Las elecciones legislativas en Colombia

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Luis Eduardo Saavedra*
  Con el 93.7%de votos escrutados la U (partido de Uribe encabezado por Juan Manuel Santos)), lograría 27 escaños para el Senado; el Partido Conservador (uribista) 23 senadores, el Partido Liberal (en la oposición), 18; el PIN (uribista) 8; Cambio Radical (ex uribista) 8; el Polo Democrático (centro izquierda) 8 y Partido Verde (centro) 4. Es decir 58 senadores uribistas contra 31 en la oposición, sin contar Cambio Radical cuyo transfuguismo es proverbial y lo más seguro es que vuelva al redil. En la Cámara de Representantes (Cámara baja) los resultados son análogos.

Como puede verse, el triunfo del uribismo fue contundente, y esto después de 8 años de un gobierno salpicado por miles de escándalos inenarrables. El pueblo, aparentemente, premió los falsos positivos de Juan Manuel Santos: los peores crímenes de lesa humanidad cometidos en Colombia (más de dos mil); y premió a Andrés Felipe Arias, alias ‘Uribito’, al ubicar a su Partido Conservador en segundo lugar a muy pocos pasos de la U, por entregar a poderosos terratenientes sumas multimillonarias del erario público que estaba destinadas a humildes campesinos, o lo que han llamado el ‘robinhoodismo’ al revés: quitarle a los pobres para darle a los ricos.

El ‘robinhoodismo’ al revés es el resumen del neoliberalismo y ha sido en estos dos gobiernos su constante, más la erradicación de la pobreza por eliminación física de los pobres en campañas llamadas de “limpieza social”. ¿Cómo uno de los regímenes más corruptos y criminales del mundo, se perpetúa a través del voto popular? Habría que remontarse al 83% de popularidad con que los alemanes sostuvieron a Hitler durante años; los dos gobiernos sucesivos del genocida Bush logrados por el voto de un pueblo alienado por la ofensiva mediática y la cristiandad creacionista o más recientemente la reencarnación de Pinochet en Piñera que, junto al tremendo sismo que sufrió Chile, sería como para doblegar cualquier nación.

Pero lo que debe analizarse en detalle es que Colombia es una “democracia genocida”, como la han llamado, atravesada por sumas astronómicas de narcodólares. Ahí está el el secreto. Se han calculado entre 10 mil y 15 mil millones de dólares los ingresos anuales al país por concepto de narcotráfico. El día de las elecciones en la jornada de la mañana, en varias regiones del país, el voto se cotizaba a 20 mil pesos y por la tarde estaba a 100 mil. La misma OEA, en su carácter de observadora, denunció el hecho y contó cómo en la población de Magangué, en la costa Caribe, los votos se pagaban al pie de las urnas.

“Ríos inmensos de dinero corrieron en las elecciones”, denunció el presidente del Consejo Electoral. En tanto, por otro lado, se lograban los “voticos”, como dice Uribe, a cargo de tenebrosas bandas de paramilitares: ‘Los Rastrojos’, por ejemplo, que seducen al elector con el argumento incontrovertible de que vota por mi candidato o lo mando al ‘barrio de los acostados’.

Así Uribe , en sus dos elecciones pasadas, logró la mayoría en el Parlamento y la friolera de dos millones de votos espurios más, a su favor, según Claudia López, periodista y académica (Fundación “Arco Iris”). Las mayoría se aseguran por soborno e intimidación. Hablar de ‘Estado fallido’ en Colombia es una forma de disminuir y disimular la naturaleza monstruosa del país. Cómo sería que el imperio, con las atrocidades que ha cometido, se sensibilizó y desde el Departamento de Estado condenó los ‘falsos positivos’ y el escándalo de Agro Ingreso Seguro con el cual ‘Uribito’ premió con dineros del Estado a los terratenientes.

