plath, cada 1° de noviembre todo el grupo hacía la pantomima de su muerte, que incluía un regado velorio. Alcanzó a publicar un solo libro, Romanzas en gris, que ha sido recientemente reeditado luego de pasar casi un siglo como inencontrable.

Resultado de imagen para Alberto Valdivia Las bohemias de Santiago de ChileOtro amigo de Neruda fue Alberto Rojas Jiménez. Un bohemio “de manual”. Tenía la costumbre de beber sin pagar, cosa que no le causaba demasiados problemas en los boliches del sector de Mapocho, como El Jote o el Hércules, donde se le consideraba parte de las atracciones. Incluso fue uno de los “decoradores” del Hércules, trabajo por el cual le pagaron en cerveza gratis. Sin embargo, cuando trató de seguir su lógica en La Posada del Corregidor, descubrió que su fama y carisma no eran tanto.

Fue expulsado a la calle en la noche más lluviosa de aquel 1934, golpiza incluida, dejando en prenda su único abrigo. Sabemos que el Santiago de aquellos años estaba plagado de gérmenes: el alcantarillado no se había generalizado y aún se eliminaban las aguas servidas mediante canales abiertos que iban por el borde de algunas calles. Rojas, murió de bronconeumonia unas semanas más tarde. Su único libro publicado, Chilenos en París, cita la tierra prometida de toda su generación. En la misma línea, pero en de la versión “surrealista” estuvo Teófilo Cid, poeta que dormía en las calles, tapado con diarios.

Un giro idiomático

Pero vino un cambio semántico. La bohemia mutó a trasnoche en ciertos lugares frecuentados por personajes del ambiente, con alcohol, cocaína, tabaco y mujeres como dieta básica. Hace poco se hizo una teleserie sobre el Bim Bam Bum: se mostraba que las vedettes y el whisky hacían a un bohemio perfecto. Este fenómeno se produce a finales de la década del 50. Es también la época del auge de la cocaína.

En los 50 los amantes de la noche disponían de infinidad de lugares en solo diez cuadras del centro de Santiago: el Zeppelin, El Negro Bueno, el Far West, el Hércules, El Jote, etc. Si se quería algo más subido de tono: el Mon Bijou, el Tap Room, Bim Bam Bum, Picaresque, Burlesque, etc. De estos lugares, no queda ninguno. Casi todos murieron el 73. Excepto el Tap Room, que sobrevivió hasta hace poco. Fue fundado por Humberto Tobar, a principios de la década del 40, y estaba ubicado en Estado 248, en el subsuelo del Hotel Ritz. Se tuvo que Resultado de imagen para el tap room Las bohemias de Santiago de Chilecambiar siete veces de ubicación, y en una época funcionaron al menos otros dos locales con el mismo nombre, uno de ellos en el Paseo Bulnes, a dos cuadras de La Moneda. Corría el año 1951. En rigor era una boite, el establecimiento más característico de esta nueva bohemia, con un espectáculo que era una repetición de lo que podía verse en el Picaresque, pero empezando más tarde, sin que se cobrara entrada, solo consumo, y donde las chicas usaban menos ropa, llegando al desnudo. Actuaron figuras como Dámaso Pérez Prado, Armando Manzanero, Agustín Lara y Lucho Gatica. Tuvo entre sus asistentes a futbolistas, animadores, artistas y bataclanas. Hay que advertir que en esa época “bataclana” significaba “bailarina”, no tenía connotación negativa.

El local tenía una maestra de ceremonias (lo que no era usual), de nombre Susy Montrey y que recitaba poemas de Neruda cuando estaba de humor. El 1° de enero de 1970 el local lo compró Francisco Ballesteros, que no supo manejar la decadencia. Según varios testimonios, el lugar se transformó en un “after hour turbio como pocos”, coca en las mesas, marcas de balazos en las murallas (y en las puertas), gemidos de todo tipo en los rincones y botellas de pisco a 25 lucas. Y un ambiente que recién se armaba a las 4 de la mañana. Por supuesto, con las puertas cerradas, solo para los que habían alcanzado a entrar. La prensa de 2008 en adelante da cuenta de suicidios, traficantes italianos, escorts de todos los pelajes y mucho personaje de farándula que se aficionaron al lugar. Un auténtico antro. Fue clausurado a finales de 2014.

Resultado de imagen para el tap room santiago de chileHubo muchos personajes ligados al Tap Room, como el periodista deportivo Renato González (Mr. Huifa) o los mafiosos Cabro Eulalio y el Cabro Carrera. Hace poco otro habitual del Tap Room salió en la prensa: Guido Vallejos. Dibujante y fundador de varias revistas “subidas de tono” como Cosquillas, Viejo Verde o Pingüino. Fue el creador de Barrabases. Con las ganancias de sus revistas, le alcanzó para construir un hotel, el Foresta, frente al cerro Santa Lucía. Según el periodista André Jouffé, durante el gobierno de Allende, Guido Vallejos tenía como grupo bohemio el llamado “Chacota Club”, compuesto por varios periodistas. Hace unos años, cuando Vallejos tenía 82 años, fue detenido en un caso de prostitución infantil.

Uno de los más relevantes (y cuestionables) bohemios fue el fundador del Tap Room: el Negro Tobar. Tenía más de algún lío con la justicia, como aquella noche que mató de un balazo a Osvaldo Ramírez Guerra, asesor de un ministro del Interior. Ramírez Guerra no quiso pagar la cuenta y sacó la pistola primero. Otro hecho interesante es que tuvo participación en el plebiscito de 1925, que definiría la nacionalidad de Tacna. Se le pidió trasladarse a esa ciudad y ejecutar tareas de amedrentamiento de votantes. No fueron efectivas. Por último, se le asoció al tráfico de drogas, al punto que ya en su época el Tap Room era un centro reconocido para conseguir cocaína. Agustín Lara, el bolerista mexicano, actuó gratis cuando se le aseguró un suministro aceptable.

Tito Mundt, en su artículo La bohemia nocturna santiaguina señala que “el fundador de la noche santiaguina” fue el Negro Tobar. No es el único error que tiene la crónica, aunque da cuenta de un personaje con mucho poder en las sombras. De la noche, por supuesto.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 881, 4 de agosto 2017.

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