Era una forma velada de rechazar a Uribe y el uribismo en cuerpo de Santos y ‘Uribito’, sus herederos. Pero será de expertos politólogos desentrañar el misterio de un gobierno vasallo, como este, desobedecer los dictados del imperio. (Uno recuerda inexorablemente la consigna de Pablo Escobar: “Prefiero una tumba en Colombia a una cárcel en EE.UU”. Incluso se ha llegado a proponer que Uribe sea el vicepresidente de uno de sus herederos, a fin de rodearlo de un manto de protección oficial en caso de cualquier eventualidad).

El uribismo, como todo sector de derecha que se respete tiene sus jerarquías, sus clase sociales. Existe un uribismo de rancia estirpe (Santos, nieto de Presidente de la República y copropietario del El Tiempo); Noemí Sanín que a lo largo de más de 20 años y cinco gobiernos ha ocupado altos cargos en el Estado, en especial en el servicio diplomático en donde sólo sufría por los trastornos de ansiedad que le ocasionaba la incertidumbre de un traje de alta costura para alternar con la realeza europea ; y un uribismo lumpen, de las entrañas del paramilitarismo y el narcotráfico -en donde hunde sus raíces el doctor Uribe- que se agrupó en el Partido de Integración Nacional (PIN), centro de convergencia de parapolíticos, paramilitares, narcotraficantes y familiares de este tipo de delincuentes que en la actualidad pagan su condena en cárceles de alta seguridad desde donde dirigen las campañas de sus parientes para proyectarse a través de ellos en el Congreso.

Por ejemplo: salió elegida Teresita García Romero, hermana del ‘Gordo’ García Romero, hace unos días condenado a 40 años de prisión por la Corte Suprema de Justicia gracias a su participación en un genocidio en el departamento de Sucre. En cambio, intelectuales, escritores, académicos, periodistas y esencialmente humanistas como Fernando Garavito, autor del libro (bajable en Internet) Uribe Vélez, el Señor de las Sombras y condenado al exilio desde el 2002 o Felipe Zuleta Lleras, brillante periodista, nieto de ex Presidente de la República y ex presidente de la ONU, crítico implacable de Uribe y durante años condenado al exilio, no salieron elegidos. Algo increíble.

En esta barahúnda salió lastimado el más vulnerable, el único partido que no estaba contaminado por el crimen organizado: el Polo Democrático. Perdió congresistas. Lo relegaron al penúltimo lugar, de 10 senadores que tenía lo bajaron a 8. Solo le ganó al Partido Verde, un nuevo partido, en ascenso, creado por los trillizos o lo tres tenores como los llaman: Mockus (ex Rector de la Universidad Nacional), Peñalosa (famoso investigador sobre desarrollo sostenible de megaciudades) y Lucho Garzón, obrero, ex militante del Partido Comunista Colombiano, ex presidente de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia, poderosa Central sindical. Los tres ex alcaldes de Bogotá y excepcionalmente buenos.

En consulta interna de su partido se determinó que Mockus los represente como candidato a la Presidencia y seguramente nombre a Lucho como fórmula vicepresidencial. Ellos representan el ‘centro extremo’, pero son decentes, podrían ser una alternativa con Petro del Polo, aunque con semejante correlación de fuerzas no es creíble que salga elegido en Colombia un ex guerrillero que tiene a sus espaldas el peso de haber hecho meter a la cárcel a la mitad de los compinches de Uribe con sus candentes debates en el Congreso.

Amanecerá y veremos. Por el momento es de película la rebatiña entre los herederos de Uribe: Santos, Noemí y ‘Uribito’ por la candidatura a la jefatura del Estado. La pelea será a muerte. De todas maneras las elecciones para Presidente abren una pequeña puerta al voto de opinión, no son votos cautivos (eufemismo de votos comprados) como en las elecciones para Congreso. De todas maneras toca lucharla, las fuerzas democráticas de Colombia no pueden detenerse ni sucumbir a la corrupción y el crimen.

 

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